Ildefonso Rodríguez Villar
Puntos breves de meditación
sobre la vida, virtudes y advocaciones litúrgica
de la Santísima Virgen María
26ª edición, Valladolid, 1965
1º Lo difícil. -En todas las cosas de la vida, esto es realmente difícil y costoso…, no el empezarlas, sino el continuarlas y llevarlas con constancia hasta el fin…, sobre todo, si después de empezadas, se multiplican las dificultades… ¡Qué ordinario es entonces cansarse y dejarlo todo! Pero esto singularmente ocurre con las cosas del espíritu…, con nuestra propia santificación especialmente.
El demonio tiene buen cuidado en aumentar cada vez más y más las dificultades… No se cansa en la lucha…; a una tentación sigue en seguida otra…, y siempre está, aprovechando el más pequeño descuido para conseguir lo que desea…, que el alma se canse y no persevere. -Hacer muy buenos propósitos…, tener muy santos deseos y hasta empezar con gran empeño la vida de la perfección y la santidad…, no es difícil. -¿Cuántas veces no has hecho tú esto?… Y ¿cuánto tiempo tardaste en cansarte? -Unas veces más y otras menos…, El hecho es que muy pronto lo dejaste y no supiste perseverar… Recuerda tus días de ejercicios… o tus días de retiro…; siempre que miras hacia atrás en tu vida y te examinas un poco…, ¿no es esto lo que encuentras…, una falta grande de perseverancia?…
Si hubieras perseverado en aquel propósito…, en aquella Virtud…, en el desarraigo de aquel defecto… o en el Vencimiento de aquella pasión…, donde estarías ahora? ¿No estarías ya en las alturas de la santidad?… -Reconoce, pues, que el punto negro de tu Vida y por lo mismo lo verdaderamente difícil, es el no cansarte…, el saber perseverar hasta el fin…; tan difícil que es una gracia muy grande de Dios, sin la cual es imposible que consigas nada.
La gracia de la santa perseverancia es la gracia de las gracias que debes pedir sin cesar al Señor para no desmayar…, para imitar la difícil constancia de Cristo y de su Madre querida… -Porque no dudes, que difícil fue, Sin duda, para el mismo Jesús y para la misma Virgen bendita… Oye las palabras de Cristo en Getsemaní… y verás también en Él esa lucha que tú sientes…, esa repugnancia a beber hasta lo último el cáliz de la amargura… y, no obstante allí está en oración, y en oración de agonía…, luchando contra su naturaleza que se resistía, y haciéndose tal violencia, que llega a sudar sangre… Piénsalo bien; hasta ahí hay que llegar si es preciso, para no desalentarse…, no desmayar…, no dejar lo comenzado. -Y en la Cruz, ¿qué hace?… ¿No le invitan sus enemigos a que baje de ella y hasta le tientan con su misma conversión?… Si baja, creerán en Él… y, no obstante, no baja…, allí se queda perseverando hasta morir…
Mira junto a Él a la Santísima Virgen… Toda su vida tuvo clavada en su corazón la espada de Simeón…; nada hizo para evitar su dolor… pudo no haber ido en busca de Jesús al Calvario sabía lo que iba a pasar lo que tenía que sufrir… y, sin embargo, allí va…, allí esta con su Hijo…, perseverando con Él en el sacrificio y en el dolor…, es decir, persevera cuando más difícil es la perseverancia… -¡Ah!, no olvides que María dijo un día una palabra: «Hágase en mí la voluntad de Dios»… y esta palabra se repitió sin cesar…; aceptó todo lo que significaba y todas las consecuencias que suponía… y heroicamente perseveró fiel a su palabra…, sin cansarse Jamás…, sin desear que se acabara la prueba…, sin sentir desalentos de ninguna clase. –Mucho…, muchísimo tuvo que costar a María esta fidelidad…, esta constancia…, esta perseverancia… ¿Qué extraño, pues, que sea lo que más te cueste a ti también?
2º Lo importante. -y a la vez, esta virtud es la que más nos importa… -Por muy difícil que sea, debe hacérsenos fácil si pensamos en su importancia y enorme trascendencia. -Porque, ¿qué se adelanta con empezar y no terminar?… ¿Qué vale una vida de fervor y de santidad por algún tiempo, aunque sea mucho, si no se persevera en ella?… «No debe tener en cuenta, decía San Jerónimo, el cristiano, sus comienzos, sino su término y su fin… Porque, efectivamente, lo importante no es empezar, sino acabar bien…, pues al fin de cuentas, al que se premia es al que ha acabado bien. -San Bernardo solía decir: «A los que empiezan se les promete el premio…, pero no se da sino a los que terminan.»
