Mandamientos de la Santa Madre Iglesia
La Iglesia, con autoridad divina, ha impuesto algunos mandamientos para que ayuden a cumplir los mandamientos de Dios y en general para nuestro aprovechamiento espiritual.
Primero: Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar, que son, aunque no caigan en domingo: Navidad, Reyes y Corpus Christi -3 fiestas del Señor-; 3 de la Virgen: María Madre de Dios -1 de enero-, la Inmaculada y la Asunción: 2 de los santos: San José y Todos los Santos. Y, en España, además, Santiago Apóstol. Y la fiesta patronal de cada diócesis, si está declarada de precepto. En estos días se prohíben los trabajos corporales, no los intelectuales. Sin embargo, se puede trabajar dos horas o algo más sin pecar, por lo menos gravemente. Tanto de oír Misa como de no trabajar dispensa una causa de importancia. Aunque tengas que trabajar, no dejes tan fácilmente de oír Misa.
Segundo: Confesar los pecados mortales a lo menos una vez en el año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar. El que está en peligro de muerte tiene obligación de confesarse de sus pecados. La Iglesia, Madre piadosa, obliga dulcemente a sus hijos para que no se condenen. Es igualmente necesaria la confesión para acercarse a comulgar, cuando después de la última confesión se ha cometido algún pecado mortal.
Tercero: La comulgar al menos por Pascua de Resurrección, es decir, practicada en el tiempo de Pascua de Resurrección. Puede hacerse todo el tiempo pascual, o sea, hasta el domingo de Pentecostés. Es claro que quien no haya practicado la comunión anual durante ese tiempo, debe practicarla en otro cualquiera.
Cuarto: Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia. Según el espíritu de Cristo, que nos habló de seguirle con nuestra cruz -a Él, que tan pesada la llevó por nosotros- la Iglesia nos manda el ayuno y abstinencia de carne en ciertos días. Consiste el ayuno en hacer solamente una comida fuerte al día, pudiendo tomar algo por la mañana, y algo más por la noche. La abstinencia consiste en no comer carne, aunque se puede tomar grasa y caldo de carne. Hoy este precepto está muy mitigado: Ayuno y abstinencia juntos obligan el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo a los mayores de edad hasta que hayan cumplido 59 años. Solamente abstinencia, todos los viernes del año a los que han cumplido 14 años; pero fuera de la Cuaresma se puede cambiar la abstinencia del viernes por alguna obra de piedad, mortificación o caridad.
Quinto: Ayudar a la Iglesia en sus necesidades. En otros tiempos la ayuda eran los diezmos y primicias del campo. Hoy se reduce a que el cristiano sea consciente de que los ministros de la Iglesia, totalmente entregados a su bien espiritual, e incapaces, por tanto, de llevar una vida de negocios, sean alimentados por el cuerpo social cristiano, con la contribución de todos. Igualmente, el culto cristiano exige unos gastos, que es razonable carguen sobre todos, puesto que es el culto de la comunidad cristiana. No se puede determinar la cantidad que deben aportar los católicos. La norma la debe dictar el ser conscientes de esta necesidad y la generosidad.
¿Cómo es fácil ser buen cristiano? l. – Los Sacramentos
El guardar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, a ratos cuesta bastante. Por eso Dios misericordioso nos ha dado unos medios que lo facilitan. Uno de ellos, o, mejor dicho, una serie de tales medios son los sacramentos. Los sacramentos son unas acciones sensibles, externas, que junto con las palabras propias, han sido dotadas por Cristo del poder de significar, más aún, de producir en las almas la gracia que Él nos mereció con su Pasión y Muerte. Los sacramentos son siete: Bautismo. Confirmación. Eucaristía. Penitencia. Unción de los enfermos, Orden y Matrimonio:
Bautismo
Consiste el Bautismo en un lavado simbólico con agua natural, junto con la invocación de la Santísima Trinidad: «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». En caso de necesidad -peligro de muerte- puede bautizar cualquier persona que tenga uso de razón y quiera hacer lo que hace la Iglesia católica con este rito. Este sacramento tiene dos efectos importantísimos: uno interno y otro externo.
