IMG_2519Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

La flor virginal. -Todo lo dicho de la blancura…, de la claridad y brillo… y de la nobleza y dignidad de la castidad, se ha de decir, sobre todo de la castidad virginal…, que es el grado más perfecto y más excelso a donde puede llegar esta Virtud…; es el grado máximo que eligió la Santísima Virgen para su castidad. -Tanto más meritoria aparece la virginidad, cuanto es más libre y voluntaria en el hombre.

La castidad es obligatoria en todos los estados de vida que elijamos… Hemos de ser castos necesariamente en pensamientos…, deseos…, palabras y acciones…; a esto se reduce el fiel y exacto cumplimiento del sexto precepto de la ley de Dios.- Pero la virginidad es una virtud voluntaria…, a nadie obliga…, sino que libre y espontáneamente la abraza el que quiere.

Gracia muy grande de Dios es ésta, que supone una luz especial para que con ella se conozca la hermosura…, la belleza divina de la virginidad… y así conociéndola no se pueda menos de enamorar de ella… y recibirla, no como una carga pesada, sino como un don excelentísimo que Dios concede… ¡Dichosas las almas que han recibido esta luz!- Si el mundo todo la recibiera… y conociera lo que encierra la virginidad, no habría nadie que la desechara. -Es, por tanto, el tesoro escondido del Evangelio, que el que lo encuentra, da todo lo que tiene por comprar su posesión y por no perderlo nunca.

San Pablo dice «que no tiene recibido de Dios mandato para imponer la virginidad, pero que la aconseja como el estado mejor… Y da la razón. «Él que no tiene mujer, dice, únicamente le preocupan las cosas de Dios y cómo ha de agradarle…; al contrario, el que se casa, ha de afanarse por las cosas de la tierra y se halla como dividido su corazón»… «Del mismo modo, sigue diciendo, la mujer que quiere ser virgen, sólo piensa en Dios para ser santa en cuerpo y alma…, mas la casada, piensa en las cosas del mundo y en cómo ha de agradar a su marido…; todo esto os lo digo para vuestro provecho…, no para echaros un lazo y engañaros, sino para exhortaros a lo más laudable y hermoso y a lo que da más facilidades para servir a Dios sin embarazo alguno.»

Y después de repetir estas ideas de diversas maneras, como para sellarlas con toda la autoridad, termina diciendo: «Y estoy cierto que todo esto que digo, me lo inspira el Espíritu de Dios.» -Y así es, sólo Dios puede inspirar y dar a conocer la belleza incomparable de la virginidad…

2º La flor angélica. -Virtud y flor angélica se llama a la castidad, pero singularmente estas palabras convienen a la virginidad…, porque esta virtud hace al alma virgen, semejante a los ángeles, ya que de tal modo dignifica y ennoblece al que la posee, que transforma…, eleva y espiritualiza su carne de tal manera, que la hace vivir como si su alma no estuviera encerrada en el cuerpo grosero y material…, como si fuera espíritu puro, cual los ángeles.

Muchos Santos Padres comparan a las almas vírgenes con los ángeles, y prefieren a aquéllas, antes que a éstos. -San Ambrosio dice: «Los ángeles viven sin carne…, las almas vírgenes triunfan de la carne.» -San Pedro Crisólogo, añade: «Es más hermoso conquistar la gloria angélica, que recibirla por naturaleza…; la virginidad conquista en la lucha, y después de muchos esfuerzos, lo que los ángeles de Dios han recibido naturalmente.»

San Bernardo, exclama: «El alma virgen y el ángel, sólo se diferencian en que la virginidad del ángel es más dichosa, pero la del alma virgen es más valerosa y meritoria…» En fin, San Jerónimo escribe: «Apenas entró el Hijo de Dios en la tierra, se constituyó una nueva familia, nunca vista ni conocida hasta entonces: la familia de las vírgenes, para que Él, que en el Cielo era adorado por ángeles, lo fuera también por estos otros ángeles en la tierra…»

He aquí por qué esta virtud hace al hombre tan amable y querido para los ángeles…; porque los ángeles, como todos los seres aman a sus semejantes… y así no pueden menos de amar a los que tienen esa carne angelizada, y que viven como ángeles en la misma naturaleza corpórea y material. -Por esta misma razón, la belleza de esta flor es perenne y eterna…, como es la de los ángeles…, pues no fundándose en razones carnales y materiales que son corruptibles…, carece de principio de corrupción…; y así, cuando todo en la tierra se deshace y se desmorona… y se deteriora con el tiempo, que todo lo consume…, la carne virginal, aunque parezca que con la muerte también se deshace y corrompe, pero conserva como en germen la incorrupción moral y, física… y un como derecho a la inmortalidad. -Esta es la hermosísima y purísima generación de las almas vírgenes… Parece que es, como una nueva generación, distinta de las demás, que conserva dichosamente en el mundo, el recuerdo de aquel estado de inocencia y pureza, en que fue Creado el hombre por Dios, en el Paraíso.

La flor de Ma­ría. -Ésta es, por antonomasia, la flor predilecta de nuestra querida Madre…, de tal suerte que esa virtud es la que la denomina con el nombre de la Virgen. -Fíjate bien en ese nombre y la fuerza que tiene al llamar así a Ma­ría No la llamamos «la humilde…, ni la obediente» etcétera, aunque fue todo eso y modelo acabadísimo de todas las virtudes…; en cambio, se la dice la «Virgen» y parece que ya está dicho todo con llamarla de esa manera.

Por de pronto, Ella no quiere otro título mejor que ese… y hubiera dejado el grandioso de Madre de Dios si fuera incompatible con el de su virginidad. – -Ni en las tiendas de los Patriarcas, ni en el seno del pueblo de Dios, se conocía esta virtud… La esperanza de engendrar al Mesías, apartaba a todas las hijas de Israel de apreciar la virginidad… Ma­ría no encuentra ni un solo modelo de este género en: los libros santos, y es que Dios quería que el modelo fuera Ella… y así, con su abnegación sublime, renuncia a la posibilidad de ser Madre de Dios, con tal de seguir la inspiración divina que la inclina a la vida virginal. -Es decir, que en cierto modo renuncia a Dios mismo, para ser más agradable a Dios… ¡Qué extraño que ante este sublime ejemplo, miles de almas hayan querido formar en este ejército blanco, en el que Ma­ría tremola la bandera purísima de la virginidad! -Sólo estas almas virginales son y serán eternamente las hermosas azucenas que, sin doblar su tallo, y siempre mirando al Cielo, enamoran a Dios… y le obligan a comunicarse con ellas de un modo más íntimo…, más amoroso…, más divino.

No es posible amar a Ma­ría sin inundarse el corazón en los resplandores y aromas de su castísima y purísima virginidad. -Es Ella el principio de la virginidad… La mirada de Ma­ría…, el trato y conversación con Ma­ría, engendra virginidad…, la respira por doquier…, la derrama por todas partes… como el Lirio su fragancia… ¿Por qué no poner tú en la virginidad tu ideal? -Efectivamente, es un gran ideal…, magnífico ideal…, el Ideal de Ma­ría…, el ideal de Dios… Pues bien, el ideal vale más que la vida. -Todo debes sacrificarlo ante él…, todo dirigirlo y encaminarlo para sostener…, conservar…, defender ese ideal tan grande, que llevas en vaso de barro y que se puede quebrar…