Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

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La Encarnación

16 miércoles Oct 2013

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contemplación, Dios, divinas personas, Nazaret, san ignacio, voluntad

«El primer día y primera contemplación de la segunda semana es la Encarnación y contiene en sí la oración preparatoria, 3 preámbulos y 3 puntos y un coloquio» (San Ignacio).

La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad.

San Ignacio no usa la palabra «contemplación» en su sentido propio, místico, de una vista simple y afectuosa de Dios o de las cosas divinas, sino como sinónima de meditación visible.

El primer preámbulo es «recordar la historia de la cosa que tengo que contemplar; que es aquí cómo las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez de todo el mundo llena de hombres, y cómo viendo que todos descendían al infierno, se determina en la su eternidad que la segunda persona se haga hombre, para salvar el género humano, y así venida la plenitud de los tiempos, enviando al ángel san Gabriel a nuestra Señora».

La anunciación de Jesús.

En el mes sexto fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y presentándose a ella, le dijo: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras y discurría qué podría significar aquella salutación. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y Su reino no tendrá fin.

Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón? El ángel le contestó y dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios.

E Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril, porque nada hay imposible para Dios. Dijo María: He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y se fue de ella el ángel.

El segundo preámbulo es composición, viendo el lugar: aquí será ver la grande capacidad y redondez del mundo, en la cual están tantas y tan diversas gentes; asimismo, después, particularmente la casa y aposentos de nuestra Señora, en la ciudad de Nazaret, en la provincia de Galilea.

El tercer preámbulo es pedir lo que quiero. Sera aquí pedir conocimiento interno del Señor, que por mi se ha hecho hombre para que más le ame y le siga.

El conocimiento interno de Jesús que debemos pedir, insistentemente, no es un conocimiento meramente intelectual o histórico. Es el conocimiento interno de la gracia, que penetra en lo más íntimo de nuestro corazón y, transformado en sentimiento y en acción, se convierte en obras concretas de amor a Dios y al prójimo.

«El primer punto es ver las personas, las unas y las otras y primero las de la haz de la Tierra, en tanta diversidad, así en trajes como en gestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos nasciendo y otros muriendo, etc. 2°: ver y considerar las tres personas divinas como en el su solio real o trono de la su divina majestad, cómo miran toda la haz y redondez de la tierra y todas las gentes en tanta ceguedad, y cómo mueren y descienden al infierno. 3°: ver a nuestra Señora y al ángel que la saluda, y reflitir para sacar provecho de la tal vista.»

«El segundo punto es oír lo que hablan las personas sobre la haz de la Tierra y las personas divinas en el Cielo. El tercer punto es mirar lo que hacen las personas sobre la haz de la tierra, así como herir, matar ir al infierno; lo que hacen las tres divinas personas, obrando la santísima encarnación; y mirar a Nuestra Señora.»

Ver, oír, mirar: san Ignacio enseña a vivir la contemplación. No somos espectadores, sino actores. En la contemplación del nacimiento, nos dice el santo: «Haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos (a Jesús, la Virgen y san José)… como si presente me hallase… Para que más le ame y le siga.»

San Ignacio expone gráficamente la degradación a la que había llegado el género humano. Lujuria, latrocinio, idolatría,… todos los vicios. Verdaderamente el mundo estaba en manos del diablo. La corrupción de las ideas sobre Dios, la mujer, el niño, el esclavo, hasta del mismo pueblo de Dios era horrible. Así vivían y así morían. El hombre se envilece cuando se aparta de Dios. Hoy como ayer el hombre sin Dios se va asemejando más y más a la bestia de los enemigos de la cruz de Cristo, San Pablo diría a los Filipenses; «El término de esos será la perdición, su dios es el vientre, y la confusión será la gloria de los que solo aprecian las cosa terrenas» (3, 19).

Dice san Ignacio que las tres divinas personas, en su trono de la divina majestad, miran toda la haz y redondez de la tierra y todas las gentes en tanta ceguedad, y como mueren y desciende al infierno. El salmo 14, 1-3, dice; «Al maestro de coro de David dice el necio en su corazón: «No hay Dios». Se han corrompido haciendo cosas abominables, no hay quien haga el bien. Se inclina Yahvé desde los cielos hacia los hijos de los hombres para ver si hay algún cuerdo que busque a Dios. Todos se han descarriado y a una se han corrompido, no hay quien haga el bien; no hay ni uno sólo». San Pablo le escribe lo mismo a los romanos (3, 10-12).

