Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Catecismo Social IV

13 miércoles Mar 2013

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7 -¿Qué entendemos por alma? El alma es, según Aristóteles «aquello por lo cual en último término, la fotovivimos, sentimos, nos movemos y entendemos». O sea, el alma es lo que nos hace obrar racionalmente, así como sentir, pensar, querer y querer con libertad. El alma es lo que da unidad de ser y de operación. El secreto radical del pensar y del existir. Y el alma está unida al cuerpo en todos los planos de la naturaleza y de la gracia. Por esto el hombre necesita comer y trabajar, divertirse e investigar, pero también pensar, y mediante todo este conjunto divinizarse por la gracia que nos alcanzó Jesucristo con su Redención.

8 ¿Cómo es el alma?

El alma goza de unicidad, sustancialidad, espiritualidad, simplicidad e inmortalidad. Es única porque rige toda la vida vegetal, sensible, intelectual del hombre. Es sustancial porque es el soporte de todo el hombre. La separación de alma y cuerpo, produce la muerte del cuerpo. Y el alma es espiritual, o sea, es capaz de la abstracción, de captar conceptos inmateriales, de sentir la atracción por lo que está por encima de todo el universo. Esto reclama la simplicidad del alma, que no puede estar compuesta de lo que se pesa, de lo que se mide, de lo que se toca, de lo que se divide. Y explica que el alma debe ser inmortal. El fondo más profundo del hombre reclama la felicidad, el premio, el castigo, la justicia. Estos postulados exigen la inmortalidad del alma. De otra suerte Dios no sería ni bueno, ni omnipotente, ni sabio, ni justo. Imaginar esto, es pura blasfemia. Y lo que la inteligencia humana toca como infaliblemente reclamado por su propio ser, y esto avalado por el consentimiento de todos los tiempos y de todos los pueblos con una convicción irrefutable, maravillosamente responde a la realidad. Jesucristo, en su Encarnación, vino para que los hombres se hicieran dignos de la felicidad inmortal del alma. Recordemos estos textos evangélicos: «No temáis a los que matan el cuerpo, pero el alma no la pueden matar> (Mt. X, 28). «Si quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos» (Mt. XIX, 17). «¿Qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?» (Mt. XVI, 26). «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc, XXIII, 43).

9 ¿ Cómo somos los hombres y cómo es Dios?

Los hombres no somos buenos, como enseñan Rousseau y el liberalismo. Los hombres no somos malos, como afirman Lutero y todos los pesimistas. El hombre es libre, víctima de consecuencias del pecado original que le hacen ignorante, apasionado, concupiscente, pero que con la razón recta y, sobre todo, con la gracia, es superior a cualquier tentación. Ni esencialmente bueno, ni fatalmente malo. Sino dotado de una libertad perfectible y guiada para liberarnos meritoriamente de nuestras luchas y así cumplir perfectamente nuestros deberes con Dios, el prójimo y nosotros mismos. Y Dios, ¿cómo es? Dios es infinitamente Amor. Lo más cierto y claro que podemos decir de Dios es esto: ¡Qué bueno es Dios! Dios me ama. Cuando nos convencemos de esto, dichosamente nos enamoramos de Dios. Y ya en esta vida participamos de migajas de verdadera felicidad. Y el que ama a Dios le adora, le da gracias, le pide, se arrepiente de sus pecados. La desgracia del hombre es enamorarse de sus vicios, de sus miserias, de las cosas, de la materia. Entonces nos convertimos en unos desdichados que vamos vagabundeando por el laberinto de la sinrazón. No basta saber que existe Dios. Hay que enterarse de que Dios nos ama a cada uno personalmente con amor infinito. Y, oportunamente, tenemos la clave de todos los problemas. Porque amar a Dios alegra y pacifica nuestro interior. Así como el ateísmo y el indiferentismo sólo producen oscuridades, mala conciencia y amarguras.

