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Impuestos Justos e Injustos

18 viernes Ene 2013

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justiciaLa revista italiana Instaurare ha publicado un incisivo artículo sobre el deber fiscal que la revista española Verbo ha traducido al español en nueve páginas. Su autor es el estudioso Samuel Cecotti. Entresacamos unos párrafos:

El Magisterio de la Iglesia ha presentado siempre el deber fiscal como un deber de pietas ligado al cuarto y no al séptimo mandamiento, es decir, un deber de justicia legal y no conmutativa. Lo que significa que no pagar los impuestos/tasas que pretende el Fisco no es hurto, sino más bien una violación del deber moral-jurídico de obediencia a la autoridad y de cooperación al bien común.

El presidente del gobierno italiano Prodi reprochó a los confesores la escasa atención prestada al pecado de evasión fiscal. Al católico adulto Prodi, le respondió el Cardenal Velasio de Paolis a la razón, secretario del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica en estos términos: El legislador tiene el derecho de exigir los impuestos, el ciudadano tiene el deber de pagarlos, pero el gobierno debe usar bien ese dinero: si lo usa mal o si la imposición es excesiva viene a fallar el presupuesto.

Para que pueda hablarse de deber fiscal es necesario que la omisión sea ilegítima, o sea, que la pretensión fiscal sea legítima en cuanto que la norma que la determina es conforme con el derecho natural. No todas las evasiones fiscales, o sea, la violación de las normas positivas fiscales, son inmorales, sino sólo aquellas defraudan impuestos/tasas justos. Es la legitimidad del impuesto/tasa lo que hace obligatoria la carga fiscal […]. Una ley injusta carece de toda fuerza obligatoria.

En el caso de impuestos injustos exigidos por el Fisco, ¿no se mancharía el Estado por hurto e incluso robo a sus súbditos? Es un hurto tanto más odioso en cuanto se efectúa con todas las solemnidades de la ley. En 1934, Carlo Francesco D’Agostino tratando de la propiedad privada, escribió: El Estado que le ponga las manos encima, fuera de lo que sea justa correspondencia de servicios que da (y sólo los servicios indispensables para el bien común), es simplemente un ladrón y un violento.

Los impuestos ilegítimos por estar dirigidos a financiar no las funciones de la comunidad política, sino otras cosas (abortos, fecundación in vitro, financiación de medios de comunicación sectarios, etc.) no obligan y su evasión es legítima porque tales impuestos constituyen un abuso por parte de la autoridad […] no sólo pueden sino que, cuando son exigidos según criterios contrarios al derecho natural o a la verdad católica, no sólo pueden, sino que deben, si existe la posibilidad, ser evadidos como resistencia oculta al mal obrado por el Estado.

También es lícita la evasión/elusión motivada por un grave incómodo como, por ejemplo, el bienestar de la propia familia amenazado por las pretensiones injustas del Fisco. Alberto Muller matiza que: sólo para los casos en que el cumplimiento total del deber fiscal comprometiese verdaderamente la vida de una empresa o de una familia.

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Recuerdos Familiares del Padre José María Alba Cereceda, SJ

16 miércoles Ene 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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antonio sáez, barcelona, cantabria, colegio de orihuela, enfermedad, facultad de filosofía y letras, familia, guerra, hospital, jesuitas, loles alba cereceda, P.Alba, padre alba, padre josé maría alba cereceda, palma de mallorca, san ignacio, sant cugat, santander, seminarista, teología, veruela

P.Alba, Loles y su padreLoles Alba Cereceda es una de las dos hermanas menores de nuestro querido padre José María Alba Cereceda, jesuita cien por cien. San Ignacio no quería -no quiere- que sus hijos rompan los vínculos con sus familiares. Pide, eso sí, que purifiquen su afecto, lo perfeccionen y espiritualicen. El padre Alba siempre mantuvo una relación estrecha y cariñosa con su familia. Sus dos hermanas estuvieron con él hasta el final. Pocos días después de su muerte, acaecida el pasado 11 de enero de 2002, acudimos al domicilio particular de Loles, en la barcelonesa Rambla de Cataluña, para que nos hablara de aspectos de la personalidad del padre Alba que desconocíamos; sobre todo en su infancia y su juventud. Con la emoción serena en el ambiente por la reciente pérdida, Loles respondió a AVE MARIA.

-¿Puede describirnos cómo era la familia?

