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20 –Se oye hablar de la nombrada «educación liberadora », cuya temática se basa en las obras de Paolo Freire. ¿Qué pensar de la misma?
Tal pedagogía, aunque provenga de medios aparentemente católicos, es mera praxis marxista. Politiza la enseñanza con los sofismas de que la educación tradicional divide a los niños entre opresores y oprimidos, y que hay que forzar la educación liberadora al servicio de la lucha de clases y de la política. El «hombre nuevo», de esa educación es envenenar desde la infancia para manipular las inteligencias y voluntades de la misma al servicio del marxismo. El fin de la educación no tiene que ver primordialmente ni con la política ni con la dialéctica subversiva. La educación debe básicamente formar al niño para su futuro, no con una ideología falsa y sectaria, sino con los elementos de la fe -donde Dios no nos engaña-, y de la cultura. Lo dice Pío XI: «Efectivamente, nunca se ha de perder de vista que el sujeto de la educación cristiana es el hombre todo entero, espíritu unido al cuerpo en unidad de naturaleza, con todas sus facultades naturales y sobrenaturales, cual nos lo hacen conocer la recta razón y la revelación; por lo tanto, el hombre, caído de su estado original, pero redimido por Cristo y reintegrado a la condición sobrenatural de hijo de Dios» ({<Diviniillius Magistri», 34).
21 –¿En qué consiste la teoría educativa de Paolo Freire?
Pablo Freire, que se presenta como católico, y ha hecho sus experiencias en el Brasil, su nación, ha caído ya en desprestigio como pedagogo. Su teoría es una aplicación de la filosofía hegeliana -tesis, antítesis, síntesis-, trastornando la educación tradicional -el maestro enseña al alumno–, por la antinomia educador- educando y educando-educador. Es una nueva faceta de la lucha de clases, es «enseñanza liberadora». Intenta lo mismo que Emmanuel Mounier, el cual practicaba la crítica del marxismo pretendiendo eliminar sus defectos y haciéndolo potable para un cristiano, sin reconocer que el marxismo es esencialmente antinatural y ateo. El resultado de la pedagogía de Freire ha sido adular artificialmente a sus alumnos, con la «cultura » adquirida mágicamente. Es en contra de la naturaleza del alumno convertido en colonizador del maestro. Pero aquí no se trata de formar realmente, sino de producir activistas.
22 –Es un slogan admitido que hay que educar para la democracia. Autores americanos de la escuela de Dewey, Kilpatrick, Childs, Lester, Dix, Bode y otros, patrocinan esa enseñanza. Dicen que responde al respeto de la personalidad humana, sin proponer ninguna obligación moral. ¿Qué debe pensarse?
Es inadmisible la no intervención en la vida moral del hombre. Hay enseñanzas necesarias en todas las disciplinas. Entonces, ¿conocer a Dios, a Jesucristo, no importa? Es un absencionismo que estafa al alumno partes esenciales de su vida como cristiano y como hombre. Reducir la enseñanza a una sociabilidad de respeto mutuo, pero con escepticismo respecto de la Ley de Dios, es pretender edificar una casa sobre arena movediza. Y siempre la enseñanza prepara para el ejercicio de la libertad, pero la libertad no es el fin último del hombre. De ahí que debe preparar para el ejercicio de la libertad con todos sus derechos y obligaciones. La enseñanza para la democracia responde a una mentalidad política, pero no a lo que exige el ser del hombre que fundamentalmente está orientado a Dios y no a una decisión política de tipo económico, desarrollista y materialista.
23 –Ha hecho mucho ruido cierta declaración de cierto Colegio de Doctores y Licenciados ofreciendo «una alternativa para la enseñanza». ¿Qué opinar sobre la misma?
Tal proposición se contradice. Porque postular un pluralismo para todas las ideas políticas, económicas y sociológicas, y hacer la defensa del monopolio más feroz de la escuela estatal, única, laica, socializada, impidiendo la enseñanza privada, es un sectarismo desenfrenado. No hay enseñanza sin educación. Y la escuela laica, sin religión, neutra, psicológicamente es un ataque a la fe de los niños bautizados y con familias católicas que con todo derecho desean y quieran que la ambientación educativa sea completa. Y esto no tiene nada que ver con lo que se entiende por democratización de la enseñanza. Si la democratización significa la extensión de la misma para todos los niños, es un ideal justo y laudable. Pero si por democratización se oculta el designio de monopolizar estatalmente toda la enseñanza, suprimiendo la escuela privada y canalizando todo el presupuesto y gasto público de la misma únicamente en favor de la escuela estatal, nos encontramos ante un atropello tiránico del peor cuño. Y ésta es la causa de que la enseñanza privada sea más cara que la enseñanza pública. Porque no se distribuye equitativamente el presupuesto nacional favoreciendo a los alumnos de las escuelas privadas, cuyos padres pagan tributos al Estado. Concretamente en España, de suprimirse la escuela privada, quedarían sin trabajo 120.030 profesores, que son los que cubrían los cuadros de la enseñanza en Preescolar, EGB, BUP y Formación Profesional, en el curso 1974-75. Quedarían sin escuela 3.076.386 alumnos, que son los que correspondían al antedicho curso. Y, económicamente, según los datos oficiales de enero de 1976, el costo de la enseñanza por puesto escolar es el siguiente: Estatal: EGB, 25.000 pesetas; no estatal: 17.582 (en centros de 8 unidades). Estatal: F.P. de 1er. grado, 29.000 pesetas; no estatal: 17.465 (en centro de subvención estatal de gratuidad al 100 por 100, incluyendo las 375 pesetas de percepción externa). Estatal: bachiller, 60.000 pesetas; no estatal: 39.332 (en centros con 12 unidades de BUP y de COU). y es que la llamada «alternativa para la enseñanza» es un asalto del totalitarismo marxista para estructurar la enseñanza al servicio del Estado. Y los católicos, por derecho natural y por las exigencias de nuestra fe, no podemos aceptar la escuela única estatal. «Son demasiados hijos para un solo padre, el Estado», decía Clemenceau.