El Consiliario
Señor, Dios mío, a Tí me acojo.
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La humildad trae consigo paz, gozo y alegría.
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Lo más importante de nuestra vida: Ser santos.
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Júzgame, Señor según la inocencia que hay en mí.
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La Virgen, Nuestra Madre, intercede por nosotros.
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Mi escudo es Dios que salva a los rectos de corazón.
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La naturaleza humana -alma y cuerpo- está muy enferma.
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Franco fue un militar valiente, un político sabio, un católico Santo.
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Dios no tienta nunca a las almas. Pero si les da sequedades para que se purifiquen y sean santas.
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Ha dicho un buen hombre: hay quiénes se creen importantes, diocesillos. Todos tenemos que ir al retrete.
Contracorriente 