bebeObra Cultural

Un muchacho, estudiante de COU, de 17 años, ha publicado en «Prensa Didáctica» una colaboración literaria. Imagina lo que hubiera dicho a su madre en caso de que hubiera decidido abortarle. Por fortuna, Mariano Corral Aragón vive y escribe. Pero su escrito, dirigido «a los padres que no me alumbraron», como «testamento» dice así:

«Yo, aquí callado, en las entrañas de mi madre, que aún no conozco. Yo, cuando llevo seis meses en el vientre de mi madre, en plenas facultades y haciendo uso de mi libertad, hago testamento. Sé que voy a morir; creo que no veré la luz, ni el sol, ni a ti, madre. Sé que voy a morir y no me importa. Vivo, y la razón tampoco la sé. Mi madre me quiere matar. Las razones no las entiendo; tampoco entendí por qué me engendró.

Algunas noches la oigo llorar. Sé que me quiere, pero no me puede parir. Su corazón lo tengo casi al alcance de la mano; lo siento cuando sufre y cuando ríe. Las voces de fuera no las oigo; sólo son rumores. Pero a mi madre sí la oigo. Sé que me quiere. No entiendo por qué me quiere matar. Quizá porque mi nacimiento le remordería la conciencia. Pero, a pesar de estar aquí sólo seis meses, sé que no me olvidará. Le dejo mi pelo (¿cómo será mi pelo? Me gustaría que fuese rubio. Me lo dejaría largo. Quizá alguna vez me imagine cómo será). Le dejo también mis ojos y mi boca, que ya no la podrán ver ni besar. Con el resto de mi cuerpo, que hagan lo que quieran, pero, por favor, no me tiren a un estercolero. Dejo mis sonrisas y mis gracias a mi hermana (sé que tengo una. A veces oigo a mi madre, que me lo dice muy bajito. ¿Cómo será mi hermana? Quisiera que tuviera pecas; bueno, no importa). No la veré nunca. Mis risas y mis gracias, para mi hermana. Si fuese a hacer algo grande: un gran descubrimiento, un libro bueno, una pintura hermosa…, a la memoria de mi padre. No sé quién es, pero llevo su sangre en mis venas.

Quisiera no morir tan pronto. Quisiera hacer lo que tengo que hacer. Alguna tarde, en el sesteo, pienso qué tarea me tocaría en el mundo, qué cosas son sólo mías y que si yo no hago, nadie hará. Estas cosas las dejo a las manos que me oprimirán la cabeza, que tarde o temprano veré, y les pediré que me den mis riquezas: lo que yo llevaría en mis bolsillos el día de mi muerte. Eso se lo pediré. Es mío y me lo quieren quitar. Me quitan también, matándome ahora, lo que más quisiera, que ni ellos me podrán dar. Me quitan mi otra vida, donde ya no iré, donde no tendré un sitio. Sí, viviré; pero en otro lado, no en el mío. Yo, cuando ya estoy a punto de morir, quiero que se lea este testamento a mis padres, y sólo a ellos.»

Esta fantasía tiene actualidad. Muchos que deberían ser padres y que, impulsados por instintos homicidas, destrozan vidas, deberían leerla y meditarla. El Decálogo lo dice claramente: NO MATARAS. Y en el aborto los que matan son precisamente los padres. Y matan a un Inocente, que es su propio hijo. ¿Esto puede justificarse?

***

Una madre de exquisita sensibilidad ha publicado una CARTA Al HIJO QUE VA A NACER DENTRO DE OCHO MESES; Esta carta está firmada y responde a la más estricta autenticidad. Vale la pena que también sea considerada. Dice así:·

«Querido Pedro o Isabel: Quiero decirte, desde ahora, .que tu papá y yo te queremos mucho. Desde ahora, porque aunque eres tan chiquito -todo tu cuerpo cabría en la palma de mi mano- tu alma es igual que la mía, un alma capaz de comprender, sufrir y apreciar. Quiero que la primera palabra que oigas dentro de mí sea ésta: te quiero, te queremos, te queremos mucho. Te lo digo en voz bien alta y muchas veces, para acallar otras voces que te dicen lo contrario. No las creas, son todas mentiras. No es cierto que tu aparición en el gran teatro del mundo es una locura… Bueno, en cierto modo es una locura, pero una locura maravillosa, una locura de amor.

Te aseguro que te vamos a recibir muy bien. Tendrás tu cuna y tus sabanitas y leche y azúcar y un montón de mimos que te van a hacer engordar. Esto me dijo una amiga generosa que tiene nueve: los mimos engordan. Además te envidio porque vas a tener un padre sensacional, de esos que están siempre igual, siempre contentos. Y cuatro hermanos colosales con los que te va a ser imposible aburrirte. Si vieras la ilusión con que te esperan… Si los oyeras rezar por ti… Están deseando que patees, ¡apúrate, por favor!

