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Diferencias, dentro del proceso contemporáneo del ateísmo, entre el siglo XIX (con los dos primeros decenios del XX) y la etapa más reciente.
¿El siglo XX (en la fase posterior a la Guerra de 19141918) tiene algo propio respecto a los siglos XIX y XVIII? Ya hemos señalado cómo, según buenos especialistas, entre ellos De Lubac, “el ateísmo del siglo XX no ha marcado en su conjunto una dirección de pensamiento muy nueva con relación al ateísmo del siglo XIX, como este último lo había hecho con relación al del siglo XVIII” (46). En realidad lo más nuevo es el efecto de acumulación de las corrientes que vienen fluyendo desde el siglo XIX, y la consiguiente generación de un ambiente de indiferencia en ciertos sectores, por pura sedimentación del descuido, la oposición o las propagandas. La verdad es que algunos de los nombres más descollantes del ateísmo reciente no hacen sino prolongar, en total continuidad, la línea de pensamiento del siglo XIX. Recuérdese a Brunschwick, Wells, Russel1, Gide, Hartmann…
El ateísmo y la Ciencia.-Hay, sin embargo, una diferencia enorme, no en el ateísmo, sino en el ambiente cultural en que aquel se inserta. El ateísmo del siglo XIX apelaba con facilidad a la Ciencia. No sólo por osadía, sino con aceptación de un sector de oyentes o lectores. Ahora el que lo hiciera quedaría desautorizado y mostraría su propia ignorancia de la ciencia. Esto se debe al esfuerzo admirable de autoclarificación que ha hecho la Ciencia positiva, la ciencia físico-matemática, sobre todo en los primeros decenios del siglo actual: una revisión que ha llevado a fijar los límites de su propio método y de su propio objeto, proclamando su incompetencia para el campo de lo ontológico y lo religioso y rechazando así las extralimitaciones del “Cientismo”. El Positivismo decimonónico reconocía en principio esos límites, pero con dos salvedades: por una parte tendía a sugerir que lo que estaba fuera del ámbito de los métodos físico-matemáticos o positivos carecía de interés, o que, en todo caso, era tan incognoscible que sólo cabía ante ello una postura de agnosticismo y desentendimiento; por otra parte, al menos en el campo de la divulgación materialista, el positivismo se propasó a aplicar sus métodos al campo de lo incógnito, que debería respetar como tal. Este desorbitamiento o extrapolación del método científico, que 10 falsea al convertir una Ciencia negadora de la Metafísica en una Metafísica fraudulenta (Cientismo), hizo que muchos fundaran sus profesiones de ateísmo en la “Ciencia”. Es un gran mérito de los trabajos de epistemología o gnoseología de no pocos científicos contemporáneos haber invalidado los pretextos “científicos” frente a la Religión (47). Más aún: tras la revisión del sentido y los límites de la Ciencia, el ambiente cultural se ha vuelto más propicio para la apertura hacia lo religioso, reconociendo que la realidad que queda fuera del método científico es la más interesante para el hombre (48). Ello ha facilitado, además, la apologética y ha estimulado la indagación religiosa desde la misma Ciencia (49).
Coincidiendo .con esta revisión del método y pretensiones de la Ciencia se ha producido en toda Europa -y se explica-una proliferación de retornos o conversiones a la fe, entre hombres que antes estaban cegados por el espíritu positivista o pseudocientífico. En Francia especialmente abundan los hombres de primera fila, como pensadores y escritores, que hicieron ese recorrido impulsados simultáneamente, los mejores de ellos, por la espiritualidad vibrante y apasionada de un León Bloy y por los caminos que les allanó un filósofo como Bergson, el cual, antes de alcanzar la plenitud de la fe cristiana y sin llegar a la incorporación plena a la Iglesia, pasó desde una actitud de cerrazón hasta una apertura total hacia los valores espirituales, declarando su primacía y exaltando la fuerza iluminadora del testimonio de los místicos católicos como Santa Teresa de Jesús (50). En otro plano, menos filosófico, pero con más capacidad divulgadora ¿a quién no le suena el nombre del médico Alexis Carrel?
