Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Catecismo Social IV

13 miércoles Mar 2013

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7 -¿Qué entendemos por alma? El alma es, según Aristóteles «aquello por lo cual en último término, la fotovivimos, sentimos, nos movemos y entendemos». O sea, el alma es lo que nos hace obrar racionalmente, así como sentir, pensar, querer y querer con libertad. El alma es lo que da unidad de ser y de operación. El secreto radical del pensar y del existir. Y el alma está unida al cuerpo en todos los planos de la naturaleza y de la gracia. Por esto el hombre necesita comer y trabajar, divertirse e investigar, pero también pensar, y mediante todo este conjunto divinizarse por la gracia que nos alcanzó Jesucristo con su Redención.

8 ¿Cómo es el alma?

El alma goza de unicidad, sustancialidad, espiritualidad, simplicidad e inmortalidad. Es única porque rige toda la vida vegetal, sensible, intelectual del hombre. Es sustancial porque es el soporte de todo el hombre. La separación de alma y cuerpo, produce la muerte del cuerpo. Y el alma es espiritual, o sea, es capaz de la abstracción, de captar conceptos inmateriales, de sentir la atracción por lo que está por encima de todo el universo. Esto reclama la simplicidad del alma, que no puede estar compuesta de lo que se pesa, de lo que se mide, de lo que se toca, de lo que se divide. Y explica que el alma debe ser inmortal. El fondo más profundo del hombre reclama la felicidad, el premio, el castigo, la justicia. Estos postulados exigen la inmortalidad del alma. De otra suerte Dios no sería ni bueno, ni omnipotente, ni sabio, ni justo. Imaginar esto, es pura blasfemia. Y lo que la inteligencia humana toca como infaliblemente reclamado por su propio ser, y esto avalado por el consentimiento de todos los tiempos y de todos los pueblos con una convicción irrefutable, maravillosamente responde a la realidad. Jesucristo, en su Encarnación, vino para que los hombres se hicieran dignos de la felicidad inmortal del alma. Recordemos estos textos evangélicos: «No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar> (Mt. X, 28). «Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos» (Mt. XIX, 17). «¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt. XVI, 26). «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc, XXIII, 43).

9 ¿ Cómo somos los hombres y cómo es Dios?

Los hombres no somos buenos, como enseñan Rousseau y el liberalismo. Los hombres no somos malos, como afirman Lutero y todos los pesimistas. El hombre es libre, víctima de consecuencias del pecado original que le hacen ignorante, apasionado, concupiscente, pero que con la razón recta y, sobre todo, con la gracia, es superior a cualquier tentación. Ni esencialmente bueno, ni fatalmente malo. Sino dotado de una libertad perfectible y guiada para liberarnos meritoriamente de nuestras luchas y así cumplir perfectamente nuestros deberes con Dios, el prójimo y nosotros mismos. Y Dios, ¿cómo es? Dios es infinitamente Amor. Lo más cierto y claro que podemos decir de Dios es esto: ¡Qué bueno es Dios! Dios me ama. Cuando nos convencemos de esto, dichosamente nos enamoramos de Dios. Y ya en esta vida participamos de migajas de verdadera felicidad. Y el que ama a Dios le adora, le da gracias, le pide, se arrepiente de sus pecados. La desgracia del hombre es enamorarse de sus vicios, de sus miserias, de las cosas, de la materia. Entonces nos convertimos en unos desdichados que vamos vagabundeando por el laberinto de la sinrazón. No basta saber que existe Dios. Hay que enterarse de que Dios nos ama a cada uno personalmente con amor infinito. Y, oportunamente, tenemos la clave de todos los problemas. Porque amar a Dios alegra y pacifica nuestro interior. Así como el ateísmo y el indiferentismo sólo producen oscuridades, mala conciencia y amarguras.

