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Sara: La sociedad consumista en que vivimos no es un fin en sí mismo como dicen hedonistas, materialistas y ateos. No hemos nacido para pudrirnos en un hoyo dentro de unos años. Hemos nacido para que, usando bien, los medios que la vida social nos ofrece, alcancemos la vida de la eterna felicidad del Cielo.
José: Sin Dios, todo lo que construya el hombre será, en último término, en contra del hombre y de la humanidad. Los sistemas políticos del siglo pasado agnósticos y ateos, crearon sociedades esclavas y produjeron el genocidio más espantoso de la historia sólo superado por los niños y niñas asesinados en los propios vientres de sus madres en esto que llaman democracia.
Mateo: No puede haber paz y justicia social si, el hombre en sus relaciones con Dios, no purifica su corazón de las pasiones humanas desordenadas. Las estructuras de pecado políticas y sociales las han diseñado hombres y mujeres sin Dios, ni conciencia.
María: Es evidente que, si queremos que Cristo reine en las naciones, primero tiene que reinar en los corazones de los hombres y mujeres. Sin santidad, sin trabajar los dones que Dios nos ha dado, la sociedad va a la barbarie, lo estamos viendo cada día.
Andrés: La caída del comunismo por sí solo, demuestra que una sociedad, no puede vivir sin Dios. Si el Estado español, no quiere colaborar con la Iglesia Católica, en la formación sana y cristiana de los ciudadanos. Los políticos católicos, tienen el deber de legislar, según la ley evangélica, enseñada por la Iglesia.
Judit: El magisterio de la Iglesia ha enseñado siempre que el sistema político más eficaz para conseguir el bien común se da en el Reinado social de Cristo o Reino de paz, de justicia y de amor. Porque a Cristo se deben el honor y la gloria y el poder por los siglos (Apc. 5,13).
Santiago: En su encíclica Quas primas, Pío XI afirma que todos los hombres están bajo la autoridad de Cristo, tanto considerados individualmente, como colectivamente: “Cristo es la fuente del bien público y privado. Fuera de Él, no hay que buscar la salvación en ningún otro; pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debemos salvarnos” (Quas primas, 16).
Salomé: Las siguientes palabras se las oí decir al beato Juan Pablo II en Toledo: “En la España del siglo de oro, florecieron magníficos testimonios de Santidad por la Reforma Católica y el concilio de Trento”. Así deben “florecer ahora en la época de renovación eclesial del Vaticano II, nuevos testimonios de santidad, especialmente entre los seglares de España”. Hacen falta santos españoles.
Magdalena, Presidenta
