Montserrat
Unida a Dios
“Durante la Santa Comunión la alegría inundó mi alma, sentía que estaba unida estrechamente a la Divinidad; su omnipotencia absorbió todo mi ser, durante el día entero sentí la cercanía de Dios de modo particular, y aunque los deberes no me permitieron ir a la capilla ni por un momento durante todo el día, sin embargo no hubo ni un instante en que no estuviera unida a Dios, lo sentí dentro de mí de una manera más sensible que cualquier otra vez. Saludaba sin cesar a la Santísima Virgen, ensimismándome en su Espíritu, le rogaba enseñarme un verdadero amor a Dios. De repente oí estas palabras: Te revelaré el secreto de mi felicidad en la noche, durante la Santa Misa.” Santa Faustina Kowalska, Diario de Santa Faustina Kowalska, nº 346.
Nuestra personalidad
“Cuando el panteísmo germánico trata de introducirse, aunque hipócritamente, con el nombre de panenteísmo, el sentimiento nuevo de nuestra libertad, de nuestra personalidad, que siente hasta el místico español, aún en el momento en que está de rodillas y en éxtasis, lo hace sucumbir y desaparecer, como sucumbe el positivismo que mutila con su método la razón más completa y sintética de Europa cuando no la tuerce en procedimientos falsos, y ataca el idealismo de nuestra raza; como muere el agnosticismo e inmanentismo de última hora, kantismo revivido que no puede arraigar tampoco aquí, porque lo mismo el sol de la fe que el de nuestro cielo disipan las nieblas del Norte, que no pueden interrumpir la armonía, que resplandece en nuestros pueblo, ante el entendimiento y el ser, de los dos con el ejemplar divino, y de los infinito, unidos sin confusión en la persona de Cristo.” Juan Vázquez de Mella, El Verbo de la Tradición, p. 71.
La monarquía
“Si de una parte debe observarse que la monarquía se caracteriza por la unicidad del mando, de otra debe señalarse que la «decisión» tomada por uno solo es siempre fruto de un proceso de elaboración de la decisión misma que sólo en la conclusión es tomada por uno. La forma monárquica de regimiento está difundida socialmente: el padre de familia, el comandante militar o el alcalde de una ciudad ejercitan diariamente el poder monárquico respectivamente en la familia, la unidad militar o el municipio. La forma monárquica, por tanto, no puede eliminarse. Es el principio formal que da unidad a la comunidad política, pero es también la forma de gobierno que más se cualifica (o puede cualificarse) en el ejercicio del poder real, al hallarse desvinculada de los compromisos necesarios tanto para ganar las elecci9nes como para renovar la victoria, porque no necesita la confirmación del consenso numérico aunque tenga necesidad de una amplia adhesión al ideal del bien, que a veces puede exigir sacrificios, ya que puede y debe garantizar la justicia tutelando el verdadero derecho, no sus simulaciones.” Danilo Castellano, Revista Verbo, nº 535-536, mayo-junio-julio 2015, pp. 531 y 532.
¡Ojalá sea verdad!
“Lo más terrible es que los ocupantes del poder político, si cuentan con el tiempo suficiente, terminan por gobernar una población moldeada a su propia imagen. Y estos a que aquí aludimos lo han tenido de sobra. Echando una ojeada alrededor, lo que percibimos es un generalizado desinterés por la continuidad histórica. Y olvidar la historia en su conjunto es, recordaba Julián Marías, «medio excelente para que se pierda la identidad de un pueblo y se convierta en sustancia gelatinosa y maleable.» Si nos preguntamos, entonces, por la salud patriótica del pueblo español, no nos queda más remedio que forzar un optimismo desesperado y unir nuestra voz al muchas veces recordado Menéndez Pelayo del Epílogo de los Heterodoxos: «¿Será cierto, como algunos benévolamente afirman, que la masa de nuestro pueblo está sana, y que sólo la hez es la que sale a la superficie? ¡Ojalá sea verdad! Por mi parte, prefiero creerlo, sin escudriñarlo mucho.” Manuel Antonio Orodea, Revista Razón Española, nº 196, Marzo-Abril 2016, pp. 218 y 219.
