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Parte Segunda
DE LA DEVOCIÓN MÁS EXCELENTE
A LA SANTÍSIMA VIRGEN
En qué consiste la perfecta consagración a Jesús por María
131. No se puede objetar que esta devoción es nueva o indiferente; no es nueva, toda vez que los Concilios, los Padres y muchos autores, tanto antiguos como modernos, tratan de esta consagración a Nuestro Señor por la renovación de los votos y promesas del santo Bautismo como una cosa de antiguo practicada, y que aconsejan a todos los cristianos; no es indiferente, puesto que la principal fuente de todos los desórdenes, y por consiguiente, de la condenación de los cristianos, procede del olvido y de la indiferencia respecto de esta práctica.
132. Podría alguno decir que esta devoción nos hace incapaces de socorrer las almas de nuestros parientes, amigos y bienhechores, por cuanto nos hace dar a Nuestro Señor, por manos de la Santísima Virgen, el valor de todas nuestras buenas obras, oraciones, mortificaciones y limosnas. A esto se responde: 1.º Que no es creíble que nuestros parientes, amigos y bienhechores se lastimen de que nosotros nos hayamos sacrificado y consagrado sin interés al servicio de Nuestro Señor y de su Santísima Madre. El suponerlo sería hacer una injuria a la bondad y al poder de Jesús y de María, que bien sabrán asistir a nuestros parientes, amigos y bienhechores, ya de nuestra pequeña renta espiritual, ya de otro modo. 2.º Que esta práctica no impide que se ruegue por los demás fieles vivos o difuntos, por más que la aplicación de nuestras buenas obras dependa de la voluntad de la Santísima Virgen; al contrario, eso nos llevará a rogar con más confianza, del mismo modo que una persona rica que hubiese dado todo su caudal a un gran príncipe, a fin de honrarle más, suplicaría más confiadamente a este príncipe que diese limosna a alguno de sus amigos que se le pidiese. Y aún sería agradar al príncipe el proporcionarle ocasión de atestiguar su reconocimiento hacia una persona que se ha despojado de todo por el mayor brillo de su soberano y que se ha empobrecido por honrarle. Debe decirse lo mismo de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen: jamás se dejarán vencer de nadie, ni en reconocimiento, ni en generosidad.
133. Aún se objetará también que si doy a la Santísima Virgen todo el valor de mis acciones para aplicarlo a quien Ella quiera, será menester acaso que yo sufra por mucho tiempo en el Purgatorio. Esta objeción, que procede del amor propio y de la ignorancia de la liberalidad de Dios y de su Santísima Madre, se destruye por sí misma; un alma ferviente y generosa que toma con más empeño los intereses de Dios que los suyos propios, que da a Dios todo lo que tiene, sin reserva, hasta donde puede, que no aspira más que al reino de Jesucristo por su Santísima Madre, y que por obtenerlo se sacrifica enteramente y en todo, esta alma generosa, repito, ¿será castigada en el otro mundo por haber sido más liberal y más desinteresada que las demás? Al contrario: precisamente para con esta alma, como veremos a continuación, serán Nuestro Señor y la Virgen Santísima liberalísimos en este mundo y en el otro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria.
134. Ahora debemos ver, con la mayor brevedad posible, los motivos que deben hacernos más recomendable esta devoción, los admirables efectos que produce en las almas fieles, y cuáles son las principales prácticas de ella.