Ante todo, quisiera agradecer al Consejo la decisión de dedicar en esta Asamblea, tan repleta de contenidos, un tiempo para rendir este más que merecido homenaje a nuestro querido Padre José María Alba Cereceda, del que comparto con otros muchos Adoradores la filiación espiritual, y al que le debemos, por ende, nuestra propia condición de Adoradores y, aún más, en muchos casos, como el del que les habla, la de hijo fiel de la Iglesia.
Se trata aquí de glosar la figura del Padre Alba, no ya sólo como Adorador, sino como propagador e impulsor de la Adoración Nocturna, en el Tibidabo y en otros muchos lugares, sobre todo entre la juventud, de la que fue apóstol incansable, y a la que supo inculcar de forma admirable la que fuera máxima de todo su obrar apostólico: “Por Cristo, por María, por España, más, más y más”.
A quien les habla le consta que el Padre debió ser Adorador Nocturno ya en su juventud. Sin embargo, no puedo dar datos concretos sobre cuándo y dónde comenzó a serlo y, si lo aseguro es por lo que recuerdan algunos de los que tuvieron contacto con él o por algún que otro comentario suelto que de boca del Padre pude escuchar. Lo cierto es que el Padre Alba era de aquellos caballeros “largos en facellas y cortos en contallas”, como gustaba de enseñar a quienes pasamos por sus apostólicas manos. Sirva de dato, eso sí, la concesión de la medalla de Adorador Veterano de Honor que recibió durante la Vigilia de Corpus el pasado año, en la Catedral de Barcelona.
Siendo subdirector de las Congregaciones Marianas, en la calle Balmes, el Padre Alba se hizo cargo de 1960 a 1963 de la Adoración Nocturna, empujando con su celo a muchos jóvenes congregantes, algunos de los cuales se encuentran hoy entre nosotros, a formar parte de la Guardia Real Nocturna del Señor Sacramentado.
A finales del 63, el Padre José María acude a las Congregaciones en busca de nuevos Adoradores que puedan hacerse cargo de varios turnos. La Adoración Nocturna en el Tibidabo había comenzado con carácter regular tres años antes. En las Congregaciones trabaría contacto con el Padre Alba quien, con su arrollador empuje, se pondría al lado del Padre Enseñat asumiendo con él la tarea de difundir la práctica de la Adoración Nocturna en el Tibidabo. Sin duda, debió constituir un gozo espiritual muy grande para el Padre acudir a velar a Jesús Sacramentado en el Templo consagrado al Sagrado Corazón, del que fue ferviente devoto. Desde 1964, los jóvenes de las Congregaciones, con el Padre Alba como consiliario, se harían cargo de los turnos del segundo, tercer y cuarto jueves del mes.
Ya a la cabeza de la Unión Seglar de San Antonio María Claret, de la que fuera fundador en 1969, el Padre Alba se hizo cargo del turno del segundo jueves (Nuestra Señora de Fátima y San Pío X), mientras impulsaba la fundación de nuevos turnos de Adoración: en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, de la calle Palau (residencia de los jesuitas), dos turnos masculinos, en la Parroquia de San Félix Africano, otro turno de hombres, y en la Parroquia de Sant Cugat del Rec, otros dos turnos de mujeres. Al propio tiempo, con los hermanos de la Unión Seglar del beato Ramón Llull, fundaba en Palma de Mallorca un nuevo turno, acudiendo todos los meses a la capital balear a su cita con Jesús Sacramentado.
A mediados de los 80, y a petición del entonces Presidente de la Adoración Nocturna del Tibidabo, don José María Rovira, el Padre Alba se hizo cargo de un nuevo turno, el del día 30 (bajo la advocación de María Auxiliadora), al que pasaron un buen número de los Adoradores del segundo jueves, que ya por entonces superaban la cuarentena. Más tarde se le encomendaron los turnos del segundo y tercer domingo, nutridos con los Adoradores de la calle Palau. Durante años el Padre Alba fue el consiliario de cuatro turnos masculinos en el Tibidabo, dos de mujeres en la sede de ANFE de la calle Aragón y el de Palma de Mallorca.
Pero sus ansias de dar más y más por Cristo le llevaron a fundar nuevos turnos, esta vez en el Colegio del Corazón Inmaculado de María de Sentmenat. En la actualidad más de un centenar de Adoradores, entre profesores y alumnos del colegio, a los que se han unido un buen número de católicos de la zona del Valles, acuden mensualmente a la Adoración del colegio, encuadrados en alguno de sus cuatro turnos.
