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Imitación de Cristo XI

05 martes Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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2, 6, abio, bienaventurado, capítulo 16, capítulo 17, cargass, congregaciones, costumbres, Cristo, Dios, dolor, estorbos, flaquezas, Gál. 6, hombre, Imitación de Cristo, merecimientos, monasterios, mortificación, ocasiones, pasiones, perseverar fielmente hasta la muerte, prójimo, religioso, rogar a Dios, sacar de los males bienes, Sap 3, simple, sobrellevar defectos ajenos, sufrir con paciencia, tribulación, vida monástica

Capítulo 16

De sobrellevar los defectos ajenos

 1. Lo que no puede un hombre enmendar en sí ni en los otros, débelo sufrir con paciencia, hasta que Dios lo ordene de otro modo.
Piensa que por ventura te está así mejor para tu prueba y paciencia, sin la cual no son de mucha estimación nuestros merecimientos.
Mas debes rogar a Dios por estos estorbos, porque tenga por bien de socorrerte para que buenamente los toleres.

2. Si alguno, amonestado una vez o dos, no se enmendare, no porfíes con él, sino recomiéndalo todo a Dios, para que se haga su voluntad y Él sea honrado en todos sus siervos, que sabe sacar de los males bienes.
Desea y aprende a sufrir con paciencia cualesquiera defectos y flaquezas ajenos, pues tú también tienes mucho en que te sufran los otros.
Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo?
De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los propios defectos.

3. Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser corregidos.
Parécenos mal si a los otros se les da larga licencia, y nosotros no queremos que cosa que pedimos se nos niegue.
Queremos que los demás estén sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna.
Así parece claro cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos.
Si todos fuesen perfectos, ¿qué teníamos que sufrir por Dios de nuestros hermanos?

4. Pero así lo ordenó Dios para que aprendamos a «llevar recíprocamente nuestras cargas» (Gál 6,2); porque ninguno hay sin ellas, ninguno sin defecto, ninguno es suficiente ni cumplidamente sabio para sí; antes importa llevarnos, consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos.
De cuánta virtud sea cada uno, mejor se descubre en la ocasión de la adversidad.
Porque las ocasiones no hacen al hombre flaco, pero declaran lo que es.

Capítulo 17

De la vida monástica

 1. Conviene que aprendas a quebrantar en muchas cosas, si quieres tener paz y concordia con otros.
No es poco morar en los monasterios y congregaciones, y allí conversar sin quejas, y perseverar fielmente hasta la muerte.
Bienaventurado es el que vive allí bien y acaba dichosamente.
Si quieres estar bien y aprovechar, mírate como desterrado y peregrino sobre la tierra.
Conviene hacerte simple por Cristo, si quieres seguir la vida religiosa.

2. El hábito y la corona poco hacen, mas la mudanza de las costumbres y la entera mortificación de las pasiones hacen al hombre verdadero religioso.
El que busca algo fuera de Dios y la salvación de su alma, no hallará sino tribulación y dolor.
No puede estar mucho tiempo en paz el que no procura ser el menor y el más sujeto de todos.

3. Viniste a servir, no a mandar; persuádete que fuiste llamado para trabajar y padecer, no para holgar y parlar.
Pues aquí se prueban los hombres, como el oro en el crisol (Sab 3,6).
Aquí no puede estar alguno, si no quiere de todo corazón humillarse por Dios.

 

Imitación de Cristo VII

13 miércoles Feb 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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adversidad, buena intenció, capítulo 10, capítulo 11, consolación divina, consolación interior, consolaciones humanas, contemplativos, corazón fatigado, cosas del siglo, costumbre, estorba, hombres, Imitación de Cristo, impedimento mayor, oremos, perfectos, propia voluntad, ruido, vanidad, velemos

Capítulo 10

Que se ha de cercenar la demasía en las palabras

1. Excusa cuanto pudieres el ruido de los hombres; pues mucho estorba el cristo_0tratar de las cosas del siglo, aunque se digan con buena intención.
Porque presto somos amancillados y cautivos de la vanidad.
Muchas veces quisiera haber callado y no haber estado entre los hombres.
Pero, ¿cuál es la causa que tan de gana hablamos y platicamos unos con otros, viendo cuán pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia?
La razón es que por el hablar, buscamos ser consolados unos de otros y deseamos aliviar el corazón fatigado de pensamientos diversos.
Y de muy buena gana nos detenemos en hablar y pensar de las cosas que amamos o sentimos adversas.
Mas, ¡ay dolor!, que muchas veces sucede vanamente y sin fruto; porque esta exterior consolación es de gran detrimento a la interior y divina.