10 En definitiva, ¿cuál es el fin de la vida humana?

Al hombre, además de haberle dado la vida natural, Dios le ha elevado a la vida sobrenatural. Esta maravilla se realiza en el sacramento del Bautismo. Aquí podemos recordar lo que nos dice el evangelista San Juan: «Mirad qué amor más entrañable nos ha manifestado el Padre, pues ha querido que nos llamáramos hijos de Dios y lo somos en efecto» (1 Jn., III, 1). Por eso el cristiano, al mismo tiempo que desarrolla los bienes naturales -la cultura, la técnica, el trabajo, las artes, el deporte, la investigación-, pone su acento en la evolución y plenitud de la vida sobrenatural. Esta no es un freno para el progreso humano, en su sentido verdadero, sino la que le da una trascendencia por encima de toda cortedad temporal y transitorio quehacer. Con la gracia santificante -participación de la vida divina- nos convertimos en hijos de Dios. Y el mundo es el taller en donde se lucha y se alcanza esta talla divina de nuestra existencia.

El Hombre ha sido Creado por Dios

13 miércoles Feb 2013

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26-28, adán, barro, creador, Cristo, Dios, domine, encarnación, evangelio, fe, gaudiem et spes, gen. 1, gracia, hombre, imagen y semejanza, jesús, niños, nuestro señor Jesucristo, padre, padres de la iglesia, pecado, razón, realidad celestials, San Rafael Masia, santa teresa de jesús, solo dios basta, somos de Dios, soy nada, soy nadav, su santidad benedicto XVI, suspiros del amor de Dios, Tertuliano, Trinidad, vengo de dios, Virgen Maria, vivir para Dios, voluntad del hombre

Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para diosque domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre las bestias de la tierra y sobre cuántos animales se mueven sobre ella. Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo (Gen. 1, 26-28).

¿Para qué me ha creado Dios? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi fin? Lo racional, lo lógico, lo sensato es dar respuesta a estos interrogantes. La razón y la fe me dicen que Dios me ha creado para vivir eternamente feliz con Él en el Cielo. San Agustín: Nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. Dios es mi origen, mi dueño, mi creador, dependo absolutamente de Él. Dios es mi fin.

¡Qué contraste! Salí de la nada, me creó Dios. Nada y Dios. De mi parte, nada soy y nada tengo. Conocer y vivir esta verdad con el corazón es la base más sólida de la humildad, fundamento de la santidad. He salido de la nada ¡qué humillación! Me ha creado Dios ¡qué dignidad! San Ignacio quiere que el ejercitante penetre profundamente esta verdad para que, cuando la soberbia quiera abrirse paso en nuestras vidas, respondamos: ¡Soy nada! Y también para cuando el demonio nos tiente, con sus impedimentos, tristezas y desánimos, le respondamos: ¡Vengo de Dios! ¡Soy de Dios! ¡Dios es mi Padre! Sí, todos los hombres y mujeres podemos decir a nuestro Creador: ¡Padre nuestro! Nuestro Señor Jesucristo dice en el Evangelio ciento setenta veces: ¡Padre!

San Agustín: Dios me creó, luego soy de Dios, me creó todo, luego todo cuanto soy, de Dios soy. El dominio de Dios sobre nosotros es esencial, universal, supremo, absoluto, continuo, ineludible. Tengo que convencerme que soy de Dios, todo suyo y siempre suyo; puesto que de Él lo he recibido todo: mi cuerpo, mis sentidos, mi alma, mis facultades, mi tiempo, mis diversiones, hasta el último instante de mi vida terrena ¡Todo son dones de Dios!

¿Ha sido la voluntad de Dios la norma de mi conducta? O ha sido el capricho, mi soberbia o las pasiones desordenadas. ¿No hemos procedido una y mil veces como si fuéramos algo? ¿Cuántas veces en nuestra vida privada o pública hemos obrado con independencia de Dios? ¡Somos de Dios y debemos vivir para Dios!

