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Tratado de la Verdadera devoción a la Santísima Virgen XXXVII: Motivos de esta perfecta consagración V

25 miércoles Sep 2013

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consagración, Isaac, Jacob, obedecer, Rebeca, santísima virgen, verdadera devoción

191. En cuanto a Jacob, el menor de la familia: 1.º Era de una contextura débil, dulce y apacible, y generalmente permanecía en casa para granjearse el cariño de Rebeca, a la que amaba tiernamente; si salía alguna vez, no era por su propia voluntad ni por confianza en su habilidad, sino por obedecer a su madre.

192. 2.º Amaba y honraba a su madre, y por esto se quedaba en casa; evitaba todo lo que podía desagradarla, y hacía cuanto creía que la agradaba, todo lo cual aumentaba en Rebeca el amor que tenía a su hijo.

193. 3.º En todo estaba sometido a su querida madre; la obedecía en todo y por todo, pronta y amorosamente y sin quejarse; a la menor señal de su voluntad, el pequeño Jacob corría y trabajaba; creía todo lo que ella le decía, por ejemplo, cuando le dijo que fuese a buscar dos cabritos y los trajese para disponerlos para las comidas de su padre Isaac, Jacob no le replicó que tenía bastante con uno, sino que sin razonar hizo lo que ella le ordenó.

194. 4.º Tenía una gran confianza en su amada madre; como no confiaba en su propio saber, se atenía solamente a la solicitud y a la protección maternal; reclamaba su socorro en todas sus necesidades y la consultaba en todas sus dudas; por ejemplo, cuando le preguntó si en vez de la bendición no recibiría la maldición de su padre, la creyó y confió en ella apenas le dijo que ella tomaba sobre sí esta maldición.

195. 5.º En fin, imitaba según su alcance las virtudes que veía en su madre, y parece que una de las razones por la que permanecía tranquilo en la casa, era la de imitar a su querida madre; que era virtuosa, y así se separaba de las malas compañías que corrompen las costumbres. Por eso se hizo digno de recibir la doble bendición de su querido padre.

 

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XXXIII: Motivos para esta perfecta consagración II

28 miércoles Ago 2013

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consagración, devoción, motivos, perfecta, virgen

Parte Segunda

DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Motivos de esta perfecta consagración

171. Séptimo motivo. – Lo que puede empeñarnos más todavía a abrazar esta devoción, son los grandes bienes que de ella ha de reportar nuestro prójimo. Porque por esta práctica se ejerce la caridad para con él de una manera eminente, toda vez que se le da por manos de María todo lo que se tiene de más caro, que es el valor satisfactorio e impetratorio de todas las buenas obras, sin exceptuar el menor pensamiento bueno, ni el más pequeño sufrimiento; en virtud de ella se consiente que todo lo que se ha adquirido y se adquiera hasta la muerte, en punto de satisfacciones, se emplee, según la voluntad de la Santa Virgen, en la conversión de los pecadores o en librar las almas del Purgatorio. ¿No es esto amar al prójimo perfectamente? ¿No es esto ser verdadero discípulo de Jesucristo, que se distingue por la caridad? ¿No es este el medio de convertir a los pecadores sin temor de incurrir en la vanidad, y de librar las almas del Purgatorio sin hacer casi otra cosa que lo que cada cual está obligado a hacer en su estado?

