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Meditación de los Pecados II

22 miércoles May 2013

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meditación, paraíso, pecados, quién soy yo, santas, Santos

“El tercer punto de la meditación de los pecados es mirar quién soy yo, disminuyéndome por ejemplos: sagradocorazon21º, cuánto soy yo en comparación de todos los hombres; 2º, qué cosa son los hombres en comparación de todos los ángeles y santos y santas del paraíso; 3º, mirar que cosa es todo lo criado en comparación de Dios, pues yo solo ¿qué puedo hacer?; 4º, mirar toda mi corrupción y fealdad de mi cuerpo; 5º, mirarme como una llaga supurante, de donde han salido tantos pecados y tantas maldades y pus asquerosísima”.

¿Qué sucedería si yo declarase la guerra a todos los hombres? ¿Qué vale mi ciencia o mi fuerza comparada con todos los hombres? ¿El día que muera quién me echara de menos? ¿Quién notaría mi falta en España? ¡Qué estupidez creernos que valemos mucho! ¡que somos muy importantes! Vanidad de vanidades.

Comparados con los ángeles y los santos somos muy poca cosa; y, si me comparo con Dios, soy nada. Todas las cosas son delante de Él como nada. Somos llaga y pus de donde han salido muchos pecados. Cuando san Francisco de Borja salía a cualquier lugar, sentía internamente como le gritaban: “¡Al condenado!”. San Juan de Ávila: “Toda esta vida es año de probación, año de noviciado, para que se vea si sois digno de ser morador del Cielo: qué castidad habéis guardado en este tiempo, que humildad, qué amor de Dios y de los prójimos”.

“El cuarto punto es considerar quién es Dios, contra quien he pecado, según sus atributos, comparándolos con sus contrarios en mí: su sapiencia a mi ignorancia, su omnipotencia a mi flaqueza, su justicia a mi iniquidad, su bondad a mi malicia”.

La magnitud de la ofensa se mide por la dignidad y grandeza del ofendido. Y yo he ofendido a Dios muchas veces. El corazón debería reventar de dolor. ¡He ofendido a Dios tantas veces! Mi malicia ha ofendido a su bondad infinita, mi debilidad y flaqueza se ha atrevido a enfrentarse a mi Dios todopoderoso; mi maldad e iniquidad ha despreciado su justicia que “no perdonó a su propio hijo”(Rom.10,8). San Juan de Ávila: “Mirad cuán gran bofetada se da a Dios, después de haberlo conocido, trocado por cosa tan baja como es el pecado. Mirad que sois templo de Dios; guardaos limpios por honra de Aquél que en vos mora”.

Santa Maravillas de Jesús: “Dan ganas de olvidar de una vez todo el cúmulo de mis propias miserias, arrojándolas todas, las pasadas, las presentes y las venideras según se vayan presentando, a cada instante, en ese fuego consumidor del Corazón Divino”. San Antonio Mª Claret: “El pensar que el pecado no sólo hace condenar a mi prójimo, sino que principalmente es una injuria a Dios, que es mi Padre. ¡Ah! esta idea me parte el corazón de pena y me hace correr como… Y me digo: si un pecado es de malicia infinita, el impedir un pecado es impedir una injuria infinita a mi Dios, a mi buen Padre”.

“El quinto punto es exclamar admirado y con crecido afecto, recorriendo una a una todas las criaturas, cómo me han dejado con vida y conservado en ella: los ángeles, siendo espada de la justicia divina, cómo me han sufrido y guardado y rogado por mí; los santos cómo han intercedido y rogado por mí; y los cielos, sol, luna, estrellas y elementos, frutos, aves, peces y animales como me han conservado hasta ahora; y la tierra, cómo no se ha abierto para sorberme, criando nuevos infiernos para siempre pensar en ellos”.

El pecador es un monstruo de maldad. Las criaturas creadas por Dios, deberían aniquilarlo porque fueron hechas para que le ayuden a alabar y hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y él las usa para ofender a Dios. Como el fiel Abisai que, al oír a Semei insultar a su rey David, no pudo contenerse y exclamó furioso: “¿Por qué maldice ese perro muerto al Señor mi rey? ¡Voy a cortarle la cabeza!”(2 Reyes 16,9), así claman justicia ante Dios las criaturas contra el pecador. Pero la infinita misericordia de Dios las contiene y las hace que nos sirvan y nos ayuden a ser santos y volver a Él, como el hijo pródigo.

