Padre Manuel Martínez Cano, mCR
Es dogma de fe que el Romano Pontífice, cuando habla “ex cathedra”, goza de aquella infalibilidad que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia. El Papa habla “ex cathedra” cuando habla como pastor y doctor de todos los cristianos (Maestro universal); cuando ejerce en grado supremo la autoridad que se le ha dado en la persona de San Pedro, que exige de todos los fieles un asentimiento irrevocable; que proponga una doctrina de fe y de costumbres a toda la Iglesia universal. La causa de la infalibilidad del Papa es la asistencia del Espíritu Santo. Este dogma fue definido en el Concilio Vaticano I.
La infalibilidad de la Iglesia se extiende a verdades no reveladas que están íntima y necesariamente vinculadas a la Revelación divina.
El último Sumo Pontífice que ha hablado “ex cathedra”, ha sido Pío XII que proclamó dogma de fe la Asunción de la Virgen al Cielo, el día 1 de noviembre de 1950, por la constitución “Munificentissmus Deus”: “La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, después de terminar el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
El concilio Vaticano II ratifica el dogma de la Asunción de la Virgen a cielo en cuerpo y alma: “La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, fue asunta en alma y cuerpo a la gloria celestial, y enaltecida por el Señor como Reina del universo, para que se asemejara a su Hijo, Señor de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte”.
La teología católica se basa en la plenitud de gracia afirmada por el arcángel San Miguel: “El ángel entrando en su presencia dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (San Lucas 1, 28), para probar la asunción en cuerpo y alma de la Virgen maría al cielo.
La teología escolástica fundamenta la glorificación de la Virgen María en el Apocalipsis 12,1; “Un gran signo apareció en el cielo; una mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
El primer escritor eclesiástico que habla de la asunción corporal de la Virgen María al Cielo es Gregorio de Tours (594).
Se conservan sermones antiguos en honor del tránsito de María Santísima. La Iglesia celebra la fiesta del tránsito de María desde el siglo VI en Oriente y en el siglo VII en Roma.
Es creencia común entre los teólogos que la Virgen María sufrió “muerte temporal, no como castigo del pecado, porque carecía de pecado original y de todo pecado personal, sino porque la Virgen, sometiéndose a la ley universal de la muerte, quiso semejarse en todo a su divino Hijo; pero no se tienen noticias de donde murió. San Epifanio, que investigó sobre el final de la Virgen María, dijo: “Nadie conoce su deceso”. A mí me gusta pensar que la Virgen se durmió y los ángeles se la llevaron en cuerpo y alma al Cielo.