Vivimos constantemente por la gracia de Dios; cada momento de nuestras vidas es una nueva creación. Somos suspiros del amor de Dios. Niños pequeños que sólo en el regazo de su Padre y de la Virgen María podemos vivir. Vivamos esta realidad celestial. Así nuestra vida será una ininterrumpida y dulcísima dependencia de Dios. ¡Solo Dios basta! Santa Teresa de Jesús ¡Solo Dios! San Rafael Masía

Tertuliano se preguntaba ¿Qué pensaba la Trinidad al trabajar el barro con que Cristo había de ser hombre? Su Santidad Benedicto XVI nos ha recordado que: Esa misma palabra que siempre ha estado con Dios, que es Dios mismo y por el cual todas las cosas fueron creadas (cf. Col. 1,16-17), se ha hecho hombre: el Dios eterno e infinito se sumergió en la finitud humana, en su criatura, para conducir al hombre y a la entera creación a Él. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (n. 349). Los Padres de la Iglesia han acercado Jesús a Adán, hasta llamarlo segundo Adán o el Adán definitivo, la imagen perfecta de Dios. Con la Encarnación del Hijo de Dios se da una nueva creación, que nos da la respuesta completa a la pregunta ¿Quién es el hombre?. Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios. El Concilio Vaticano II lo reitera firmemente: En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado… Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación (Gaudium et spes, 22; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 359). El Hijo de Dios… trabajó con manos de dios_padre_trinidadhombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (Gaudium et Spes, 22)

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María IV

23 miércoles Ene 2013

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10, altísimo, Dios Espíritu Santo, Dios hijo, Dios Padre, dispensadora de gracias, encarnación, espíritu santo, Esposa, excelencia y necesidad de la devoción a la santísima virgen, Exodo 32, fecundidad, fiel Esposa, generala de sus ejércitos, ira de Dios, Israel, israelitas, jesucristo, Moisés, Santa Iglesia, santísima virgen maría, soberana del cielo y de la tierra, tratado de la verdadera devoción

TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN (4)

Parte Primera

DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
EN GENERAL

Excelencia y necesidad de la devoción a la Santísima Virgen

20. El Espíritu Santo, que no produce otra persona divina, se ha hecho fecundo por María, con quien se ha desposado. Con Ella, en Ella y de Ella ha producido su obra maestra, que es un Dios hecho hombre; produce todos los días y producirá hasta el fin del mundo los predestinados, que son los miembros del cuerpo de esa cabeza adorable; por eso cuanto más encuentra a María su cara e indisoluble Esposa, en una alma, tanto más deseoso y decidido se muestra a producir a Jesucristo en esa alma, y a esa alma en Jesucristo.

maria

21. No se quiere por esto decir que la Santísima Virgen da fecundidad al Espíritu Santo, cual si de ella careciese, puesto que, siendo Dios, posee la fecundidad infinita; sino que el Espíritu Santo, por la mediación de la Santísima Virgen, de la que tiene a bien valerse, aunque no la necesite absolutamente, pone por obra su fecundidad, produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y sus miembros; misterio de gracia desconocido hasta de los cristianos más sabios y espirituales.

22. Y la conducta que las tres Personas de la Santísima Trinidad han observado en la Encarnación y en la primera venida de Jesucristo, la siguen todos los días, de una manera invisible, en la Santa Iglesia, y la observarán hasta la consumación de los siglos, aun en la última venida del Señor.

23. Dios Padre, que ha hecho un conjunto de todas las aguas, que ha llamado mar, ha hecho un conjunto de todas sus gracias, que ha llamado María. Este gran Dios tiene un tesoro o un depósito muy rico, en el que ha encerrado cuanto hay de hermoso, de radiante, de raro y de precioso, hasta su mismo Hijo; y este inmenso tesoro no es otra cosa sino María, que los Santos llaman el tesoro del Señor, y de cuya plenitud se enriquecen los hombres.

24. Dios Hijo ha comunicado a su Madre cuanto ha adquirido por su vida y su muerte, sus méritos infinitos y sus virtudes admirables, y la ha hecho tesorera de todo lo que su Padre le ha dado en herencia; por Ella aplica sus méritos a sus miembros; por Ella comunica sus virtudes y distribuye sus gracias; es su canal misterioso, es su acueducto de oro por el que hace pasar suave y abundantemente sus misericordias.