– Éramos mis padres, Luis Fidel y Rufina, y cuatro hermanos, Finuca, José María, Luisa y yo. La mayor de las hermanas, Finuca, murió muy joven, a los 21 años, víctima de una septicemia tuberculosa. Mi padre era contable de una empresa de tabacos y, después de un tiempo en Filipinas, fue destinado a Barcelona, antes de casarse. De ahí que la familia viviera, salvo los años de la guerra, siempre en Barcelona; primero en la calle Asturias, luego en la Travesera de Gracia, más tarde en el barrio de Horta y, por fin, tras la guerra, en esta casa. El alzamiento cogió a la familia en Santander, excepto a mi padre, que pasó a Francia, a donde se trasladó la Compañía de tabacos. Liberada la zona norte, regresó a San Sebastián, donde residimos la familia durante un año, hasta la liberación de Barcelona.

-Sin embargo, el Padre Alba nació en Cantabria.

-No solamente él, tres de nosotros nacimos allí. Por entonces no había clínicas maternales como hoy día, y se solía nacer en casa. Así, cuando mi madre iba a dar a luz, marchaba a Vargas o a Cabezón de la Sal, para estar con sus hermanas. En Vargas nació mi hermano José María, en casa del tío Luis, sacerdote.

-La suya, ¿era una familia religiosa?

-Mucho, sobre todo la rama de mi madre, los Cereceda. Mi abuela quedó viuda con nueve hijos, el mayor de los cuales tenía quince años, y eso la marcó profundamente, acercándola más a Dios. Recuerdo que mi madre contaba cómo la abuela acudía a la iglesia a las seis de la mañana Para oír dos misas, una por ella y otra por su marido.

-¿Cómo era su hermano de niño?

-Era un muchacho muy normal: movido, pero no en exceso; estudioso, pero sin llegar a ser una lumbrera.  Enseguida que llegamos a Barcelona, tras la guerra, en el año cuarenta, se hizo de las Congregaciones Marianas, que dirigía por entonces el padre Bassols. Estuvo varios años de congregante, hasta que marchó al seminario de Veruela. En la Congregación dedicaba el poco tiempo que le dejaban los estudios a dar catequesis a niños pobres del Somorrostro y de Casa Antúnez, los domingos Por la mañana.

PADRE ALBA

-¿Cómo nace su vocación sacerdotal y jesuítica?

-Creo que son varios los factores que contribuyeron a la vocación de mi hermano. Sin duda, la formación religiosa recibida en casa, la influencia del padre Bassols, jesuita, y las profundas convicciones forjadas en la época de congregante. Por otro lado, hay un hecho en la infancia que yo creo que le marcó el camino: cuando estalló la guerra nos encontrábamos, como ya he dicho, en Santander. A los pocos días, nuestro tío Luis, sacerdote, párroco de Astillero -un pequeño pueblo cercano a la capital cántabra-, fue detenido y conducido, primero al famoso barco Alfonso Pérez, en el que se hacinaban los presos, y luego al penal de Santoña. Durante el año y picó que duró la ocupación comunista, el tío Luis fue sometido a todo tipo de vejaciones. Hasta tal punto fue así que, cuando salió de prisión, sus hermanas apenas le conocieron y murió a los pocos días. Tenía entonces treinta o treinta y dos años. Mi hermano José María tenía entonces unos trece años, y estos hechos le impresionaron sobremanera, pues estaba muy unido al tío Luis. Estoy convencida de que lo ocurrido debió de influir posteriormente en su vocación.

-¿Cuándo comunicó su intención de marchar al seminario?

-Justo al terminar el bachillerato. Mi madre aceptó encantada, pero mi padre quiso que se asegurase en la vocación, por lo que le instó para matricularse en la Facultad de Filosofía y Letras. Acabado el primer año, mi padre le preguntó si seguía con el mismo pensamiento y, como efectivamente a sí era; dio su consentimiento.

-¿Qué recuerdos tiene de la época de seminarista?

-La verdad es que no muchos. No pudimos acompañarle ni visitarle en Veruela, puesto que por entonces mi hermana Finuca comenzó a encontrarse mal. Su enfermedad duró casi dos años, con períodos de mejoría, pero se agravó y murió el 6 de octubre de 1945. Pero sí que mantuvimos una larga relación epistolar. Escribía mucho y por las cartas sabíamos de sus progresos en el seminario; de sus tiempos de maestrillo, de sus salidas por parejas a pedir limosna… De Veruela regresó a Barcelona para continuar Filosofía en Sarriá y en Sant Cugat del Vallés (1948-1951). Después estuvo en el colegio de Orihuela, donde realizó el magisterio, y de ahí a Palma de Mallorca, para terminar en Sant Cugat, donde hizo la Teología, y donde fue ordenado el 30 de julio de 1958.