Como índice de todo un ambiente mundial, bastaría señalar un hecho espectacular y resonante de nuestros días: la llegada del hombre a la Luna. Si esto hubiera ocurrido en 1910, podemos estar seguros de que el hecho hubiera sido mucho tiempo una pieza de controversia religiosa: se le hubiera dado una significación desmedida en relación con la potencia del hombre y la supuesta .no necesidad de Dios. ¿Qué ha ocurrido ahora, cuando el hombre puso el pie en la Luna? Nada: mucha admiración, una curiosidad satisfecha, una confianza crecida en las aplicaciones técnicas de la Ciencia; pero nada profundo. Más bien, en ese nivel profundo en que interesa el sentido de la vida humana, el acontecimiento ha pasado sin pena ni gloria, porque no ha interesado hondamente a nadie, ni siquiera a sus protagonistas, a quienes escuché en un Sínodo romano.
Esta purificación y apertura, que no se debe al ateísmo sino a los científicos o los filósofos de la ciencia, tropieza con una excepción lamentable y vergonzosa e históricamente muy importante en el mundo soviético. Allí la propaganda y la educación han seguido inspiradas por el anacrónico materialismo y positivismo del siglo XIX. Fenómeno tanto más doloroso cuanto se opone a la misma teoría dialéctica del marxismo. A un marxista de verdad le molesta que se le inscriba dentro del materialismo vulgar o mecanicista. Él reconoce la pluralidad, heterogeneidad O complejidad cualitativa de la Naturaleza y en cierto modo trata de hacerles sitio a los fenómenos llamados “espirituales”. Sin embargo, a la hora de la acción sobre el pueblo, los marxistas han aplicado -y siguen aplicando, aunque menos estrepitosamente que al principio- los argumentos condenados por la Ciencia actual y por el propio pensamiento sistemático; y ello de una manera tan tosca como pudo serlo el viejo cirujano decimonónico que dijo que había hurgado con su escalpelo en todos los rincones del cuerpo humano y no había encontrado el alma. (No advirtió que tampoco había encontrado lo que el paciente pensaba de él, y ese pensamiento es una realidad no discutible). Una manifestación de esa tosquedad primaria se dio hace unos años cuando Gagarin hizo el primer vuelo orbital en el espacio que, comparado con lo que había de venir después y con lo que falta por estudiar, no pasó de ser un paseíto o modestísima excursión en torno a la propia casa. Según las Agencias informativas el explorador dijo a su regreso que no había encontrado a Dios. Lo gracioso del caso no es que lo haya dicho sino que las agencias lo hayan transmitido al mundo entero y que el ambiente inmediato fuese apto para acoger y celebrar tal manifestación. No se puede caer más bajo en tosquedad mental, y sería muy grave que eso indicase una actitud social enraizada.
También puede contarse como excepción, aunque residual, la interpretación psicologista que siguen aplicando al hecho religioso algunos raros profesionales del psicoanálisis. En compensación, valiosos psicoanalistas confirman el carácter original de la experiencia religiosa como función específica del hombre (véanse las Notas 48 y 90).
¿Ateísmo optimista, o resignado?-Puesto que la revisión metodológica de la Ciencia es exterior a los ateos, quizá la novedad más significativa dentro del ateísmo sea su cambio de tono: el paso de un humanismo como “plenitud” a un Humanismo como “única posibilidad”. El ateísmo humanista del XIX era un ateísmo triunfante y satisfecho; una vez removido el “obstáculo” de Dios y la creencia, se sentía liberado y en disposición de aspirar a una plenitud. ¿En nuestros días hay alguien que sienta verdaderamente el ateísmo como una plenitud? No lo conozco. Quizá hemos llegado a un tiempo en que las experiencias del hombre sin Dios han mostrado ya sus frutos amargos y no es Posible psicológicamente acometer con ilusión la empresa emancipadora. Lo más a que se llega es a un humanismo resignado, como única posibilidad, que se supone que el hombre inteligente ha de aceptar con lucidez, pero sin desconocer el vacío que comporta. Esto es bien patente en el ateísmo existencialista (51).
Ateísmo-Hoy
José Guerra Campos
Obispo de Cuenca
Fe Católica-Ediciones, Madrid, 1978
Notas
(46) DE Lubac, Ateísmo y sentido del hombre (cit. en Bibliografía final), p. 26. Cf. también Del Noce (ob. cit. en Bibliogr. final).
