Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965
1º La obra de Dios. -Así podemos llamar a la obra de la salvación y santificación de las almas tan propia de Dios es esta obra, que es completamente exclusiva de Él… Si Él no la hace, nadie la podrá hacer…, ni la Santísima Virgen, a pesar de su santidad, hubiera Podido por sí misma y prescindiendo de Dios, hacer absolutamente nada, para aumentar un grado Siquiera de su santidad.- Es conocida la frase de los Santos Padres, que dicen que ésta es la obra más divina que Dios puede hacer.
Es verdad que pide nuestra cooperación, y que sin ella tampoco se conseguiría nada…, porque Dios respeta la libertad del hombre y quiere que él voluntariamente trabaje en su salvación y santificación… De modo que, como decía San Agustín, «Dios, que no contó contigo para criarte…, que lo hizo cuando quiso y como quiso…, no te salvará, sin embargo, ni te santificará, sino cuando tú quieras y como tú quieras». -Todo el que se salva, es porque quiere…; todo el que se condena, es porque también lo quiere así. -Por lo mismo, todo el que se hace santo, es porque se empeña en ello.
Según eso, Dios y yo hemos de hacer esta gran obra… Piénsalo y dítelo a ti muchas veces… Mira qué bien cumple Dios la parte que le corresponde a Él. -Además de la gracia santificante…, de la gracia que permanece habitualmente en las almas constituyendo su vida, Dios nos da otro sinnúmero de gracias actuales…, pasajeras…, que son como su aliento y su sostén…, entre ellas están éstas que llamamos divinas inspiraciones, que de tantos modos y tan frecuentemente usa Dios para encaminar y dirigir las almas. -Es, sin duda, una dignación inmensa de Dios que se ocupe de ese modo de nosotros que venga a ser nuestro Maestro… nuestro guía nuestro director… y esto tantas veces…, con tanto cuidado…, con tanta paciencia y mansedumbre…, con tanta dulzura como la que emplea para insinuarse en nuestras almas.
Es como «el silbo del aura tenue», según frase de las Sagradas Escrituras…, es como Él mismo dice en el Evangelio, el divino sembrador que a todas horas está arrojando en el campo de las almas la semilla de las divinas inspiraciones… ¿Cuántas cosas no te dice Dios, al cabo del día, si le quieres escuchar? ¿Cuántas cosas te sugiere para hacer unas y para no hacer otras?… Unas veces te reprende…, otras te alienta y consuela…, otras te incita y arrastra…; en todas te llama hacia Él, que es el fin y término de todas esas inspiraciones y mociones interiores.
Y ¡cuánta paciencia gasta en esa labor!… Día y noche trabaja contigo y por ti…; miles de veces te ha llamado y ha esperado inútilmente la respuesta…, porque no le hacías caso… o le cerrabas la puerta del alma… o no le entendías ni querías entender lo que te decía… ¡Qué pena tan grande!… ¡Cuánto tiempo perdido!… ¡Cuántas gracias inutilizadas y despreciadas!…
2º Dios y María. -Si quieres ver cómo inutilizas la gracia, esto es, el grado de santidad a donde podías llegar si dejaras al Señor conducir tu alma libremente… y siguieras exactamente sus inspiraciones, mira a María… -Esa es la SantísimaVir.gen en pocas palabras…, a eso puedes reducir brevemente toda su santidad y el secreto de la misma…, a que fue fidelísima en seguir hasta las más pequeñas inspiraciones de Dios…, a que fue prácticamente su esclavita y se dejó en sus manos hacer lo que Él quiso… y así salió la obra…, como hecha por Dios…, sin que la criatura la atara las manos en lo más mínimo. -¡Ah, cuántas…., cuantísimas veces se las atas tú!
María no desperdició ni inutilizó una sola de las gracias que el Señor la dio… Todas las inspiraciones del Señor hallaron siempre eco en el corazón de María… y paresa produjo en su alma santísima el ciento o el mil por uno. – Así dice Cristo en aquella parábola: la semilla cae en muy diversas tierras…, la semilla es siempre la misma…, es la palabra de Dios… es la inspiración de Dios… es la que santificó a María… es la que elevó a los altares a todos los santos…, es la que ha Justificado a tantas almas… Esa misma es la que te da a ti… y, por lo mismo, la que santificará tu alma.
