Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965
1º Vida de sencillez. -Es un error colocar la vida de perfección en una montaña de cosas extraordinarias, que la complican enormemente…, muy al contrario es una cosa verdaderamente sencilla…; como que santidad y sencillez suelen ir tan unidas, que a veces son una misma cosa.-l proceder con sencillez y llaneza es lo que mas contribuye a levantar el espíritu a las alturas de la perfección.
La sencillez es el candor…, la ingenuidad de aquel que procede rectamente y que, por lo mismo, es incapaz de admitir intenciones torcidas o interesadas. -Las almas sencillas no tienen más que una sola cara…, sin doblez de ninguna clase…, con sólo mirarlas a los ojos, parece que por ellos se escapa toda su alma…; con sólo tratarlas y oirlas hablar ya se adivina y se lee perfectamente el fondo de su corazón…; su alma es cristalina, y como las aguas de un lago tranquilo y puro, dejan ver todo lo que hay en el fondo. -Él alma sencilla, tiene un don de simpatía y de amabilidad irresistible…; no hay quien no se enamore y encante de ella.
Decía San Francisco de Sales: «La belleza de la sencillez me arrastra y daría con gusto cien serpientes por una sola paloma.»… Esto decía, aludiendo al texto del Evangelio, que nos manda «ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas» y después, sigue diciendo: «Diga lo que quiera la prudencia del siglo, yo prefiero más ser bueno y sencillo que astuto y malicioso.»
La característica de Santa Teresita no fue otra sino la sencillez infantil de su espíritu, que tan rápidamente la elevó a los altares… En sus primeros fervores, creyó que Dios la llamaba a cosas grandes y brillantes, de esas que sólo ejecutan las almas heroicas… y así trató de imitar, de alguna manera, a Santa Juana de Arco. -Pero bien pronto Jesús la hizo comprender que su vocación era la sencillez del niño, y que en la práctica de esa virtud propia de las «almas pequeñitas» que caminan por el camino de la infancia…, en la que nada sale de lo ordinario…, estaba su santidad… y efectivamente convencida de ello, solía exclamar: «Jesús no necesita de nosotros para nada…. ni en nosotros busca grandes cosas…: no es la inteligencia ni los grandes talentos los que le enamoran… sino la sencillez…; por eso Él mismo quiso llamarse la flor del campo y ¡qué cosa más sencilla y amable que una flor!…»
Y en verdad, que es tanto lo que Jesús ama a esta virtud que en toda su vida destaca sobremanera el rodearse de niños…, de pobres…, de gente de pueblo…, de pastorcitos… No hay duda que tenia pasión ardiente y decidida por la vida de sencillez.
2º María,- Y ¿qué diremos de la Santísimo Virgen? La misma Santa Teresita había cantado esta sencillez de María, en sus poesías. -Comprendiendo y estudiando a fondo el inefable modelo de sencillez que Ella nos dio, nos anima a todos a formar en las filas de esas almas sencillas, cuya Madre y guía es la Virgen. -y la decía con corazón lleno de agradecimiento: «Con la práctica fiel de las virtudes más humildes y sencillas, has hecho, Madre mía, visible a todos el camino recto del Cielo.»
No hay sino entrar una vez más, en la casita de Nazaret antes y después de ser Madre de Dios… y aunque es cierto que allí está la escuela de todas las virtudes… y que no es posible saber cuál es la que más destaca y brilla porque todas nos deslumbran con fulgores divinos, e infinitos…, pero ¿no es la sencillez lo primero que se nos mete por los ojos al ver a aquella Señora…, Reina y Emperatriz…, en la figura de una simple aldeanita ocupada en las labores más sencillas y comunes…, hablando y tratando con todo el mundo, con esa misma encantadora sencillez? -Todas esas sus excelsas virtudes, ¿no están bañadas y empapadas de tal barniz y sencillez que a primera vista esto es lo único que aparece?… ¿Quién iba a adivinar las virtudes grandes magnificas y hasta heroicas en aquella Niña en aquella joven…, en aquella Madre en todo igual a las demás? Mira su sencillez para con Dios, cómo hablaba y trataba con ÉL… como a su Padre bondadosísimo…, no teniendo otra mira ni otra preocupación que la de agradarle en todo…, la de conocer, en cada momento, su santísima voluntad y cumplirla exactamente, sin rodeos ni interpretaciones de ninguna clase… Su única pretensión era esa, arrojarse en brazos de Dios y descansar confiadamente en el seno de su bondad paternal…, como el niño chiquitín descansa y se confía tranquilamente en los brazos de su madre… ¡Qué admirablemente cumplió y vivió la Santísima Virgen esta esclavitud filial y amorosa…, esta verdadera infancia espiritual tan propia de la vida de sencillez!
