Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

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Catecismo Social XIV

22 miércoles May 2013

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7 -El orden natural, ¿debe influir en la vida social?

Es su fundamento. Las leyes que hacen los hombres -las que llamamos leyes positivas no pueden contradecir el orden catecismo socialnatural que responde a esas tres imperiosas experiencias: el hombre quiere conservar su vida, quiere propagarla, y quiere perfeccionarse humana, profesional, moral, intelectual y religiosamente. Todo hombre comprende y defiende su derecho a la vida, a la salud, a la integridad temporal, a la posesión de los frutos de su trabajo. El homicidio, el aborto, el robo, el suicidio, la tortura, la mutilación, la eutanasia, contradicen la más primordial inclinación del orden natural. También el derecho al matrimonio, a la procreación, son inclinaciones universales. Contra ellas están la homosexualidad, el adulterio, los anticonceptivos, el divorcio. Es requisito del orden natural que el hombre tenga medios para obrar libre y virtuosamente, así como alcanzar la cultura, la vivienda, la profesión y todo cuanto coadyuve a su perfección.

«El Derecho natural es lo natural para todos, excepto para el que no es natural», sentenciaba Chesterton.

 

8 -Nuestra sociedad, ¿acepta el orden natural?

Evidentemente, en muchos casos, se conculca y pisa el orden natural. Todo eso es fruto de falsas filosofías -materialismo, relativismo, existencialismo-, de la corrupción voluntaria de muchos, de los gobiernos que prescinden del orden natural obsesionados exclusivamente en ganar elecciones, reducir la política a un inmoralismo práctico, y a negar en la vida pública que Dios tiene un Decálogo y unos imperativos que surgen en cuanto no están corrompidos. Las consecuencias de negar el orden natural las demuestran las guerras continuas, los presupuestos militares de las naciones que se comen y consumen las mayores energías de la nación, el aumento de medios policíacos y represivos para ahogar los desórdenes y los terrorismos, y el creciente número de suicidios que en las naciones más descristianizadas, a pesar del nivel de vida, aumentan sin cesar. Tristemente, con una escalada de los suicidios juveniles. Y aquí no hacemos hincapié en que la negación del orden natural tiene trascendencia en orden a la salvación de las almas. Los gobernantes, los responsables de la vida pública -profesores, periodistas, sacerdotes- tendrán que responder mucho ante Dios de este capítulo. Porque lo legal no puede divorciarse de lo ético, o sea, del orden natural y la doctrina católica, en una nación con mayoría de bautizados.

 

9 -¿Quién debe interpretar el orden natural?

Indudablemente la Iglesia tiene también esta misión de defensa del hombre en sus más íntimas esencias y realidades. Dice Pablo VI: «Ningún fiel querrá negar que corresponda al magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible -como tantas veces han declarado nuestros predecesores- que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles la autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos los constituía en custodios y en intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse» (3-VIlI-1968).

Catecismo Social XII

07 martes May 2013

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23 de enero de 1929, alma inmortal, Anticristo, Apocalipsis, asociaciones secretas, asociacioness, aspecto comercial, aspecto recreativo, azufre, canon 684 código canónico, católica, ciencia, ciudad celeste, civilización, colonialismo, condenadas, Cristo, dignidad humana, dignidad verdadera, Dios, doctrina perenne, encíclica, fabricantes de armas, fieles, filantrópico, filantropía, fueros del hombre, Fulton Sheen, Gaudium et Spes, gran humanista, gran secreto, hombre, humanum genus, ideologías, Iglesia, igualdad, ingenuas, inocuas, internaiconal, intimidad, laico, león XIII, liberalismo, libertad, maillot rojo, marxismo, monseñor, moral, neutral, neutrales, obispo norteamericano, pacifistas, pastoral colectiva de los metropolitanos, paz, pedagógico, reaccionar, religion, romanos pontífices, sediciosas, sociedad de consumo, sospechosas

9 -¿Cómo debe reaccionar un católico ante esta filantropía, con carácteres de colonialismo mental tan extendido?

