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Aunque la adopción es recibir en calidad de hijo a una persona extraña, aquí hemos de decir que Jesús no era una persona extraña a José, sino que le pertenecía a él, porque el matrimonio de José y de María fue un verdadero matrimonio, aunque fuera virginal.
«Ese matrimonio confería a los esposos los derechos de todo matrimonio; y uno de los derechos es el que recuerda San Pablo: la mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino su esposo.
Esto supuesto, podemos argüir: María, en virtud del matrimonio, era de José; luego el hijo de María, en cierto grado, le pertenecía también a José.
El dueño de un árbol es dueño del fruto que brota de él.
El dueño de un campo es dueño de la fuente que brota en él.
San Francisco de Sales, con la precisión y delicadeza tan suyas, explica este hecho con una bellísima comparación:
Imaginaos un huerto cercado. Nadie entra en él.
Pero una paloma que lleva un dátil en él pico deja caer el dátil en el huerto.
De ese dátil brota una palmera. ¿Quién será el dueño de la palmera? Sin duda que el dueño del jardín.
La Santísima Virgen es el huerto cercado y sellado con el sello de la virginidad; y en ese huerto cerrado el Espíritu Santo dejo caer el Dátil Divino, de donde brotó la palmera celestial, que llevaría frutos de inmortalidad, Jesucristo. El huerto pertenecía a José: luego la palmera también. María pertenecía a José por las leyes del matrimonio, luego Jesús, en cierto modo, pertenece también a José.» (LUZ.P. Rey S.L).