Además, su sencillez se ejercitó en el trato con los demás…, no digamos nada en su trato con San José… ¿Cómo iba Ella a tratar al Santo de la sencillez por excelencia como es San José, de otra manera? -Tampoco es necesario encarecer esta virtud en el modo con que trataba a su Jesús, pues al fin, aunque Dios y Señor suyo, era también su Hijo.
Pero, además, esta sencillez en su comunicación con el prójimo, sin ser jamás indiscreta y callando lo que debía de callar, era a la vez noble y sincera… ¡Cuán lejos de sus palabras la astucia…, la mentira…, el cumplimiento falso…, la afectación!… y cuán lejos de sus juicios sobre los demás, la malicia…, la duda…, la suspicacia… -Allí no había esos fingimientos y artificios que tanto se usan en las modernas relaciones sociales, donde se dice una cosa y se siente, y, por lo mismo, se quiere significar otra… Allí todo era sinceridad…, ingenuidad…, claridad…; franqueza… ¡Qué extraño que todo el mundo quedara encantado de la Virgen sencilla!…
3º Frutos.-Son muchos y muy preciosos… Dice la Sagrada Escritura que «el Espíritu Santo no habita en un corazón fingido y doble»… Luego, por el contrario, habitará gustosamente en el corazón sencillo. -¿No fue la doblez e hipocresía de los fariseos, lo que más en cara daba a Cristo…, lo que le arrancó las expresiones más duras para condenarles? -Este, es pues, el primer fruto; hacer tu alma agradable y acepta al Señor que se complace en derramar sus gracias sobre las almas sencillas…
En segundo lugar, la sencillez nos facilita extraordinariamente el ejercicio y el desarrollo de todas las demás virtudes y la ascensión a la cumbre misma de la santidad…: ella todo lo allana…, para ella no hay dificultades…, como no busca cosas extraordinarias ni caminos raros y difíciles, de un modo casi insensible va llevando al alma a su más alta perfección. -Mira, por ejemplo qué fácil es para el alma sencilla la virtud de la humildad…, la de la obediencia…, la misma caridad. -Como la sencillez huye de todo artificio y singularidad no busca la admiración de los demás, ni el aplauso de los hombres de ahí que la sencillez sea compañera inseparable de la humildad…
Por otra parte, la sencillez va directamente a Dios… le ve claramente en sus superiores, y en su voz oye la voz de Dios y ya no atiende a más…, el alma sencilla no duda no discute…, no interpreta lo que se la manda…: obedece ciegamente y nada más… ¡Qué bien obedece el alma sencilla! En fin, la sencillez no es compatible con los juicios del prójimo esto es, no juzga mala nadie; cree lo que se la dice,.., prefiere que la engañen a engañarse a sí misma al juzgar a los demás… Eso de juzgar a otros es cosa muy difícil para el alma sencilla, que todo lo ve bien…, todo lo echa a buena parte… y sin pecar de tonta, no llega a ser jamás ni suspicaz ni maliciosa.-Por eso, esta caridad que brota de la sencillez, tanto agrada a Dios… y tanto enamora a los hombres…
Pon mucha sencillez en toda tu vida trabaja por adquirirla…, pide ayuda a la Santísima Virgen…, mira bien su ejemplo y trata de imitar ese modelo y, verás cómo adquirirás esa santa libertad de espíritu para tratar con Dios…, para comunicar con el prójimo…, para la práctica de todas las virtudes.