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Pedro: En nuestras últimas tertulias, hemos leído la revista “Verbo”, de formación cívica y acción cultural según el derecho natural y cristiano y la revista Razón Española. El siguiente párrafo lo he sacado del nº 509-510. Es del profesor Juan Fernando Segovia: “El argumento de Santo Tomás, parece irrefutable: así como las inclinaciones básicas del ser humano deben someterse a la razón, que domina y dirige las demás potencias del hombre; así también la sociedad política debe someterse a la autoridad del príncipe que dirija a los hombres al bien común”.
Salomé: La doctrina católica, afirma que la fuente de todo poder es Dios mismo, y que los gobernantes fuesen elegidos ello no importa, la traslación del poder del pueblo a ellos. El Papa León XIII, decía: “con esta elección (del pueblo), se designa el gobernante pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer”.
Santiago: Está claro que el poder político no viene del pueblo sino de Dios; el gobernante debe su cargo y poder no al pueblo sino a Dios, por ley divina y natural. De ahí que el jefe de Estado no tenga poder para hacer leyes contra la ley de Dios.
Santiago: El Papa León XIII enseña, en su encíclica Diuturnum Illud que: “La autoridad solo tendrá esa majestad y fundamento universal si se reconoce que proviene de Dios como fuente augusta y santísima” (nº8). “Porque si el poder político de los gobernantes es una participación del poder divino, el poder político alcanza por esta misma razón dignidad mayor que la meramente humana” (nº9).
Judit: Toda comunidad tiene necesidad de gobierno. Pero el gobernante no es un legislador absoluto, como decía Bodino y hoy ponen en práctica los totalitarismos liberales democráticos. No se debe legislar contra el orden de las instituciones y buenas costumbres. Contra la arbitrariedad política actual, hemos de defender que existen limitaciones a las leyes positivas, votadas en parlamentos agnósticos y ateos. La ley debe tener limitaciones religiosas, éticas, políticas y jurídicas, tomadas del orden natural, creado por Dios.
Pablo: El poder político, el gobernante, no crea la sociedad, la ordena a su fin que es el bien común. Debe reconocer lo que enseña Santo Tomás de Aquino: “la imposición del orden en la ciudad depende plenamente de aquellos que dominan a la ciudad”, es decir a los magistrados.
Rut: La sociedad está formada por la familia, el municipio, los gremios, la ciudad, las instituciones culturales y educativas… que forman una pluralidad que el gobernante organiza para alcanzar el bien común del país. No como ocurre en las democracias donde los partidos políticos sólo buscan y luchan por su bien particular.
Andrés: El criterio político superior, de la ordenación es la justicia, tarea primordial del gobernante pues el orden político es un orden justo que reconoce y da a cada uno lo suyo. Es muy triste reconocer que la institución democrática más desgraciada es precisamente la justicia.
María: Nuestro gran Donoso Cortés, decía que “en el fondo de todo problema político hay un problema religioso. Un problema de virtud. En su trabajo “Sobre las causas del orden político”, Calderón Bouchet, escribe: “El abandono interno de las virtudes atenta contra la justicia, y por tanto, lesiona el bien común”. Divorcio, aborto, uniones homosexuales, experimentación con embriones, son leyes democráticas que manifiestan la corrupción de esta democracia.
Mateo: Todos los gobernantes deben reconocer las realidades sociales enraizadas en las tradiciones de sus pueblos. Particularmente deben respetar a la Iglesia Católica y facilitar a sus ciudadanos la consecución de su fin último, la bienaventuranza del Cielo. El bien común requiere la subordinación del orden temporal al sobrenatural. Tanto el individuo como la sociedad deben ordenarse a Dios, fin último y bien común absoluto. “Porque la vida buena que en este siglo hacemos, tiene por fin la bienaventuranza celestial, le toca el oficio del Rey para cuidar la vida buena de sus súbditos por los medios que más convergen, para que alcancen la celestial bienaventuranza”: (Santo Tomás de Aquino).
Sara: Estamos a años luz de la España católica que evangelizó y civilizó a 21 naciones. El 5 de febrero de 1632, el Papa Urbano VIII alababa la ayuda a la Iglesia del rey de España, Felipe IV, con estas palabras: “por la defensa y propagación de la misma fe católica en otras regiones se ha visto impedido a hacer tan inmensos gastos, y aun hoy día los hace, que ha agotado no sólo las rentas ordinarias y extraordinarias de sus reinos, pero aun casi los mismos tesoros de esos reinos”
Magdalena, Presidenta