25. Dios Espíritu Santo ha comunicado a María, su fiel Esposa, sus dones inefables, y la ha escogido como dispensadora de todo lo que posee; de manera que Ella distribuye a quien quiere, cuanto quiere, como quiere y cuando quiere, todos sus dones y sus gracias, y ningún don celestial se hace a los hombres sin que pase por sus manos virginales, pues tal ha sido la voluntad de Dios, que ha querido que lo tengamos todo por María; así será enriquecida, enaltecida y honrada por el Altísimo, la que se ha empobrecido, humillado y ocultado hasta el fondo de la nada por su profunda humildad durante toda su vida. He aquí los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres.

26. Si hablase con los espíritus fuertes de estos tiempos, todo lo que sencillamente manifiesto, lo probaría más extensamente por las Santas Escrituras y por los Santos Padres, cuyos pasajes en latín citaría; probaría todo esto con razones que pueden verse citadas por el Rdo. P. Poiré, de la Compañía de Jesús, en su Triple corona de la Santísima Virgen; pero como hablo particularmente con los sencillos, que siendo gentes de buena voluntad y que tienen más fe que la generalidad de los sabios, creen con más sencillez y con más mérito, me contento con declararles simplemente la verdad sin detenerme a citarles los pasajes latinos que no entienden. Prosigamos.

coronaciondelavirgen

27. Perfeccionando la gracia a la naturaleza, y perfeccionando la gloria a la gracia, es cierto que Nuestro Señor, hasta en el cielo, es tan Hijo de María como lo era en la tierra, y que, por consiguiente, ha conservado la sumisión y la obediencia más perfecta de todas las criaturas hacia la mejor de todas las madres. Pero conviene no ver en esta dependencia la menor humillación o imperfección en Jesucristo, pues encontrándose María muy por debajo de su Hijo, que es Dios, no le manda como una madre de la tierra mandaría a su hijo, que es inferior a ella; María, transformada toda en Dios por la gracia y por la gloria que transforma a todos los Santos en El, no pide, no quiere ni hace cosa alguna que sea contraria a la eterna e inmutable voluntad de Dios. Así, cuando se lee en los escritos de los Santos Bernardo, Buenaventura, Bernardino, etc., que en el cielo y en la tierra, todo, incluso el mismo Dios, está sometido a la Santísima Virgen, se entiende que la autoridad que Dios ha tenido a bien confiarle es tan grande, que parece que posee el mismo poder que Dios, y que sus ruegos y peticiones tienen tanto poder para con Dios, que siempre pasan como mandatos de un Dios que nunca desoye el ruego de su querida Madre, porque siempre respeta y se conforma con su voluntad.

Si Moisés, por la fuerza de su ruego contuvo la ira de Dios sobre los israelitas de un modo tan poderoso, que no pudiendo el Altísimo y misericordioso Señor desestimarlo, le dijo que le dejase encolerizarse y castigar a ese pueblo rebelde, ¿qué debemos pensar nosotros, con más motivo, de las súplicas de la humilde María y digna Madre de Dios, que tiene más influencia para con su Majestad que las oraciones e intercesiones de los ángeles y de los Santos todos del cielo y de la tierra? (Exodo 32,10).

28. María manda en el cielo a los ángeles y a los bienaventurados. Como recompensa de su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y el encargo de llenar de Santos los tronos vacíos de los ángeles apóstatas caídos por el orgullo. Tal es la voluntad del Altísimo, que engrandece a los humildes, que el cielo, la tierra y el infierno se sujetan de bueno o de mal grado a los mandatos de la humilde María, a quien ha hecho Soberana del cielo y de la tierra, generala de sus ejércitos, tesorera de su hacienda, dispensadora de sus gracias, obradora de sus grandes maravillas, reparadora del género humano, mediadora de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera de sus grandezas y de sus triunfos.

 

 

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