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San José, Nuestro Patrón

05 martes Mar 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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En la ciudad de Santa Fe, en Nuevo México, hay una capilla visitada por miles de personas cada año y que es centro de devoción al albergar un extraño misterio elevado a milagro por los fieles. El origen de este supuesto milagro es una escalera de madera que apareció de la noche a la mañana y que es atribuida ni más ni menos que al mismísimo San José.

Comencemos con la historia del lugar:

En 1852, por orden del obispo de Santa Fe, 7 monjas misioneras fueron de su hogar en Kentucky hasta Escalera San JoséSanta Fe con la idea de fundar un convento que sirviera de escuela para los niños del lugar. Tras un largo y penoso viaje que duró varios meses, en la que una de las mujeres murió y otra tuvo que regresar y donde incluso sufrieron ataques por parte de los indios, llegaron a Santa Fe donde fundaron su congregación, «La orden de las hermanas Loretto». En 1873, tras 20 años enseñando en la escuela, el obispo, Jean Baptiste Lamy, satisfecho, quiso construir una capilla, «Nuestra Señora de la Luz», que tardó 5 años en levantarse bajo el mando del arquitecto francés Antonio Mouly. Pero Mouly murió sin solucionar un gran error en el diseño que dio al traste con la alegría de las misioneras, y es que desde la planta baja no había manera de acceder al coro que estaba más elevado, y el construir una escalera normal daría al traste con el diseño, ya que no había lugar para instalarla y ocuparía gran parte de la nave. La única solución propuesta por varios expertos era derribar el coro, algo a lo que las hermanas se oponían. Es a partir de aquí cuando surge el supuesto milagro, y es que al ver que no aparecía solución, las hermanas ofrecieron una novena a San José, y misteriosamente, el noveno día, un extraño llamó a la puerta y abrió Magdalene, la madre superiora. Era un hombre canoso y con barba que llevaba un burro y herramientas, y se ofreció a construir la escalera con una condición, Magdelene no debía jamás revelar su nombre. Ésta aceptó y mandó al resto de monjas que no hablaran con el misterioso hombre. Una mañana, tras 3 meses, la escalera estaba erigida de manera magistral, y cuando la madre superiora fue a pagar al extraño, éste había desaparecido de la misma manera misteriosa como cuando llegó, sin cobrar su trabajo.

 

Desde entonces, la leyenda atribuye la escalera a San José, el padre de Jesús, que por cierto, era carpintero, y las peregrinaciones a este lugar, que se convirtió en lugar de culto, comenzaron enseguida.

 

Pero, ¿qué convierte esta escalera en extraordinaria además del misterio que envuelve su construcción?

 

Al observar la escalera, se puede comprobar que está hecha sin clavos ni ningún tipo de pegamento, solo con piezas ensambladas. Mide 6,70 metros y da dos vueltas de 360 grados perfectas. No se sustenta con ningún pilar, manteniendo un equilibrio digno de estudio aún por ingenieros y arquitectos.

La madera no proviene de ningún árbol de la zona, y un pedazo analizado por el Centro de Anatomía de Madera del Servicio Forestal de los Estados Unidos solo pudo descubrir que era de un tipo de abeto que no se encuentra en esa zona del país, y como última y extraña curiosidad, tiene 33 peldaños, sí, la edad de Cristo.

Lineline

Un obispo misionero irlandés, Monseñor O. Hair, estuvo ejerciendo el apostolado durante muchos años en Sudáfrica… En una de sus caminatas se pierde. No sabiendo qué hacer, invoca a su ángel de la guarda, a san José y a Nuestra Señora del Buen Consejo, y sigue su camino completamente desorientado. Al fin, llega a un grupo de casas. Precisamente, un campesino está en ese momento trabajando cerca de su casa, y le dice: – Llega usted en buen momento, pues en la casa vecina hay un hombre que se está muriendo. El obispo se presenta en casa del moribundo y, a su vista, éste se pone a llorar de alegría, exclamando: – Yo soy irlandés. Cuando era niño, mi madre me enseñó a rezar a san José, pidiéndole la gracia de una santa muerte. He rezado esta plegaria todos los días de mi vida. A los 21 años, después de haber participado en la guerra, me quedé en África. Cuando caí enfermo, le recé a san José con más fervor aún, y ahora me manda un sacerdote de forma inesperada. Al día siguiente, el enfermo murió en la paz del Señor, habiendo tenido una buena muerte.