(47) Revisión de la Ciencia física que, al delimitar su campo ajustándolo a las posibilidades del propio método, deja fuera de sus pretensiones la explicación última del mundo y lo religioso. Dos expresiones de Poincaré y de Termier resumen bien la convicción, cada vez más extendida, de que la Ciencia no obstruye el paso hacia lo transcendente, sino que más bien conduce a su vestíbulo: “A mesure que l’on élargit le cercle de la Science, on aggrandit la circonférence du mystere” (H. Poincaré) ; “La science est évocatrice de mystere beaucoup plus qu’explicatrice” (P. Termier): citados por De Solages, obra cit. en la Bibliogr., pág. 97.
Ya en el siglo XIX, en contra del Cientismo de los Renan, Taine, Berthelot, Tyndall, Littré, una corriente crítica vuelve al verdadero positivismo, aunque reduciendo mucho la objetividad de la ciencia, con tendencia al subjetivismo agnóstico: así, p. ej., E. Mach, Helmholtz, R. Avenarius, F. A. Lange. Muy importante el ponderado enfoque del método experimental en el biólogo Claudia Bernard (ef. P. Laín Entralgo, Dos biólogos: Claudio Bernard y Ramón y Cajal, Ed. Espasa-Calpe, Colección Austral, Buenos Aires, 1949; A. D. Sertillanges, La Philosophie de Claude Bernard, Ed. Aubier).
Desde fines del siglo XIX los epistemólogos deslindan con mayor precisión y unanimidad el campo de las ciencias. E. Brutroux, De la contingence des lois de la nature, Paris, 1874; y De l’idée de loi naturelle dans la science et la philosophie contemporaine, Paris, 1895. Brunetiere, artículo en la Revue des Deux-Mondes, 1895. H. Bergson, Essai sur les données xmmédiates de la conscience, Paris, 1889; Matiere et mémoire, Paris, 1896; L’évolution créatrice, Paris, 1907 (ed. esp., Madrid, 1963). P. Duhem, La théorie physique, son objet et sa structure; Chevalier, Paris, 1906. H. Poincaré, La Science et l’Hypothese, Paris, 1907 (ed. española: Espasa-Calpe, Colección Austral, Buenos Aires, 1945); La valeur de la science, Paris, 1909; Ciencia y método, ed. esp., Buenos Aires, 1944. A. March, Das neue Denken der modernen Physik, Ed. RowohIt, Hamburgo, 1917. A. S. Eddington, La nature du monde physique, ed. fr., Payot, Paris, 1929; Sur le probleme du déterminisme, Hermann, Paris, 1934; Los nuevos senderos de la ciencia, ed. esp., Barcelona, 1945. Desiderius Papp, Filosofía de las leyes naturales, ed. esp., EspasaCalpe, Madrid-Buenos Aires, 1945. Grasset, Les limites de la Biologie, ed. esp. Madrid, 1907. James Jeans, The new background of science, Cambridge, 1933 (ed. esp. Nuevos fundamentos de la ciencia, Espasa-Calpe, Madrid, 1944). E. LE Roy, Physique et Philosophie, Paris, 1935. T. Maritain, La Philosophie de la nature, Paris, 1935. L. de Brogue, L’avenir de la Science, Plon, Paris, 1941; Physique et Michrophysique, Albin Michel, Paris, 1947. H. Heisenberg, Wandlungen im Grundlagen der Naturwissenschaften, Leipzig, 1942. C. F. van Weitzacker, Zum Weltbild der Physik, Leipzig, 1944 (ed. esp. La imagen física del mundo, B A C, Madrid, 1974). H. REICHENBACH, Philosophic foundations of Quantum Mechanics, 1944. Julio Palacios, Esquema físico del mundo, Ed. Alcor, Madrid, 1947. P. Hoenen, Cosmología, Ponto Univ. Gregoriana, Roma, ed. de 1931, 1936 y 1949. X. Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1945 (sección La nueva Física, págs. 307-377). José Mª Riaza, Ciencia moderna y filosofía, BAC, Madrid, 1953. F. Selvaggi, Filosofia delle scienze, Ed. Civilta Cattolica, Roma, 1953. Causalita e indeterminismo nella recente letteratura, en la revista Gregorianum, Roma, 38-4 (1957), 747-758. C. PARIS, Física y Filosofía, C. S. 1. C., Madrid, 1952. R. Saumells, La Ciencia y el ideal metódico, Rialp, Madrid, 1957. R. Panikkar, Ontonomía de la Ciencia, Gredas, Madrid, 1963. W. Strobl, Introducción a la Filosofía de las Ciencias, Ed. Estudios, Madrid, 1963. La realidad científica y su crítica filosófica, Ed. Universidad de Navarra, Pamplona, 1966. Cf. también los autores citados en las notas siguientes: 48 y 49.