10 En definitiva, ¿cuál es el fin de la vida humana?

Al hombre, además de haberle dado la vida natural, Dios le ha elevado a la vida sobrenatural. Esta maravilla se realiza en el sacramento del Bautismo. Aquí podemos recordar lo que nos dice el evangelista San Juan: «Mirad qué amor más entrañable nos ha manifestado el Padre, pues ha querido que nos llamáramos hijos de Dios y lo somos en efecto» (1 Jn., III, 1). Por eso el cristiano, al mismo tiempo que desarrolla los bienes naturales -la cultura, la técnica, el trabajo, las artes, el deporte, la investigación-, pone su acento en la evolución y plenitud de la vida sobrenatural. Esta no es un freno para el progreso humano, en su sentido verdadero, sino la que le da una trascendencia por encima de toda cortedad temporal y transitorio quehacer. Con la gracia santificante -participación de la vida divina- nos convertimos en hijos de Dios. Y el mundo es el taller en donde se lucha y se alcanza esta talla divina de nuestra existencia.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XI

13 miércoles Mar 2013

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DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
EN GENERAL

Modo de discernir la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
de la falsa y aparente

65. Sin embargo, mi amable Maestro, la mayor parte de los sabios no se alejarían más de la devoción a vuestra Madre, y no mostrarían más indiferencia a Ella cuando todo lo que acabo de exponer fuera verdad. Guardadnos, Señor, guardadme de su sentimiento y de sus prácticas, y hacedme partícipe de los sentimientos de reconocimiento, de estimación, de respeto y de amor que tenéis para con vuestra Santísima Madre, a fin de que yo os ame y glorifique tanto y cuanto más os imite y de más cerca os siga.

66. Y como si nada hubiese aún dicho hasta aquí en honor de vuestra Madre, concededme la gracia de que pueda alabarla dignamente: Hazme digno de alabar a tu madre… Nadie que ofenda a su Santa Madre presuma que ha de recibir la misericordia de Dios.

67. Para alcanzar de vuestra misericordia una verdadera devoción a la Virgen Santísima y para inspirarla a toda la tierra, haced que os ame ardientemente, y a este fin aceptad el ruego que os dirijo en unión con San Agustín y vuestros verdaderos amigos:
«Vos sois ¡oh buen Jesús! el Cristo del Señor, mi Padre Santo, mi Dios lleno de misericordia, mi Rey infinitamente grande; Vos sois mi buen Pastor, mi único Maestro, mi más bondadoso ayudador, mi amado el más hermoso, mi pan de vida, mi Sacerdote eterno; Vos sois mi guía hacia la patria, mi verdadera luz, mi santísima dulzura, mi camino recto; Vos sois mi sabiduría, brillante por su resplandor, mi sencillez pura y sin mancha, mi paz y mi dulzura; Vos sois, en fin, toda mi custodia, mi preciosa herencia, mi salvación eterna.
¡Oh Jesucristo, amable Maestro! ¿Por qué durante mi vida no he amado y deseado otra cosa sino a Vos? Jesús, Dios mío, ¿dónde estaba yo cuando no pensaba en Vos? ¡Ah! Al menos que a partir desde ahora mismo mi corazón no tenga deseos ni ardores más que para Jesús mi Señor; que no se dilate sino para amarle a El sólo. Deseos de mi alma, corred ya, os habéis demorado demasiado, apresuraos a llegar al fin a que aspiráis, buscad verdaderamente a Aquel que buscáis. ¡Oh Jesús, anatema a quien no os ame! ¡Que el que no os ame, se vea lleno de amarguras! ¡Oh dulce Jesús, sed el amor, las delicias y la admiración de todo corazón dignamente consagrado a vuestra gloria! ¡Dios de mi corazón y mi herencia, divino Jesús, que mi corazón caiga en santa flaqueza, y seáis Vos mi vida; que en mi alma se encienda un ardiente fuego de vuestro amor, y sea el principio de un incendio enteramente divino; que arda sin cesar en el altar de mi corazón, que abrase lo más íntimo de mi ser; que consuma el fondo de mi alma, que, en fin, en el día de mi muerte comparezca ante Vos todo consumido en vuestro santo Amor. Así sea.»