2. Por eso, velemos y oremos, no se nos pase el tiempo en balde.
Si puedes y conviene hablar, sean cosas que edifiquen.
La mala costumbre y la negligencia de aprovechar ayudan mucho a la poca guarda de nuestra lengua.
Pero no poco servirá para nuestro espiritual aprovechamiento la devota plática de cosas espirituales, especialmente cuando muchos, de un mismo espíritu y corazón se juntan en Dios.

Capítulo 11

Cómo se debe adquirir la paz y del celo de aprovechar

 1. Mucha paz tendríamos si en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen no quisiésemos meternos.
¿Cómo puede estar en paz mucho tiempo el que se entremete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge?
Bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz.

2. ¿Cuál fue la causa por que muchos de los santos fueron tan perfectos y contemplativos?
Porque se esforzaron en mortificar totalmente todo deseo terreno; y por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios y ocuparse libremente en sí mismos.
Nosotros nos ocupamos mucho con nuestras pasiones, y tenemos demasiado cuidado de lo transitorio.
Y también pocas veces vencemos un vicio perfectamente, ni nos alentamos para aprovechar cada día, y por esto nos quedamos tibios y aun fríos.

3. Si estuviésemos perfectamente muertos a nosotros mismos, y en lo interior desocupados, entonces podríamos gustar las cosas divinas y experimentar algo de la contemplación celestial.
El impedimento mayor y total es que no somos libres de nuestras inclinaciones y deseos, ni trabajamos por entrar en el camino perfecto de los santos.
Y también cuando alguna adversidad se nos ofrece, muy presto nos desalentamos y nos volvemos a las consolaciones humanas.

4. Si nos esforzásemos más en pelear como fuertes varones, veríamos sin duda la ayuda del Señor que viene desde el cielo sobre nosotros. Porque dispuesto está a socorrer a los que pelean y esperan en su gracia, y nos procura ocasiones de pelear para que alcancemos la victoria.
Si solamente en las observancias de fuera ponemos el aprovechamiento de la vida religiosa, presto se nos acabará la devoción.
Mas pongamos la segur a la raíz, porque, libres de las pasiones, poseamos pacíficas nuestras almas.

5. Si cada año desarraigásemos un vicio, presto seríamos perfectos.
Mas ahora, al contrario, muchas veces experimentamos que fuimos mejores y más puros en el principio de nuestra conversión que después de muchos años de profesos.
Nuestro fervor y aprovechamiento cada día debe crecer; mas ahora ya nos parece mucho conservar alguna parte del primer fervor.
Si al principio hiciésemos algún esfuerzo, podríamos después hacerlo todo con facilidad y gozo.

6. Grave cosa es dejar la costumbre; pero más grave es ir contra la propia voluntad.
Mas si no vences las cosas pequeñas y ligeras, ¿cómo vencerás las dificultosas?
Resiste en los principios a tu inclinación y deja la mala costumbre, porque no te lleve poco a poco a mayor dificultad.
¡Oh, si mirases cuánta paz a ti mismo y cuánta alegría darías a los otros rigiéndote bien, yo creo que serías más solícito en el aprovechamiento espiritual!

 

Imitación de Cristo IV

23 miércoles Ene 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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2, amor de la pura verad, curiosidad, hombre de buena conciencia, hombre sabio, Imitación de Cristo, prudencia en las acciones, pura verdad, Sal 116, santas escrituras, variones perfectos

Capítulo 4

De la prudencia en las acciones

1. No se debe dar crédito a cualquier palabra ni a cualquier espíritu; mas con prudencia y espacio se deben, según Dios, examinar las cosas.
¡Oh dolor! Muchas veces se cree y se dice más fácilmente del prójimo el mal que el bien ¡Tan flacos somos!
Mas los varones perfectos no creen de ligero cualquier cosa que les cuentan, porque saben ser la flaqueza humana presta al mal y muy deleznable en las palabras.

