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Para la Historia XXIX: Respuesta de los Obispos de Madagascar, a la Carta Colectiva del Episcopado Español

03 martes Sep 2013

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carta colectiva del episcopado español, madagascar, obispo, para la historia, Tananarivo

Tananarivo, 25 de agosto de 1937.

A S. E. el Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo.

Eminencia:

Acaba de llegarme su carta, junto con el Documento Colectivo, donde Vuestra Eminencia descubre el verdadero carácter de la espantosa guerra que devasta España, y la actitud del Episcopado y del Clero antes y en el fragor de la lucha.

Tengo a dicha, Eminentísimo Señor, se me ofrezca la ocasión de manifestaros los sentimientos de respeto y veneración, de profunda simpatía y ardiente caridad que sentimos hacia vuestra persona y hacia el Episcopado y Clero español. Sentimientos tanto más fuertes, cuanto más grande es la prueba. Todos formamos un cuerpo con Nuestro Señor Jesucristo, y nada de lo que os ataña es para nosotros indiferente.

La Memoria Colectiva expone a las mil maravillas el origen, el desarrollo y el paroxismo de esta guerra infernal de los sin Dios contra Dios y la Iglesia. Pone en luz meridiana la actitud prudente, sabia y conciliadora, y a la vez firme y valiente del Clero español. Firme, como debía serlo, so pena de traición a la causa de su Divino Rey.

Desde aquí hemos seguido atentamente los sucesos de España, y no necesitábamos vuestra Carta para entebder el verdadero sentido de esta acometida, que sobrepuja en impiedad y barbarie a cuanto vuestra heroica patria tuvo que sufrir antaño de los mahometanos. No obstante, creo que el Manifiesto era necesario, y lo esperaban los católicos de todo el mundo. Es la auténtica protesta contra las mentiras y deformaciones de la verdad inventadas por los marxistas y sus aliados descubiertos u ocultos.

Es el testimonio competente Y en verdad inconmovible de los espantosos crímenes, de la devastación bárbara reconocidos por sus propios autores y proclamados por testigos mayores de toda excepción. Ahora se avergüenzan de sus desenfrenos; se sienten rechazados por todo el mundo. Por eso tratan de que la responsabilidad de la furia popular caiga sobre la Iglesia, cuando los verdaderos culpables son quienes de tiempo atrás venían sosteniendo contra la Iglesia una campaña de difamación, de odios y de amenazas. Hacía, pues, falta proclamarlo, por el honor del Episcopado y de la Iglesia. El haberlo hecho vosotros, bien merece nuestra felicitación y nuestra gratitud.

Estamos, venerables señores, íntimamente unidos con vosotros. Desde el comienzo de la guerra no hemos cesado de orar por vosotros y por vuestros fieles, y también por esos desdichados que, ciegos y extraviados de los embustes y provocaciones extranjeras y de sus propias pasiones sin freno, se han convertido en verdugos de sus hermanos. No hemos desperdiciado ocasión de exponer en nuestros diarios el verdadero carácter de la lucha que ensangrienta vuestra patria, y señalar las lecciones graves que sobre sus fines nos ofrece el marxismo revolucionario.

Así hemos de hacerlo también en adelante; y en particular procuraremos difundir copiosamente vuestra Carta, tan luminosa y objetiva.

Loor, pues, a vuestros, Eminentísimos y Excelentísimos Señores, cuya valentía, paciencia y heroísmo y sangre derramada os hace émulos de los mártires y de los confesores de la primitiva Iglesia.

Loor a vuestros sacerdotes y a vuestros religiosos, perseguidos como alimañas y asesinados con suplicios refinados.

Loor a cientos de miles de los católicos de la católica España, que han preferido la muerte a la apostasía.

Una vez más, veremos cumplida la célebre sentencia: Sanguis Martyrum, semen Christianorum.

Beso reverentemente el anillo y la Púrpura sagrada de Vuestra Eminencia y me honro en suscribirme el más insignificante de vuestros Hermanos y el más humilde de vuestros servidores.

† E. Tourcadie, Vicario Apostólico de Tananarivo.

