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El tiempo que hace que formas parte de la Asociación no importa. El tiempo de tu conversión a una vida cristiana no importa. El tiempo de tu conversión a una vida mejor y de más fervor no importa. Una cosa es cierta: TU TIENES MADERA DE SANTO. Dios quiere que lo seas. Dios no quiere que te contentes con ser una buena persona; que seas un joven buen chico, para ir tirando. Te quiere santo. A tu estilo, pero santo. Con tu carácter, pero santo. Con tus limitaciones, pero santo. Porque Dios al crearte te dio madera de santo.
El cumplimiento silencioso del propio deber hasta el heroísmo si es preciso, es lo que hace a los santos. El poeta Pemán lo expresó admirablemente:
“no hay virtud más eminente
que hacer sencillamente
lo que tienes que hacer.”
Cuando Jesús decía “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” no hablaba en general, sino que se refería en concreto a ti. Y cuando exclamaba Jesús “en esto recibe gloria mi Padre: en que produzcáis mucho fruto” soñaba en la gloria que le darías a Dios si trabajas por ser santo.
La semana pasada un compañero tuyo del Centro pensó y obró como un santo. En su escalera moría una buena mujer. Cuidados médicos, medicinas, compañía no le faltaba. Pero, le faltaba lo principal: que alguien se preocupara de su alma.
Gracias a su intervención aquella mujer recibió los sacramentos y murió feliz. Hoy los ángeles cantan la gloria de Dios en aquella alma que se salvó gracias a un joven de la Asociación que sin respeto humano, con coraje cristiano, hizo lo que hubiera hecho un santo.
A tu alrededor hay muchos santos desconocidos. Sé tú también santo porque tienes madera para ello.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 25, febrero de 1979