 

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen X

05 martes Mar 2013

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Parte Primera

DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
EN GENERAL

Modo de discernir la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
de la falsa y aparente

60. Habiendo expuesto hasta aquí algo acerca de la necesidad que tenemos de la devoción a la Santísima Virgen, menester es ahora decir en qué consiste esta devoción. Pero antes conviene consignar algunas verdades fundamentales que ilustrarán más y más cuanto conviene saber acerca de esta materia.

PRIMERA VERDAD

61. Jesucristo Nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de nuestras devociones; a no ser así, serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alfa y el omega, el comienzo y fin de todas las cosas (Apoc. 1,8; 21,6; 22,13).
No trabajamos, como dice el Apóstol, más que por hacer perfecto a todo hombre madre de talaveraen Jesucristo (Col. 2,9), porque sólo en El reside toda plenitud de la Divinidad y todas las demás plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones; porque sólo en El estamos bendecidos con toda bendición espiritual; porque El es el único Maestro que debe enseñarnos, es nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestro único Jefe a quien debemos pertenecer, nuestro único Modelo a que debemos conformarnos, nuestro único Médico que nos debe sanar, nuestro único Pastor que debe alimentarnos, nuestro único Camino por donde debemos andar, nuestra única Verdad que debemos creer, nuestra única Vida que debe vivificarnos, y nuestro único Todo en todas las cosas que debe bastarnos (Eph. 1,3; Mt. 23,10; Jn. 14,6).
No se ha pronunciado bajo el cielo otro nombre que el de Jesús por el cual debamos ser salvos (Act. 4,12). Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria, más que a Jesucristo; todo edificio que no está construido sobre esta piedra firme, está levantado sobre movediza arena, y más o menos tarde caerá infaliblemente. Todo fiel que no esté unido a El, como el sarmiento a la vid, caerá, se secará y no servirá más que para el fuego (Jn. 15,5-6). Si estamos en Jesucristo, y Jesucristo está en nosotros, no hemos de abrigar temor alguno de condenación; ni los ángeles de los cielos, ni los hombres de la tierra, ni los demonios de los infiernos, ni otra criatura alguna nos puede dañar, porque nadie nos puede separar, si no queremos, de la caridad de Jesucristo (Rom. 8,38); con Jesucristo y en Jesucristo lo podemos todo: podemos dar toda honra y gloria al Padre en unidad del Espíritu Santo, hacernos perfectos y ser para el prójimo buen olor de vida eterna.

62. Si, pues, nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima, es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo, y de hallar un medio fácil y seguro de hallar a Jesucristo. Si la devoción a la Santísima Virgen separase de su Hijo, sería preciso desecharla como una ilusión del demonio; pero precisamente hemos menester de María para lo contrario, como ya lo he demostrado, y aún demostraré más adelante, pues esta devoción nos es necesaria para hallar a Jesucristo perfectamente, para amarle tiernamente y para servirle fielmente.

63. Al llegar aquí, vuélvome un momento hacia Vos, oh amable Jesús, para quejarme amorosamente a Vuestra Majestad de que la mayor parte de los cristianos, aun los más instruidos, ignoran el enlace necesario que existe entre Vos y vuestra Santísima Madre. Vos estáis, Señor, siempre con María, y María siempre está con Vos y no puede estar sin Vos: de otro modo dejaría Ella de ser lo que es; de tal modo está Ella transformada en Vos por la gracia, que no vive, no existe, sino que sólo Vos, mi Jesús, vivís y reináis en Ella con más perfección que en todos los ángeles y bienaventurados. ¡Oh! si fuere conocida la gloria y el amor que recibisteis, Señor, en esta admirable criatura, se tendrían para con Vos y para con Ella sentimientos bien diferentes de los que se tienen. María os está tan íntimamente unida, que más fácil sería separar a la luz del sol, al calor del fuego; digo mal, más facil sería separar de Vos a todos los ángeles y santos, que a vuestra bienaventurada Madre; porque Ella os ama más ardientemente y os glorifica más perfectamente que todas vuestras criaturas juntas.

