Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

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Página Para Meditar

12 miércoles Jun 2013

Posted by manuelmartinezcano in Padre Alba, Uncategorized

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Las últimas disposiciones emanadas de la Dirección General de la Juventud, con referencia al alquiler de las instalaciones palbadependientes de dicha Dirección de la Juventud, nos obligan a rectificar y a reducir nuestro plan de campamentos para 1980. Tendremos que conformarnos con dos campamentos en lugar de los tres proyectados y en lugares más distantes. Organizarlos como se nos proponía nos hubiera forzado a renunciar al ideal que debemos proponernos en ellos. Por eso las chicas irán a los Pirineos, 170 en total y los chicos a la sierra de Guadalajara, a unas instalaciones que tienen capacidad para 250. No obstante el fruto que hemos de sacar de nuestros campamentos ha de ser aún mayor. Hemos de concentrar en ello nuestras fuerzas y nuestra oración.

Para nosotros el campamento es escuela y es plataforma. Escuela de formación profunda del hombre: como cristiano, como español, con la búsqueda de alumbrar a cada uno de los acampados un hombre de vida interior y de una dimensión social verdadera. Plataforma para conquistar a través del acampado para nuestro movimiento juvenil a jóvenes que se sentirán ganados por la vida que se les descubre en el campamento y seducidos al fin por la caridad y el nervio apostólico de todos los militantes de nuestra Asociación juvenil.

Nuestro Gran Rey Carlos I decía que para defender la Cristiandad había decidido empeñar en todos sus reinos, dominios, amigos su propio cuerpo, su sangre, su vida y su alma. Para reconstruir esa Cristiandad herida de muerte por el protestantismo, apuñalada por el liberalismo, y en trance de descomposición final por el marxismo y el progresismo, hemos de emplear nosotros todo lo que nosotros somos y tenemos. Por esa razón nuestro horizonte de apostolado está en la juventud: reconstruir en las almas jóvenes, en sus inteligencias y en sus corazones, el ideal de la Cristiandad, que es el mismo de la meditación del Reino de Cristo: conquistar para el reino de Cristo todas las cosas y a mí con ellas.

Santidad y apostolado: esas son las ambiciosas metas que se nos ponen en las cumbres pirenaicas y en las serranía y pinares de Guadalajara. Todo lo demás se nos dará por añadidura.

Rvdo. P. José María Alba Cereceda, S.I.
Meridiano Católico Nº 39, febrero de 1980

Niñas y niños,
venid con nosotros
a las Colonias del Padre Alba.
Sana diversión, santa formación.
Del 4 al 14 de julio.

Chicas y chicos,
venid con nosotros
a los Campamentos del Padre Alba.
Sana diversión y santa formación.
Del 29 de julio al 11 de agosto.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen XX

22 miércoles May 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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De la verdadera devoción a la Santísima Virgen

105. Después de haber descubierto y condenado las falsas devociones a la Santísima Virgen, es menester establecer en pocas palabras la verdadera, que es: 1.º, interior; 2.º, tierna; 3.º, santa; 4.º, constante; 5.º, desinteresada.

106. 1.º La devoción a la Santísima Virgen debe ser interior, es decir, debe partir del espíritu y del corazón; nace dicha devoción de la estima que se hace de la Virgen, de la alta idea que uno se ha formado de sus grandezas y del amor que se la tiene.

107. 2.º Es tierna, es decir, llena de confianza en la Santísima Virgen, como la de un niño para con su buena madre. Esta devoción es la que hace que un alma recurra a Ella en todas sus necesidades de cuerpo y espíritu con mucha sencillez, confianza y ternura; que implore la ayuda de su buena Madre en todo tiempo, en todo lugar y en todas las cosas; en sus dudas, para ser ilustrada; en sus extravíos, para ser enderezada; en sus tentaciones, para ser sostenida; en sus debilidades, para ser fortalecida; en sus caídas, para ser levantada; en sus abatimientos para ser animada; en sus escrúpulos, para ser librada de ellos; en las cruces, trabajos y contrariedades de la vida, para ser consolada. En fin, en todos los males de cuerpo y de espíritu, María es su recurso ordinario, sin temor de importunar a esta buena Madre ni de desagradar a Jesucristo.