Para la Historia XXVIII: Respuesta del Obispo de Soatra a la Carta Colectiva del Episcopado Español

28 miércoles Ago 2013

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11 de Ocutbre de 1937, andré´s, Capuchillo, carta colectiva del episcopado español, Haray, Jarosseau, obispo, soatra

Sello del Vicario Apostólico de los Gallas (Abisinia).

A Su Eminencia el Cardenal Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo (España).

 

He leído con intensa emoción vuestra Carta con fecha del 20 de julio pasado, dirigida a todos los Obispos del mundo católico, para ofrecerles la Memoria Colectiva del Episcopado español sobre las sombrías calamidades de la guerra.

Declárome muy honrado con la recepción de este documento, de sin igual importancia, digno de calificarse merecedor de la más religiosa estima, por venir a la vez de un Eminentísimo Príncipe de la Iglesia y del Cuerpo Episcopal de un pueblo de mártires. Ninguna voz como la vuestra, Eminentísimo Señor, y como la de vuestros ilustres Sufragáneos, para conmover el mundo entero con el espantoso cataclismo que tiene a España sumida en duelo. Ninguna otra voz tan bien calificada como la de Vuestra Eminencia para exponer el dolor de todo un pueblo, y para desenmascarar el crimen de las sociedades impías que, desde las sombras de una premeditación cruel, han desatado ese ejército de criminales contra la España católica, para derrocar en ella uno de los más fuertes castillos de la fe católica y transformarla en reino de la impiedad.

Honor es para Vuestra Eminencia y sus valientes Hermanos los Obispos el haberse convertido en evocadores de ultratumba, en altavoces de tantos miles de mártires heroicos y víctimas santas, que, afrontando el cuchillo de la impiedad, han preferido la muerte a la apostasía de su bautismo, a traicionar su sacerdocio o afrentar su profesión religiosa; a desertar, en una palabra, de las santas y gloriosas tradiciones de sus antepasados y de su patria.

Toda la Iglesia militante, Eminentísimo Señor, a la vez que admira en Vos y en vuestros ilustres Sufragáneos a los dignos representantes del duelo de la España católica, une sus lágrimas a las vuestras, que son las lágrimas de todo un pueblo, y se asocia al dolor que os desgarra los corazones, y extiende su reprobación a todos los crímenes que la impiedad ha cometido, y su cooperación a vuestros esfuerzos para reparar tanta ruina. Si en tan angustiosa desgracia cabe consuelo, ninguno como este: Que a ejemplo del gran San Agustín, Vuestra Eminencia y sus Venerables Hermanos han conquistado el timbre de haber formado, para el tribunal de la Historia, el proceso de la Ciudad del Mal y restituido a la Ciudad del Bien el honor que se le debe.

Con todo respeto me inclino, Eminentísimo Señor, ante ese océano de penas, ante la gloria de los mártires; y confiado en que vuestra querida España, hoy más que nunca tierra escogida de las Misericordias del Señor, ha de recobrar los esplendores antiguos, suplico a Vuestra Eminencia reciba el homenaje de mi veneración.

Fr. Andrés Jarosseau, Capuchillo, Obispo de Soatra.

Haray, 11 octubre 1937.

Franco y el Sagrado Corazón

12 miércoles Jun 2013

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Bien conocida es la destrucción del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que se veneraba en Getafe. En la prensa SagradoCorazonDeJesuspodía leerse lo siguiente: «El monumento había sido inaugurado el 30 de mayo de 1919. El 28 de julio de 1936 un pelotón de milicianos «fusiló» la estatua de Nuestro Señor y el 7 de agosto del mismo año, tras cuatro intentos fallidos, el monumento fue destrozado por una potente carga de dinamita. Con tal motivo los rojos organizaron en Getafe una manifestación de júbilo y bautizaron el montículo con el nombre «Cerro Rojo». Tres meses después el Cerro de los Ángeles era liberado. Al término de la Cruzada más de 150.000 personas acudieron al lugar en una impresionante manifestación de desagra­vio y el 18 de julio de 1939 se celebró la bendición de la primera piedra del nuevo monumento que acaba de inaugurarse».