64. Después de esto, ¿no es, mi amable Dueño, una cosa sorprendente y lastimosa ver la ignorancia y tinieblas de todos los hombres acá abajo respecto de vuestra Santísima Madre? No hablo tanto de los idólatras y paganos, que no os conocen ni se cuidan de conoceros; no hablo de los herejes y cismáticos, que después de separarse de Vos y de vuestra Iglesia, no muestran empeño en ser devotos de la Virgen María: hablo de los católicos, y aun de los que entre católicos, haciendo profesión de enseñar a los demás las verdades de la fe, no os conocen, ni conocen a vuestra Madre, sino de una manera especulativa, seca, estéril e indiferente. Doctores que no hablan sino rara vez de vuestra Madre y de la devoción que se le debe tener porque temen, así lo dicen ellos, que haya en ello abuso y se os haga injuria al honrar a vuestra Madre Santísima. Si ven u oyen a algún devoto de la Virgen hablar con frecuencia de la devoción a esta buena Madre de un modo tierno, firme y persuasivo, como de un medio exento de toda ilusión, de un camino corto y sin peligros, de una vía inmaculada y sin imperfección, y de un secreto maravilloso para hallaros y amaros perfectamente, claman contra él y dan mil falsas razones para probarle que no es menester que se hable tanto de la Virgen, que hay grandes abusos en esta devoción, y que es menester procurar destruirlos, y más bien hablar de Vos que conducir a los pueblos a la devoción a María, a quien ya aman suficientemente.

Se les oye alguna vez hablar de la devoción a vuestra Madre, no para establecerla y confirmarla, sino para destruir los abusos de ella, mientras carecen de piedad y de tierna devoción hacia Vos, porque no se la tienen a María. Miran el rosario, el escapulario y la corona como devociones propias de espíritu débiles e ignorantes, sin las cuales se puede uno salvar; si en sus manos cae algún devoto a la Virgen que recita su rosario, o tiene alguna práctica de devoción a María, procuran bien pronto trocar su espíritu y su corazón, y en lugar del rosario, le aconsejarán que recite los siete salmos; en lugar de la devoción a la Santísima Virgen, le aconsejarán la devoción a Jesucristo.
Amable Jesús, ¿tienen vuestro espíritu estas gentes? ¿Os es agradable ese modo
santisima-virgen-mariade pensar? ¿Os agrada que no se haga esfuerzo alguno para agradar a vuestra
Madre por temor de desagradaros? La devoción de vuestra Santa Madre, ¿es impedimento de la vuestra? ¿Se arroga Ella la honra que a Vos se os da? ¿Forma, acaso, Ella un bando aparte? ¿Es una persona extraña que nada tiene que ver con Vos? ¿Es desagradaros el querer agradarla? ¿Es separarse o alejarse de vuestro amor el entregarse a Ella para amarla?

Franco Caballero de la Milicia de Cristo

27 miércoles Feb 2013

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Entiendo que sólo el hecho de haber acaudillado la Cruzada española de 1936 a 1939, explica que Pío XII, el 21 de diciembre de 1953,
Franco Milicia de Cristoconcediera al general Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español, el Gran Collar de la Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo. El texto del Breve Pontificio es como sigue:

«A nuestro amado hijo Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado español. Salud y Bendición apostólica. Recordamos que con mucha solemnidad y concurrencia de fieles celebrábase el año pasado en Barcelona el Congreso Eucarístico Internacio­nal, al que nos consta que las autoridades civiles prestaron entu­siasmo y colaboración. Además, con motivo del reciente Concor­dato entre esta Sede apostólica y la nación española, nos hemos congratulado por la feliz terminación del mismo y por vuestra adhesión a la Cátedra de Pedro, puesta muy de manifiesto en la colaboración de tan importante acuerdo. De este modo las necesarias relaciones que siempre existieron entre los Romanos Pontífices y la nación española han sido confirmadas para fruto y utilidad comunes. Sabemos que éste es también vuestro sentir y el del católico pueblo español, a través de las cartas oficiosas que nos habéis remitido, y por las cuales os damos las más ex­presivas gracias. Por estas y otras razones, queriendo daros una muestra de nuestra benevolencia, por estas nuestras letras os elegimos, constituimos y nombramos caballero de la Milicia de Jesucristo y lo admitimos en esta nuestra Suprema Orden de los citados caballeros».

