Contracorriente

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El Estado de Bienestar Democrático y los Católicos

24 miércoles Abr 2013

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El Estado de bienestar en el cual viven las minorías que gobiernan las naciones es antihumano. Mientras a ellos no les falta nada y les sobra de todo, millones de personas mueren de hambre o por no poder comprar las medicinas necesarias. En torno al bienestar de estos nuevos faraones, hay un tercer y cuarto mundo en el que el pan de cada día es la miseria y el desánimo.

Hay muchos politiquillos que viven lujosamente a costa de los impuestos de unos trabajadores que les cuesta mucho llegar a final de mes. Es la ley del más fuerte, la ley salvaje de la selva, como constatamos cada día, con la masacre de niños y niñas en los abortorios.

No sería nada bueno que ese espíritu mundano del bienestar penetrara en las familias cristianas, creándose falsas necesidades y acaparando cosas innecesarias. Tener más porque otros lo tienen. Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a compartir nuestros bienes con los necesitados: Misiones, Cottolengo, Misioneras de la Caridad y las innumerables asociaciones de caridad católicas como Cáritas. Debemos desprendernos de las cosas de este mundo para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor de Dios.

La caridad cristiana lleva a la austeridad –que no es tacañería- evitando caprichos, gastos superfluos y desprendiéndose de lo innecesario para compartir nuestros bienes con los vagabundos que viven y duermen en nuestras calles, los parados, los marginados por el Estado del bienestar.

La beata Teresa de Calcuta es uno de los muchos testimonios luminosos que el Señor nos ha dejado en estos tiempos de egoísmo, avaricia, hedonismo, materialismo “para despertarnos de nuestra mediocridad”. La pobreza es una virtud cristiana que debemos practicar para socorrer a los pobres que apenas tienen para alimentarse y vestirse.

La misma Madre Teresa de Calcuta nos dijo que la gran pobreza de nuestro mundo es que se ha alejado de Dios. Hoy más que nunca, el mundo necesita testimonios entusiastas de amor a Dios. Tenemos el sagrado deber de colaborar en la nueva evangelización para llevar a hombres y mujeres a Dios. Es necesario nuestro testimonio cristiano en todos los ambientes. Su Santidad Francisco, nos dice: “¡Nosotros debemos tener ese coraje de ir y anunciar a Cristo resucitado, porque Él es nuestra paz. Él ha traído la paz con su amor, con su perdón, con su sangre y su misericordia! ¡Vayan a las plazas y anuncien a Jesucristo nuestro salvador!”

Hacen falta misioneros en el tercer y cuarto mundo. El Occidente secularizado y mundano necesita saber que Dios ama a todos los hombres y mujeres, creados a su imagen y semejanza. La mies es mucha y los trabajadores pocos. ¡Alístate! Ten el coraje de ir contracorriente en esta guerra de Dios. Nuestra Madre la Virgen Santísima nos protegerá bajo su manto.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

El Pecado de los Ángeles II

24 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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«El primer punto será traer la memoria sobre el primer pecado, que fue de los ángeles, y luego sobre el mismo entendimiento discurriendo, luego la voluntad, queriendo todo esto, memorar y entender, por más avergonzarme y confundir; trayendo en comparación de un pecado de los ángeles tantos pecados míos, y donde ellos por un pecado fueron al infierno, cuántas veces yo lo he merescido por tantos. Digo traer en memoria el pecado de los ángeles; cómo siendo ellos criados en gracia, no se queriendo ayudar con su libertad para hacer reverencia y obediencia a su Criador y Señor, veniendo en superbia, fueron convertidos de gracia en malicia, y lanzados del cielo al infierno; y así, consequenter, discurrir más en particular con el entendimiento, y consequenter moviendo más los afectos con la voluntad».

El beato Juan Pablo II dijo: “que el hombre contemporáneo experimenta la amenaza de una imposibilidad espiritual y de la muerte de la conciencia y esta muerte es algo más profundo que el pecado: es la eliminación del sentido del pecado”. San Ignacio quiere que el ejercitante alcance un conocimiento vital y profundo del pecado con la meditación del pecado de los ángeles, de Adán y Eva y el pecado particular. Nuestro nuevo doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila, pregunta: “¿Pecaste y no temes? No has conocido a Dios; ¿Ofendiste a Dios y no tienes el corazón partido de dolor? No lo has conocido”. San Ignacio de Loyola decía: «Daría por muy bien empleada mi vida por evitar un solo pecado mortal”.