Esta inauguración tuvo lugar el 25 de junio de 1965. El monu­mento fue bendecido por el obispo de Madrid-Alcalá, monseñor Ca­simiro Morcillo. Hubo, después, una Misa, concelebrada, presidida por el cardenal y arzobispo de Tarragona, Benjamín Arriba y Castro. La homilía corrió a cargo del obispo de la diócesis madrileña, que en su homilía hizo referencia a la consagración de España al Sagrado Co­razón de Jesús, que hizo el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919, ante el monumento destruido por los milicianos rojos. Esta consagra­ción, concluida la Misa, fue renovada por Franco de esta forma:

«Sagrado Corazón de Jesús, Corazón del Dios-Hombre, Re­dentor del mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan. España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este Trono de tus bondades, que para Ti se alza en el centro de la Península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas leal­tades, esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la religión y en su adhesión a la Santa Iglesia. Siguiendo la tradición católica de nuestro pueblo, y conti­nuando gozosos la historia de fe y devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la Tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre, y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa ley; reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divini­dad conceder participación de vuestro poder a los gobernantes de los pueblos, y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro, que conduce a la posesión de la vida eterna; luz que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el pode­río y suavidad de vuestra Gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.

Gracias, Señor, por habernos distinguido como defenso­res de tu fe y misioneros de tu Evangelio por los confines del mundo. Que tu Providencia amorosa nos conserve la integridad de nuestras creencias, la sed amorosa de evangelización y la uni­dad religiosa de nuestra patria.

Desde estas alturas, que para Vos ha elegido España como símbolo del deseo que la anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid al mundo del trabajo para que reine en él la armonía, el bienestar y la paz, con la implantación de la justicia social y el triunfo de la caridad entre todos.

Bendecid a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, brazos arma­dos de la patria, para que la lealtad de la disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del Derecho.

Bendecid a todos los españoles que, unidos en la cordialidad de unos mismos santos amores a la religión y a la patria, que­remos renovaros la consagración de nuestra vida, pidiéndoos, como premio de ella, el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regazo de vuestro Corazón adorable.

—Por la Santa iglesia Católica, para que su unidad revele al mundo el amor de Dios, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor.

—Por la fidelidad a los preceptos divinos en las leyes y en las costumbres públicas y privadas, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor.

—Por la unidad religiosa de España, para que en ella reine tu Sagrado Corazón, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor.

—Por los trabajadores españoles, cuya promoción social y económica anhelamos y procuramos, por las familias españolas, por todas las regiones españolas, roguemos al Señor.

—Te lo pedimos, Señor».

El Papa Pablo VI envió un telegrama dirigido al cardenal y ar­zobispo de Toledo, Pla y Deniel, cuyo texto decía:

«Con ánimo profundamente conmovido vemos postrarse hoy España en espíritu devota reparación en Cerro de los Ángeles y consagrarse sus hijos amadísimos por boca del Excelentísimo Jefe Estado al Sagrado Corazón. En una fervorosaBAND_ESPA_A_SAGRADO_CORAZON plegaría hacia querida noble nación, su­plicamos Cristo Redentor, por intercesión maternal María In­maculada, conceda días paz, de creciente prosperidad cristiana en fraternal armonía colaboración tareas bien común y progreso social, otorgue gracias perseverantes en integridad fe católica ha­cia hidalga tierra adalid ideales misionales, reine Él siempre en el imperio de su amor y especial misericordia en individuos y sociedad. Prenda tales gracias y testimonio especial benevolencia en la bendición apostólica que, en fecha memorable, complacidos impartimos dilectísima España. Paulus Papa VI».

 

 

 

Blas Piñar

Para la Historia XV: Respuesta del Cardenal Arzobispo Westminster a la Carta Colectiva del Episcopado Español II

29 miércoles May 2013

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20 de Septiembre de 1937, apostolica, Arzobispo de Toledo, Bitilio, cardenal, celo pastoral, corazón divino, entereza, España mártir, evangélica, fueros sagrados, Isidró Gomá y Tomás, justicia, legítimos derechos, libertad, madre inmaculada, Madre Patria, movimiento libertador, obispo, patriotismo, salto, sana libertad, uruguay, Verdad

 