La imposición del Collar se hizo en la capilla del Palacio de Oriente, el 25 de febrero de 1954. El Caudillo, ante el altar, y de rodillas, pronunció las siguientes palabras:

«Prometo, juro y quiero mantener este juramento hasta el último aliento de mi vida, que, con la ayuda de Dios, cons­tantemente retendré y profesaré íntegra e inviolada esta fe cató­lica, en la misma forma que ahora espontáneamente la profeso y declaro. Y que por lo que a mí personalmente y por razón del gobierno se refiere, procuraré que sea profesada, enseñada y practicada por mis súbditos y por aquellos cuyo cuidado tenga hoy o pueda tener más tarde a mi cargo. Yo mismo, Francisco Franco Bahamonde, por último, prometo y juro a Dios omni­potente, a la Virgen Inmaculada María Santísima y a todos los santos, que, ayudado por la gracia de Dios, llevaré siempre vida ejemplar, con las virtudes que convienen a un buen soldado de Jesucristo».franco-caballero-de-la-milicia-de-jesucristo

El cardenal Pla y Deniel colocó al Jefe del Estado el Gran Co­llar de Oro de la Cruz y dijo:

«Acepte Su Excelencia el yugo del Señor, que es suave y li­gero. Y lleve, de aquí en adelante, cada día con mayor honor y dignidad, esta

insignia de Nuestra Redención que Nos hoy le imponemos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

La Orden Suprema de Nuestro Señor, por cierto, es la superior en dignidad, y como puede leerse en el diario ABC, del 26 de fe­brero de 1954: «Rebasa el significado exclusivamente protocolario para situarse en el plano más elevado de una especial demostración de afecto del Pontífice, gloriosamente reinante, hacia el Caudillo y a la nación española».

“De la Iglesia y la guerra de España” Blas Piñar

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Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen VIII

20 miércoles Feb 2013

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Excelencia y necesidad de la devoción a la Santísima Virgen

46. Todos los ricos del pueblo, para servirme de la expresión del Espíritu Santo según la explica San Santa_Mar_a_Reina_InmaculadaBernardo, os rogarán de siglo en siglo y estarán pendientes de vuestro rostro, y particularmente al fin del mundo; es decir, que los Santos más grandes, las almas más ricas en gracias y virtudes serán los más asiduos en ser devotos de la Santísima Virgen y en tenerla siempre presente, como su perfecto modelo para imitarla, y como su poderosa ayuda para implorar su auxilio.

47. He dicho que eso sucederá especialmente al fin del mundo, y bien pronto, porque el Altísimo con su Santísima Madre deben suscitar grandes santos que excederán tanto más en santidad a la mayor parte de los demás Santos, cuanto sobresalen los cedros del Líbano entre los arbustos, como le ha sido revelado a una alma santa cuya vida ha sido escrita por un gran servidor de Dios, M. de Renty.