Una exposición nítida y accesible del alcance de los métodos científicos puede verse en la obra del Cardenal Manuel Gonzalves Cerejeira, La Iglesia y el pensamiento contemporáneo, Madrid, 1945.
Admirables síntesis y valoración de las Ciencias en los Discursos del Papa Pío XII a la Pontificia Academia de Ciencias: 1) el 21 de febrero de 1943, “Las leyes que gobiernan al mundo” (puede leerse en Discursos y Radiomensajes de Su Santidad Pío XII, Ed. Acción Católica, Madrid, 1952, vol. IV, págs. 399-414; y en la revista Ecclesia, Madrid, núm. 87, 13 marzo 1943); 2) y el 24 de abril de 1955 (en Anuario “Petrus”, Ed. Atlántida, Barcelona, núm. 9, año 1955, documento 13, págs. 40-44); 3) y Discurso al IV Congreso Tomístico Internacional, el 14 de septiembre de 1955 (en Anuario “Petrus”, ed. citada, documento 50, págs. 96-100). Ver adelante Nota final.
(48) Físicos de primera línea y filósofos de la ciencia afirman como científicos la dimensión religiosa. Además de las indicaciones contenidas en los autores citados en la nota 47, véanse: la obra citada de Cerejeira. -E. Boutroux, Science et Religion dans la philosophie contemporaine, Paris, 1908 (Ed. esp., Buenos Aires, 1964). -T. Moreux, Les confins de la Science et de la Foi, 1925. -Robert de Flers, encuesta sobre “si la Ciencia se opone al sentimiento religioso”, en Le Figaro de París, 22 mayo 1926. -Bergson, Les deux sources de la Morale et de la Religion, Paris, 1932. -James Jeans, El misterio del Universo, 1930. -R. Milukan, La Ciencia y la nueva civilización, 1930. A. Compton, La libertad del hombre, 1935. -P. Lecomte Du Noüy L’homme devant la science, Bibliot. de Philos. Scient., Flammarlon Paris 1939; L’avenir de l’esprit, Gallimard, Paris, 1941; L’honme e; sa dest!née. La. Colombé, 1948. -Max Planck, Religion und Naturwissenschaft, Leipzig, 1942. -Alexis Carrel, L’homme cet inconnu (ed. esp. La incógnita del hombre, Edit. Joaquín Gil, Buenos Aires, 1946).-E. Whittaker, Le commencement et la fin du monde, Ed. Albin Michel, Paris, 1953; Space and Spirit, London 1946. -P. Prini, Gabriel Marcel et la Méthodologie de l’invérifiable, Desclee de Brouwer, Paris, 1953.-P. Chauchard, ¿Destruye la ciencia a la religión?, ed. esp., “Enciclopedia del católico en el siglo XX”, núm. 91, Edit. Casal i Vall, Andorra, 1958. J. G. Barbour, Problemas sobre Religión y Ciencia, Sal Terrae, Santander, 1971.-P. Jordán, El hombre de ciencia ante el problema religioso, Ed. Guadarrama, Madrid, 1972.-eitas de Marconi, E. Schrodinger, Hathaway, W. Von Braun (éste según la manifestación de Von Rintelen en el “III Symposium Internacional de la Ciencia del Hombre”, Barcelona, 1972), en el libro de J. M. Ciurana, El fin del materialismo filosófico y ateo, Ed. Bosch, Barcelona, 1974, págs. 46-49.
Cultivadores de la Psicología analítica (como Jung, Psíchologie and Religion, y otros) comprueban que la experiencia religiosa es una función específica del hombre, algo no discutible (y menos por quien diga que él no la ha tenido), algo que se presenta como símbolo permanente en todo tiempo a través de todas las diferencias culturales. Cf. Ch. Beaudouin, Psychanalyse du symbole religieux, Artheme Fayard, Paris, 1957 (ed. italiana Psíoanalisi del símbolo religioso, Ediz. Paoline, Roma, 1959, pp. 303-318).-Cf. infra, nota 89 y la Nota final.