Todo lo ha ordenado Dios para mi eterna salvación. Y, para mi eterna felicidad, el Hijo de Dios se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María y murió en la cruz por mis pecados. y fundó su Iglesia. Los sacerdotes pueden perdonar todos los pecados y darnos el Cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Dios hecho hombre; qué es el hombre para que te acuerdes de Él y le ames infinitamente. “Exclamación admirable con crecido afecto”, dice san Ignacio.

“Acabar con un coloquio sobre la misericordia que el Señor ha tenido conmigo y dando gracias a Dios nuestro Señor, porque me ha dado vida hasta ahora, y proponer enmienda con su gracia para adelante. Pater nóster”. Señor antes morir que ofenderte. Te quiero, Jesús mío, con todo mi corazón.

Imitación de Cristo XVII

24 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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Capítulo 23

De la meditación de la muerte

 1. Muy presto será contigo este negocio; mira cómo te has de componer.
Hoy es el hombre y mañana no parece.
En quitándolo de la vista, presto se va también de la memoria.
¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente y no se cuida de lo porvenir!
Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana?
Mañana es día incierto, ¿y qué sabes si amanecerás mañana?

2. ¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos?
¡Ah! La larga vida no siempre nos enmienda; antes muchas veces añade pecados.
¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
Muchos cuentan los años de su conversión; pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.
Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar.

3. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche; y cuando fuere de noche, no te atrevas a prometerte la mañana.
Por eso está siempre prevenido y vive de tal manera que nunca te halle la muerte inadvertido.
Muchos mueren de repente, porque «en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12,40).
Cuando viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu vida pasada y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.

4. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo cual desea lo halle Dios en la muerte!
Porque el perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor de la observancia, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, la abnegación de sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de Cristo, gran confianza te darán de morir felizmente.
Muchas cosas buenas puedes hacer cuando estás sano; pero cuando enfermo, no sé qué podrás. Pocos se enmiendan en la enfermedad; y los que andan en muchas romerías, tarde se santifican.

5. No confíes en amigos ni en vecinos, ni dilates para después tu salvación, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres.
Mejor es ahora, con tiempo, prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar en el socorro de otros.
Si tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién tendrá cuidado de ti después?
Ahora es el tiempo muy precioso; «ahora son los días de salud; ahora es el tiempo aceptable» (2Cor 6,2).
Pero, ¡ay dolor!, que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en él ganar con qué vivir eternamente.
Vendrá cuando desearías un día o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.

6. ¡Oh hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar, y de cuán grave espanto salir, si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella!
Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que temer.
Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo.
Aprende ahora a despreciarlo todo, para que entonces puedas libremente ir a Cristo.
Castiga ahora tu cuerpo con penitencia, porque entonces puedas tener confianza cierta.

7. ¡Oh necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro?
Cuántos se han engañado y han sido separados del cuerpo cuando no lo esperaban!
¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a cuchillo, otro se ahogó, otro cayó de lo alto y se quebró la cabeza, otro comiendo se quedó pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno murió con fuego, otro con hierro, otro de peste, otro pereció a manos de ladrones; y así la muerte es fenecimiento de todos, y la vida de los hombres se pasa como sombra rápidamente.

8. ¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto?
Haz ahora, hermano, haz lo que pudieres, que no sabes cuándo morirás; no sabes lo que te acaecerá después de la muerte.
Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales.
Nada pienses fuera de tu salvación y cuida solamente de las cosas de Dios.
«Granjéate ahora amigos», venerando a los santos de Dios e imitando sus obras, «para que cuando salieres» de esta vida «te reciban en las moradas eternas» (Lc 16,9).

9. Trátate como huésped y peregrino sobre la tierra a quien no le va nada en los negocios del mundo.
Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí «no tienes domicilio permanente» (Heb 13,14).
Allí endereza tus oraciones y gemidos, cada día con lágrimas, porque merezca tu espíritu, después de la muerte, pasar dichosamente al Señor. Amén.

Alabar, Hacer Reverencia y Servir a Dios

20 miércoles Feb 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, dice San Ignacio. san-ignacio-de-loyolaEs el fin próximo del hombre. El fin último es la eterna felicidad del cielo. ¡Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder! “El hombre y la mujer es el ser más maravilloso que Dios ha creado. Basta contemplar los ojos de un bebé, su luz, su transparencia, su sonrisa, para ver a Dios.

Sí. Hemos sido creados para alabar a Dios. Los Salmos están repletos de alabanzas al Señor, que debemos hacer nuestras, en todos los momentos de nuestra existencia; ¡cómo ensancha el corazón la alabanza a Dios! Alabemos a Dios.

