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asociación, civil, derecho a predicar, doctrina social, fe, Iglesia, libertad, privilegios, secta
13 –Pero después del Concilio, la Iglesia ha renunciado a todos los privilegios y quiere reducirse a una asociación similar a cualquier otra de tipo civil. ¿O no?
Pues no. Una cosa es que la Iglesia se apoyare en la fuerza del dinero, del prestigio o de las armas, y otra la renuncia a
los medios humanos para transmitir el mensaje. La Iglesia, en bien de la concordia, puede renunciar a bienes materiales adquiridos legítimamente en otras épocas y pactar una transacción honorable. Pero la Iglesia jamás puede amilanarse, por su propia naturaleza de origen divino, al nivel de cualquier secta, organización, o entidad civil, sea religiosa, intelectual o civil. Esto está paladinamente escrito y adoctrinado en el Vaticano II. Habla el Concilio: «(La Iglesia) no pone su esperanza en los privilegios que le ofrece el poder civil; antes bien renunciará de buen grado al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos, si consta que su uso puede empañar la pureza de su testimonio, o si nuevas circunstancias exigen otras disposiciones. Pero siempre y en todas partes reconózcase su derecho a predicar con libertad la fe, a enseñar su doctrina social, a ejercer sin trabas su misión entre los hombres e incluso a pronunciar el juicio moral, aun en problemas que tienen conexión con el orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y sólo los medios que sean conformes al Evangelio y convengan al bien de todos, según la diversidad de los tiempos y las circunstancias.» Por tanto, la Iglesia tiene obligación de dar doctrina segura frente a leyes anticatólicas que autoricen el divorcio, el aborto, la eutanasia, el permisivismo pornográfico, los métodos anticonceptivos, el homosexualismo, así como la escuela neutra, atea, y la llamada educación sexual con procedimientos evidentemente corruptores y antipedagógicos, así como la prensa, la Universidad, los espectáculos, y cuantas manifestaciones de la vida pública entrañen alguna relación directa con la moral. Y en esta línea están los liberales moderados, los demócratas cristianos, los centristas, los constitucionalistas, y todos aquellos que bajo los pretextos que sean rechazan, con melosidades o con brutalidad, lo que la Iglesia perennemente sostiene como imperativo indeclinable del Evangelio. Luego, el liberalismo moderado es ajeno a la verdad católica.