Lineline

A finales del siglo XIX, el padre Juan abad de la abadía de Fontfroide (Francia) fue testigo de un favor especial de san José. Él mismo cuenta: Durante mi estancia en la abadía de Senanque, una tarde el portero me dijo: – Un señor pregunta por usted. Voy a su encuentro. Era un hombre apuesto, bien vestido, de modales distinguidos, pero parecía turbado. A pocos pasos de él, pastaba un soberbio caballo negro. Y me dice: – Yo no lo conozco a usted. Lo he visto de lejos y lo he hecho llamar. Mi caballo me llevó por las rocas y se ha detenido delante de su puerta. ¿Qué casa es ésta? – Es un monasterio. – Yo soy el director del circo imperial de Lyon. Mis negocios van de maravilla. Tengo a mis órdenes un personal numeroso, pero estoy atormentado por la idea de suicidarme. Yo nunca conocí a mi padre. A los 7 años perdí a mi madre. Después de la muerte de mi madre, cogí el poco dinero que encontré y me fui al circo vecino. Estaba completamente solo, no tenía parientes ni amigos. El director del circo me trató como a un hijo suyo y, al morir, me dejó su circo. He estado por todas partes, he ganado mucho dinero. Pero, desde hace un tiempo, no sé qué me pasa, me siento desgraciado y me quiero ahogar. Mi madre me enseñó una oración que me hacía recitar todos los días: «Dios te Salve José, lleno de gracia divina, bendito seas entre todos los hombres y bendito es Jesús, el fruto de tu virginal esposa. San José, destinado a ser padre del Hijo de Dios, ruega por nosotros en nuestras necesidades familiares, de salud y trabajo, y dígnate socorrernos en la hora de nuestra muerte. Amén». Recito esta oración todos los días antes de dormir. Hoy llevé mi caballo a orillas del Ródano; pero saltó hacia atrás y escapó. Por primera vez en mi vida, no he sido dueño de mi animal. Yo lo abracé y él se sintió conmovido. Le dije: – Usted cenará con nosotros esta noche, dormirá en el duro suelo y mañana pasará el día aquí. Se quedó tres días con nosotros. Lo instruí en las verdades fundamentales de la fe. Se confesó y comulgó. Después regresó a Avignon totalmente transformado, ordenó sus negocios, vendió su circo, distribuyó el dinero a los pobres y se hizo religioso. Algunos años más tarde, se sintió aquejado de fiebres altas y murió como un santo, joven aún y desconocido. Vean lo que vale la protección de san José. Él fue fiel a la oración, aun sin comprender lo que decía y sin saber a quién se dirigía, y recibió su recompensa.

LinelineEn la noche del 2 de enero de 1885, un anciano se presentó en casa de un sacerdote para pedirle que fuera a ver a una mujer agonizante. El sacerdote siguió al desconocido. La noche era muy fría, pero el anciano parecía San Joséno darse cuenta de ello. Iba adelante y decía al sacerdote para tranquilizarlo, pues la zona era de mala fama: – Yo lo esperaré a la puerta. La puerta donde se detuvo era una de las más miserables del barrio… Al llegar junto a la moribunda, la moribunda estaba diciendo entre gemidos: – ¡Un sacerdote! ¡Un sacerdote! ¡Me voy a morir sin sacerdote! – Hija mía, yo soy sacerdote. Un anciano me llamó para que viniera. La enferma le confesó los pecados de su larga vida de pecadora y el sacerdote le preguntó si había observado alguna práctica de devoción en su vida. – Ninguna, respondió, salvo una oración que recitaba todos los días a san José para obtener la buena muerte. El sacerdote, después de confesarla, le dio la comunión y la unción de los enfermos, y ella quedó muy reconfortada. Cuando el sacerdote llegó a la puerta, no encontró a nadie. Pero, reflexionando sobre el acontecimiento de esa noche y sobre el misterio consolador que había ejercido, sintió nacer en su corazón la convicción de que el caritativo anciano no era otro que el glorioso y misericordioso san José, patrono de la buena muerte.

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