-Y de los primeros años de sacerdote, ¿guarda más recuerdos?

-Tampoco demasiados; estaba tan ocupado que, a pesar de estar destinado en Barcelona, sólo podía visitarnos un par de veces al año. Eran visitas muy entrañables, en las que siempre hablaba de sus planes de futuro. Cuando estuvo de junior en Sant Cugat era distinto: entonces todos los domingos iba la familia al completo a pasar el día con él.

-Usted estuvo a su lado en el hospital durante su enfermedad, ¿qué nos puede contar de sus últimos días con su hermano?

-No sé, muchas cosas. Pasaba días muy malos, de angustia y de desazón, pero cuando venían amigos y familiares siempre tenía una palabra de cariño y afecto. El deseaba que le dieran el alta para volver a su amado colegio junto a todos los suyos, pero tuvo mucha paciencia a la espera de la decisión del médico. Con las enfermeras, y enfermos que Padre alba con mapatuvo en la cama de al lado, fue cariñoso y amable, y aprovechaba el momento oportuno para imponerles el escapulario del Carmen. La palabra fantástico que repetía muy a menudo, no era sino una jaculatoria que él sabía con qué intención la decía. Su pensamiento estaba centrado en su colegio, en sus infinitos proyectos, en el futuro de todos los estudiantes. Muchos que fueron a verle volvían confortados. Nunca tuvo una palabra de reproche.

La entrevista llega a su término. Loles nos invita a visitar la casa, que recorremos con creciente emoción. En la que fue la habitación del padre Alba se encuentra todavía el buró en el que estudiaba, la cama en la que dormía… Han pasado desde entonces sesenta años, pero puede respirarse aún el aroma de su espíritu apostólico.

Antonio Sáez

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Minicrónica VI

16 miércoles Ene 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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andalucía, barcelona, carrera universitaria, ciudad de los condes, Dios, familia, niña, oftálmologo, pagès, viaje

Un buen hombre de 64 años, entre villancico y villancico de los niños del colegio, me contó algunas cosas de su vida en su pueblo de Andalucía: todo el mundo hablaba de Barcelona y él consultándolo con sus padres, cuando le faltaban pocos días para cumplir 13 años, cogió el tren y emprendió el viaje. Como el billete que sacó no daba para llegar a la Ciudad de los condes, los revisores le hicieron bajar varias veces. Hizo auto-stop y llegó a un pueblo pequeño cerca de Manresa. Un payes  le dio trabajo en su finca, pagándole solo la manutención. Un joven que estaba en sus mismas condiciones le dijo que iba a un pueblo a trabajar cogiendo la vendimia y con él se fue.

Pasados dos años, se fue a vivir a una ciudad del cinturón de Barcelona y ahí se ganaba unas pesetas haciendo de sparring de  boxeadores profesionales. A los 17 años empezó a ir a una academia nocturna para aprender a leer y escribir. Trabajó con unos feriantes varios años, hasta que consiguió tener sus propias atracciones. Se casó con una catalana con la que ha tenido dos hijas, a las que educó en casa y en el colegio privado más caro que conocía. Las dos estudiaron una carrera universitaria y le han dado a sus abuelos cuatro guapísimos nietos.

Hoy tiene una empresa de logística con grandes almacenes y doce camiones. Y todo porque Dios le ha ayudado siempre. Y es el hombre más feliz del mundo porque todos los domingos comen juntos en su casa sus hijas, sus yernos muy trabajadores y sus nietos. ¡No hay nada más hermoso que la familia! me dijo.

**

                  Una niña de siete años que hace pocos días que ha recibido por primera vez  a Jesús escondido en la Eucaristía, hace poco, en nuestro colegio, le pregunta a su madre: ¿mamá cuando a mí me duele la barriguita también le duele a Jesús que vive en mi corazón?

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                  Un joven padre, a quien conozco de muy niño, al notificarle el oftalmólogo que su hijo podía perder la vista, le pidió al Señor que se  lo concediera a él en lugar de su hijo.

P. Manuel Martínez Cano, mCR 

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