padre canoP.Manuel Martínez Cano m.C.R.

Hace años, me pidieron redactar unos fascículos de religión para dar unos cursillos a niños y jóvenes.

Como “Doctores tiene la Iglesia”, puse ante mí los libros de texto que había estudiado y cumplí el encargo. Título de la primera lección: verdad y libertad. Esta semana, propongo esta reflexión.

La verdad es la adecuación de la mente a la realidad de las cosas. El entendimiento tiene que acoplarse a realidad. Nadie puede crear la realidad de las cosas. Puede transformar una cosa en otra. Pero el hombre moderno, subjetivista y racionalista, afirma que puede crear la verdad. Se ha hecho tan soberbio que se cree un dios. En realidad es un diablillo alucinado que se cree lo que su imaginación fabrica.

No es fácil discernir la verdad entre tantas mentiras y errores que circulan por muchos medios de comunicación. Pero todos tenemos la obligación de buscar y encontrar la verdad. Porque la realidad existe y está al alcance de nuestros sentidos y nuestra mente. Un caballo es un caballo y un burro es un burro. No son dos clases de elefantes. No vemos con los riñones, vemos con los ojos. Todos los grandes progresos científicos, biológicos, químicos, físicos… han sido posibles gracias al estudio serio de la realidad.

Una persona cumple con su primer deber cuando conoce la verdad y vive en la verdad. San Agustín fue un joven africano que se dejó arrastrar por las pasiones desordenadas. Profesó el maniqueísmo que le incapacitaba para llegar al conocimiento de la verdad. Gracias a las oraciones y lágrimas de su madre Santa Mónica se convirtió y llegó a ser uno de los hombres más santos y sabios de la historia.

Todos deberíamos leer a San Agustín. Por lo menos su autografía “Las confesiones”. Nuestro santo exclama: “¡Tarde te conocí, oh; verdad antigua! ¡Tarde te conocí, oh, verdad eterna! Tú estabas en la luz y yo en las tinieblas y no te conocía porque no podía ser iluminado sino por Ti, pues no existe la luz fuera de Ti”.

Luzbel se rebeló contra Dios, cegado por su soberbia. Los soberbios de nuestros tiempos, quieren independizarse de Dios. Lo están pudriendo todo, con su soberbia y corrupción. Pero nada pueden contra los hijos de Dios que viven en la verdad, en la humildad de su ser. San Agustín, nos dice: “si me preguntas cual es el camino que conduce al conocimiento de la verdad, qué cosa es lo esencial de la religión de Jesucristo, te responderé: lo primero es la humildad, lo segundo la humildad y lo tercero es la humildad y cada vez que me hagáis la misma pregunta, os daré la misma respuesta”.

Nuestra compatriota, Santa Teresa de Jesús, primera Doctora de la Iglesia, nos dice que para conocer y vivir en la verdad, hemos de ser humildes: “humildad es andar en verdad”. Su hija espiritual, la joven carmelita, Beata -pronto Santa- Isabel de la Trinidad exclamaba: “Jesús me ama, Jesús me busca. Esta es la verdad. Todo lo demás no interesa… ¡Es tan bella la verdad, la verdad del amor! ¡Me amó y se entregó por mí!”.