maria llena de graciaIldefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965

La virtud de la alegría. -Es la que se opone y combate q, la pasión de la tristeza, tan perniciosa para nuestra vida espiritual. -Es verdad que puede haber tristezas buenas y santas, como la que siente el alma movida a penitencia, que se deshace de dolor y arrepentimiento, a vista de sus pecados…; ésta es la tristeza que bendice Cristo, cuando dice: «Bienaventurados los que lloran»…

También es buena la tristeza que el corazón compasivo siente a la vista de los males del prójimo y que desea remediar…, sobre todo si a pesar de este deseo bueno, nada puede hacer en su favor…

Finalmente, también es buena la tristeza que brota en el alma por alguna cosa natural, pero muy legitima…: la muerte de alguna persona querida…, una desgracia grande…, una pérdida irreparable. El mismo Cristo nos dio ejemplo de esta tristeza, llorando ante la tumba de Lázaro. Y aún estas mismas tristezas, precisamente porque son buenas, han de ir moderadas por la resignación cristiana, que en medio del dolor producirá, esa paz y tranquilidad…, ese consuelo divino de que goza el que sabe ver, en todo, la mano de Dios.

Pero aparte de esta tristeza, está la tristeza mala…, que se apodera del alma y la quita las ganas y las fuerzas para todo…, la turba y la llena de inquietud;.., de temores y disgustos… y engendra hastío y disgusto a la vida de piedad… y hace que se tenga mal humor y un mal carácter que resulta antipático y repulsivo para todos.

Contra esta tristeza que así abate el ánimo, se levanta la virtud de la santa alegría que, por el contrario anima…, alienta…, conforta el espíritu de tal manera, que aún en medio de las tribulaciones, inunda, el alma de consuelo, como decía San Pablo que «rebosaba en gozo y alegría» a pesar de sus sufrimientos.

No es la virtud de la alegría, esa alegría externa y falsa de los mundanos, que sólo consiste en la imaginación y en los sentidos, pero que no llega al fondo del corazón…; más aún, ordinariamente, a pesar de su apariencia de gozo y felicidad, tienen en su alma una tristeza…, un peso…, que no pueden soportar…; tienen los remordimientos que necesariamente han de turbar sus alegrías…

Esta alegría mundana, fugaz y pasajera, a la vez que mentirosa y engañadora, es la que Cristo condenaba con aquellas duras palabras: «Ay de vosotros los que ahora reís, porque algún día lloraréis».-La alegría verdadera, es la alegría del espíritu la que procede de un corazón recto y tranquilo la que da una buena conciencia que sabe cumplir con la voluntad de Dios… ¡Qué alegría tan pura y tan intensa brota del cumplimiento exacto del deber!… Es la fuente de los mayores goces.

Esta alegría es uno de los frutos más hermosos del Espíritu Santo, que tanto contribuye a facilitar el camino de la perfección y el ejercicio de todas las virtudes: -No es posible llegar a comprender el grado de alegría tan santa que inundaría sin cesar el corazón de la Santísima Virgen.-Es verdad, que fue un mar de amargura, pero también fue océano inmenso de paz…, tranquilidad y gozo en el Señor. -Piensa en las purísimas alegrías que inundaron el alma de la Virgen en Belén…, en Nazaret…, en toda la vida pública y privada de Jesús…, sus encantos y gracias infinitas de niño…, sus predicaciones y milagros portentosos después…, su Resurrección gloriosa y su aparición a su Madre…, su misma Ascensión triunfal a los Cielos, ¿no la haría morir de alegría si Dios no la sostuviera?…

La alegría de la virtud. -Esta es la razón, por la cual si la alegría es una virtud, a la vez toda virtud es fuente de alegría. -Un santo, un alma llena de virtud, no puede menos de ser alegre. -La virtud verdadera, no puede vivir en la tristeza. -Todos los santos rebosaban aún en su interior, esta alegría que les producía su vida de santidad, aunque ésta fuera muy elevada y su vida muy austera. -No está reñida la austeridad…, ni la penitencia…, ni el dolor del corazón… y la tristeza santa que producen nuestros pecados, con esta alegría…; antes al contrario, nadie tiene más derecho y mayor razón para alegrarse y gozarse, que el alma penitente…. el corazón contrito y humillado…, pues junto con su dolor, siente la satisfacción inmensa de ver que el Señor, por sus penitencias y contrición…, le ha perdonado y le ha admitido de nuevo en su Corazón divino… Y de allí…. de ese Corazón divino, se transfunden a su alma esas dulzuras inefables que sólo las almas santas saben gustar ¡Quién lo diría!… Si hasta en la misma Cruz hasta en sus mismos tormentos, los santos y los mártires llegaron a descubrir una mina riquísima de felicidad que nadie podía imaginar ni soñar…