Bien castigó a la humanidad con el diluvio universal, porque «la tierra estaba toda corrompida ante Dios» (Gen. 6, 11). A Sodoma y Gomorra las arrasó por sus aberraciones sexuales con una lluvia de fuego y al pueblo de Israel lo castigó por una infidelidad con la cautividad.

Lo lógico sería un nuevo castigo de Dios, ante tanta corrupción e idolatría. Pero no fue así. Los caminos de Dios son inescrutables. Las tres divinas personas, movidas por su infinita misericordia, decretaron la redención del género humano. El Hijo se ofrece para reparar los pecados de los hombres y aplacar la justa ira de Dios Padre. Dios padre entrega a su Hijo por nuestro amor. «Cuando más abunda el pecado tanto más abunda la gracia» (Rom. 5,20). En el prólogo de su evangelio san Juan dice: «Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios… y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn. 1, 1-20).

En Nazaret, aldea ignorada de Galilea, vivía una niña hermosa, María, la llena de gracia, la Virgen santísima, la purísima, la Inmaculada. La Trinidad Santísima, que había decidido hacer redención, la miro complacida; las tres divinas personas la eligieron como Madre, Hija y Esposa. La pureza virginal de esta doncellita pobre, humilde y santa, arrancó de los cielos al mismo Hijo de Dios, para recibirlo en sus purísimas entrañas y hacerlo hijo suyo.

«He aquí la esclava del señor, hágase en mí según su palabra». Fiat. Ya se ha cumplido la promesa hecha por Dios a su pueblo hace más de setecientos años: «Una Virgen concebirá» y su hijo será Emmanuel, Dios con nosotros (Isaías 7, 14). En aquel instante la Virgen quedó hecha templo vivo del Hijo de Dios. Por la Encarnación Jesús se hace nuestro hermano, nuestro salvador, nuestro redentor, nuestro sumo sacerdote. Hay que llenar el corazón de agradecimiento por la infinita misericordia de Dios. Dios Padre entrega a Su Hijo por nuestro amor. El Hijo de Dios se hace hombre para arrebatar nuestros corazones. Amor con amor se paga. El Hijo de Dios se hizo hombre por mí. No lo olvidemos jamás.

Podemos empezar esta contemplación, enfocando la casita de Nazaret, y allí, absortos, ver el rostro de belleza celestial de nuestra madrecita. Si vemos su rostro pletórico de belleza y alegría, nuestros ojos se purificaran y no querrán mirar nunca nada que pueda manchar la pureza del alma.

En el coloquio podemos decirle a Dios Padre: «Hágase en mí según tu palabra». No según mi capricho, mi gusto, mis comodidades; ni según lo que diga el mundo, ¡Señor yo quiero cumplir siempre tu voluntad! ¡qué dignidad! ¡Hijo de Dios, hermano de Jesucristo, hijo de María santísima! Madrecita del alma querida, en mi pecho yo tengo para ti un altar.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

 

Catecismo Social XVI: Libertad y Liberalismo I

05 miércoles Jun 2013

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la verdad os hará libres, liberalismo, libertad, racionalidad, voluntad

IV. LIBERTAD Y LIBERALISMO

1 -¿ Qué es la libertad?

La libertad es el atributo de la voluntad personal, por la que puede autodeterminarse. La libertad catecismo socialsupone la racionalidad. Y ésta debe iluminar la voluntad. Así es desde un plano metafísico. Pero la libertad supone también condiciones éticas. Y por ello necesitamos que las pasiones sirvan a los dictámenes de la razón recta, y en el foro exterior, que las leyes encaucen y ayuden el ejercicio de la libertad. En el Vaticano II se habla así de la libertad: «La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre (17)… Es Dios Creador el que constituye al hombre inteligente y libre en la sociedad (21)… La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la cual posee un valor» (17) (Constitución conciliar sobre la Iglesia y el mundo).