Por parte de la semilla no queda…; ella no ha perdido su eficacia…; podrá variar en la intensidad de la siembra…, en el grado en que Dios la derrama…, pero esencialmente es la misma en todos… La diferencia, pues, está en las tierras donde cae unas son caminos abiertos a todas las impresiones…; allí entra todo…, de suerte que aunque se oye la voz de Dios…, también se oye la voz del mundo…. del demonio y aún de la carne… ¿Qué extraño que esa simiente no produzca nada? – Con tanto ruido y alboroto de los que pasan por el camino de tu alma, no se oye bien la voz de Dios. Otras, son duras como las piedras… Jesús llama…, ya le ven, ya le oyen, ya saben lo que quiere y lo que pide…, pero no quieren… y más y más se endurecen sus corazones, cuanto más y más Él llama.
Otros aceptan lo que Dios les inspira y quieren seguirle…. pero las espinas -de las pasiones brotan con fuerza…. con exigencias tiránicas…; no hay energía para vencerlas y las espinas sofocan el brote de la buena simiente.
Sólo la tierra buena que recibe, abraza y esconde en su interior esta semilla divina, llega a producir frutos como las almas de los santos…; como el alma de María… -Detente ante esta consideración abísmate ante la santidad incomparable de María… y mírala como fruto de su fidelidad exactísima a las gracias e inspiraciones de Dios… ¡Qué cosas hizo Dios con María!… ¡Qué cosas no haría en ti si tú quisieras!… ¡si tú le dejaras!
3º Tu preocupación. -Debe ser ésta… As! preocuparte santamente hasta llegar a convertir esta idea en una obsesión, que no puedas ro sepas apartar de ti… «Yo puedo ser santo», debes repetir muchas veces…; «yo puedo imitar a mi Madre y llegar a ser como Ella…, parecido a Ella…, una copia de Ella»… -Yo no tengo que hacerlo, sería ésta sin duda labor sobrehumana. –Lo hará Dios…, pero solo no…, aunque no necesite nada de nadie, pide y exige tu ayuda. -¿Has visto en el punto anterior lo que hicieron Dios y María? ¿Por qué no hacer la prueba y ver lo que podéis hacer Dios y tú?
Acuérdate, acuérdate del milagro de la multiplicación de los panes y peces… Dios quiso y exigió que se le dieran aqueIIos panes y aqueIIos peces para hacer con ellos el milagro. –Pudo hacerlo sin eIIos, pero no quiso… Es que aquello» aunque poco y miserable, era lo que el hombre podía dar…, era la cooperación del hombre a la obra de Dios… Y por eso, la exigió, y se hizo el milagro.
También a ti te pide y te exige lo mismo…, lo tuyo, aunque valga poco…, que así Él pondrá luego lo suyo… y el milagro se hará. -No le niegues tu cooperación…, radie debe tener más interés que tú…; el fruto que de ello consigas, será para ti… ¡Cuánto fruto se ha perdido hasta ahora por esto… por tu culpa!
Si ahora, el pensarlo seriamente delante de Dios, debe darte pena, ¿qué será el día de tu muerte, cuando te veas con tan poco fruto y sólo porque tú no quisiste?… No consientas a tu corazón que siga por ese camino…; decídete, de una vez, a ser muy fiel a las inspiraciones del Cielo en cualquier forma que el Señor te las mande… No apagues la luz que Él enciende para iluminarte, porque caminaras a oscuras… Así lo has hecho muchas veces y Dios misericordioso la ha vuelto a encender y la luz ha reaparecido… -Mira que algún día esas mismas inspiraciones que ahora rechazas se levantarán contra ti para acusarte… ¿Qué responderás entonces?… No abuses de ellas, pues su número esta contado y ¿quién sabe si la que estás sintiendo en esta meditación es la última?… ¿Quién te asegura que no es éste el último llamamiento de Dios?… No endurezcas tu corazón…, responde con presteza y acude fielmente al llamamiento… Pídeselo así a la Santísima Virgen.