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Ejercicios espirituales dirigidos por San Juan de Ávila, Infierno, Joaquín Marturet, Salamanca, san juan de ávila, sj
1. Existe
83. Avisa el Señor a los suyos y amenaza a los ajenos; porque a los unos les dice que sientan de su galardón
grandemente, pues con este rigor lo da. A otros dice que cómo piensan escapar de las manos de su rigor siendo enemigos, si así son tratados los hijos e hijas escogidos para grande bien.
84. «No os engañéis con decir: Cristianos somos, que ni los fornicadores ni los adúlteros ni los ladrones ni los avarientos ni los que se emborrachan ni los maldicientes no entrarán en el reino de Dios» (1 Cor. 6, 9-10). ¡Desdichada su comida, desdichados sus placeres, desdichado cuanto hablan y cuanto pasean, si no han de entrar en el reino de Dios!
2. Van muchos
85. «Multi sunt vocati, pauci vero electi» (Mr. 20, 16): Muchos son los bautizados y se llaman cristianos; pero pocos los escogidos, porque pocos viven como cristianos. Uno le dijo: «¿Son pocos Señor los que se salvan? Y el Señor le respondió: Esforzaos a entrar por la puerta estrecha porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán» (Lc. 13, 23- 24). «Cerrada la puerta muchos dirán: Señor ábrenos. El os responderá: no os conozco» (v. 25).
¡Oh Rey de la gloria! ¿Que no conocéis a los hombres? ¿No los criasteis? ¿No los redimisteis? -Sí, mas no los conozco, porque pecaron.
86. «Grande es mi tristeza e incesante el dolor de mi corazón » (Rom. 9, 2). ¿Sabéis por qué? Porque dicen que van muchos al infierno. No es ésta opinión de Santo Tomás o de Escota, sino determinación y sentencia del Hijo de Dios, que lo dijo en el santo Evangelio. Dios por quien es, nos dé gracia para que seamos de los pocos escogidos y no de los muchos perdidos.
3. Camino para ir a él
87. «El camino de los pecadores está enlosado pero su fin es el infierno y las tinieblas» (Ecl. 21, 11). Ahora paréceles así, camino muy llano, pero después será al revés; después verán lo que seguían y si eran ellos los dichosos y libres. Los justos, éstos dice el Señor que son los libres, los dichosos, los que tienen buena vida, los que andan por buenos caminos. Señor, los caminos que Vos enseñáis a vuestros amigos, los pasos por donde Vos los lleváis, no tienen tropezadero; en grande libertad viven y grande razón tienen para estar contentos; porque aunque parezca camino angosto, aunque a juicio de la carne haya alguna estrechura, en fin, son caminos seguros, dichosos, rectos, que llevan a buen paradero, «pues te encomendará a sus ángeles, para que te guarden en todos los caminos» (Ps. 90, 11). Muy guardada está la Iglesia y el alma de un justo.
88. En el infierno hay dos cosas: culpa y pena; y porque en el infierno hay culpa, ninguno va allá por la voluntad de Dios; él se va por sus malas obras. Dios es como buen Juez, que ahorca al malo, mas no quería que hiciese aquel mal.
89. El árbol, que siendo plantado en la Iglesia y estando alentado con tal espíritu, no produjera los frutos, que pone San Pablo, ya está amenazado y le está dicho en el Evangelio lo que será de él: «Todo árbol, pues, que no lleve fruto bueno, será cortado y echado al fuego» (Mt. 3, 10). Habemos de entender que estaremos sujetos a maldición, como la higuera, que no tuvo fruto para Cristo.
90. Hacer buenas obras en este mundo llama el Apóstol sembrar. Hacer malas obras también es sembrar; pero hay diferencia, que el fruto de las buenas obras, lo que se coge de esta semilla, dice que es vida eterna, que no se pudo más decir; y el fruto de las malas es corrupción y muerte eterna de los malos. «El que siembra iniquidad, cosecha desventura» (Prov. 22, 8). «Pues siembrar vientos, recogerán tempestades» (Os. 8, 7).
91. ¡Oh peligros del infierno tan para temer! Y ¿quién es aquél, que no mira con cien mil ojos no resbale en aquel hondo lago, donde para siempre llore lo que aquí temporalmente rió? ¿Quién no endereza sus caminos, porque no le tomen por descaminado de todo el bien? ¿Dónde están los ojos de quien esto no mira, las orejas de quien esto no oye, el paladar de quien esto no gusta?
