Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965
1º Con prontitud. -Es nuestro destino aquí en la tierra, servir a Dios, si es que queremos conseguir el gozar de Dios algún día en la posesión del Cielo… ¡Ah y qué sublime y magnífico es este des -tino! -Los mismos ángeles no tienen otro…, ni desean otro que el estar eternamente al servicio de Dios.
Todo lo que tiene de penoso un servicio cuando se hace a un amo, cruel y tiránico, resulta de dulce y agradable cuando se hace por amor. -¿No has caído en la cuenta de lo gustoso que te resulta el hacer un servicio a quien amas…, no es verdad que es uno de los mayores contentos el saber que te empleas en su servicio… y que con él puedes ser útil a esa persona… y que por lo mismo la agradas muchísimo con el servicio que la prestas?
Pues si esto no lo haces con Dios…, si no lo sientes así cuando se trata de servir a Dios, la razón es bien clara, es… porque no le amas… Dios nos pide y exige que le Sirvamos, pero esta servidumbre es toda de amor…; hemos de servIrle con amor y por amor. -Pudiera Él obligarnos a ello y hacer que a la fuerza le sirviéramos como los condenados en el infierno…, pero no, no quiere forzados a su servicio…, sólo admite voluntarios que entren a servirle cuándo y cómo ellos quieran.- En nuestra mano, pues, está el fijar estas condiciones de nuestra servidumbre para con Dios. Fijémoslas, y sea la primera la prontitud. -La prontitud es indicio de interés y de buena voluntad -Cuando alguien nos sirve a nosotros con indolencia y perezosamente, no le aguantamos…; es señal clara de que lo hace todo de mala gana… y tanto nos fastidia y disgusta, que preferimos hacerlo nosotros y no consentimos que Siga haciendo mida de ese modo. -Pues, ¿no pasara, lo mismo con Dios? Mira a la Santísima Virgen, ¡qué Prontitud la suya!… ¡Qué prisa!… ¡Qué rapidez!… En seguida, a los tres años, corriendo se va al Templo, ¡a servir a Dios! -Podía haber tomado las cosas con más calma…; tiempo tenía, andando los años de haberse entregado así al servicio de Dios… Así lo hacían y lo habían hecho otras…; pero María, no atiende a razones que dicta la prudencia de la carne…; se trata de servir a Dios y hay que hacerlo sin demora…; para eso, nunca es demasiado pronto…; cuanto antes, mejor.
Al Señor le agradan sobremanera las primicias que se le ofrecen, porque ellas demuestran la generosidad y nobleza del corazón… A nosotros mismos también nos complace saber que lo primero fue para nosotros…, ¡cómo agradecemos el que se nos obsequie con las primeras flores que brotaron en el jardín! -En el Antiguo Testamento, y hasta en las leyes de la Iglesia, aparece esto como un, precepto: «dar a Dios las primicias»… Pues bien, a imitación de la Santísima Virgen, las primicias de nuestra vida, para Él deben ser… ¡Qué agradable le será al Señor recibir la ofrenda dé un corazón tierno y limpio…, de una imaginación virgen…, de unos ojos puros…, de un alma inocente.
Si así no lo hicimos ya en nuestra niñez y juventud, lejos de desanimarnos, veamos en esto una mayor obligación de correr cuanto antes a estregarnos a Dios. -Si perdimos el tiempo primero de nuestra vida, no perdamos el que después nos ha concedido el Señor…, ya que tiempo quena se ha empleado en servirle a Él, es desgraciadamente tiempo perdido por completo.
2º Sin reserva. -Y a Dios hay que servirle no sólo con prontitud, sino sin reserva de ninguna clase. -No vayamos a servirle con condiciones… o con restricciones. -Nuestra entrega y nuestra consagración a su servicio, ha de ser total y completa…, con toda nuestra alma…, con todo nuestro cuerpo…, con toda nuestra vida…; todo es suyo…, todo de Él lo hemos recibido, pues todo se ha de poner a sus pies, para que Él, de un modo absoluto, disponga de todo. -Bien sabemos cómo exige necesariamente esta condición. -No admite servidores a medias…, no quiere corazones partidos.
