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Su Santidad Benedicto XVI dijo: “ En la misma línea del concilio ecuménico Vaticano II, mis venerados predecesores los siervos de Dios Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II fueron auténticos heraldos de la realeza de Cristo en el mundo contemporáneo. Y es para mí, motivo de consuelo poder contar siempre con vosotros, sea colegialmente, sea de modo individual, para cumplir también yo esta misión fundamental del misterio petrino” ¡Cuenta con nosotros, Vicario de Cristo! (hoy SS Francisco)
Efectivamente, el Vaticano II, enseña la realeza de Cristo en varios documentos: “La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador, observando fielmente sus preceptos de caridad, de humildad, de abnegación, recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo, de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la Tierra el germen y el principio de este Reino” (Lumen Gentium, 5) “ En cualquier asunto temporal, deben guiarse por la conciencia cristiana, ya que ninguna actividad humana, ni siquiera de orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios” (Gaudium et spes, 35) Es obligación de toda la Iglesia el trabajar para que los hombres se vuelvan capaces de restablecer rectamente el orden de los bienes temporales y ordenarlos hacia Dios por Jesucristo. Hay que establecer el orden temporal de forma que, observando íntegramente sus propias leyes, esté conforme con los últimos principio de la vida cristiana” (Apostolicam Actuositatem, 7)
En su primera homilía, el beato Juan Pablo II dijo: “Hermanos y hermanas, no tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad, ayudad al Papa y a todos los que quieran servir a Cristo. En nuestro conocimiento y, con la potestad de Cristo, servid al hombre y a la humanidad entera. No temáis. Abrid más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo. Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, tanto de los sistemas económicos como los políticos, los campos extensos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. No temáis.” No temamos. Combatamos los nobles combates de la fe, hasta que se establezca en España y ene l mundo entero el Reino Social de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Nada sin Dios! Todo impregnado de la ley evangélica de Cristo Rey.
Pilato mandó colocar en la cruz de Cristo una tablilla con estas palabras: “Jesús Nazareno Rey de los Judíos” Se quedó corto. Porque Jesús es rey de todos los hombres, de todos los pueblos, de todas las naciones: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Los males que sufre hoy la humanidad tienen su origen en el rechazo de la realeza de Nuestro Señor Jesucristo y en las implantaciones del totalitarismo democrático.
San Pío X condenó el movimiento francés “Le sillón” abanderado de la democracia contemporánea, porque los demócratas llegan al grado de perversidad de atribuir la soberanía al pueblo. ¡El único soberano es Cristo! Por ello, el Papa dice: “No se levantará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos, no; la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana de la revolución y de la impiedad: Omnia instaurare en Cristo” (Nostre charge apostolique, 11)
El Vicario de Cristo, León XIII ya lo había dicho: “Cristo es el Rey y Señor de todo el universo” Y el Papa que convocó el concilio ecuménico Vaticano II, beato Juan XXIII escribió en su encíclica Mater et Magister el 15 de mayo de 1961: “el aspecto más siniestramente típico de la época moderna consiste en una absoluta tentativa de querer reconstruir un orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único fundamento en que puede sostenerse “…”Sin embargo, la experiencia cotidiana, en medio de los desengaños más amargos y aúna veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo que afirma el libro inspirado: “Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los que la edifican.”
El afán de España para edificar la casa de Dios, el Reinado Social de Jesucristo, es único y trascendental en la historia de la Iglesia. Hemos combatido contra los enemigos de Cristo y su Iglesia en la Reconquista contra el Islam, en Lepanto contra el truco, contra el protestantismo en Europa, contra la Revolución Francesa, contra el comunismo… Hoy casi la mayoría de los católicos rezan en español. “La evangelización del Nuevo Mundo, es una obra sin par” (beato Juan Pablo II) L’Office Internacional de París tiene como ideal la instauración del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo. Disertaba uno de sus conferenciantes sobre el tema. Fue interpelado por un tontico que le dijo: “pretendéis una utopía. ¿Cuando ha reinado Jesucristo en la sociedad civil?” Contestación del orador francés: “Cristo reinó en la sociedad civil en la España imperial”.
Ideal que persiste hoy en hombres y mujeres españoles. Queremos que Cristo reine en España y en todo el mundo. Realeza social de Cristo que se conseguirá con el restablecimiento de la verdad en el orden natural y sobrenatural. Verdad que debe inspirar las leyes civiles de los estados, santificar las costumbres de los pueblos, iluminar las enseñanzas en los colegios, institutos y universidades. Verdad que podemos conocer todos los bautizados estudiando la Doctrina social y política de la Iglesia.
En una de sus visitas a España, el beato Juan Pablo II, nos dijo: “es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica”. Somos hijos de una raza de héroes, santos y mártires. Miles de nuestros compatriotas murieron defendiendo el Reinado Social de Cristo en España. Murieron gritando la jaculatoria “¡Viva Cristo Rey!”. Ya el 1 de Julio de 1937 nuestros obispos escribían en su carta colectiva: “contamos los mártires por millones”. Sea ese grito sagrado nuestra consigna en esta guerra de Dios que estamos viviendo: ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA MARÍA REINA!
P.Manuel Martínez Cano mCR