2. Gran sabiduría es no ser el hombre inconsiderado en lo que ha de hacer, ni porfiado en su propio sentir.
A esta sabiduría también pertenece no creer a cualesquiera palabras de hombres, ni decir luego a los otros lo que oye o cree.
Toma consejo del hombre sabio y de buena conciencia; y apetece más ser enseñado de otro mejor, que seguir tu parecer.
La buena vida hace al hombre sabio, según Dios, y experimentado en muchas cosas.
Cuanto alguno fuere más humilde en sí y más sujeto a Dios, tanto más sabio y sosegado será en todo.

Capítulo 5

De la lección de las Santas Escrituras

1. En las Santas Escrituras se debe buscar la verdad, no la elocuencia.
Toda la Escritura santa se debe leer con el espíritu que se hizo.
Más debemos buscar el provecho en la Escritura que no la sutileza de palabras.
De tan buena gana debemos leer los libros sencillos y devotos como los sublimes y profundos.
No te mueva la autoridad del que escribe si es de pequeña o grande ciencia; mas convídete a leer el amor de la pura verdad.
No mires quién lo ha dicho, mas atiende qué tal es lo que se dijo.
Los hombres pasan; mas la verdad del Señor permanece para siempre (Sal 116,2).

2. De diversas maneras nos habla Dios, sin acepción de personas.
Nuestra curiosidad nos impide muchas veces el provecho que se saca en leer las Escrituras, cuando queremos entender y escudriñar lo que llanamente se debía pasar.
Si quieres aprovechar, lee con humildad, fiel y sencillamente, y nunca desees nombre de letrado.
Pregunta de buena voluntad y oye callando las palabras de los santos; y no te desagraden las sentencias de los viejos, porque no las dicen sin causa.

 ** TODOS LOS MIÉRCOLES, DÍA DE SAN JOSÉ, DIOS MEDIANTE, SON PUBLICADOS NUEVOS ARTÍCULOS **

Vencerse a sí mismo

16 miércoles Ene 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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beata isabel de la trinidad, camino de la perfección, camino de perfección, combatir, concilio vaticano II, demonio, doctor de la iglesia, ejercicios espirituales, Imitación de Cristo, ley, mortificación, mortificar el cuerpo, nuestro rey y señor, obstáculo, oración, ordenar la vida, pablo VI, san agstín, san ignacio de loyola, san juan de ávila, santa catalnia de siena, Santos, vencerse a sí mismo, vencimiento

crucifijo_iglesia_de_yaguaron_paraguay_11_11_2007_mirtha_taboada_mirthataboada_hotmail_com-sizedLos Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola son: para vencerse a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que desordenada sea.

Vencerse a sí mismo, se dice en un instante, pero puede durar toda la vida y vencerse en algunos de los afectos desordenados contraídos. El doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila, nos dice: No podéis, por mucho que procuréis, ofrecer a Jesucristo cosa mejor que vuestra propia voluntad, una voluntad acostumbrada a hacer lo que quiere en cosas de poca importancia, se hallará muy rebelde para negarse en las mayores. El que obra llevado de su propio juicio no necesita de demonio que le tiente.

Nuestro Rey y Señor nos dice: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga (Mt. 16,24). No hay santo que no haya hecho el camino de la perfección sin el primer paso de negarse, de vencerse a si mismo. San Juan de la Cruz enseña: No está la perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto de las obras, sino el saberse negar a sí mismo en ellas.

San Agustín, que vivió durante muchos años en las corrupciones mundanas, y convertido ha sido uno de los grandes Padres de la Iglesia, nos da este consejo: La lucha está dentro de ti mismo; no tengas en mucho al enemigo externo, véncete a ti mismo y el mundo quedará vencido. Sí, porque el hombre más aprovecha y merece gracia más amplia, donde más se vence a si mismo y se mortifica en su espíritu (Imitación de Cristo).

