Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965
1º La virtud blanca. -Es la virtud de la belleza…; de la blancura del alma. -Todas las virtudes son ornamento riquísima del alma…, pero ninguna la adorna con tanta gracia y hermosura como ésta… ¡Oh, qué hermosa, dice el Espíritu Santo, es la generación casta y pura, llena toda ella de claridad…; qué apreciada es delante de Dios y de los hombres!»
Flores muy bellas de aroma encantador son las demás virtudes pero la castidad es la azucena de las mismas el lirio que recrea y enamora al mismo Dios. -Así lo canta la Iglesia en sus himnos, cuando dice que «Dios anda siempre entre lirios»… -También ha reservado una bienaventuranza especial para ella: «Bienaventurados los limpios de corazón»… y es que aunque todo pecado…, toda falta es una mancha del alma…, parece que ninguna la mancha como la impureza…; ésta es, el pecado feo…, sucio…, vergonzoso, más que ninguno otro pecado. -Es el más aborrecido de Dios…; el que más ofende los ojos purísimos e inmaculados de nuestra Madre.
Para él reservó Dios sus mayores castigos, aún aquí en la tierra: diluvios de agua y de fuego, no
dudó en enviar al mundo para purificarle de este vicio repugnante y abominable. -He ahí por qué el demonio, en su afán de vengarse de Dios, es el pecado que más procura que cometan las almas… y es, sin duda, el que más almas lleva al infierno.
La castidad es la virtud más delicada…; cualquier hálito de carne la empaña y marchita.
Es cierto que no se pierde esta virtud sólo por sentir la tentación aunque sea ésta muy fuerte…, muy repugnante muy pesada. -Muchísimos santos, a pesar de su santidad, pasaron por la humillación de sentir estas tentaciones y no dejaran, por eso, de ser grandes santos… Se peca y se pierde la castidad, cuando se consiente libre y voluntariamente en cualquier cosa, por pequeña que sea… y aunque sea por poco tiempo. -Fíjate bien, aunque te parezca poca cosa…; si es impura, ya es pecado…, pues no existe, en este punto, la llamada «parvedad de materia» o materia leve… ¡Qué delicadísima es!… Todo cuidado y mimo es muy poco siempre…; nunca creas que en esto puedes pecar por exageración… Las almas más puras, como la de un San Luis Gonzaga, fueron las más exageradas en esta materia… ¿Cuál sería, pues, la delicadeza exageradísima de tu Madre querida, si tanto fue lo que Ella amó a esta flor bellísima?…
2º La virtud clara. –Es la virtud de la luz… El alma casta, está envuelta en la claridad de la luz divina… Por eso, «los limpios de corazón, son los únicos que ven y verán a Dios»… Luz para el entendimiento…, luz para el alma y el corazón… Los pensamientos puros son diáfanos…, claros más que la luz… Los amores puros, son los amores sinceros y verdaderos…, los únicos que merecen este nombre…; nunca se rebaja tanto el amor como cuando se asienta en la impureza… Eso ya no es amor…, es una pasión baja, llena de egoísmos groseros y de concupiscencias animales.
Es luz para nuestro entendimiento, puesto que la impureza es ceguera y oscuridad de espíritu, que priva al hombre del conocimiento:
- a) De sí mismo…, esto es, de su dignidad…, de lo que es…, de lo que debe de ser…, de lo que se debe a sí mismo… Si al cometer el pecado se acordara el hombre de lo que es y de lo que va a ser después, no lo cometería. -San Pabló le llama «hombre animal, esto es, hombre carnal incapaz, de percibir las cosas de Dios. -San Bernardo dice, que en los demás pecados, por ejemplo, de avaricia…, de soberbia, etc., peca el hombre…, pero en este pecado, peca el animal…, porque esa pasión es tan baja y rastrera, que le pone al nivel de las bestias. ¡Qué ceguera de sí mismo!
- b) Pero también priva al hombre del conocimiento del pecado que comete…, pues se le conoce cuando no se ha cometido…; entonces es cuando se tiene miedo…, asco…, repugnancia a este pecado. -Pero cuando se le comete, este conocimiento se debilita…, se pierde el miedo y la vergüenza y se llega al escándalo…, al endurecimiento del corazón…, al cinismo desvergonzado.
- c) En fin, priva al hombre del conocimiento de Dios, -La impiedad y la incredulidad y la misma apostasía, son casi siempre efectos de la impureza. -La idea de Dios, es algo que turba el placer del hombre carnal y para mejor entregarse a su pecado, reniega de Dios y se aparta de Él… Esto hizo Salomón…, Lutero… y tantos otros.
3º La virtud noble. -Toda nuestra nobleza y dignidad depende de nuestra parte espiritual…, pero ésta es la que cae vencida por la carne…, por la materia en todo pecado carnal. –Hay en nosotros una continua lucha entre el espíritu y la carne…; el primero aspira a subir hacia arriba…, hacia Dios, que es su modelo, ya que el alma es Imagen suya…; la carne tiende a bajar…, a arrastrarse por el lodo y la tierra de donde brotó… He aquí la lucha constante que se sostiene en nuestro interior. -Si el espíritu sube, ha de ser triunfando deja carne…; ésta es la virtud de la pureza… Si se deja arrastrar por aquélla y es vencido por la carne, tenemos el pecado impuro.
De suerte que la pureza es el resultado de una victoria… y la impureza de una vergonzosa derrota. -Por eso es la virtud noble…, digna…, valiente…, propia también de los valientes…; es la virtud por excelencia viril…, enérgica…, que no admite la más pequeña claudicación o transigencia.
4º La virtud de María. -Es, ciertamente, la más querida…, más buscada…, mejor custodiada por la Santísima Virgen. -María es toda blancura, sin mancha posible, pero menos aún mancha carnal… Concebida blanca, persevera en su blancura inmaculada hasta el fin de su vida. -María es la Reina de la luz…, que no tiene menguantes, como la luna…, ni ocasos, como el sol…, sino siempre luz…, toda luz, sin mezcla de sombra de ninguna clase.
Todas las almas, aún las más santas tuvieron alguna mancha…, alguna sombra;… María es el único espejo purísimo de la luz indeficiente y eterna de Dios… ¿Cuál sería el conocimiento que tendría con esa luz, de Sí misma… del pecado…, de Dios?… ¿Qué extraño que tanto ame a la pureza, si es la virtud de la claridad y de la luz?… ¿No ves cómo el impuro gusta de la oscuridad y de las tinieblas? Ese es su ambiente…: oscuridad de infierno.
Por último, contempla a María acrisolando su pureza, no con luchas ni pruebas…, pues Dios no quiso que sintiera el aguijón de la concupiscencia…, pero trabajando…, vigilando…, orando…, mortificándose como si la sintiera y corno si tuviera miedo de perder su virtud… ¡Qué energía tan simpática la suya para guardar y conservar aquella joya inmaculada!… ¿Por qué no eres tú así?