108. 3.º La verdadera devoción a la Virgen es santa, es decir, que conduce a un alma a evitar el pecado y a imitar las virtudes de la Santísima Virgen, en particular la humildad profunda, la fe viva, la ciega obediencia, la continua oración, su universal mortificación, la pureza incomparable, la caridad ardiente, la heroica paciencia, la dulzura angelical y la divina sabiduría. Tales son las diez principales virtudes de la Santísima Virgen.

109. 4.º La verdadera devoción a la Santísima Virgen es constante; afirma a un alma en el bien y la lleva a no abandonar fácilmente las prácticas de devoción; la hace animosa para oponerse al mundo, y a sus costumbres y sus máximas, a la carne con sus apetitos y sus pasiones, y al demonio en sus tentaciones; de modo que una persona verdaderamente devota de la Santísima Virgen no es mudable, melancólica, escrupulosa ni medrosa.
Lo cual no quiere decir que no caiga ni cambie alguna vez en sus buenos hábitos y en su devoción; pero si cae, se levanta en seguida tendiendo la mano a su buena Madre; si pierde el gusto y la devoción sensible, no por esto se apena, porque el justo y el devoto fiel de María vive de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos de la naturaleza.

110. 5.º En fin, la verdadera devoción a la Santísima Virgen es desinteresada; es decir, inspira a un alma que no se busque a sí misma; sino sólo a Dios en su Santísima Madre. Un verdadero devoto de María no ama a esta augusta Reina por espíritu de lucro y de interés, ni por su bien temporal ni espiritual, sino únicamente porque merece ser servida, y Dios sólo en Ella; no ama a María precisamente porque le haya hecho algún bien o porque lo espera de Ella, sino porque María es sumamente amable. Por esto la ama y la sirve tan fielmente en los disgustos y sequedades como en las dulzuras y fervores sensibles; lo mismo sobre el Calvario como en las bodas de Caná. ¡Oh! ¡cuán agradable y precioso es a los ojos de Dios y de su Santísima Madre un devoto tal de la Virgen que nada busca en los servicios que la presta! Pero ¡qué raro es al presente! Precisamente porque no sea tan raro he emprendido este trabajo de traducir al papel lo que he enseñado con fruto en público y en privado en mis misiones durante tantos años

Imitación de Cristo XX

22 miércoles May 2013

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alabar a Dios, camino de Dios, crucificado, enmienda, fervorosa, gracia de Dios, jesús crucificado, pasión del Señor, profesión, vida, vida de Jesús

Capítulo 25(II)

De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida

6. Acuérdate de la profesión que tomaste, y propónte por modelo al Crucificado.
Bien puedes avergonzarte mirando la vida de Jesús, porque aún no te has esforzado en conformarte más con Él, aunque ha muchos años que estás en el camino de Dios.
El religioso que se ejercita intensa y devotamente en la santísima vida y pasión del Señor, halla allí todo lo útil y necesario cumplidamente para sí, y no necesita buscar cosa mejor fuera de Jesús.
¡Oh, si viniese a nuestro corazón Jesús crucificado, cuán presto y cumplidamente seríamos enseñados!

7. El fervoroso religioso acepta todo lo que le mandan, y lo lleva muy bien.
El negligente y tibio tiene tribulación sobre tribulación, y de todas partes padece angustia; porque carece de la consolación interior y no le dejan buscar la exterior.
El religioso que vive fuera de la observancia, cerca está de caer gravemente.
El que busca vivir más ancho y descuidado, siempre estará en angustias, porque lo uno o lo otro lo descontentará.

8. ¿Cómo lo hacen tantos religiosos que están encerrados en la observancia del monasterio?
Salen pocas veces, viven abstraídos, comen pobremente, visten ropa basta, trabajan mucho, hablan poco, velan largo tiempo, madrugan muy temprano, tienen continuas horas de oración, leen a menudo y guardan en todo exacta disciplina.
Mira cómo los cartujos, los cistercienses y los monjes y monjas de diversas órdenes se levantan cada noche a alabar al Señor.
Y por eso sería torpe que tú empezases en tiempo tan santo, donde tanta multitud de religiosos comienzan a alabar a Dios.

9. ¡Oh, si nunca hubiésemos de hacer otra cosa sino alabar a Dios nuestro Señor con todo el corazón y con la boca!
¡Oh, si nunca tuvieses necesidad de comer, beber y dormir, sino que siempre pudieses alabar a Dios, y solamente ocuparte en cosas espirituales!
Entonces serías mucho más dichoso que ahora, cuando sirves a cualquier necesidad de la carne.
¡Pluguiese a Dios que no tuviésemos estas necesidades, sino solamente las refecciones espirituales, las cuales, ¡ay!, gustamos bien raras veces!