48. Estas grandes almas, llenas de gracia y de celo, serán escogidas para oponerse a los enemigos de Dios, que bramarán por todas partes, y serán especialmente devotas de la Santísima Virgen, esclarecidas por su luz, alimentadas con su leche, conducidas por su espíritu, sostenidas por su brazo y guardadas bajo su protección de tal modo, que combatirán con una mano y edificarán con la otra.
Combatirán con una mano, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades, y con la otra mano edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, honrarán a la Santísima Virgen, llamada por los Santos Padres el templo de Salomón y la ciudad de Dios. En fuerza de sus palabras y de su ejemplo, conducirán a todo el mundo a su verdadera devoción, lo cual les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias a ellos y mucha gloria para sólo Dios. Esto le fue revelado a San Vicente Ferrer, como él mismo lo consignó claramente en una de sus obras.
El mismo Espíritu Santo parece haber predicho esta verdad en el salmo LVIII, con estas palabras: «Y sabrán que el Señor reinará en Jacob y sobre toda la tierra; ellos se convertirán aunque tarde, sufriendo el hambre, como perros famélicos, y acudirán alrededor de la ciudad para encontrar qué comer».
Esta ciudad que los hombres encontrarán al fin del mundo para convertirse y para saciar el hambre de justicia que tendrán, es la Santísima Virgen, llamada por el Espíritu Santo casa y ciudad de Dios.

49. Por María comenzó la salvación del mundo, y por María debe consumarse; María no se manifestó casi en el primer advenimiento de Jesucristo, a fin de que los hombres, aún poco instruidos e ilustrados acerca de la persona de su Hijo, no se separasen de El, adhiriéndose demasiado fuerte y groseramente a Ella, lo que aparentemente hubiera sucedido si María hubiese sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo había puesto incluso en su exterior, lo cual es tan cierto, que San Dionisio Aeropagita nos ha dejado escrito que, cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad por sus secretos atractivos y su incomparable belleza, si la fe, en que estaba bien fundado, no le hubiese enseñado lo contrario. Pero en el segundo advenimiento de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada por el Espíritu Santo a fin de hacer por Ella que sea conocido, amado y servido Jesucristo. Las razones que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida, y a no manifestarla sino muy poco después de la predicación del Evangelio, no subsisten ya.

50. Dios quiere, pues, descubrir y manifestar a María como la más perfecta obra de sus manos, en estos últimos tiempos:
1.º Porque Ella se ha escondido en este mundo y colocádose más bajo que el polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de sus Apóstoles y de sus Evangelistas el no ser suficientemente conocida.
2.º Porque siendo la más perfecta obra de Dios, tanto acá abajo por la gracia, como en el cielo por la gloria, quiere el mismo Dios que sea glorificada y ensalzada en la tierra por los hombres.
3.º Como es la aurora que precede y descubre al Sol de justicia que es Jesucristo, debe ser reconocida y manifestada, a fin de que lo sea su divino Hijo.
4.º Siendo el camino por donde primera vez vino Jesucristo a nosotros, lo será también cuando venga por segunda vez, aunque no del mismo modo.
5.º Siendo el medio seguro y el camino recto e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente, por Ella deben buscarle las almas que deban resplandecer en santidad. Quien halle a María, alcanzará la vida, es decir, a Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida, mas no es posible encontrar a María si no se la busca; no se la puede buscar si no se la conoce, porque no se busca ni se desea un objeto desconocido; es menester, pues, que María sea más conocida que nunca para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.
6.º María debe resplandecer más que nunca en misericordia, en poder y en gracia, en estos últimos tiempos; en misericordia, para reducir y acoger amorosamente a los pobres pecadores y extraviados, que
inmaculada-04se convertirán y volverán a la Iglesia Católica; en poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e incrédulos endurecidos, quienes se revolverán terriblemente para seducir y hacer caer por promesas y amenazas a todos los que sean contrarios, y, finalmente, debe resplandecer en gracia, para animar y sostener a los soldados valientes y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por sus intereses.
7.º María, en fin, debe ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército ordenado en batalla, principalmente en estas últimas edades; porque sabiendo Satanás que le queda poco tiempo, y menos que nunca, para perder almas, redoblará diariamente sus esfuerzos y sus combates; suscitará inmediatamente nuevas persecuciones, y tenderá terribles emboscadas a los servidores fieles y a los verdaderos hijos de María, a quienes vence más difícilmente que a los demás.

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Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

Varios volumenes de apóx. 370 páginas. Precio volumen: 10 €. Pedidos: hnopablolibros@gmail.com

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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