Bien sabemos cuál ha sido la actitud de la Jerarquía española y su desprendimiento de las consideraciones mundanas de riqueza y poder político. A pesar de las confiscaciones de sus bienes, a pesar de vejaciones y de medidas injustas, la Iglesia de España ha luchado, aunque con medíos inadecuados y con poca o ninguna asistencia del Poder público civil, para educar a sus hijos y para cuidar de los pobres y de los enfermos; también ha dado ejemplo de sumisión a las autoridades constituidas, trabajando siempre por la paz y la armonía a favor del bien común. Ninguna sombra de rebeldía o de agresión o de culpa de guerra ensombrece las almas de sus legítimos ministros. De esto no nos cabe duda ninguna. La Iglesia no está entregada a la orientación política de este o de aquel poder seglar; no está avasallada a ninguna forma de gobierno. Pero habiendo sido amenazada por el peligro de perecer totalmente a manos de los comunistas, como ha sucedido en las regiones donde éstos imperaban, la Iglesia se acoge a la protección de un poder que hasta ahora ha garantizado la libertad y los principios fundamentales de la sociedad ordenada.

Damos oída a vuestro llamamiento, más particularmente en cuanto nos viene de nuestros Hermanos y colaboradores en la viña de Cristo.

Tenéis nuestra compasión. Nunca podremos olvidar la compasión práctica del pueblo español cuando la Iglesia de este país sufría bajo el fuego de la persecución. Tenéis nuestras oraciones y las de nuestro pueblo desde el principio de vuestras tribulaciones hasta ahora y hasta el final. Todo esfuerzo se usará para dar a conocer la verdad sobre las cosas de España.

Con un dolor sólo superado por el vuestro, hemos notado las tergiversaciones, las mentiras, los subterfugios y las interpretaciones torcidas de los hechos. Hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que la violencia y la mendacidad eran el brazo derecho o izquierdo del comunista militante anti-Dios; aprendimos esto del programa de uno de sus corifeos. Desgraciadamente, nuestra prensa ha aceptado con demasiado afán la propaganda bien pagada de los rojos.

Con profunda emoción hemos leído vuestra declaración última. Nos asociamos fervorosamente a ella. Proclamáis el amor, el perdón, la paz para todos aquellos quienes, sin saber lo que hacían, han inferido daño gravísimo a la Iglesia y a su Patria, Suplicáis al Todopoderoso que dé fecundidad a la sangre de vuestros Obispos asesinados y de los miles de vuestros sacerdotes y religiosos martirizados y de las decenas de miles de vuestros seglares martirizados, para que aproveche igualmente a sus amigos y a sus enemigos inconscientes. Que aquella marea preciosa de sacrificio generoso apague los odios desencadenados por agentes diabólicos. Que vuelvan las almas a acercarse y que sean unidas en el vínculo de la caridad.

Eminencia, otra vez le aseguramos que el noble documento que habéis dirigido a los Obispos del mundo nos es gratísimo porque nos llega con vuestra autoridad y porque es una defensa convincente de la Iglesia católica y de la España católica. Nos proponemos darlo a conocer a nuestro pueblo y a todos los que quieran escuchar una exposición imparcial de hechos verídicos y de principios morales dignos de confianza.

Vuestras palabras iluminarán la ignorancia que oscurece lo que está pasando en España. Demostrarán que el espíritu anticristiano está empeñando un conflicto de vida y muerte contra la religión de Cristo y la civilización cristiana. Pondrán de relieve la obra tendenciosa de poderes internacionales ocultos. Esperamos que esta Carta Colectiva de Su Eminencia y de los demás Arzobispos y Obispos de España hará caer las vendas de los ojos de algunos escritores, quienes en ciertas publicaciones católicas se han demostrado ciegos hacia los sagrados intereses que se ventilan en el triste conflicto, que está dividiendo a vuestra patria.

Con profundo respeto para su Augusta Persona y reverencia para la Púrpura que reviste, como prenda de su espíritu de mártir, soy de Su Eminencia devotísimo y obedientísimo siervo en Cristo.

Firmado: † Arthur, Arzobispo de Westminster.

