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Es un hecho histórico que siempre ha habido posesiones diabólicas; que hoy las sigue habiendo es evidente. El diablo puede poseer a un hombre a una mujer e incluso a niños. Nuestro Señor Jesucristo no podía llamar endemoniados a los que no lo eran. El Ritual romano de la Iglesia Católica, dice que las señales para conocer la posesión diabólica son : Hablar una lengua que no conocía el endemoniado; manifestar cosas que no conocía él, lejanas y ocultas; mostrar fuerzas superiores a las naturales de la edad o condición. Estas señales y otras parecidas, cuando se dan juntas varias de ellas, son indicio convincente de posesión demoníaca. Mi profesor de Teología. El P. Francisco de Paula Solá SJ, exorcista de la diócesis de Barcelona, durante varios años, nos explicaba exorcismos aplicados por él. Impresionaba vivamente el momento en que el diablo salía de los posesos.
La posesión diabólica tiene dos elementos constitutivos: la presencia del demonio en el cuerpo del poseso y el poder que ejerce sobre el cuerpo; y por medio del cuerpo, en el alma. El demonio no está unido al cuerpo, como está el alma unida al cuerpo, es como un motor externo que por medio del cuerpo puede actuar en el alma. La acción diabólica sobre el cuerpo es directa; sobre el alma indirecta. La posesión diabólica no es pecado; ni necesariamente pena del pecado. El Señor lo permite para mayor santificación de los buenos, manifestación de su gloria o para castigo del pecador.
En el Evangelio vemos a Jesús conversar con los demonios, los reprende duramente, le manda y los expulsa de los endemoniados. Les dio poder sobre los espíritus impuros para arrojarlos (Mt. 10,1). Los Santos Padres enseñaron en muchas ocasiones que en el mundo habían hombres poseídos por el demonio.
La Iglesia Católica tiene poder, recibido de Cristo, para expulsar a los demonios de los posesos. Varios Concilios enseñan el modo de tratar a los endemoniados: el de Elvira (305), Cartago (398), II de Toledo (675) etc… Desde el principio la Iglesia instituyó el ministerio de los Exorcistas cuyo oficio consistía en exorcizar a los demonios y expulsarlos de los posesos. El P. Amorth, exorcista de Roma, se queja de que hoy hay pocos exorcistas, mientras que él es solicitado continuamente para casos de posesión diabólica.
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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