Recuerda las palabras de Cristo, aún más claras y terminantes: «Nadie que ponga la mano en el arado y vuelva la vista atrás…, (esto es, nadie que empiece y no persevere)… será apto para el reino de los cielos»…; pues sólo el que perseverare hasta el fin, se salvará». -Ya ves, por tanto, qué desgracia la de aquel que habiendo hecho muy buenas obras…, habiéndose ejercitado en virtudes heroicas… aunque hubiera llegado hasta hacer grandes milagros… y hubiera tenido oración altísima y extática…, si no persevera, todo perdido. -No se tendrán en cuenta para nada, ninguna de sus buenas obras, pues, como dice el Profeta, serán «como tesoros arrojados en un saco roto, que se perdieron por completo»…
Y esto no es un caso teórico, sino muy práctico, que de hecho ya se ha dado y muchas veces… -La historia de Judas, que empieza muy bien que lo deja todo por seguir a Cristo con gran fervor…, pero que luego termina vendiéndole traidoramente, se repite con frecuencia en el interior de las almas… -La historia del Antiguo y del Nuevo Testamento y la Historia de la Iglesia, en todos los tiempos, nos cuentan muchos ejemplos de éstos… ¡Cuántos herejes!… ¡Cuántos apóstatas!… ¡Y en almas consagradas a Dios…, sacerdotes y religiosos!… -Por tanto, hay que temer por una parte, es cierto…, pero a la vez, confiar en el Señor… y trabajar convenciéndose cada vez más y no perdiendo nunca de vista, que esto es lo único importante…, que esto es lo que más nos debe interesar, el sabernos conservar hasta el fin…, el trabajar sin descanso…, sobre todo, cuando el trabajo sea más duro y doloroso… acordémonos de esto y todo nos parecerá muy poco con tal de asegurar esta nuestra perseverancia.
3º Lo meritorio; -Esta es la virtud más recompensada, porque es la que más vale y más mérito tiene. -San Pablo, dice: «Que el premio que se propone a los corredores sólo se da al que llega a la meta»…, no a los que se retiran o se quedan en el camino… -Pues este premio es el Cielo…, es la corona que el Señor teje a tus buenas obras… pero que no tendrán consistencia alguna si las falta la perseverancia. -Ésta es, pues, la que da valor a las demás virtudes…, de tal manera, que una virtud, por pequeñísima que sea, sólo por ir acompañada de la perseverancia, ya vale lo indecible…; pero al contrario, la virtud más grande, pierde su mérito todo si no va unida a ella…
Sé fiel, pues, dice el Apocalipsis, hasta la muerte y entonces «te daré la corona de la vida»…, ¡Qué premio más magnífico para esta virtud!… Tan magnífico, que no es otro que el mismo Dios… «Yo seré tu recompensa grande en demasía.» Esto, es, tan grande, que nunca lo llegaremos a comprender e imaginar… -Por el contrario, el castigo de los que no perseveran será, horroroso… ¿Qué remordimiento será el suyo viendo eternamente lo que dejaron y abandonaron por cobardía… y, por lo mismo, cuán fácilmente, con las mismas gracias, si hubieran perseverado, hubieran adquirido el premio eterno?
San Pedro llega a decir en una de sus cartas «que era preferible que nunca hubieran comenzado bien, ni conocido el camino de la santidad, que no dejarlo a la mitad después de conocido y comenzado»… Y es natural, pues el pecado entonces es mayor y sin disculpa de ninguna clase. Por eso, debes examinar tú conducta seriamente y asegurar tus pasos en este camino…, para que no des ni uno siquiera hacia atrás…, sino que perseveres y continúes en tus fervores, cada día avanzando y aumentando más y más…, como la Santísima Virgen hizo en los días de su vida y en las pruebas a que Dios la sometió. -Pídela la gracia de la perseverancia en la fe…, en la vocación…, en la vida de fervor…, para que así merezcas la gracia de la Perseverancia final, la última y la más importante de todas las gradas.