Y no lo dudes, allí como la miel en el panal, en la Cruz de Cristo está escondida la fuente inexhausta de placeres y goces, y alegrías, que no se parecen en nada a las de la tierra…, pero que como son ciertas y verdaderas, llenan y satisfacen por completo el corazón del hombre… Es muy conocida y celebrada la santidad alegre de Santa Teresa de Jesús… y cómo la mandaba a sus religiosas y comunicaba a cuantas personas trataba, alegrando, con su buen humor y con sus gracias y ocurrencias oportunas y dignas, su atractiva conversación… y eso, a pesar de sus sufrimientos inauditos,.., de sus trabajos…. enfermedades…, persecuciones y amarguras sin cuento que tuvo que devorar. «Un santo triste, solía decir, es un triste santo», Santa Teresita se esforzaba por sufrir con tanta alegría, que quería llegar hasta engañar al mismo Jesús, para que no conociera su sufrimiento. -Con razón decía San Francisco de Asís: «Al demonio y a sus servidores les toca estar tristes…. pero a nosotros de ninguna manera, sino alegrarnos siempre en el Señor… ¿Qué mayor alegría que la nuestra, por haber sido escogidos para amar y servir a Dios? ¿Por qué hemos de estar tristes?… No, no hay que hacer triste a la virtud, que esto es ardid de Satanás para hacerla repulsiva… -La virtud también baj0 este aspecto, debe presentarse como es…: con el atractivo de la alegría santa y verdadera de que está siempre revestida. -No te fíes, pues, de virtud y santidad que no lleve esta nota tan característica de ella.

La causa de nuestra alegría. -Así llama la Iglesia a nuestra querida Madre… y en verdad que es Ella la causa y la razón de nuestra alegría… Por Ella nos vino la verdadera alegría…, pues Eva; con el pecado, no pudo traernos más que tristezas y amarguras mortales… ¡Qué gusto pensar que la razón y la causa de nuestro contento y alegría está en manos de nuestra Madre!… ¿Cómo dudar de que nos la dará abundantemente… y repartirá con gran generosidad?… ¿No lo hemos experimentado así?… ¿No hemos sentido, a los pies de la Virgen, alegrías y satisfacciones indefinibles?… ¿No nos hemos sentido felices y satisfechos a su lado?

Recuerda alguna fecha particular…, quizá alguna fiesta de Ma­ría…, a la salida de unos ejercicios, cuando la ofrecías tus propósitos cuando la hiciste aquella promesa…, aquel voto…, aquella consagración quizá… ¿Dónde podrás encontrar goces y satisfacciones semejantes a esas? -Busca esas alegrías que son las únicas que merecen este nombre, y nunca se te ocurra envidiar las del mundo… ¡Pobrecitas esas almas que no entienden de otras alegrías más que esas! Afiánzate bien en estas ideas para que así sepas distinguir unas alegrías de otras. -Nunca olvides que la alegría espiritual de la virtud, no es una alegría externa y pasajera…; por lo mismo no se manifiesta en palabras descompuestas…, en risas exageradas menos aún en chistes y gracias de mal gusto… bajos y groseros…, o en bromas pesadas y mortificantes…, sino que al exterior ha de rebosar en forma moderada y sencilla…, amante de la ingenuidad y del candor…; ha de ser sincera y bondadosa…, de suerte que edifique a los demás…, que les haga ver la hermosura y simpatía de la virtud, a la vez que ponga de manifiesto los frutos de la alegría santa, que son: suavizar los trabajos y allanar las dificultades…, animar y consolar al alma ahuyentando los miedos y las turbaciones que tanto la acongojan…, dar más claridad al entendimiento, pues cuando ella falta, no hay luz para ver bien y discernir las cosas…; aumentar las fuerzas y la confianza, para luchar y vencer las tentaciones en fin, asegurarnos en nuestra fe y esperanza y acrecentar notablemente nuestros méritos…, pues los actos hechos Con una santa alegría agradan sobremanera al Señor.

Sé, por tanto, muy alegre…, pero con la alegría sana y santa de la virtud… Da atractivo a tus Virtudes haciéndolas amables por medio de la alegría… Comunica esa alegría a los demás que te rodean y especialmente a los miembros de tu casa con quienes habitualmente vives… Encomienda a la Causa de nuestra alegría, para que con Ella puedas entrar algún día a gozar de la alegría eterna que reina en el Cielo.