Bien claramente lo indica en sus mandamientos… El primero y el más fundamental de todos, es «que amemos a Dios y sólo a Él con todo nuestro corazón con toda con toda nuestra mente…, con toda nuestra alma »…En fin, con todo lo que somos y tenemos. –
Advierte bien la fuerza de esa palabra todo… y verás cómo no es posible servir a Dios si te reservas algo para ti. -Nuestro corazón es de tal suerte y de tal modo está hecho para Dios, que sólo Él le puede llenar y contentar… Será, pues un absurdo pretender dividirlo y dárselo a Dios y al mundo… o a las pasiones a la vez… -Bien claramente lo advirtió el Señor en Su Evangelio: «Nadie puede servir a dos señores»… Él que así lo pretenda, se engaña miserablemente pues Dios no admitirá ese servicio a medias que se le hace
Así fue como se consagró y sirvió al Señor la Santísima Virgen… Nunca se le ha hecho a Dios una oblación más grande, fuera de la de su propio Hijo en la Cruz que la de María… Nadie ofreció más ni ofreció mejor, que Ella. -A todo renunció…, no hubo cosa, por amada que fuese para la Virgen que no la ofrendara al Señor…; ningún trabajo, por humilde…, difícil…, penoso y mortificante, rehusó…; nada, por costoso que fuera, que no lo sobrellevara con ánimo y decisión…; ninguna obra por ardua que pareciera, que no la abrazara y llevara a cabo por amor a su Dios y Señor… ¡Qué buena sierva!… ¡Qué excelente esclava de Dios, fue María!… ¿Quién, ni en el Cielo ni en la tierra, la habrá servido mejor que Ella?…
Aprende también de la Virgen esta condición.- Por María y con María lánzate decididamente… a servir a Dios, Con todo tu ser, sin reservas… ni mermas… ni restricciones… ni tacañerías de ninguna clase. -Ten por cierto que nadie jamás se ha arrepentido de haberse dado, a imitación de María, al servicio de Dios entera y gustosamente.
3º Con constancia. -Pero, además, esta consagración a Dios debe ser perpetua… ¿Puede haber nada más desagradable que la inconstancia? ¿Agradecemos nosotros los Cariños y las muestras de afecto cuando no son constantes? ¡Qué desagradable no nos resulta este defecto en nuestras amistades!… Y, sin embargo, ¡qué, ordinario es encontrar esto en el corazón humano!
La ofrenda de María no fue así…, no fue fruto de un entusiasmo momentáneo y transitorio… Ni un instante siquiera de su vida retrocedió y volvió hacia atrás en el camino comenzado… y no sólo no dio pasos hacia atrás, sino que no dejó de adelantar ni un momento siquiera. -Jamás tuvo una negligencia jamás un descuido…, jamás aflojó sus fervores lo que prometió un día, lo cumplió con exactitud todos los de su vida con perfección…, con asiduidad…, con constancia irrevocable… -Así debe de ser, y no puede ser de otra manera, la servidumbre de amor…
Pero precisamente será ésta quizá, la condición que más te cueste…, no en prometerla, ciertamente, pero sí en practicarla. -Muchísimas veces has prometido al Señor servirle y amarle para siempre…, hasta el último momento de tu vida…, pero después tu inconstancia te ha dejado en mal lugar… y quizá hasta te ha desalentado. -No es esa la consecuencia que has de sacar…: jamás el desaliento…, jamás la cobardía… -Apóyate en la Virgen…, confía en Ella y lánzate a prometer a Dios que tu alma será para siempre suya…, para siempre desde ahora, si hasta ahora no lo ha sido…; para siempre en cualquier circunstancia de tu vida…; para siempre sin permitir que mi un momento vivas sin la esclavitud de María, que te asegure el servicio de Dios.
Suplica fervorosamente a la Santísima Virgen que te admita en el número de las almas que practican esta santa esclavitud, para que así practiques también la vida de oblación generosa…, absoluta y perpetua al Señor, para que sirviéndole así…, goces después…, ya que Él se encargará de cumplir en ti aquello de que «servir a Dios, es reinar»