- B.-Al distinguir y relacionar Fe y Ciencia es muy importante evitar equívocos. La Fe cristiana no es “ciencia”, en cuanto no se reduce a aquel tipo o método de conocimiento al que suele reservarse el nombre de Ciencia y que es incapaz de abarcar toda la riqueza de la realidad; pero, en su complejidad de viva relación interpersonal, la Fe incluye verdadero conocimiento: no es un acto irracional ni un salto volitivo a ciegas. Véase una breve indicación en J. Guerra, El saber teológico según Santo Tomás, Cuenca, 1977, págs. 82-86. Estudios: A. Brunner, Glaube und Erkenntnis, Ed. Kosel, Munich, 1951 (ed. esp. Conocer y creer, Razón y Fe, Madrid, 1954); H. Fries, Glaube und Wissen, Ed. Morus, Berlin, 1960; A. López Quintás, Metodología de lo suprasensíble, Editora Nacional, Madrid, 1963.
(49) El clima científico ha facilitado la apologética y el itinerario racional hacia Dios desde la Ciencia. Recordemos, ya en el siglo XIX: Cardo N. Wiseman, Twelve lectures on the connection between science and revealed religion, London; 1838; F. Duilhé De Saint-Projet, Apologie scientifique de la foi chrétienne, Paris, 1889; M. MIR, Armonía entre la ciencia y la fe, Madrid, 1892 (2.a ed.).
Artículos valiosos en el gran Dictionnaire Apologétique de la Foi Catholique, dirigido por D’alés, ed. en Paris desde 1909 a 1931.
- de Lapparent, Scíence et Apologétique, Paris, 1910, (s.a e~.) A. gemelli, Religione e scienza, Milano, 1922.-Guibert y L. Chinchole, Les Origines (ed. esp. Los Orígenes, Edit. Litúrgica Española, Barcelona, 1925). -J. guibert, Les croyances religieuses et les sczences de la nature, Paris, 1905.-A. tiberghien, La sczence mene-t-elle a Dieu?, Bloud et Gay, Paris, 1933. -C. J. Degenhardt, Los cuatro arcanos del mundo, Edit. Difusión, Buenos Aires, 1945. -B. DE Solages, L’ âme, Dieu, la destinée, ed. Spes, Paris, 1954, lib. 2º, cap. 1º -M. Grison, Témoignage de l’Univers, Beauchesne, Paris, 1948. -D. Dubarle, Humanisme sczentzfzque et raison chrétienne, Desclée de Brouwer, Paris, 1953.-P. Chauchard, La foi du savant chrétien, Aubier, Paris, 1957. -V. Marcozzi, II problema di Dio e le scienze, Morcelliana, Brescia, 1958 (7ª ed.). -C. Tresmontant, Comment se pose aujourd’hui le probleme de l’existence de Dieu?, Ed. du Seuil, Pans, 1966.-R. Chauvin, Dieu des savants, Dieu de l’expérience, Ed. Mame, Paris (ed. esp. en Edic. Paulinas, Bogotá, 1962). -J. Mª Ciurana Fernández, El fin del materialismo…, citado en la nota 48.-J. Haas, Biología y Fe, Ed. ELER, Barcelona 1966. -J. Simón, A Dios por la Ciencia, Ed. Lumen, Barcelona, 1969. J. López Pedraz, ¿De veras el Cristianismo no convence? Sal Terrae, Santander, 1972.
Óptima exposición sobre “Las pruebas de la existencia de Dios a la luz de la ciencia natural moderna”, en el discurso del Papa Pio XII a la Academia Pontificia de Ciencias, el 22 de noviembre de 1951. (Ver la revista Ecclesia, Madrid, 1 dic. 1951; y Anuario “Petrus”, Ed. Atlántida, Barcelona, núm. 5, año 1951, documento 122, pág. 195-201). Ver también, infra, notas 86, 87 y 88 y la Nota final.
(50) Entre los convertidos al Catolicismo después de la revisión crítica de la ciencia, pueden mencionarse: P. Claudel, Ch. Péguy, J. Lotte, Dumesnil, F. Jammes, J. Maritain, E. Psichari, L. Bertrand, H. Ghéol, P. van der Meer de Walkeren, Joergensen, A. Gemelli, G. Papini, Chesterton, R. de Maeztu, etc.
(51) Ya no es fácil encontrar ateos como el que pinta H. Bidou: “L’athée parle de la nature comme d’une mere qui est aux cieux” (citado por A. Sertillanges en Catéchisme des incroyants, ed. de 1950, tomo 1, p