172. Para comprender la excelencia de este motivo sería menester conocer cuán grande bien es convertir a un pecador o librar un alma del Purgatorio, que es bien infinito, mayor que el crear el cielo y la tierra, por cuanto se da a un alma la posesión de Dios. Aun cuando no se sacase mediante esta práctica más que un alma del purgatorio en toda la vida, o no se convirtiese más que a un solo pecador, ¿no sería esto sólo bastante para empeñar a abrazarla a todo hombre verdaderamente caritativo?
Pero es menester notar que nuestras buenas obras reciben al pasar por las manos de María un aumento de pureza, y por lo mismo, de mérito y valor satisfactorio e impetratorio, y esta es la razón porqué llegan a ser más capaces de aliviar las almas del Purgatorio y de convertir a los pecadores, que cuando no pasan por las manos virginales y liberales de María. Lo poco que se da por medio de la Santísima Virgen, sin propia voluntad y por una caridad desinteresada, llega a ser verdaderamente poderosísimo para aplacar la cólera de Dios y atraer su misericordia, de tal modo, que una persona que sea muy fiel a esta práctica, se encontrará, quizás a la hora de la muerte, con que habrá por ese medio sacado muchísimas almas del Purgatorio y convertido muchísimos pecadores, aunque no haya practicado más que acciones ordinarias. ¡Qué gozo tendrá en ese caso el día del juicio! ¡Qué gloria en la eternidad!

173. Octavo motivo. – En fin, lo que nos induce más poderosamente en cierto modo a esta devoción a la Santísima Virgen, es el ser un medio admirable para perseverar en la virtud y ser siempre fiel a Dios. Porque ¿en qué consiste que la conversión de la mayor parte de los pecadores no suele ser durable? ¿De qué dimana que se caiga tan fácilmente en el pecado? ¿Cuál es el motivo de que la mayor parte de los justos, en vez de adelantar de virtud en virtud y de adquirir nuevas gracias, pierdan muchas veces las pocas virtudes y gracias que tenían?
Esta desgracia procede de que, estando tan corrompido el hombre, y siendo por lo mismo tan débil y tan inconstante, se fía, sin embargo, de sí mismo, se apoya en sus propias fuerzas y se cree capaz de guardar el tesoro de sus gracias, de sus virtudes y sus méritos. Y como por esta devoción el cristiano confía a la Virgen todo lo que posee, y la hace depositaria universal de todos sus bienes de naturaleza y de gracia, confía en su fidelidad, se apoya sobre su poder y se funda sobre su misericordia y su caridad, a fin de que Ella conserve y aumente sus virtudes y méritos a pesar del demonio, del mundo y de la carne, que hacen esfuerzos para arrebatárnoslos.
Como el buen hijo a su madre, y un servidor fiel a su dueño le dice el alma: Guardad el depósito. Mi buena Madre y Señora amabilísima, reconozco que por vuestra intercesión he recibido hasta ahora más gracias de las que yo merecía, y la triste experiencia me enseña que llevo este tesoro en un vaso muy frágil, que soy demasiado débil y miserable para conservarlo por mí mismo. Soy pequeño y despreciable (Ps. 118,141) recibid, pues, os ruego, en depósito todo lo que poseo, y conservádmelo con vuestra fidelidad y vuestro poder. Si Vos me lo guardáis, nada de él perderé; si Vos me sostenéis, no caeré; si Vos me protegéis, estaré a cubierto de mis enemigos.

174. Esto es lo que San Bernardo dice formalmente para inspirarnos esta práctica: «Si María os sostiene, no caeréis; si María os protege, no temáis; si María os conduce, no os fatigaréis; si María os es favorable, llegaréis hasta el puerto de salvación».
San Buenaventura viene a decir lo mismo en términos más claros: «La Santísima Virgen, dice, no está colocada solamente en la plenitud de los Santos, sino que Ella es la que defiende y guarda a los Santos en su plenitud, a fin de evitar la disminución de sus virtudes; Ella impide que las virtudes de los justos se amengüen, que sus méritos perezcan, que sus gracias se pierdan, que los demonios les hagan daño; en fin, impide que Nuestro Señor los castigue cuando pecan».