Nos parecen oportunas y actuales las palabras de la pastoral colectiva de los metropolitanos españoles del 23 de enero de 1929, que a pesar del tiempo transcurrido, es un resumen magnífico de doctrina perenne. Decían nuestros obispos:

«Estimamos necesario recordar a todos los fieles el exacto cumplimiento del canon 684 del vigente Código Canónico, que dice así: SON DIGNOS DE ALABANZA LOS FIELES QUE DAN SU NOMBRE A LAS ASOCIACIONES FUNDADAS O A LO MENOS RECOMENDADAS POR LA IGLESIA; MAS GUÁRDENSE DE DAR SU NOMBRE A LAS ASOCIACIONES SECRETAS, CONDENADAS, SEDICIOSAS, SOSPECHOSAS O QUE PROCURAN EVADIR LA VIGILANCIA LEGITIMA DE LA IGLESIA. Debajo de un aspecto comercial, recreativo, pedagógico, filantrópico, internacional, neutral, pero siempre laico, y debajo del pretexto de hacer caso omiso de la religión o de serles indiferente mientras predican una moral sin religión para llegar a la paz universal, ocultan la negación de la moral verdadera y de la verdadera religión, que tratan de sustituir con una moral y una religión que no es la de Jesucristo. Ese neutralismo religioso de que tales asociaciones blasonan es lo que no pocas veces condenaron Los Romanos Pontífices, y especialmente León XIII, en su encíclica «Humanurn Genus»

  

10 -¿Cómo deben juzgarse todos esos sistemas que propugnan falsamente la dignidad humana igualando la verdadera religión con ideologías aparentemente inocuas, ingenuas, pacifistas, neutrales, en un plan de superioridad que prescinde de Jesucristo, como la piedra angular fuera de la cual no hay salvación?

Lo descubrió magníficamente el obispo norteamericano monseñor Fulton Sheen, con estas palabras: «El Anticristo no se llamará así; de lo contrario no tendría adeptos. No llevará un maillot rojo, y no vomitará azufre. Llegará disfrazado como el Gran Humanista; hablará de paz y de abundancia. Protegerá la ciencia, pero tan sólo para que los fabricantes de armas se sirvan de una maravilla de la ciencia para destruir otra. Hablará aún, tal vez, de Cristo, y dirá de El que fue el hombre más grande que jamás haya existido. En medio de su aparente amor a la Humanidad y con sus enternecedoras palabras sobre la libertad y la igualdad tendrá un gran secreto que no dirá a nadie. No creerá en Dios. Vivimos días de Apocalipsis». Toda la «civilización» que prescinde de Dios está en esta línea, la más contraria a la dignidad verdadera del hombre. Por esto, tanto el marxismo, como la sociedad de consumo, como el liberalismo, degradan al hombre. Son ataques sistemáticos a la intimidad y a los fueros del hombre como tal, entendido como ser que necesita libertad, tiene un alma inmortal y está destinado a gozar de Dios. La dignidad del hombre brilla en este postulado de la vida cristiana, que de nuevo ha reivindicado el Vaticano II:

«Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba lo cual en nada disminuye antes por el contrario aumenta, la importancia de la misión que les incumbe de trabajar con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano» («Gaudium et Spes», 57).

Catecismo Social IX

17 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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catecismo, comunismo, conducta, consecuencias, dignidad, etimológicamente, Gaudium et Spes, humana, Iglesia, individuo, IX, libertad, moral, palabra, persona, Rousseau, significa, social, sociales, todos, VaticanO II

II. DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

1 -¿ Qué significa etimológicamente la palabra persona?