La vocación eucarística del Padre Alba no deja lugar a dudas. Cabe decir que la vida de piedad que inculcó a los miembros de la Unión Seglar de San Antonio María Claret y de la Asociación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga (sección juvenil de la anterior) está basada en tres pilares fundamentales: la práctica de los Ejercicios Espirituales anuales, la Adoración Nocturna mensual y la Guardia de Honor semanal, práctica esta última retomada de los Cursillos de Cristiandad.
Hasta el último momento el Padre tuvo la Adoración Nocturna en un lugar preeminente de su corazón. Así nos lo muestra en su última carta circular dirigida a los miembros de la Unión Seglar, dictada dos días antes de su fallecimiento. En ella, después de disculparse amorosamente por no poder contestar a todos aquellos que le habían escrito, acompañándole en su dolor, decía: “No creáis que mi silencio es un silencio de indiferencia, antes al contrario es un silencio de Getsemaní y de Pasión. La visitación que me ha hecho el buen Jesús con la enfermedad, estoy seguro que va a ser de mucho provecho a la Unión Seglar y para todas nuestras obras: Colegio, Residencia, Vocaciones. Nuestros cenáculos serán cada vez más fervorosos. Lo mismo digo de la Adoración Nocturna, de la Guardia de Honor, así como de las actividades apostólicas”.
Pero si hay algo que sobresalga en el ministerio sacerdotal del Padre Alba esto es sin duda, su apostolado entre la juventud. No ha habido Ejercicios Espirituales de jóvenes, Campamentos de verano o Colonias infantiles en las que haya faltado una noche de Adoración Nocturna. Recuerdo con emoción juvenil y especial cariño las noches de rodillas ante el Santísimo, bajo la lona de una tienda de campaña, improvisada como capilla.
Especial cuidado puso siempre el Padre en que los hijos acudieran con sus padres a la Adoración Nocturna, ya desde temprana edad, sabedor como era de que la tradición eucarística se transmite mejor de padres a hijos. Así es como los turnos de los que era consiliario estaban siempre nutridos de infantes, desde los siete u ocho años.
No es de extrañar pues que, fruto de tan esmerada educación cristiana, hayan surgido en los últimos 25 años más de un centenar de vocaciones a la vida consagrada entre sacerdotes, cartujos, religiosas y vírgenes seglares, todos ellos hijos espirituales del Padre Alba. Allá donde han sido destinados los sacerdotes de la Sociedad Misionera de Cristo Rey, última de las fundaciones del Padre y quizás la más querida, se han puesto en marcha turnos de Adoración Nocturna, incluso en la lejana misión de Huaytará, en Perú, encomendada hace pocos años a la Sociedad Misionera.
“Por sus frutos les conoceréis”. Así es como conoceremos al Padre Alba, por sus frutos. La fecundidad fue prueba de su fidelidad. Fidelidad inquebrantable al Dogma, a la Jerarquía, al Magisterio, a la Iglesia, en suma. Todos los que pasaron por sus manos apostólicas se llevaron algo del carisma arrollador del Padre Alba.
Como compendio de su vida apostólica una anécdota reveladora: El día que volvió del hospital de Bellvitge al Colegio, poco antes de morir, pidió a sus Misioneros, que lo portaban en silla de ruedas a su habitación, que antes pasaran por la capilla. “Yo quisiera primero llamar a la puerta de Nuestro Señor, para decirle que ya he llegado”, les dijo a los suyos. De camino a la capilla su emoción iba en aumento, tapándose el rostro con las manos. Llegados a la puerta, picó como pidiendo permiso y, al atravesar el umbral, exclamó en voz alta: «Ya estoy aquí, Señor… “.
Éste puede ser el resumen de su apostólica vida de entrega: “Ya estoy aquí, Señor”[i]. El Padre Alba estuvo siempre donde el Señor quiso que estuviera, por encima de conveniencias humanas o de legítimas aspiraciones personales. Los que tuvimos la dicha de conocerle, tratarle y amarle como a padre hacemos nuestro el saludo que dio título a su último artículo en la revista de la Asociación: SÚRSUM CORDA. Arriba los corazones, por Cristo, por María, por España, como nuestro querido y recordado Padre Alba, más, más y más. (Antonio Sáez Ródenas)