 

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XXX: Motivos de la perfecta consagración a la Santísima Virgen

30 martes Jul 2013

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consagración, maría, perfecta, santísima virgen, virgen

Parte Segunda

DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Motivos de esta perfecta consagración

156. ¿Por qué creéis que Jesucristo vivió tan poco sobre la tierra, y que los pocos años que pasó en este mundo los pasó casi todos en la sumisión y en la obediencia a su Madre? ¡Ah! Es que, a pesar de haber llegado pronto a su término, vivió largo tiempo y más que aquel cuyas pérdidas vino a reparar, por más que Adán viviera más de novecientos años. Jesucristo vivió largo tiempo porque siempre estuvo sometido a su Santísima Madre, por obedecer en Ella a Dios su Eterno Padre; porque el que honra a su Madre se parece a un hombre que atesora, dice el Espíritu Santo; es decir, que el que honra a su Madre hasta someterse a Ella, a obedecerla en todo, prontamente se hará rico: porque acumula tesoros todos los días por el secreto de esta piedra filosofal: Quien honra a la Madre es como si atesorara (Ecclo. 3,5); porque en el seno de María, que ha cercado y engendrado un hombre perfecto, y que ha tenido la capacidad de contener a Aquel que lodo el universo no es capaz de comprender ni contener, en el seno de María, repito, es en donde los jóvenes se hacen ancianos consumados en luz, en santidad, en experiencia y en sabiduría, y en pocos años llegan hasta la plenitud de la edad de Jesucristo (Ps. 91,11; Ierem. 31,22).

157. 3.º Esta devoción a la Santísima Virgen es un camino perfecto para ir y unirse a Jesucristo, toda vez que la divina María es la más perfecta y la más santa de las puras criaturas, y que Jesucristo que vino perfectamente a nosotros, no tomó otro camino para su grande y admirable viaje.
El Altísimo, el Incomprensible, el Inaccesible, El que es, ha querido venir a nosotros, pequeños gusanos de la tierra que nada somos. ¿Cómo se ha obrado esto? El Altísimo ha descendido perfecta y divinamente por María hasta nosotros sin perder nada de su divinidad y de su santidad, y por María deben los más pequeños subir perfecta y divinamente al Altísimo sin temor alguno. El lncomprensible se ha dejado comprender y contener perfectamente por María, sin perder nada de su inmensidad, y por esta humilde Virgen debemos nosotros dejarnos conducir hacia Dios perfectamente, sin reserva alguna. El lnaccesible se ha acercado a nosotros, se ha unido estrechamente, perfectamente y aun personalmente a nuestra humanidad por María, sin perder nada de Su Majestad; también por María podemos acercarnos a Dios y unirnos a Su Majestad perfecta y estrechamente sin temor de ser rechazados. En fin, Aquel que es, ha querido venir a lo que no es, y hacer que lo que no es llegue a ser Dios en Aquel que es, y lo ha hecho perfectamente entregándose y sometiéndose enteramente a la humilde Virgen María, sin cesar de ser en el tiempo Aquel que es por toda la eternidad; asimismo, pues, por María, aunque nada seamos, podemos hacernos semejantes a Dios, por la gracia y la gloria, entregándonos a Ella tan perfecta y enteramente que no seamos nada en nosotros mismos, y seamos todo en Ella, sin temor de extraviarnos.

158. Aunque se me trazara un camino nuevo para ir a Jesucristo, y supongamos que este camino estuviera enlosado con todos los méritos de los bienaventurados, adornado con todas sus virtudes heroicas, alumbrado y hermoseado con todas las luces y bellezas de los ángeles, y que todos los ángeles y santos estuvieran en él para conducir, defender y sostener a aquellos y aquellas que quisieran andar por él; yo me atrevo a afirmar de todas veras, y sé que digo la verdad, que, antes que ir por este camino tan perfecto, yo preferiría ir por el camino inmaculado de María: vía o camino sin mancha ni suciedad, sin pecado original ni actual, sin sombras ni tinieblas; y si mi amable Jesús con toda su gloria viene otra vez al mundo (como es cierto que ha de venir) para reinar en él, no escogerá otro camino para su viaje más que el de la divina María, por el cual tan segura y perfectamente ha venido la vez primera. La diferencia que habrá entre una y otra venida es que la primera fue secreta y oculta y la segunda será gloriosa y resplandeciente; pero las dos perfectas, porque las dos quedarán realizadas por María. ¡Ah! He aquí un misterio que no se comprende todavía: Enmudezca aquí toda lengua.