Verdaderamente señal es de muerte no tener obras de vida. Nuestros pecados son muchos, nuestra flaqueza grande, nuestros enemigos fuertes, astutos y muchos y que mal nos quieren; lo que en ello nos va es perder o ganar a Dios para siempre.
Y ¿por qué entre tantos peligros estamos seguros; entre tantas llagas sin dolor de ellas? ¿Por qué no buscamos remedio antes que anochezca y se cierren las puertas de nuestro remedio?
92. ¿Qué pensáis que sentirá el que esperaba salvarse, cuando oyere su sentencia de condenación y le digan: «Nunca tendrás parte en Dios ni te faltarán tormentos ni compañía de demonios »? «Ligatis manibus et pedibus eius», arrojadle a las tinieblas de allá afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt. 22, 13). «Atadas las manos», porque no podrá más bien obrar y porque no se podrán defender. «Y los pies», porque no podrán huir, sino pecar para siempre y arder para siempre.
93. iOh si preguntaseis al triste que está en el infierno tantos miles de años en tormentos, que no se acabarán: «Hermano, ¿qué sembraste que tal cosecha cogiste? ¿Por qué camino viniste a tanta miseria, a tantos tormentos, de donde nunca, mientras Dios fuere Dios, saldrás? ¿Qué senda te aportó a tanto mal?».
94. El pecado es el camino. Muchos han cometido pecados mortales, que si hubieran en el tiempo de su tentación confesado y comulgado, no hubieran caído en el abismo del pecado. Metidos en éste, muy breve camino hay para entrar en el infierno; porque no falta más, sino que le quiebren el vaso de vidrio, que es este cuerpo que traemos a cuestas, que es una pura flaqueza, y basta para quebrado un dolor de costado o una apoplejía; entonces diera el hombre mil mundos por haber hecho lo que ahora le rogamos.
4. Penas
a) De sentido. 95. ¿Cómo podréis sufrir el infierno, pues todas las penas de esta vida no son tanto como la menor de allá? Porque aunque otro tormento no hubiera, sino el lugar oscuro y tenebroso debajo de la tierra, lleno de hedor horrible, sería bastante; añadid los tormentos de demonios, fuego, piedra, azufre, hambre, sed, aullidos, visiones intolerables y estar excomulgados de Dios, feos, negros, hediondos… ; así estarán los malaventurados condenados.
96. Si tu alma no come, morirá. ¿Qué entendéis por morirá? Que morirá a la vida de la gracia; no me refiero a la vida natural, que ésa no la puede morir, siempre estará viva, aunque esté en el infierno, mientras Dios fuere Dios. Su muerte, cuando el alma se separa del cuerpo, la llama San Juan segunda; la primera es cuando muere a la gracia por el pecado.
Los que están en el infierno estarán, como los que están en agonías de muerte; siempre estarán tragando la muerte y nunca acabarán de morir; tendrán muerte siempre viva y vida siempre muerta.
97. No hay proporción de las penas del infierno a las del purgatorio: las del infierno son eternas, rigurosísimas; las del purgatorio, temporales con mil favores y refrescos; ya dicen acá una misa por vos, ya os rezan algunas oraciones y os ofrecen otros sufragios.
b) Pena de daño. 98. El que vive en este mundo consigo propio, sin Dios en el obedecer, se halla en el otro sin Dios en el gozar. ¡Oh, lástima grande, que habiendo en Dios tantos bienes como en El hay: tanto poder y tanto saber; tanto amor y caridad; hermosura y riquezas, eternidad y millones de bienes, que no hay lengua que los pueda declarar, el malaventurado infernal se queda ayuno de todo esto, como si no existiera!
¿Qué le aprovecha que haya todos estos bienes y maravillas en Dios, si no ha de gozar de El ni de ellos? Esta pena es la mayor del condenado, la privación del gozo de Dios. Llamase poena damni.
99. ¡Qué maldad para asombrar! Dejar a Dios por el demonio, y estando camino del cielo, meterse de pies en el infierno y querer más tratar con Dios enojado, que con El, apacible y manso. Pues si quien peca hijo es del diablo, ¡qué mal padre tienes! ¿Qué puedes heredar de tal padre sino infierno, lo que él posee y tiene? Y eso es lo que da a sus hijos.
