Para la Mayor Gloria de Dios y en honor del alma privilegiada de su siervo fiel, el padre José María Alba Cereceda SJ, me atreveré a exponer todo lo que sé de los dones de orden sobrenatural que nos dio a conocer durante su vida.
Siguiendo algo la cronología podemos situar:
1. Procedía de una familia santanderina de hondas raíces cristianas. Un tío suyo, el que le dio la primera Comunión, murió a causa de los padecimientos que tuvo que soportar durante la guerra (1937). Lo veneraba hondamente. Lo tenía por uno de sus modelos.
2. Sus primeros días en el Noviciado de los padres jesuitas en Veruela fueron muy amargos. Su naturaleza se rebelaba ante la visión de toda una vida absolutamente entregada a Dios. Los tres primeros días se los pasó devolviendo. Solía decirnos que ninguno de nosotros lo habíamos pasado tan mal como él al entrar en nuestra vida religiosa. Él comentaba que fue porque no se acababa de entregar a Dios (2º binario).
Decidió escribir una carta explicando por menudo todo su estado interior, con el firme propósito de atenerse a lo que le dijera el que era el padre espiritual de los novicios, sobre si tenía vocación o no. El sabio padre jesuita le dijo que se quedara, y él así lo hizo, sin ninguna duda más.
3. Su madre había pedido para él , cuando cantara Misa, un ángel de la guarda más para que le protegiese y ayudara.
4. Estando en Gandía, en la Probación, tuvo una locución del Señor y oyó de Él estas palabras que -dijo- jamás se le habían borrado:
Tú eres mi hijo, yo te amo.
5. Al principio de la Unión Seglar, siendo joven, llevaba a los chicos y chicas de excursión a ermitas de la Virgen. Varias veces, al entrar, se le había visto lacrimar abundantemente, en terminología de San Ignacio.
Lo mismo se observó durante el Santo Sacrificio de la Misa varias veces. Él mismo en alguna ocasión había comentado que las nuevas rúbricas de celebrar el Santo Sacrificio de cara al pueblo era algo distractivo para el sacerdote y ponía de manifiesto las congojas.
6. Conocimiento interno de las almas. Muchas son las ocasiones en que adivinaba exactamente el estado del alma. Citaré un caso ocurrido en Septiembre de 2001. Nos dirigíamos a desayunar después de la Misa de comunidad, cuándo se juntó con nosotras y nos dijo que venía a desayunar a nuestra casa porque:
El Señor me dice que estáis en desolación …
Nosotras no le contéstamos y pusimos cara de circunstancias y continuó: Sí ,el Señor me lo dice y además que todas… ¿EI Señor se equivoca? (irónico).
7. Siempre había tenido deseos de ver el ROSTRO del Señor. A veces había exclamado: ¡Y cómo será!
Un día me preguntó: ¿Y cómo te imaginas que es el rostro del Señor? Y otro día: ¿Te parece que puede parecerse a esta imagen? (la de la portada de los libros de La verdadera vida en Dios). AI contestarle que me lo imaginaba distinto, me dijo: Pues no sé, no sé, me parece que sí que se le parece.
Unos días antes de su muerte me dijo: ¿Ya os dije que he visto varias veces su rostro?
8. No hace mucho afirmaba que el Señor se le hacía presente durante el Santo Sacrificio de la Misa. ¡Está ahí, ahí!, con gran alegría y entusiasmo. Y señalaba a su derecha. Lástima que no soy preguntona, Pues no quiero molestar pero ¡cuántas cosas más sabría si lo hubiera sido!
9. En la última carta a los misioneros dictó las palabras: …el Señor me lo ha dicho ta-xa-ti-va-men-te y pronunció estas palabras despacio, marcándolas.
10. Muchas veces nos decía que el Señor está muy contento en esta casa. Muy contento.
11. Su mayor devoción era al Sagrado Corazón de Jesús. Decía que era el Gran Amigo de su madre. Era muy devoto de Santa Margarita María, y además había nacido el día de su fiesta. Si alguna vez me quejaba de tener poca confianza en el Sagrado Corazón, siempre me repetía que él no sabía qué era la desconfianza en Dios, en su Misericordia, no se podía imaginar de qué le hablaba, que no lo había experimentado nunca...
12. Sus grandes amores: la Santísima Trinidad, el Sagrado Corazón de Jesús y la Santísima Virgen. Sus otros amores: el Papa, la Compañía de Jesús y la obra que Dios había puesto en sus manos.
Hablaré de tres puntos sólo para no alargarme.
a) La Santísima Trinidad. Siempre nos comentaba del amor de San Ignacio a la Santísima Trinidad y en estos últimos días nos decía que hiciéramos plantar en el jardín del colegio árboles con tres ramas, tréboles… y todo lo que hubiera de tres, símbolo de Ella, para que los niños tomaran esta devoción.
b) En abril de 2001, estando en Roma con los alumnos mayores del colegio, le pasó algo maravilloso e insólito que le llegó al fondo del corazón. Era un miércoles (18 / IV / 2001), en la audiencia general y encontramos por casualidad una primera fila libre delante de la barrera de la calle por donde pasaba el Santo Padre en su coche. Pues bien: en cuanto llegó el Santo Padre a la distancia de su radio de visibilidad, clavó en el padre sus ojos azules y mantuvo la mirada serena, profunda y firme en sus ojos mientras pasaba delante de él, hasta que el coche le rebasó… Yo lo vi claramente. Algo quedó filmado por un alumno (el final). El padre quedó profundamente emocionado. Luego le pregunté: Padre, ¿el Papa le miraba a usted, verdad?. Y me contestó: Sí.
c) Del Padre Alba como jesuita hablaré en otra ocasión. Hasta el momento no recuerdo más. Continuaré en otro artículo para que la luz no se oculte, sino que se ponga sobre el candelabro para que nos ilumine a todos los de su casa.
Isabel Lamarca Abelló

P.Alba, SJ