159. 4.º Esta devoción a la Santísima Virgen es un camino seguro para ir a Jesucristo y adquirir la perfección uniéndose a El.
1. Porque esta práctica que enseño, no es nueva; es tan antigua, que no se pueden marcar sus principios, como dice M. Boudon (muerto en olor de santidad) en un libro que escribió acerca de esta devoción; es cierto, sin embargo, que hace más de setecientos años se encuentran vestigios de ella en la Iglesia. San Odilón, abad de Cluny, que vivía por los años 1040, ha sido uno de los primeros que la practicaron públicamente en Francia, como se consigna en su vida.
El Cardenal Pedro Damiano refiere que el año 1036, el bienaventurado Marín, su hermano, se hizo esclavo de la Santísima Virgen, en presencia de su director, de una manera muy edificante, poniéndose una cuerda al cuello, tomando la disciplina y poniendo sobre el altar una suma de dinero como señal de su rendimiento y de la consagración a esta augusta Soberana. Y continuó tan fielmente toda su vida la práctica de esta devoción, que mereció a su muerte ser visitado y consolado por la Señora, y recibir de sus labios la promesa del Paraíso en recompensa de sus servicios. Cesáreo Bolando hace mención de un ilustre caballero, Vautier de Birbac, que hacia el año 1500 hizo esta consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. Esta devoción ha sido practicada por muchos particulares hasta el siglo XVII, en que se hizo pública.

 

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XXII

04 martes Jun 2013

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Parte Segunda

DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN

De la perfecta consagración a Jesús por María

115. Hay muchas prácticas interiores de la verdadera devoción a la Santísima Virgen; he aquí en resumen las principales:
1.ª Honrarla como digna Madre de Dios con culto de hiperdulía, es decir, estimarla y venerarla más que a todos los demás Santos, como la obra más perfecta de la gracia y la primera después de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre; 2.ª, meditar sus virtudes, sus privilegios y sus acciones; 3.ª, contemplar sus grandezas; 4.ª, rendirla actos de amor, de alabanza y de reconocimiento; 5.ª, invocarla de corazón; 6.ª, ofrecerse y unirse a Ella; 7.ª, obrar en todo con la mira de agradarla; 8.ª, comenzar, continuar y concluir todas las obras por Ella, en Ella, con Ella y para Ella, a fin de hacerlas por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para Jesucristo, que es nuestro último fin. Más adelante explicaremos esta práctica.