La lectura del Oficio divino del jueves primero del tiempo ordinario, nos propone la meditación de unos versículos del libro del Eclesiástico. Alabar a Dios a quien nadie ha visto por la contemplación de todo lo que ha creado: “Voy a recordar las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios son creadas y de su voluntad reciben su tarea.

El sol sale mostrándose a todos, la gloria del Señor se refleja en todas sus obras. Aun los santos de Dios no bastarán  para contar las maravillas del Señor. ¡Qué amables son todas sus obras!; y eso que no vemos más que una chispa.

Todas difieren…. unas de obras, y no ha hecho ninguna inútil. Una excede a otra en belleza: ¡quién se saciará de contemplar su hermosura ¡que glorioso espectáculo! El sol, cuando sale derramando su calor ¡qué obra maravillosa del Señor! ¡Qué grande el Señor que lo hizo! Sus órdenes espolean a sus campeones.

Las estrellas adornan la belleza del cielo, y su luz resplandece en la altura divina; a una orden de Dios ocupan su puesto y no se cansan de hacer la guarda.

Mira el arco iris y bendice a su creador: «¡qué esplendor majestuoso! Abarca el horizonte con su esplendor cuando lo tensa la mano poderosa de Dios”

Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y la alabanza, porque tú has creado el universo. El cosmos es inconmesurable. La Vía Láctea, nuestra galaxia, tiene cien mil millones de soles. Y se conocen cien mil millones de galaxias como la nuestra. La nebulosa de Andrómeda consta de doscientos mil millones de estrellas y está situada a dos millones de años luz de nuestra galaxia… las otras son aturdedoras.  Leed el Salmo 19.

El doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila nos dice: “Las criaturas irracionales no son capaces de ser amadas con amor de caridad; mas, tales cosas, como son los cielos, agua y tierra, animales y árboles, secundariamente se pueden amar, no por ellos , sino porque resplandece la gloria de Dios, que está en ellos; y así decís: “Bendito sea Dios, que crió tal árbol”. Y de quien bien queréis , aun la ropa que trae vestida la amáis, según que le es provechosa a aquél a quién queréis.

No es menester mirar los cielos ni la tierra ni todas las otras hermosuras para conocer algo de vuestra hermosura y bondad, sino mirar mis maldades y mi fealdad y allí veo vuestra bondad mejor que en todas las otras cosas. Señor; ¡que con todo eso me amáis! ¡que no me echáis delante de vuestros ojos, siendo yo cosa tan fea y leprosa de mi propia cosecha! Señor, ¡que a tales criaturas dais hermosura de vuestra gracia y amor! Verdaderamente más me amáis que nadie, y más que yo mismo, pues lo que yo no me supiera Vos me lo sufrís.

“Este es Dios; mayor en bondad que todos. Dios es amor y Dios es infinito”

Santa Maravillas de Jesús: “¡Qué importa todo más que Él sea glorificado! Nada tiene importancia fuera de la gloria de Dios, como nadie es nada fuera de Él, ni puede nada… lo único que importa es agradarle a Él y no que se entere la gente. ¡Qué buenísimo es nuestro Cristo, que hermosísima es su Iglesia! ¡Qué será el cielo!”

Beata María Pilar Izquierdo: “¡Qué bueno es Jesús nuestro divino Maestro! ¡Qué Corazón tan hermosos y que inmenso es el amor que nos tiene!” En todas las cosas vemos la mano de Dios; porque bien es verdad que las hojas del árbol no se mueven sin su voluntad”

Beata Teresa de Calcuta: “Una vez que comprendamos hasta qué punto Dios está enamorado de nosotros, ya solo podemos vivir la vida irradiando amor… Dios se nos ha entregado por completo. PongámonosDivina_Misericordia_ nosotros por completo a su disposición”.

La Misericordia divina dijo a santa Faustina: “Proclama que la misericordia es el atributo  más grande de Dios. Todas las obras de mis manos están coronadas por la misericordia.”

Casiano dice que: “alabar a Dios es narrar sus maravillas”. Lo primero que hizo Adán. Alabemos a Dios constantemente. Reconozcamos a Dios como nuestro bien supremo, como nuestro magnífico bienhechor. Vivamos estos ejercicios en la presencia de Dios, hasta llegar al conocimiento interno de tantos bienes recibidos del Señor. Así viviremos en continuas acciones de gracias y alabanzas a Dios todopoderoso, nuestro Padre celestial.

P. Manuel Martínez Cano mCR

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