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Libro Segundo
EXHORTACIÓN A LA VIDA INTERIOR
Capítulo 12 (II)
Del camino real de la santa cruz
6. ¿Piensas tú escapar de lo que ninguno de los mortales pudo librarse?
¿Quién de los santos estuvo en el mundo sin cruz y tribulación?
Nuestro Señor Jesucristo, por cierto, en cuanto vivió en este mundo no estuvo una hora sin dolor de pasión. Porque «convenía -dice- que Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos, y así entrase en su gloria» (Lc 24,26). Pues, ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real que es la vía de la santa cruz?
7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio, ?y tú buscas para ti holganza y gozo?
Yerras, te engañas si buscas otra cosa sino sufrir tribulaciones, porque toda esta vida mortal está llena de miserias y por todas partes señalada de cruces. Y cuanto más altamente alguno aprovechare en espíritu, tanto más graves cruces hallará muchas veces, porque la pena de su destierro crece más por el amor.
8. Mas este tal, así afligido de tantas maneras, no está sin el alivio de consolación, porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz.
Porque cuando se sujeta a ella de su voluntad, toda la carga de la tribulación se convierte en confianza de la divina consolación.
Y cuanto más se quebranta la carne por la aflicción, tanto más se robustece el espíritu por la gracia interior.
Y algunas veces tanto es confortado del efecto de la tribulación y adversidad por el amor y conformidad de la cruz de Cristo, que no quiere estar sin dolor y tribulación, porque se tiene por más acepto a Dios cuanto mayores y más graves cosas pudiere sufrir por Él.
Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa y ame con fervor de espíritu.
9. No es según la inclinación humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el cuerpo, ponerlo en servidumbre; huir las honras, sufrir de grado las injurias, despreciarse a sí mismo y desear ser despreciado; sufrir todo lo adverso y dañoso, y no desear cosa de prosperidad en este mundo.
Si te miras a ti mismo, no podrás por ti solo cosa alguna de éstas; mas si confías en Dios, Él te enviará fortaleza del cielo y hará que te estén sujetos el mundo y la carne.
Y no temerás al diablo, tu enemigo, si estuvieses armado de fe y señalado con la cruz de Cristo.
10. Dispónte, pues, como buen y fiel siervo de Cristo, para llevar varonilmente la cruz de tu Señor, crucificado por tu amor.
Prepárate a sufrir muchas adversidades y diversas incomodidades en esta miserable vida, porque así estará contigo Jesús adondequiera que fueres; y de verdad que lo hallarás en cualquier parte que te escondas.
Así conviene que sea; y no hay otro remedio para evadirse del dolor y de la tribulación de los males sino sufrir.
Bebe afectuosamente el cáliz del Señor, si quieres ser su amigo y tener parte con Él.
Remite a Dios las consolaciones, para que haga con ellas lo que más le agradare.
Pero tú dispónte a sufrir las tribulaciones, y estímalas por grandes consuelos, porque «no son condignas las pasiones de este tiempo para merecer la gloria venidera» (Rom 8,18), aunque tú solo pudieses sufrirlas todas.