116. La verdadera devoción a la Santísima Virgen tiene también muchas prácticas exteriores, de las cuales las principales son las siguientes:
1.ª Alistarse en sus Cofradías y Congregaciones; 2.ª, entrar en las Ordenes religiosas instituidas bajo su nombre; 3.ª, publicar sus alabanzas; 4.ª, hacer en honra suya limosnas, ayunos y mortificaciones espirituales o corporales; 5.ª, llevar consigo su librea, a saber: el santo rosario, o la corona, el escapulario o la cadenilla; 6.ª, rezar con atención, devota y modestamente el santo rosario, compuesto de quince decenas de Avemarías en honor de los quince principales Misterios de Jesucristo, o la corona de cinco decenas o tercera parte del rosario, en honor de los cinco Misterios gozosos, que son: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, la Purificación y el Niño perdido y hallado en el templo; o los cinco Misterios dolorosos: la agonía de Jesucristo en el huerto de los Olivos, su flagelación, la coronación de espinas, la subida al Calvario con la cruz a cuestas, y la crucifixión; o los cinco Misterios gloriosos, a saber: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, su Ascensión, el Descendimiento o venida del Espíritu Santo, la Asunción de la Santísima Virgen al cielo en cuerpo y alma, y su Coronación por las tres Personas de la Santísima Trinidad. Se puede también decir una corona de seis o siete decenas, en honra de los años que se cree que la Santísima Virgen vivió sobre la tierra; o la pequeña corona de la Santísima Virgen compuesta de tres Padrenuestros y doce Avemarías en honor de la corona de las doce estrellas o los doce privilegios de la Virgen; o el Oficio de la Santísima Virgen, tan universalmente recibido y rezado en la Iglesia; o el pequeño salterio que San Buenaventura compuso en su honra, y en el cual es tan tierno y tan devoto, que no se puede rezar sin sentirse el alma enternecida; o catorce Padrenuestros y catorce Avemarías en honor de sus catorce gozos; o algunas otras oraciones, himnos y cánticos de la Iglesia, como la Salve Regina, el Alma, el Ave Maris Stella, el Magnificat o algunas otras prácticas de devoción, de que están llenos los libros piadosos; 7.ª, cantar y hacer cantar en su honor cánticos espirituales; 8.ª, hacerle cierto número de genuflexiones o reverencias, diciéndole, por ejemplo, todas las mañanas sesenta o cien veces Ave, Maria, Virgo fidelis (Dios te salve, María, Virgen fiel), para alcanzar por su mediación la fidelidad a las gracias de Dios durante el día; y por la tarde, Ave, Maria, Mater misericordiae (Dios te salve, María, Madre de misericordia), para pedir perdón a Dios por medio de Ella, de los pecados cometidos durante el día; 9.ª, ser solícito en asistir a sus Congregaciones, adornar sus altares, coronar y embellecer sus estatuas; 10.ª, conducir o hacer conducir sus imágenes en procesión, o llevar una sobre sí mismo, como arma poderosa contra el demonio; 11.ª, hacer imágenes suyas, o dedicarlas a su nombre, y colocarlas o en las iglesias, o en los aposentos, o sobre las puertas y entradas de los pueblos, de las iglesias y de las casas; 12.ª, consagrarse a Ella de una manera especial y solemne.

117. Hay gran número de otras prácticas de verdadera devoción a la Santísima Virgen, que el Espíritu Santo ha inspirado a las almas santas y que son muy edificantes, las cuales se podrán leer más detalladamente en el Paraíso abierto a Filagia, compuesto por el Rdo. P. Pablo Barry, de la Compañía de Jesús, que ha recogido en esa obra gran número de devociones que los Santos han practicado en honor de la Santísima Virgen, las cuales sirven admirablemente para la santificación de las almas siempre que se hagan como es menester, es decir: 1.º, con buena y recta intención de agradar sólo a Dios, de unirse a Jesucristo, como último fin, y de edificar al prójimo; 2.º, con atención y sin distracción voluntaria; 3.º, con piedad, sin ligereza y sin negligencia; 4.º, con modestia y compostura corporal, respetuosa y edificante.

118. En fin, protesto altamente que después de haber leído casi todos los libros que tratan de la devoción a la Madre de Dios, y de haber conversado familiarmente con las más sabias y santas personas de estos últimos tiempos, no he conocido ni sabido práctica alguna hacia la Santísima Virgen semejante a la que voy a exponer, que exija de un alma más sacrificios para con Dios, que la vacíe más de sí misma y de su amor propio, que la conserve más fielmente en la gracia, y la gracia en ella, que la una más perfecta y fácilmente a Jesucristo, y finalmente, que sea más gloriosa a Dios, más apta para la santificación propia y más útil para el prójimo.

119. Como lo esencial de esta devoción consiste en el interior, no será igualmente comprendida por todos; algunos se quedarán en lo que tiene de exterior, sin pasar más adelante, y éstos serán el mayor número; otros, que serán pocos, entrarán en lo más recóndito, pero no subirán más de un grado. ¿Quiénes subirán hasta el segundo? ¿Quién alcanzará el tercero? En fin, ¿quién será el que permanezca en él habitualmente? Solamente aquél a quien el Espíritu Santo revele este secreto, el alma a quien el mismo Espíritu conduzca a ese estado, para progresar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, hasta llegar a la transformación de sí mismo en Jesucristo y a la plenitud de su perfección sobre la tierra y de su gloria en el cielo.

 

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