En fin, lo que quería decirte es que es mentira que vas a ser un desgraciado porque el mundo está podrido, porque está en crisis, porque los terroristas abundan… ¡Es mentira, mentira, mentira! Vas a ser muy feliz en este último cuarto del siglo XX Y porque… tenemos un secreto que contarte: ¡ERES HIJO DE DIOS! Y ese Dios que es Todopoderoso y que viene pensando con cariño en tu persona desde antes de inventar la tierra y el mar; ese Dios va a vivir en tu casa desde el momento en que llegues del hospital y no se va a ir más. Va a compartir tus Juegos, tus comidas, tus estudios, tus penas, tus alegrías… ¿Te das cuenta? Va a llorar cuando llores y va reír cuando estés contento… Le vas a poder contar todo.

Vas a ser -ya lo verás- el gran personaje de la casa. Por eso, a tu papá y a mí, no nos preocupa la idea de que algún día te puedan llegar a faltar unos gramos de azúcar o un par de zapatos. O la idea de que a nosotros nos puede llegar a faltar un día un kilo de paciencia o un poco de materia gris para educarte con inteligencia. Sabemos de sobra, que si ponemos sin haraganería, ese uno por ciento que hace falta, Él suplirá ese noventa y nueve por ciento restante.

Además, ¿eres capaz de resistir tantos secretos de un golpe? Dios, que va a velar todos tus pasos con una sonrisa, tiene una Madre que te quiere más que yo. V te va a mandar, para 9ue te cuide personalmente, un ángel, todo para ti… ¡No me digas que no es un lujo tener una custodia semejante! Y… ¿quieres que siga? Tu Padre Dios, que es muy rico y generoso, ha .dispuesto que si te acuerdas que existe y haces lo que te- dice, no sólo vas a vivir en paz aquí, sino que te va a dar después de diez años más, cincuenta o cien, el cielo para siempre.

Del cielo no te puedo hablar, porque no lo conozco, pero te puedo asegurar que es más, mucho más que lo que puedes llegar a pedir para ser feliz. Si no existiera el cielo, ¡cómo nos angustiaríamos con la idea de que un día o muchos días, te vas a sentir desanimado, incomprendido, o con el corazón hambriento de felicidad! No nos asusta. Sabemos que si tienes ganas -y haremos todo lo posible para que tengas ganas­ una mañana te encontrarás con Dios, que es el cielo, y te sentirás el más comprendido, apreciado y feliz de los hombres… Bueno, acabo con· lo que empecé, diciéndote despacito -para qué gritar si estás tan cerca mío que casi no necesito hablar para que me escuches- lo que le susurro a tus hermanos por la noche: eres un regalo del cielo, eres un regalo del cielo. Y te voy a decir otra cosa, que en este momento no le puedo decir ni a Miguel, ni a Victoria, ni a Nicolás, ni a Lucía: estoy muy contenta de estar dándote mi cuerpo y mi sangre. Por favor, no te me duermas, que tengo otra cosa linda que contarte, ya después dormirás… Me emociona pensar que la Virgen tuvo en sus entrañas a Jesús, como yo te tengo a ti. Gracias por hacerme sentir más cerca de Ella. -Victoria Avellaneda de O’Farrell.»

Esto es el aborto. Por su cara un crimen sin paliativos. Y la cruz del aborto es privarse de cumplir el primer deber de una mujer: engendrar. La dignidad de la mujer alcanza aquí su plenitud de cara a Dios y al hijo. Por esto los culpables del aborto, aunque se emborrachen, aunque suelten carcajadas, siempre en su interior, si no están totalmente animalizados -perdón, los animales jamás abortan-, sienten un grito que les acusa: eres un asesino, una asesina. Tal monstruosidad no agota jamás su capacidad de .remordimiento. El mundo ha perdido millones de sabios, santos, artistas, a causa de los abortos. Este terrorismo no tiene justificación alguna. Y ante Dios es un pecado tremendo. ¿No es hermosa la vida cuando se aceptan los hijos como la madre del posible Pedro o Isabel, autora de la última carta? Y es que el matrimonio, la paternidad y la maternidad, no son entretenimiento, sino actos en que el amar -el AMOR, no la pasión, ni el vicio, ni la brutalidad- exige toda la responsabilidad. ¿O, vivimos entre irresponsables? Pues el aborto es tan criminal, que su «irresponsabilidad» tiene visos del que a placer dispara bombas ató­ micas. ¿Podemos aprobar tales aberraciones?

«NO DESMAYARÉ HASTA CONSEGUIR UN GRAN AMOR A MARÍA», decía San Juan Berchmans. Y lo consiguió. Porque los verdaderos cristianos se distinguen por el amor a María. Se demuestra que se ama a María cuando se rezan, a lo menos, TRES AVEMARÍAS cada mañana y cada noche para pedir la salvación eterna.