El Beato Juan Pablo II nos dijo en el Monte Del Gozo: como he escrito en el Mensaje para esta Jornada Mundial de la Juventud, la verdad es la exigencia más profunda del espíritu humano. Ante todo, debéis estar sedientos de la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre la vida y el mundo. Se lo repetía muchas veces a mis alumnos: una persona cumple con su deber cuando conoce y vive en la verdad.

La confusión y corrupción reinante en nuestros días está provocando que muchos jóvenes y mayores, no piensen por sí mismos, repiten tópicos continuamente, hablan como si estuvieran programados como un robot. No nos extrañe este mimetismo pues: los medios de comunicación social ponen sutilmente en peligro la libertad y capacidad de juzgar con objetividad (Beato Juan Pablo II). Y Eduardo Coloma advierte: Un estado moderno que posea el control de los medios de información y de propaganda puede manipular los espíritus, deformar las conciencias y falsear criterios.

Uno de los más grandes pedagogos del siglo pasado, el P. Tomás Morales s.j. forjador de generaciones de jóvenes católicos, afirma: Los medios de comunicación social secuestran la inteligencia, raptan la voluntad de los que formalizada, se aburren extasiados contemplándolos aparte. Termino con este apartado de la influencia de los medios de comunicación en jóvenes y adultos, con lo que ha escrito José Luis Gutiérrez, de quien conocí un hijo suyo que hizo la mili en mi pueblo. Estas son sus reflexiones: Son en efecto, estos medios informativos uno de los instrumentos más adecuados hoy para reducir y en lo posible eliminar la capacidad de pensar y de opinar con criterio propio, para impedir, o dificultar al menos, el juicio personal libre, no interferido, sobre cuestiones, personas y hechos; para bloquear con inusitada eficacia la posibilidad de tener una idea objetivamente fundada en las cosas.

La información puede transformar a pueblos enteros. El poder de fascinación que posee, manipulado por los promotores del cambio radical de sociedad , levanta espejismos y provoca crisis de atontamiento colectivo, del que sólo pueden salir los pueblos si cuentan con minorías políticas religiosas, capacitadas para la denuncia enérgica de la situación creada.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

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