Es dogma de fe que existen los ángeles, sustancias intelectuales, inferiores a Dios, superiores al hombre, puramente espirituales: “Por su bondad y virtud omnipotente… desde el principio del tiempo, creó (Dios) de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, esto es, la angélica y la humana” (Concilio IV de Letrán; 428). El mismo concilio dice que: “El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; más ellos por sí mismos se hicieron malos” (428). Un espíritu puro no puede cometer otro pecado que el de la soberbia, apetecer desordenadamente su propia excelencia. Según santo Tomás de Aquino, el diablo habría apetecido para si la unión hipostática, o negado su obediencia al Verbo encarnado. “Viniendo en  superbia” los ángeles pecaron, dice san Ignacio.

“Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas” (2 Pd, 2-4). En un instante cayó sobre ellos el rayo de la Justicia Divina: “fueron convertidos de gracia en malicia, y lanzados del cielo al infierno” (San Ignacio). ¡Horrible transformación! Belleza- fealdad, bondad-malicia, sabiduría-ignorancia…” y así consecuenter discurrir más en particular con el entendimiento, queriendo todo esto memorar y entender” (san Ignacio).

Los ángeles fueron creados para alabar, hacer reverencia y servir a Dios en el Cielo. Dios les concedió la libertad para que usándola ordenadamente, pudieran merecer la vida eternamente feliz. “¡Non serviam!” fue su respuesta, ¡no quiero obedecer, no quiero servir a Dios! Si en el primer pecado mortal que cometí, Dios me hubiera privado de la vida, hubiera caído en el infierno eternamente. ¡Y he pecado tantas veces! Mi alma ha estado podrida, corrompida ¿Dios mío, quién soy yo para Ti? A los ángeles aplicó su justicia; a mí, su misericordia infinita ¿Cómo voy a presentarme en  su presencia? : «Avergonzado y confundido, en haberle mucho ofendido, de quien primero recibí muchos dones y mercedes” (san Ignacio).

¿Qué será el pecado que tiene un castigo eterno? ¿Qué efectos han producido en mi memoria, entendimiento y voluntad mis muchos pecados? ¡Dios mío, perdóname! Dame tu gracia para jamás volver a ofenderte. ¡Jesús en ti confío! ¡Virgen Santísima bajo tu amparo nos acogemos! “El diablo, a quien os sujetáis cuando pecáis, ¿Quién os parece que es? Es la más malaventurada criatura del mundo, enemigo de Dios, condenado, maldito, espantable enemigo de todo bien, contrario a Dios. El diablo es un gran pecador; los que pecan son sus hijos” (San Juan de Ávila).

Santa Teresa de Jesús: “Pareceros a, hermanas, que a estas almas a quienes el Señor se comunica tan particularmente, que estarán ya tan seguras de que han de gozar para siempre, que no tendrán que temer ni que llorar mis pecados, y será muy grande engaño, porque el dolor de los pecados crece más mientras más recibimos de nuestro Señor”.

El gran teólogo Romano Guardini en su obra el Señor, dice: “Comprenderemos a Cristo en la medida en que comprendamos el pecado”, que es lo mismo que decir: quien no reconoce su pecado, no conocerá a Cristo de verdad, ni lo amará de verdad.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

La Voz de los Sin Voz XVIII

24 miércoles Abr 2013

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                  Salomé: Desde su pontificado en la diócesis de Huesca, he seguido con gran entusiasmo la pastoral de monseñor Sanz Montes, arzobispo de Oviedo. Me encanta su estilo sencillo, profundo y valiente. Por obligaciones profesionales, estas pasadas semanas he leído muy poco. La entrevista concedida por nuestro arzobispo a Europa Press no tiene desperdicio. Transcribo parte de ella.

                  Monseñor Sanz Montes, afirma que está “enormemente sorprendido al comprobar como después de casi año y medio de gobierno conservador aún no se han puesto en marcha los trámites necesarios para modificar la Ley del Aborto… es igual de malo el generar políticas abortivas como el no salir al encuentro para corregirlas… si defendemos la bandera de la vida, tendremos como enemigos a esa oposición política, mediática y estructural, que dice sí al aborto y a la eutanasia, mientras que si decimos no a la corrupción y no a a determinadas alianzas, tendremos enfrente otra opción política. Son enemigos pero en distintas trincheras”.

                  Efectivamente, los que estamos en la guerra de Dios, tenemos enemigos en todas partes. El Prelado ha recordado lo que el PP enarboló en su día la bandera electoral, contra el aborto a  la hora de captar determinados votos. Mi padre, que ya peina algunas canas, me ha dicho que a él, no le sorprende nada la falta de memoria del PP. Afirma que, desde que los partidos políticos impusieron en España eso que llaman democracia, los políticos de todos los partidos, mienten torrencialmente. A mi padre no le ha engañado ninguno, pero hay muchos católicos, eclesiásticos, seglares, monjitas, que se han dejado engañar infantilmente. Perdonadme que me haya alargado tanto.

