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dalmacio negro, hombre, nihilismo, partido popular, socialismo
Uno de los mejores intelectuales católicos de nuestros días, Dalmacio Negro, ha escrito: en situaciones como la presente, la circunstancia económica, provocada por la avidez de la oligarquía, aún siendo tan grave como la actual es lo de menos. La nación tiene hoy capacidad teórica y económica sobradas para rehacerse si le deja la oligarquía.
Por eso es mucho más peligrosa la desmoralización de la vida pública y la privada. Una desmoralización nihilista difundida en la sociedad por los partidos políticos para imponer más fácilmente su dominación y promovida por los gobiernos del consenso socialdemócrata, mediante la regularización legislativa de los detalles de la vida, en lo que destaca la extravagante legislación postmodernista, puramente ideológica. Una jaula de reglas que parodia la jaula de hierro de Weber. La voluntad del poder del nihilismo ha penetrado hasta tal punto en todas partes que, a estas alturas, podría decirse que el objetivo de la instauración no ha sido tanto la dominación de tierras como la dominación de los hombres para reducirlos a la impotencia de la servidumbre voluntaria.
Sometida la sociedad española a la corruptora tiranía legislativa del consenso político oligárquico con el partido socialista como maitre á penser con su pretensión totalitaria de hacer la sociedad idéntica al Estado, es decir, controlar absolutamente todo, debiera ser una tarea de los historiadores investigar si ha existido en la historia de España otra sociedad tan masificada, desintegrada, degradada y encanallada como la actual.
El consenso político lo falsifica todo empezando por la realidad, como la realidad es lo mismo que la verdad, es imposible un régimen político en la mentira sistemática.
Ningún partido del consenso representa los intereses de la nación española. Los rifirrafes entre ellos son de niños de familia. El partido popular, en el que confían gentes ingenuas, es por lo menos tan postmodernista, o sea, tan destructivo como el socialista y los demás colegas del consenso apenas se diferencian de ellos en ser el único que traiciona a sus partidarios y electores procurando ocultarlo.
Razón española, septiembre-octubre 2012.