Originariamente -proviene del etrusco-, se utilizaba para designar el papel típico de un determinado carácter. En el uso actual hay que distinguir entre individuo y persona. No son términos exactos entre sí. La individualidad significa la diferencia entre uno y otro. La personalidad entraña participar en la historia de la familia, de la sociedad y del mundo. La dignidad de la persona procede de los grandes dones que le ha dado Dios en el orden natural y sobrenatural. Naturalmente, la grandeza de la persona radica en su alma racional, libre, inmortal. Sobrenaturalmente la dignidad se sublima en la filiación divina que nos alcanzó Jesucristo por medio de la Redención. Delante de Dios se tiene tanta más dignidad, cuanta mayor gracia santificante se alcanza. La dignidad de los que no tienen gracia está en el amor que hemos de sentir por ellos para que logren el fin de su existencia, que es la gracia –don gratuito de Dios-, y que nos hace partícipes de su naturaleza y merecedores de la bienaventuranza.

 

2 -¿Es Igual la dignidad humana para todos?

Nos contesta el Vaticano II: «El hombre logra esta dignidad -humana- cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin como la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes» (Gaudium et Spes», 17). O sea, que no se puede confundir personalidad con un antropocentrismo extraviado hacia el orgullo, la ambición, el atropello, la lujuria, el crimen. El hombre no es un absoluto. Por esto, la dignidad humana estriba en el uso de la libertad dentro de la Ley de Dios, y supone un conocimiento de las flaquezas de la condición humana -la ignorancia, la concupiscencia, la debilidad-, totalmente superables por la razón utilizada honradamente y la omnipotencia de la gracia de Dios.

La dignidad humana no supone ni significa la autonomía total del hombre, ni la independencia de Dios. La voluntad de Dios es el norte de la legítima dignidad humana.

 

3 -¿Cuáles son las consecuencias sociales de la dignidad de la persona humana?

La Iglesia las fija sumariamente así: «El comunismo despoja al hombre de su libertad, principio espiritual de su conducta moral; quita toda dignidad a la persona humana y todo freno moral contra el asalto de los estímulos ciegos» (Pío X, «Divini Redernptoris», 10). La persona es también sujeto de derechos Juan XXIII lo especificó en la «Pacem in Terris», de esta manera:

 

«En toda convivencia bien organizada y fecunda hay que colocar como fundamento el principio de que todo ser humano es persona, es decir, una naturaleza dotada de inteligencia y de voluntad libre y que por lo tanto de esa misma naturaleza. nacen directamente al mismo tiempo derechos y deberes que, al ser universales e inviolables, son también absolutamente inalienables».

 

También exige la dignidad de la persona humana que participe en la vida pública. Lo recordaba así Pío XII:

 

«El hombre en cuanto tal, lejos de ser tenido como objeto y elemento pasivo, debe por el contrario ser considerado como sujeto, fundamento y fin de la vida social» (24-XII-1944).

 

4 -Así individuo y persona, ¿no coinciden?

Filosóficamente, ya lo hemos indicado. El individuo es un producto del protestantismo, de la doctrina de Rousseau. El subjetivismo protestante y la negación del hombre como ser social, que hizo elucubrar el sofisma del «pacto social», de Rousseau, para explicar el porqué de la sociedad, han originado el individualismo en todos los terrenos. Esta es la raíz del liberalismo. El individuo es independiente para pensar, hacer, asociarse, propagar cuanto quiera. Entonces se han producido los sistemas que oponen el individuo a la sociedad -desde el liberalismo, el capitalismo liberal, hasta el anarquismo-. Y por reacción, igualmente errónea, hemos basculado hacia los sistemas estatales que ahogan y esclavizan al individuo, como el nazismo, el comunismo y los totalitarismos anticristianos. Y es que el hombre es persona. Y «la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios» (<<Gaudiumet Spes», 19). Cuando así se considera el hombre, ni el Estado es la suma arbitraria de las voluntades pasionales, ni tampoco puede desconocer los auténticos intereses y derechos de la persona por su condición racional y cristiana. Aquí se deslindan claramente los campos para no confundir la autoridad como despotismo, ni la persona como un robot o un muñeco.

 

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