                  Juan: Yo te agradezco que nos hayas proporcionado una noticia tan consoladora. Y es verdad que hoy se miente torrencialmente. La primera gran mentira es la de que la fuente de todo poder está en el pueblo, en lo que diga la mayoría. La fuente de todo poder es Dios. Con la elección de los gobernantes: “se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ejerce” (León XIII, Diuturnum Illud, nº 3 y 4).

                  Salomé: Está clarísimo, el mismo Papa León XIII, lo enseña en otra de sus encíclicas: el poder no viene del pueblo sino de Dios, el gobernante debe su cargo y su título no al pueblo si no a Dios, por ley divina y natural (Inmortale Dei).

                  Santiago: El gobernante tiene como cometido principal, ordenar correctamente la sociedad a su fin que es el bien común y no el reparto de la tarta económica entre los partidos políticos, como vemos por todas partes.

                  Judit: Es verdad lo que estudiamos en nuestra juventud que, el hombre olvidado de Dios, se vuelve lobo para el hombre. En nuestros días esta verdad se ve perfectamente en que la actividad del Estado moderno sin Dios, consiste sustancialmente en el dominio del hombre por el hombre.

                  Pablo: Vamos a la catástrofe social y política por que las ideologías revolucionarias desprecian la naturaleza creada por Dios y pretenden cambiarla total y radicalmente, construyendo un mundo artificial y corrupto.

                  Rut: La Sagrada Escritura, afirma que sólo un necio niega la existencia de Dios (Salmo 14,1 y 53,1) y así no va con tantos políticos que desprecian a Dios y su santa Ley que además de ser necios, corrompen la vida natural de los pueblos.

                  Andrés: Por eso, esos necios también desprecian a España y su obra evangelizadora sin par, porque como dice Antonio de Mendoza: “España contribuyó a dar un salto de cuatro milenios, pasando del paleolítico o neolítico a la edad moderna de la mano del Estado más avanzado y civilizado de su época y lo que es más importante, que trataba por primera vez a los vencidos como iguales, en contraste con lo que ocurría entre las diferentes tribus y etnias, en que los vencidos eran sacrificados o pasados a ser esclavos”.

Magdalena Presidenta

Imitación de Cristo XVII

24 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Capítulo 23

De la meditación de la muerte

 1. Muy presto será contigo este negocio; mira cómo te has de componer.
Hoy es el hombre y mañana no parece.
En quitándolo de la vista, presto se va también de la memoria.
¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente y no se cuida de lo porvenir!
Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana?
Mañana es día incierto, ¿y qué sabes si amanecerás mañana?

2. ¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos?
¡Ah! La larga vida no siempre nos enmienda; antes muchas veces añade pecados.
¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
Muchos cuentan los años de su conversión; pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.
Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar.

3. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche; y cuando fuere de noche, no te atrevas a prometerte la mañana.
Por eso está siempre prevenido y vive de tal manera que nunca te halle la muerte inadvertido.
Muchos mueren de repente, porque «en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12,40).
Cuando viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu vida pasada y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.

4. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo cual desea lo halle Dios en la muerte!
Porque el perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor de la observancia, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, la abnegación de sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de Cristo, gran confianza te darán de morir felizmente.
Muchas cosas buenas puedes hacer cuando estás sano; pero cuando enfermo, no sé qué podrás. Pocos se enmiendan en la enfermedad; y los que andan en muchas romerías, tarde se santifican.

5. No confíes en amigos ni en vecinos, ni dilates para después tu salvación, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres.
Mejor es ahora, con tiempo, prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar en el socorro de otros.
Si tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién tendrá cuidado de ti después?
Ahora es el tiempo muy precioso; «ahora son los días de salud; ahora es el tiempo aceptable» (2Cor 6,2).
Pero, ¡ay dolor!, que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en él ganar con qué vivir eternamente.
Vendrá cuando desearías un día o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.

6. ¡Oh hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar, y de cuán grave espanto salir, si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella!
Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que temer.
Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo.
Aprende ahora a despreciarlo todo, para que entonces puedas libremente ir a Cristo.
Castiga ahora tu cuerpo con penitencia, porque entonces puedas tener confianza cierta.

7. ¡Oh necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro?
Cuántos se han engañado y han sido separados del cuerpo cuando no lo esperaban!
¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a cuchillo, otro se ahogó, otro cayó de lo alto y se quebró la cabeza, otro comiendo se quedó pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno murió con fuego, otro con hierro, otro de peste, otro pereció a manos de ladrones; y así la muerte es fenecimiento de todos, y la vida de los hombres se pasa como sombra rápidamente.

8. ¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto?
Haz ahora, hermano, haz lo que pudieres, que no sabes cuándo morirás; no sabes lo que te acaecerá después de la muerte.
Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales.
Nada pienses fuera de tu salvación y cuida solamente de las cosas de Dios.
«Granjéate ahora amigos», venerando a los santos de Dios e imitando sus obras, «para que cuando salieres» de esta vida «te reciban en las moradas eternas» (Lc 16,9).

9. Trátate como huésped y peregrino sobre la tierra a quien no le va nada en los negocios del mundo.
Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí «no tienes domicilio permanente» (Heb 13,14).
Allí endereza tus oraciones y gemidos, cada día con lágrimas, porque merezca tu espíritu, después de la muerte, pasar dichosamente al Señor. Amén.

Introducción a la Meditación de las tres Potencias sobre los Tres Pecados

17 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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La primera meditación de la primera semana de los Ejercicios Espirituales es la A-Mayor-Gloria-de-Dios-una-de-_54278646725_53389389549_600_396aplicación de la memoria, entendimiento y voluntad al pecado de los ángeles, de Adán y Eva al pecado particular. Contiene en sí, después de una oración preparatoria y dos preámbulos, tres puntos principales y un coloquio.

El pecado es la rebelión de la criatura contra su creador; la negación del dominio absoluto del Creador sobre la criatura, la desviación completa del camino del Cielo, el abuso irracional de las criaturas que Dios me ha dado para que me ayuden a salvarme. El pecado es la negación práctica del Principio y Fundamento.

La actividad del ejercitante en estas meditaciones sobre el pecado, que propone San Ignacio, ha de ir dirigida a conocer profundamente la malicia del pecado y el envilecimiento y vileza del pecador, conocida en lo más profundo del corazón.

Si el principio de todo pecado está en la soberbia (Ecles. 1015) es justo que el principio del perdón y la reparación del pecado sea la humillación. Si el ejercitante no llega a avergonzarse y confundirse, por los pecados cometidos, no está capacitado para adquirir el dolor de corazón necesario que le haga cambiar de rumbo en su vida hacia la perfección cristiana. Mil veces morir antes que pecar.

Si he merecido el infierno por mis pecados, jamás me pondré en ocasión de pecado. Si, por una gracia especial, no he cometido un pecado mortal en mi vida: “es mayor merced dar Dios la inocencia, no dejando caer en pecado, que al caído darle perdón. La Virgen Santísima ponía a cuenta de deuda propia y agradecía a Dios, como si los hubiera cometido y fuera perdonada, todos los pecados que pudiera haber cometido y que otros hacían” (San Juan de Ávila).

San Ignacio empieza todas sus meditaciones con la oración preparatoria, que es siempre la misma:”Pedir gracia, a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”. Para que todo mi querer, aspiraciones, intenciones y determinaciones; acciones, ocupaciones exteriores, sea todo ordenado a la mayor gloria de Dios.

El primer preámbulo es composición viendo lugares. Aquí es de notar, que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar a Cristo nuestro Señor, el cual es visible, la composición será ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo, donde se halla la cosa que quiero contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se halla Jesucristo o Nuestra Señora, según lo que quiero contemplar. Aquí será ver con la vista imaginativa y considerar mi alma que está encarcelada en este cuerpo corruptible en este valle, como desterrado entre brutos animales. Digo todo el compuesto de alma y cuerpo.

El segundo preámbulo es pedir a Dios nuestro Señor lo que quiero y deseo. Aquí será pedir vergüenza y confusión de mi mismo, viendo cuantos han sido condenados por un solo pecado mortal y cuantas veces yo merecía ser condenado para siempre por tantos pecados míos.

Los tres puntos del pecado de los ángeles, de Adán y Eva y el pecado particular los veremos las próximas semanas, Dios mediante.

San Ignacio termina siempre sus meditaciones con un coloquio entre el alma y su Creador, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen María, los santos. El coloquio es una conversación entre amigos, entre el hijo y el padre, entre un siervo y su señor, pidiendo alguna gracia, arrepintiéndose de sus pecados, pidiendo consejo sobre las cosas de su alma, etc.

El coloquio que propone san Ignacio en esta meditación, se hace: “imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador ha venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y  ha venido a morir por mis pecados. Hacer otro tanto, considerando lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo y por fin viéndole tal y colgado así en la cruz, ir expresando lo que espontáneamente se ofreciere”. Terminar con un Padrenuestro.

Sólo ante Cristo crucificado por nuestro amor puede entenderse la malicia del pecado: “Cada pecado renueva en cierto modo la pasión de Nuestro Señor, puesto que crucifican de nuevo en sí mismo al Hijo de Dios”(Pío XII).

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Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

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