El gran obstáculo para entrar en el espíritu de oración es no combatir en el vencimiento: Vaya doblando su voluntad si quiere que le aproveche la oración. Si no se anda con gran cuidado, y cada una, como en negocio más importante que todos… contradiciendo la voluntad, hay muchas cosas para quitar esta santa libertad de espíritu, que pueda volar a su Hacedor sin ir cargada de hierro y plomo. Así lo han entendido sus hijas carmelitas: esta doctrina de morir uno a sí mismo es una ley indeclinable para toda alma cristiana (beata Isabel de la Trinidad). De poco serviría mortificar el cuerpo si no se mortifica el amor propio (Santa Catalina de Siena).

Y aunque muchos no se han enterado, el Concilio Vaticano II dijo exactamente lo mismo: La reforma que el Concilio predica la más necesaria y difícil, consiste en cambiar los propios pensamientos y gustos según la voluntad de Dios, corregir los propios defectos (Pablo VI).

P. Manuel Martínez Cano, mCR

** CADA MIÉRCOLES, DÍA DE SAN JOSÉ, DIOS MEDIANTE, SON PUBLICADOS NUEVOS ARTÍCULOS **

Imitación de Cristo III

16 miércoles Ene 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Él, caridad, caridad perpetua, ciencia, constancia, corazón, cosas útiles, curiosidad, diligencia, espíritu puro, espíritu sencillo, hombre bueno, hombre devoto, Imitación de Cristo, inclinación viciosa, juicio, locura, mejorar, negocio, perfección, sabio, vencerse a sí mismo, verbo eterno, Verdad, voluntad de Dios

Capítulo 3

De la doctrina de la Verdad

1. Bienaventurado aquel a quien la Verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces que se pasan, sino así como es.
Nuestra estimación y nuestro sentimiento a menudo nos engañan y conocen poco.
¿Qué aprovecha la gran curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues que del no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos?
Gran locura es que, dejadas las cosas útiles y necesarias, entendemos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos.
¿Qué se nos da de los géneros y especies de los lógicos?
Aquel a quien habla el Verbo eterno, de muchas opiniones se desembaraza.
De este Verbo salen todas las cosas. Y todas predican este Uno, y este es el Principio que nos habla (Jn 8,25).
Ninguno entiende o juzga sin Él rectamente.
Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y las trajere a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y permanecer pacífico en Dios.
¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en caridad perpetua.
Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en ti está todo lo que quiero y deseo.
Callen todos los doctores; callen las criaturas en tu presencia: háblame tú solo.

2. Cuanto alguno fuere más unido contigo, y más sencillo en su corazón, tanto más y mayores cosas entiende sin trabajo, porque de arriba recibe la luz de la inteligencia.
El espíritu puro, sencillo y constante no se distrae, aunque entienda en muchas cosas, porque todo lo hace a honra de Dios; y esfuérzase a estar desocupado en sí de toda curiosidad.
¿Quién más te impide y molesta que la afición de tu corazón no mortificada?
El hombre bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer de fuera. Y ellas no le llevan a deseos de inclinación viciosa; mas él las trae al albedrío de la recta razón.
¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo?
Y esto debería ser nuestro negocio: querer vencerse a sí mismo, y cada día hacerse más fuerte y aprovechar en mejorarse.

3. Toda la perfección de esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna oscuridad.
El humilde conocimiento de ti mismo es más cierto camino para Dios que escudriñar la profundidad de la ciencia.
No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa.
Pero porque muchos estudian más para saber que para bien vivir, por eso yerran muchas veces, y poco o ningún fruto hacen.

4. Si tanta diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta disolución en los monasterios.
Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos.
Dime: ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios?
Ya poseen otros sus rentas, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida parecían algo; ya no hay de ellos memoria.

5. ¡Oh, cuán presto se pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído bien.
¡Cuántos perecen en este siglo por su vana ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios!
Y porque eligen ser más grandes que humildes, por eso se hacen vanos en sus pensamientos.
Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad.
Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada la más encumbrada honra.
Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por estiércol para ganar a Cristo (Flp 3,8).
Y verdaderamente es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya.

 

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