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barrabás, Bautismo, centroáfrica, Cristo, democracia, escéptico, kelsen, misioneros, Pilatos, virgen
El bautismo nos hace hijos de Dios, herederos del Cielo y miembros de la Iglesia Católica; militantes del Reino de Cristo, apóstoles y misioneros. He recibido una carta de unos misioneros que están en Centroáfrica, donde hay una guerra civil que sufren en sus carnes. Pero son valientes: “de aquí no nos vamos, tenemos que hacer todo lo que podamos por estas pobres gentes”. En la vigilia de oración y penitencia que convocó el Santo Padre Francisco, no solo se rezó por la paz en Siria sino en todo el mundo. Miles de misioneros llevan la paz de Cristo a muchos rincones de esta tierra.
Nosotros también tenemos el sagrado deber de ser apóstoles, misioneros, en el lugar en el que vivimos. Nadie puede dispensarse. Todos somos necesarios en la misión de recristianizar nuestros ambientes, familias, trabajo, etc. Ser misionero es dar testimonio de Cristo, predicar con la palabra, las obras y el ejemplo que Dios nos ama y nos espera en la vida eterna del Cielo. Cristo suele manifestarse por medio de los bautizados que viven coherentemente su vida sobrenatural.
El Papa nos ha dicho que la vida cristiana tiene una actitud alegre, la alegría del corazón. Y, como la causa de nuestra alegría es la Virgen María, con Ella debemos ir a todas partes. Ella proclamó la grandeza del Señor y se alegró profundamente en el Señor. Nosotros también, porque el mundo muere de tristeza y desolación.
San Pablo dice en su carta a Timoteo que Dios quiere que todas las almas se salven. Nosotros también, convencidos de que sólo somos instrumentos de la gracia de Dios. Cristo es el único redentor pero, por su infinita misericordia, podemos colaborar con Él en la salvación eterna de las almas.
Hace años le oí decir a un jesuita que San Ignacio decía que mejor que un rey se convierta haciendo Ejercicios Espirituales que predicar unas misiones donde se conviertan muchas personas. El argumento que daba es que un rey católico fomentaría en su reino las buenas costumbres que ayudarían a millones de personas a vivir moralmente y a salvar eternamente sus almas. Cómo estamos muy lejos de ésa tesis; a misionar con la Virgen santísima todos nuestros ambientes!
No es lo mismo que un régimen político sea ateo, laico o católico. El pensador escéptico Kelsen termina su obra “La democracia” transcribiendo el capítulo 18 del evangelio de san Juan en el que Pilato pregunta a Jesús: “¿qué es el verdad?” Kelsen dice: “Y como Pilato no sabe lo que es la verdad y por ser romano está acostumbrado a pensar democráticamente apela al pueblo presente y provoca un plebiscito”. Como sabemos, el pueblo presente pidió la muerte de Cristo y la libertad de Barrabás, que era un bandido. El escéptico Kelsen, comentando esta injusticia, escribe: “Es posible que algunos arguyan que los creyentes, los creyentes políticos, objeten que este ejemplo se pronuncia precisamente más bien en contra de la democracia que en su favor. Y es preciso reconocer el valor de esta objeción, pero con una condición: que estos creyentes estén tan seguros de su verdad política que debe, llegado el caso, ser también realizada por una violencia sangrienta. Como el Hijo de Dios. Nuestros mártires dieron ese testimonio sangriento de la verdad y hacer el Bien siempre.
P. Manuel Martínez Cano mCR