100. ¿Y qué piensas que es infierno? Ser lanzado un hombre de la mesa de Dios, llena de hartura y de lumbre, y echado en las tinieblas de fuera con la voz del Juez, que dice: «Apartaos de Mí malditos de mi Padre al fuego eterno». Juntarse con Dios es paraíso; apartarse de Dios es infierno.
5. Eternidad
101. Aparejaos, gentes, para la sentencia, que habéis de oír: «Apartaos…, etc.». ¿Huisteis de Mí? Yo huiré de vosotros. ¿No me quisisteis? Apartaos de Mí para siempre. ¿Dónde irá un hombre echándolo Dios de Sí? ¿Hay otro Dios como Tú que lo reciba? Palabra recia: «Apartaos de Mí… ».
102. ¡Oh malaventurado el que por tan pequeño rato se atreve a echar sobre sí penas eternas, penas que nunca se han de acabar, penas que no han de tener remedio! Que esta certidumbre tienen que aquellos tormentos y penas no han de haber fin ni remedio ni jamás han de salir de allí ni han de gozar de bien alguno.
6. Reflexiona
103. Señor, ¿infierno para mí, perder a Dios, desterrado de Dios para siempre jamás? ¿Qué haré para ser librado aquel día? -Velad orando para que seáis dignos de huir estas cosas y estar delante del Hijo de Dios.
-Decidme: ¿oráis? -¿Qué hemos de orar? -Pedid a Dios que para aquel día espantoso podáis estar en pie; pedidlo, lloradlo, suplicadlo. Así es menester, que con mucho trabajo lo alcanzaron de Dios los santos.
104. Examinaos. ¡Ay de aquél que no se mira! ¡Ay de aquél que de sí se olvida! Cuanto menos te mires ahora quién eres, tanto más te mirarás y remirarás, después que estés ardiendo en los infiernos. Entonces hará Dios que te estés mirando y será el mayor tormento que tendrás. Querrás huir de ti y no podrás; querrás olvidarte de ti, y mientras Dios fuere Dios, te estarás mirando y te tendrás a ti mismo delante de tus ojos mirándote y remirándote y dando vueltas, para que no quede nada de ti que delante de tus ojos no lo tengas. ¡Mírate!
105. «Dolores inferni circundederunt me: los dolores del infierno me cercaron» (Ps. 17,6). ¡Oh Señor, que estoy aquí y mi nombre en el infierno! ¿Qué mucho que me den una bofetada, que me huellen por ahí todos? Lo doy todo por bien empleado, porque no me eche donde merezco; porque la Majestad de Dios me sea mansa, yo sufro todo eso de buena voluntad.
106. Si no están los soberbios quebrantados, si no están por el suelo; no ha entrado Dios por su casa, no saben qué cosa es Dios. Tiembla el que a Dios siente; tiembla, como hoja en el árbol, de la justicia de Dios…
Bueno es conocer el hombre quién es; bueno es pensar en sus miserias, pero no mucho; no escarbes mucho que peligrarás. Cuando uno pasa un río, conviene no mirar al agua, sino la tierra firme. No has de pensar luego que estás ya en el infierno; mira que eso es víspera de la desesperación; mira a tierra firme; mira que la misericordia de Dios te puede perdonar eso y muy mucho más que eso. ¿Qué remedio para estos dos males, para los que nunca se miran y para los que mirándose mucho desmayan? ¿Habrá aquí por ventura algún flaco desmayado que diga: « ¿Quién soy yo para ir al cielo? ¿Quién soy yo para que Dios me perdone?
A éste tal le dice Jesucristo nuestro Señor: No desmayes, esfuérzate, prosigue lo que comenzaste, no desfallezcas en la mitad del camino, que de todo es remedio mi Carne; no te espanten tus males ni tus pecados, que de todo es cura y medicina mi Carne.
107. Pues queremos parte en el cielo con Jesús, no nos descontente su compañía en la tierra; porque El determinado está de no tener por compañero en su gozo, sino al que lo fue de sus penas.
¿No es mejor penar aquí un poco por Cristo, que arder allá para siempre con Lucifer? ¿No es mejor escondemos un poco al mundo y después en el reino de Dios parecer gloriosos delante de todos?
Probado habéis de ser, si habéis de ser coronado. Por eso mirad que seáis como el oro, que se apura en el fuego y no como paja que se quema en él.
Ejercicios espirituales dirigidos por San Juan de Ávila
Joaquín Marturet, S.J. Salamanca-1980 (p.75-80)

