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amor al Papa, masonería, Papa Pío XI, Santo Padre, terrorismo rojo

Cuéntase del Papa Pío XI la siguiente anécdota. Una señora norteamericana riquísima, de paso por Roma, quería visitarlo todo. Hasta los lugares más secretos de la ciudad Eterna había recorrido. Asistió a gran número de ceremonias y al fin consiguió una audiencia con el Santo Padre.
Pío XI la acogió benévolamente Y acabó por decirle si podía hacer algo en su favor.
La norteamericana llena de entusiasmo al oír la proposición del Papa le contestó: «Santo Padre, lo he visitado todo. Sólo me falta una cosa, ver un cónclave, un auténtico cónclave». Aquella salida llenó de hilaridad al Papa y a todos los asistentes. La buena señora pedía cuanto antes la muerte del Papa para presenciar un cónclave…
Esta pobre señora no deseaba en manera alguna que falleciera el Papa. Se despidió de él prometiéndole rogaría por su salud. Pero hay sin embargo una poderosa conspiración masónica, liberal y de los servicios secretos del comunismo internacional para acabar con la vida del Santo Padre. Se han dado más intentos. El más dramático y que estuvo a punto de costarle la vida, en la misma Plaza de S. Pedro el pasado 13 de Mayo.
La asociación que peregrinó a Roma debe distinguirse por su amor particular al Papa. Rogar cada día por él. Tenerle bien presente en el rezo del Rosario y en la Santa Misa.
Después de la primera sorpresa, ante la elección del Papa, sus enemigos han dejado transcurrir un tiempo de disimulo. Ahora ya ha comenzado el ataque contra su persona: la acción discreta de las sectas y del terrorismo rojo, y la acción ideológica y panfletaria. El caso de tantos jesuitas como le atacan es bien manifiesto. Ante el deseo del Papa de reformar la Compañía de Jesús conforme a su fundador, se ha levantado un movimiento convergente de escritos, declaraciones, manifestaciones públicas en la que se intenta frenar y desvirtuar los deseos del Papa.
Hoy más que nunca, oremos por el Papa y pidámosle a la Virgen María, que sea él, el Santo Padre prometido que salve a la Iglesia de la gran tribulación, de esta segunda parte del siglo XX.
Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 56, febrero de 1982