10. Cuando el hombre llega al punto de no buscar su consuelo en ninguna criatura, entonces comienza a gustar de Dios perfectamente; y entonces está contento con todo lo que le sucede.
Entonces ni se alegra en lo mucho, ni se entristece por lo poco; mas pónese entera y confiadamente en Dios, el cual lo es todo en todas las cosas, para quien ninguna perece ni muere, sino que todas viven y le sirven sin tardanza.

11. Acuérdate siempre del fin, y que el tiempo perdido jamás vuelve. Nunca alcanzarás las virtudes sin cuidado y diligencia.
Si comienzas a ser tibio, comenzará a irte mal.
Mas si te excitares al fervor, hallarás gran paz, y sentirás el trabajo muy ligero por la gracia de Dios y por el amor de la virtud.
El hombre fervoroso y diligente, a todo está dispuesto.
Mayor trabajo es resistir a los vicios y pasiones que sudar en los trabajos corporales.
El que no evita los defectos pequeños, poco a poco cae en los grandes.
Te alegrarás siempre a la noche si gastares bien el día.
Vela sobre ti, despiértate a ti, amonéstate a ti y sea de los otros lo que fuere, no te descuides de ti.
Tanto aprovecharás cuanto más fuerza te hicieres. Amén.

Imitación de Cristo XVII

24 miércoles Abr 2013

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Capítulo 23

De la meditación de la muerte

 1. Muy presto será contigo este negocio; mira cómo te has de componer.
Hoy es el hombre y mañana no parece.
En quitándolo de la vista, presto se va también de la memoria.
¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente y no se cuida de lo porvenir!
Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana?
Mañana es día incierto, ¿y qué sabes si amanecerás mañana?

2. ¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos?
¡Ah! La larga vida no siempre nos enmienda; antes muchas veces añade pecados.
¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
Muchos cuentan los años de su conversión; pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.
Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar.

3. Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche; y cuando fuere de noche, no te atrevas a prometerte la mañana.
Por eso está siempre prevenido y vive de tal manera que nunca te halle la muerte inadvertido.
Muchos mueren de repente, porque «en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12,40).
Cuando viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu vida pasada y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.

4. ¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo cual desea lo halle Dios en la muerte!
Porque el perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor de la observancia, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, la abnegación de sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de Cristo, gran confianza te darán de morir felizmente.
Muchas cosas buenas puedes hacer cuando estás sano; pero cuando enfermo, no sé qué podrás. Pocos se enmiendan en la enfermedad; y los que andan en muchas romerías, tarde se santifican.

5. No confíes en amigos ni en vecinos, ni dilates para después tu salvación, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres.
Mejor es ahora, con tiempo, prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar en el socorro de otros.
Si tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién tendrá cuidado de ti después?
Ahora es el tiempo muy precioso; «ahora son los días de salud; ahora es el tiempo aceptable» (2Cor 6,2).
Pero, ¡ay dolor!, que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en él ganar con qué vivir eternamente.
Vendrá cuando desearías un día o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida.

6. ¡Oh hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar, y de cuán grave espanto salir, si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella!
Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que temer.
Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo.
Aprende ahora a despreciarlo todo, para que entonces puedas libremente ir a Cristo.
Castiga ahora tu cuerpo con penitencia, porque entonces puedas tener confianza cierta.

7. ¡Oh necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro?
Cuántos se han engañado y han sido separados del cuerpo cuando no lo esperaban!
¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a cuchillo, otro se ahogó, otro cayó de lo alto y se quebró la cabeza, otro comiendo se quedó pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno murió con fuego, otro con hierro, otro de peste, otro pereció a manos de ladrones; y así la muerte es fenecimiento de todos, y la vida de los hombres se pasa como sombra rápidamente.

8. ¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto?
Haz ahora, hermano, haz lo que pudieres, que no sabes cuándo morirás; no sabes lo que te acaecerá después de la muerte.
Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales.
Nada pienses fuera de tu salvación y cuida solamente de las cosas de Dios.
«Granjéate ahora amigos», venerando a los santos de Dios e imitando sus obras, «para que cuando salieres» de esta vida «te reciban en las moradas eternas» (Lc 16,9).

