pensarJosé

La santidad no consiste en tal o cual práctica, sino en una disposición del corazón (del alma) que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra nonada y confiados hasta la audacia en la bondad del Padre.

Santa Teresa de Lisieux

Cuando se ama, no se sufre, y si se sufre, hasta se ama el mismo sufrimiento.

San Agustín

Es el amor lo que da precio a todas nuestras obras; no es por la grandeza y multiplicidad de nuestras obras por lo que agradamos a Dios, sino por el amor con que las hacemos.

San Francisco de Sales

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.

Madre Teresa de Calcuta

Si injurias a un niño, si lo provocas, si lo golpeas, pero después le muestras y ofreces una flor, una rosa o cualquier cosa similar, él olvida rápidamente la ofensa, abandona la ira y corre a abrazarte. De igual modo, si has ofendido a Cristo pecando mortalmente, o lo has injuriado, si le ofreces la flor del arrepentimiento, la rosa de una confesión llena de lágrimas, que son la sangre del alma, Él, Cristo, ya no se acordará de tu ofensa, te perdonará la culpa y correrá a abrazarte y a besarte.

San Antonio de Padua

Recuerda que la perfección consiste en conformar la vida y las acciones totalmente a las virtudes sagradas del Corazón de Jesús, especialmente su paciencia, su mansedumbre, su humildad y su caridad. Como resultado, nuestra vida interior y exterior llega a ser una imagen viva de Él.

Santa Margarita

Estamos en el mundo sin ser del mundo, constituidos entre los hombres como signos de la verdad y de la presencia de Cristo para el mundo.  Le entregamos todo nuestro ser concreto como expresión suya, para que Él siga pasando haciendo el bien.  (Cf. Act 10:38)

San Juan Pablo II

El diablo se alegra, sobre todo, cuando logra arrebatar la alegría del corazón del servidor de Dios. Llena de polvo las rendijas más pequeñas de la conciencia que puedan ensuciar el candor del espíritu y la pureza de la vida. Pero cuando la alegría espiritual llena los corazones, la serpiente derrama en vano su veneno mortal.

San Francisco de Asís