San José, Nuestro Patrón

05 martes Mar 2013

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En la ciudad de Santa Fe, en Nuevo México, hay una capilla visitada por miles de personas cada año y que es centro de devoción al albergar un extraño misterio elevado a milagro por los fieles. El origen de este supuesto milagro es una escalera de madera que apareció de la noche a la mañana y que es atribuida ni más ni menos que al mismísimo San José.

Comencemos con la historia del lugar:

En 1852, por orden del obispo de Santa Fe, 7 monjas misioneras fueron de su hogar en Kentucky hasta Escalera San JoséSanta Fe con la idea de fundar un convento que sirviera de escuela para los niños del lugar. Tras un largo y penoso viaje que duró varios meses, en la que una de las mujeres murió y otra tuvo que regresar y donde incluso sufrieron ataques por parte de los indios, llegaron a Santa Fe donde fundaron su congregación, «La orden de las hermanas Loretto». En 1873, tras 20 años enseñando en la escuela, el obispo, Jean Baptiste Lamy, satisfecho, quiso construir una capilla, «Nuestra Señora de la Luz», que tardó 5 años en levantarse bajo el mando del arquitecto francés Antonio Mouly. Pero Mouly murió sin solucionar un gran error en el diseño que dio al traste con la alegría de las misioneras, y es que desde la planta baja no había manera de acceder al coro que estaba más elevado, y el construir una escalera normal daría al traste con el diseño, ya que no había lugar para instalarla y ocuparía gran parte de la nave. La única solución propuesta por varios expertos era derribar el coro, algo a lo que las hermanas se oponían. Es a partir de aquí cuando surge el supuesto milagro, y es que al ver que no aparecía solución, las hermanas ofrecieron una novena a San José, y misteriosamente, el noveno día, un extraño llamó a la puerta y abrió Magdalene, la madre superiora. Era un hombre canoso y con barba que llevaba un burro y herramientas, y se ofreció a construir la escalera con una condición, Magdelene no debía jamás revelar su nombre. Ésta aceptó y mandó al resto de monjas que no hablaran con el misterioso hombre. Una mañana, tras 3 meses, la escalera estaba erigida de manera magistral, y cuando la madre superiora fue a pagar al extraño, éste había desaparecido de la misma manera misteriosa como cuando llegó, sin cobrar su trabajo.

 

Desde entonces, la leyenda atribuye la escalera a San José, el padre de Jesús, que por cierto, era carpintero, y las peregrinaciones a este lugar, que se convirtió en lugar de culto, comenzaron enseguida.

 

Pero, ¿qué convierte esta escalera en extraordinaria además del misterio que envuelve su construcción?

 

Al observar la escalera, se puede comprobar que está hecha sin clavos ni ningún tipo de pegamento, solo con piezas ensambladas. Mide 6,70 metros y da dos vueltas de 360 grados perfectas. No se sustenta con ningún pilar, manteniendo un equilibrio digno de estudio aún por ingenieros y arquitectos.

La madera no proviene de ningún árbol de la zona, y un pedazo analizado por el Centro de Anatomía de Madera del Servicio Forestal de los Estados Unidos solo pudo descubrir que era de un tipo de abeto que no se encuentra en esa zona del país, y como última y extraña curiosidad, tiene 33 peldaños, sí, la edad de Cristo.

Lineline

Un obispo misionero irlandés, Monseñor O. Hair, estuvo ejerciendo el apostolado durante muchos años en Sudáfrica… En una de sus caminatas se pierde. No sabiendo qué hacer, invoca a su ángel de la guarda, a san José y a Nuestra Señora del Buen Consejo, y sigue su camino completamente desorientado. Al fin, llega a un grupo de casas. Precisamente, un campesino está en ese momento trabajando cerca de su casa, y le dice: – Llega usted en buen momento, pues en la casa vecina hay un hombre que se está muriendo. El obispo se presenta en casa del moribundo y, a su vista, éste se pone a llorar de alegría, exclamando: – Yo soy irlandés. Cuando era niño, mi madre me enseñó a rezar a san José, pidiéndole la gracia de una santa muerte. He rezado esta plegaria todos los días de mi vida. A los 21 años, después de haber participado en la guerra, me quedé en África. Cuando caí enfermo, le recé a san José con más fervor aún, y ahora me manda un sacerdote de forma inesperada. Al día siguiente, el enfermo murió en la paz del Señor, habiendo tenido una buena muerte.

