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“El tercero: asimismo hacer otro tanto sobre el tercero pecado particular de cada uno que por un pecado mortal es ido
al infierno, y otros muchos sin cuento por menos pecados que yo he hecho. Digo hacer otro tanto sobre el 3 pecado particular, trayendo a la memoria la gravedad y malicia del pecado contra su Criador y Señor, discurrir con el entendimiento cómo en el pecar y hacer contra la bondad infinita, justamente ha sido condenado para siempre, y acabar con la voluntad, como está dicho”.
La fe nos enseña que quien muere con un sólo pecado mortal se condena en el infierno para siempre. Es lo que le sucedió a Luzbel y a los ángeles que desobedecieron a Dios. La Iglesia sólo nos dice quienes son los que se salvan, los santos. No sabemos si hay alguien hombre o mujer que se haya condenado por un sólo pecado mortal. Lo que san Ignacio quiere es que nos convenzamos de la malicia del pecado, para preferir antes morir que pecar. No hay nada más horrible que un pecado mortal que nos hace merecedores del infierno, de una vida de eterno sufrimiento y desesperación. El condenado jamás verá a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; jamás verá a la Virgen Santísima.
Todo pecado mortal es una rebelión deliberada contra Dios; la criatura se enfrenta a su Creador; es la rebelión contra la Misericordia infinita de Dios. Y todo por una vil criatura, un deleite asqueroso. El pecado es un suicidio espiritual; es la destrucción del alma del cristiano como templo vivo de la Santísima Trinidad; es la única desgracia que merece ese nombre. El pecado mortal encierra en sí una malicia, en cierto modo, infinita. Por el pecado el cristiano pierde la dignidad de hijo de Dios y se hace esclavo de Satanás: “El pecado entra por una puerta y Dios sale por la otra ¡Oh malaventurado de aquel que dice de Dios: Salíos, que quiero entrar en mi casa al demonio!” (San Juan de Ávila). Santa Teresa de Jesús dice: “En ninguna manera sufriera andar en pecado mortal solo un día, si yo lo entendiera”.
El pecado es enseñorear la bestia que llevamos dentro: “El apartamiento de Dios al recrearse desordenadamente de la criatura” (Santo Tomás de Aquino). “No entendemos que es el pecado una guerra campal contra Dios de todos nuestros sentidos y potencias del alma… vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal, porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante de Dios” (Santa Teresa de Jesús). San Francisco de Sales: “Es preferible morir antes que pecar conscientemente y deliberadamente; pero cuando caemos es preferible todo antes que perder el ánimo, la esperanza y la voluntad, pues el Señor lo convertirá todo en gloria y honra suya”.
San Juan de Ávila: “Para que quiere Dios el Cielo sino para los pecadores arrepentidos”. Isaías: “Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana”. 1º San Juan 1, 8-9: “Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados”. los santos encontraron siempre, en el conocimiento de sus propios pecados perdonados, materia abundante para encenderse en el amor de Dios. Nuestro Señor dijo a Santa Catalina: “El pecado de desesperación me ofende más que el abuso de confianza y es más grave para los pecadores que todos los otros pecados que cometieron en el curso de la vida”. Eclesiástico 7,40: “Acuérdate de tus postrimerías (muerte, juicio, infierno, cielo) y no pecarás”.
Nuestro Señor dijo a Santa Margarita María Alacoque: “Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y que en pago de tanto amor no recibe de ellos más que ingratitudes, olvidos, indiferencias y ultrajes”. Beata Jacinta: “Fíjate, ¿sabes? nuestro Señor esta triste porque Nuestra Señora nos dijo que no lo ofendieran más que ya está muy ofendido, y nadie le hizo caso; continúan haciendo los mismos pecados… Las guerras son castigos por los pecados de los hombres”. Las quejas más amargas, por los pecados de los sacerdotes, religiosos y religiosas, las recibió santa Faustina Kowalska de la Divina Misericordia. El pecado es la separación del amor infinito de Dios, la idolatría de uno mismo. El pecado nace en el terreno del gusto; todos los pecados son agradables a la naturaleza humana caída, menos el de envidia. Decimos que no queremos pecar y buscamos la ocasión de pecar (TV, revistas, cine…). Hay que pedir al Señor aborrecimiento de las ocasiones de pecar. Todo tiene importancia, para evitar el pecado.
Sabiduría 5,16: “Sabed que uno que convierte al pecador de su extravío, se salvará de la muerte, y sepultará un sinfín de pecados”. Sublime, divino ideal. Trabajar incansablemente por la salvación de las almas, gastar y consumir nuestras vidas consolando al Corazón de Jesús (Jacinta y Francisco de Fátima). “Cristo murió por nuestros pecados” (1, Cor. 15,3). “Que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño del pecado” (Hbr. 3,15). “Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado” (Hebr. 12,4).
Santa Maravillas de Jesús: “¡Qué importa todo menos ofender a Dios! Está el Señor tan solo; la soberbia, el propio yo, le arroja de tantas almas. El ver las ofensas de Dios parece llegar a lo más íntimo del alma ¡Cómo está el mundo, qué indecencias y sobre todo qué ceguedad de los buenos y que confusión de ideas! ¡Hija, por amor de Dios! En estos momentos, en que tanto hay que pedir y reparar, no se entristezca sino por las ofensas de Dios y agradézcale las cosas desagradables al natural, sean las que sean, y más las que tan directamente tienden a hacerle agradable a Él. Cuando veo tantas ofensas y tan poca correspondencia de los suyos, me dan ganas que venga lo que sea, con tal de que no se le ofenda más”.
Muchos se han condenado con menos pecados de los que yo he cometido. Los juicios de Dios son incontestables. Ellos justamente condenados y yo misericordiosamente perdonado. Queda una sola cosa. Reformar mi vida, solamente deseando y eligiendo lo que más me conduce para el fin que he sido creado: la felicidad eterna. “Dios es un Padre que perdona. Su misericordia es mayor que nuestro pecado. Él perdonará nuestras faltas: decidamos no volver a cometerlas”. “Jesús nos ha dicho algo muy bello: Sus muchos pecados le han sido perdonados porque ha amado mucho. Si de verdad queremos tener reconciliación, tenemos que perdonarnos unos a otros, porque perdonar nos da un corazón puro, y el que tiene el corazón puro puede ver a Dios y puede amar con un amor puro, como Dios nos ama” (Beata Teresa de Calcuta).