- Efecto interno. Consiste en que se perdona el pecado original y también todos los pecados personales que haya cometido el bautizado. Junto a ese efecto interno negativo está el efecto interno positivo de infundir la GRACIA SANTIFICANTE. Ésta es un don divino que nos hace participantes de la vida divina, hijos de Dios y herederos del cielo. Y, con la gracia santificante, las virtudes teologales, que son las propiamente cristianas: La Fe, por la que creemos lo que Dios nos enseña y la Iglesia nos propone por la Autoridad de Dios, infinitamente sabio y veraz. La Esperanza, por la que confiamos alcanzar el cielo y merecerlo con nuestras buenas obras, ayudados de la gracia divina -gracia actual-. Y la Caridad, por la que amamos a Dios sobre todos los bienes, por ser Dios quien es infinitamente perfecto -santo, sabio, poderoso, hermoso, etc.-, el mayor de todos los bienes; y porque es nuestro Padre, nuestro Redentor y Bienhechor que nos colma de bienes.
- 2. Efecto externo del Bautismo. Consiste en hacernos miembros de la Iglesia católica, sujetos a su Jerarquía. Somos así partícipes de todos los tesoros de la Redención, confiados por Cristo a su Iglesia. A la Iglesia debemos amarla como a Madre que nos hace nacer a la vida cristiana, y debemos obedecerla. Cristo ama a su Iglesia como a Esposa inmaculada. Más aún como a su Cuerpo místico, del cual Él es la Cabeza.
El Bautismo se puede y se debe dar a los niños lo más pronto posible. La bondad de Dios les da como regalo lo que aún no pueden aceptar conscientemente. El adulto debe recibir este sacramento con fe sincera, arrepentimiento de sus pecados y propósito de vivir como buen cristiano. Este sacramento es necesario para salvarse. Pero en caso de imposibilidad, puede ser suplido por el bautismo de deseo, por lo menos implícito, cual se contiene en un acto de sincero amor a Dios. Y es claro que el martirio es un acto excelente de amor a Dios.
Confirmación
Es el sacramento para fortalecerse en la Fe mediante la unción del crisma u óleo especialmente bendecido, hecha en la frente por manos del ministro autorizado, con las palabras prescritas. Pueden ser confirmados todos los bautizados. Se debe estar en gracia de Dios y poseer la debida instrucción. En la Confirmación se recibe al ESPÍRITU SANTO, que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Él hace fructificar en la Iglesia y en las almas la Redención de Cristo. Con signos externos y aun extraordinarios en los Apóstoles y en los primitivos cristianos; y con signos y efectos, sobre todo internos, en la Iglesia posterior.
Eucaristía
Es el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo, bajo las especies de pan y vino, para alimento espiritual del alma. Presencia de Cristo-Transubstanciación: Cristo dio a su Iglesia el poder, mediante las palabras de la Consagración, de cambiar toda la substancia del pan y del vino en el ser de Jesucristo, Dios-Hombre. No queda nada de la sustancia del pan y del vino. Sólo quedan las apariencias, lo que suele llamarse accidentes: olor, color, sabor, etc.
La Eucaristía la instituyó Cristo en forma de pan y vino -alimento corporal- para significar que quería que fuera el alimento espiritual del alma. En efecto, da aumento de la gracia santificante, que como dijimos es la vida del alma, participación de la vida divina. Puede comulgar cualquier bautizado que esté en el uso de su razón y sepa lo que recibe, que esté en gracia de Dios y se haya abstenido de comer y beber desde una hora antes -el beber agua y las medicinas no rompe el ayuno. Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior.
Quien ha pecado después de la última confesión, para comulgar necesita recuperar el estado de gracia, precisamente por medio de la confesión. Pero quien olvida confesar un pecado no necesita ir a confesarlo antes de comulgar: puede comulgar cuantas veces quiera, pero con el propósito de confesar el pecado olvidado en la próxima confesión. A la hora de la muerte es obligatoria la comunión, dentro de lo posible.
El Sacrificio eucarístico. La Eucaristía es también un Sacrificio. En él se recuerda el Sacrificio de Cristo en la Cruz. Y no sólo se recuerda, sino que también se renueva, inmolándose Cristo misteriosamente en nuestros altares. Sin embargo, este Sacrificio eucarístico no merece al mundo nuevas gracias, sino que distribuye las infinitas que ya nos mereció el Sacrificio de la Cruz. La devoción de asistir al Sacrificio de la Misa, y mejor todavía comulgando en ella, es la más excelente de las devociones y la más provechosa espiritualmente. Quien encarga a un sacerdote que celebre a su intención, participa más del fruto de la Misa.
«SI ESTOY BAJO LA PROTECCIÓN DE MARÍA, NADA DEBO TEMER», dice San Antonio de Padua. Ni las dificultades, ni las tentaciones, ni los peligros. Una manera de obtener la protección de María es el rezo, cada mañana y cada noche, de las TRES AVEMARÍAS. Es sencillo y seguro.