Lineline

A finales del siglo XIX, el padre Juan abad de la abadía de Fontfroide (Francia) fue testigo de un favor especial de san José. Él mismo cuenta: Durante mi estancia en la abadía de Senanque, una tarde el portero me dijo: – Un señor pregunta por usted. Voy a su encuentro. Era un hombre apuesto, bien vestido, de modales distinguidos, pero parecía turbado. A pocos pasos de él, pastaba un soberbio caballo negro. Y me dice: – Yo no lo conozco a usted. Lo he visto de lejos y lo he hecho llamar. Mi caballo me llevó por las rocas y se ha detenido delante de su puerta. ¿Qué casa es ésta? – Es un monasterio. – Yo soy el director del circo imperial de Lyon. Mis negocios van de maravilla. Tengo a mis órdenes un personal numeroso, pero estoy atormentado por la idea de suicidarme. Yo nunca conocí a mi padre. A los 7 años perdí a mi madre. Después de la muerte de mi madre, cogí el poco dinero que encontré y me fui al circo vecino. Estaba completamente solo, no tenía parientes ni amigos. El director del circo me trató como a un hijo suyo y, al morir, me dejó su circo. He estado por todas partes, he ganado mucho dinero. Pero, desde hace un tiempo, no sé qué me pasa, me siento desgraciado y me quiero ahogar. Mi madre me enseñó una oración que me hacía recitar todos los días: «Dios te Salve José, lleno de gracia divina, bendito seas entre todos los hombres y bendito es Jesús, el fruto de tu virginal esposa. San José, destinado a ser padre del Hijo de Dios, ruega por nosotros en nuestras necesidades familiares, de salud y trabajo, y dígnate socorrernos en la hora de nuestra muerte. Amén». Recito esta oración todos los días antes de dormir. Hoy llevé mi caballo a orillas del Ródano; pero saltó hacia atrás y escapó. Por primera vez en mi vida, no he sido dueño de mi animal. Yo lo abracé y él se sintió conmovido. Le dije: – Usted cenará con nosotros esta noche, dormirá en el duro suelo y mañana pasará el día aquí. Se quedó tres días con nosotros. Lo instruí en las verdades fundamentales de la fe. Se confesó y comulgó. Después regresó a Avignon totalmente transformado, ordenó sus negocios, vendió su circo, distribuyó el dinero a los pobres y se hizo religioso. Algunos años más tarde, se sintió aquejado de fiebres altas y murió como un santo, joven aún y desconocido. Vean lo que vale la protección de san José. Él fue fiel a la oración, aun sin comprender lo que decía y sin saber a quién se dirigía, y recibió su recompensa.

LinelineEn la noche del 2 de enero de 1885, un anciano se presentó en casa de un sacerdote para pedirle que fuera a ver a una mujer agonizante. El sacerdote siguió al desconocido. La noche era muy fría, pero el anciano parecía San Joséno darse cuenta de ello. Iba adelante y decía al sacerdote para tranquilizarlo, pues la zona era de mala fama: – Yo lo esperaré a la puerta. La puerta donde se detuvo era una de las más miserables del barrio… Al llegar junto a la moribunda, la moribunda estaba diciendo entre gemidos: – ¡Un sacerdote! ¡Un sacerdote! ¡Me voy a morir sin sacerdote! – Hija mía, yo soy sacerdote. Un anciano me llamó para que viniera. La enferma le confesó los pecados de su larga vida de pecadora y el sacerdote le preguntó si había observado alguna práctica de devoción en su vida. – Ninguna, respondió, salvo una oración que recitaba todos los días a san José para obtener la buena muerte. El sacerdote, después de confesarla, le dio la comunión y la unción de los enfermos, y ella quedó muy reconfortada. Cuando el sacerdote llegó a la puerta, no encontró a nadie. Pero, reflexionando sobre el acontecimiento de esa noche y sobre el misterio consolador que había ejercido, sintió nacer en su corazón la convicción de que el caritativo anciano no era otro que el glorioso y misericordioso san José, patrono de la buena muerte.

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

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