Cervantes
“En su intimidad desalentada, cuando la gloria siempre codiciada ya había escapado definitivamente de sus manos, quizá Cervantes no tuviese conciencia verdadera de lo que había escrito, ni de su inmensa superioridad -dolorosa superioridad- sobre todos sus contemporáneos. Un lisiado y pobre hombre, fracasado y abrumado por la desgracia, siempre roído de pesadumbres y miserias, había compuesto la más inmortal obra de nuestra literatura. Resulta angustioso imaginar qué sería de España sin esta obra: si la locura de Cristo redime al género humano, la locura de don Quijote redime a los españoles y les devuelve el sentido de la lucha caballerosa por el ideal, la ambición de justicia y de belleza, los altos pensamientos, el humor que no deja en las almas la huella amarga del rencor.” Juan Manuel de Prada, Revista Verbo, nº 547-548, agosto-septiembre-octubre 2016, pp. 570 y 571.
Dogmatismo liberal
“Acogiéndole todos los buenos católicos con entusiasmo igual a los paroxismos de furor con que le saludaron los liberales. Los católico-liberales creyeron más prudente herirle de soslayo con capciosas interpretaciones. Razón tenían unos y otros en reconocerle debida importancia. El Syllabus es run catálogo oficial de los principales errores contemporáneos, en forma de proposiciones concretas, tales como se encuentran en los autores más conocidos que los propalaron. En ellos se encuentran, pues, en detalle todos los que constituyen el dogmatismo liberal. Aunque en una sola de sus proposiciones se nombra al Liberalismo, lo cierto es que la mayor parte de los errores allí sacados a la picota son errores liberales, y por tanto de la condenación separada de cada uno resulta la condenación total del sistema. No haremos más que enumerarlos aquí rápidamente.” Félix Sarda y Salvany, El Liberalismo es pecado, p. 27.
El orden
“Pero de modo análogo al esquema de la libertad clásica, todo lo que se quiere en derecho y política se quiere bajo la razón del bien común. De modo natural, pues, cada uno busca su bien por el bien común, siendo el bien universal común Dios, por el que cada uno se ordena a sí mismo a Dios, es decir, por el que la parte se ordena al todo. Reaparece aquí la noción del orden: el orden de las partes entre sí que es el orden del todo, el orden de la participación, en el que es imposible que uno solo lo agote (el propio Dios es el orden de y para las criaturas). Entre bien común y bien particular hay, como puede apreciarse, una diferencia de razón: el bien común no es agregación de los bienes particulares; no es una coincidencia, porque representa la intrínseca perfección del bien: en el bien del todo se incluye y supera (mediante el orden) el de cada parte. «No es recta la voluntad del hombre que quiere algún particular -escribe en una conocida cita Santo Tomás- si no lo refiere al bien común como a un fin, porque el apetito natural de cualquier parte se ordena al bien común del todo.” Joaquín Almoguera Carreres, Revista Verbo, nº 537-538, agosto-septiembre-octubre 2015, p. 592.
La partitocracia, tal como ayer… o peor 5
“En realidad, el poder real reside hoy en los medios de comunicación, que crean la realidad virtual, destruyendo valores e institucionalizando contravalores, personas y partidos. Como denunció el sociólogo Víctor Pérez Díaz, en la vida social, cultural y política española se ha instaurado una especie de «oligarquía» cultural y mediática basada en la distinción entre «discutidores» legítimos e ilegítimos; y donde los «líderes exhortativos», al servicio de los partidos hegemónicos, aíslan a los «líderes deliberativos», independientes. No importa. El mensaje de Gonzalo Fernández de la Mora está hoy más vigente que nunca; lo que es necesario es difundirlo. Su autor cumplió con su deber como intelectual y nos legó un proyecto. Nuestra misión es continuarlo.” Pedro Carlos González Cuevas, Revista Razón Española, nº 200, Noviembre-Diciembre 2016, p. 257.