Su madre le enseñó a rezar, a confiar siempre en el Señor y en la Virgen María.
Ella le hacía recitar esta oración varias veces al día: “¡Dios mío, te doy mi corazón, tómalo si te place; a fin de que ninguna criatura pueda poseerlo, más que Tú solo, mi buen Jesús!” Perdió a su madre cuando sólo tenía cuatro años, y esto la afectó profundamente, volviéndose tímida y muy sensible.