9. Trátate como huésped y peregrino sobre la tierra a quien no le va nada en los negocios del mundo.
Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí «no tienes domicilio permanente» (Heb 13,14).
Allí endereza tus oraciones y gemidos, cada día con lágrimas, porque merezca tu espíritu, después de la muerte, pasar dichosamente al Señor. Amén.

Introducción a la Meditación de las tres Potencias sobre los Tres Pecados

17 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in Uncategorized

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La primera meditación de la primera semana de los Ejercicios Espirituales es la A-Mayor-Gloria-de-Dios-una-de-_54278646725_53389389549_600_396aplicación de la memoria, entendimiento y voluntad al pecado de los ángeles, de Adán y Eva al pecado particular. Contiene en sí, después de una oración preparatoria y dos preámbulos, tres puntos principales y un coloquio.

El pecado es la rebelión de la criatura contra su creador; la negación del dominio absoluto del Creador sobre la criatura, la desviación completa del camino del Cielo, el abuso irracional de las criaturas que Dios me ha dado para que me ayuden a salvarme. El pecado es la negación práctica del Principio y Fundamento.

La actividad del ejercitante en estas meditaciones sobre el pecado, que propone San Ignacio, ha de ir dirigida a conocer profundamente la malicia del pecado y el envilecimiento y vileza del pecador, conocida en lo más profundo del corazón.

Si el principio de todo pecado está en la soberbia (Ecles. 1015) es justo que el principio del perdón y la reparación del pecado sea la humillación. Si el ejercitante no llega a avergonzarse y confundirse, por los pecados cometidos, no está capacitado para adquirir el dolor de corazón necesario que le haga cambiar de rumbo en su vida hacia la perfección cristiana. Mil veces morir antes que pecar.

Si he merecido el infierno por mis pecados, jamás me pondré en ocasión de pecado. Si, por una gracia especial, no he cometido un pecado mortal en mi vida: “es mayor merced dar Dios la inocencia, no dejando caer en pecado, que al caído darle perdón. La Virgen Santísima ponía a cuenta de deuda propia y agradecía a Dios, como si los hubiera cometido y fuera perdonada, todos los pecados que pudiera haber cometido y que otros hacían” (San Juan de Ávila).

San Ignacio empieza todas sus meditaciones con la oración preparatoria, que es siempre la misma:”Pedir gracia, a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”. Para que todo mi querer, aspiraciones, intenciones y determinaciones; acciones, ocupaciones exteriores, sea todo ordenado a la mayor gloria de Dios.

El primer preámbulo es composición viendo lugares. Aquí es de notar, que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar a Cristo nuestro Señor, el cual es visible, la composición será ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo, donde se halla la cosa que quiero contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se halla Jesucristo o Nuestra Señora, según lo que quiero contemplar. Aquí será ver con la vista imaginativa y considerar mi alma que está encarcelada en este cuerpo corruptible en este valle, como desterrado entre brutos animales. Digo todo el compuesto de alma y cuerpo.

El segundo preámbulo es pedir a Dios nuestro Señor lo que quiero y deseo. Aquí será pedir vergüenza y confusión de mi mismo, viendo cuantos han sido condenados por un solo pecado mortal y cuantas veces yo merecía ser condenado para siempre por tantos pecados míos.

Los tres puntos del pecado de los ángeles, de Adán y Eva y el pecado particular los veremos las próximas semanas, Dios mediante.

San Ignacio termina siempre sus meditaciones con un coloquio entre el alma y su Creador, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen María, los santos. El coloquio es una conversación entre amigos, entre el hijo y el padre, entre un siervo y su señor, pidiendo alguna gracia, arrepintiéndose de sus pecados, pidiendo consejo sobre las cosas de su alma, etc.

El coloquio que propone san Ignacio en esta meditación, se hace: “imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador ha venido a hacerse hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y  ha venido a morir por mis pecados. Hacer otro tanto, considerando lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo y por fin viéndole tal y colgado así en la cruz, ir expresando lo que espontáneamente se ofreciere”. Terminar con un Padrenuestro.

Sólo ante Cristo crucificado por nuestro amor puede entenderse la malicia del pecado: “Cada pecado renueva en cierto modo la pasión de Nuestro Señor, puesto que crucifican de nuevo en sí mismo al Hijo de Dios”(Pío XII).

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