2 -La libertad, ¿debe seguir la luz de la verdad que capta el entendimiento?

Exactamente. Y así Pablo VI nos ha dicho: «La verdad debe ser la raíz de la acción, de la liberjtad, Lo dijo el Señor: LA VERDAD OS HARÁ LIBRES. No se encuentra en el buen camino quien antepone la acción al pensamiento, la práctica a la doctrina, el voluntarismo a la sabiduría, la llamada teología de la liberación a la teología de la Revelación» (27-IV-1975).

3 -La propia conciencia, ¿no basta como último criterio para asegurar el perfecto ejercicio de nuestra libertad?

No, y esto hay que entenderlo bien. Pablo VI lo ha enseñado contundentemente: «La conciencia moral es, ciertamente, el criterio próximo e indispensable de la honestidad de nuestras acciones … ; pero la conciencia tiene necesidad de ser instruida, informada, orientada acerca de la bondad objetiva de la acción a llevar a cabo; su juicio instintivo e intuitivo no es suficiente; ha menester de una norma, ha menester de una ley; de otro modo, su juicio puede alterarse bajo el impulso de las pasiones, de los intereses o de los ejemplos ajenos. De esta manera, la vida moral vive de utopías o de instintos; y, como hoy acontece, es una vida moral doblegada a las circunstancias exteriores, a las situaciones, con todas las consecuencias de relativismo y de servilismo que se derivan, hasta comprometer la rectitud de conciencia, que llamamos carácter, y hacer de los hombres una masa de cañas agitadas por el viento» (8-VIII-1973).

4 -Luego, si la libertad es tan importante, ¿hemos de ser liberales?

El liberalismo no es la defensa de la libertad, sino su negación. Porque hay que distinguir entre libertad física y libertad moral. Físicamente, cualquiera puede matar a su padre, a su amigo, a un desconocido. Le basta con utilizar un arma de fuego u otro medio violento y homicida. Esto es libertad física. Pero la libertad moral tiene otros cauces. Moralmente nadie puede matar a su padre, ni a su amigo, ni a otro hombre, por su cuenta y riesgo, sin justificación alguna. ¿Por qué? Porque la libertad humana tiene unos cauces superiores a lo meramente brutal, animal, instintivo. El liberalismo proclama la libertad física, y desconoce la libertad moral.

5 -¿ Cómo se puede definir la libertad?

La libertad no consiste en hacer lo que a uno le viene en gana. Esto, es la libertad física, tan absurda y de tan terribles consecuencias. Tampoco la libertad consiste en escoger indiscriminadamente el bien y el mal. Que el hombre pueda físicamente hacer el mal, no es ninguna perfección. Como no lo es que el cuerpo pueda estar enfermo, canceroso. Como no lo es que el coche desobedezca la señalización y se precipite por un barranco, mate a los peatones, o haga otros estropicios. La libertad del cuerpo es la salud. La libertad del coche la circulación perfecta, la conducción reglamentada y alcanzar el objetivo de la meta. La libertad para el hombre es el poder de elección de aquellos medios que le conduzcan a su fin de hombre y de cristiano. Cuando se emplean medios que nos deshumanizan, nos corrompen, nos degeneran, no ejercemos la libertad. Sino la depravación que inutiliza la libertad para fines que no son propios de un hombre ni de un cristiano. La libertad supone el conocimiento de lo que nos corresponde y también el empleo de la voluntad al servicio de la verdad obtenida. La libertad está en función de la verdad. Entonces, la libertad se convierte en el medio más maravilloso para nuestra realización.

Catecismo Social XV

29 miércoles May 2013

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10 – Entonces, ¿qué es el orden sobrenatural?

Si el orden natural significa aceptar las leyes de vida de los grados que existen en la naturaleza -lo vegetativo para las catecismo socialplantas, lo sensitivo para los animales, lo racional para el hombre-, y actuar contra la misma en cualquiera de las mismas significa la muerte, el orden sobrenatural supone la aceptación del plan de elevación a la vida de la gracia, a la que Dios por Jesucristo, nos ha elevado. En el orden natural, para el hombre, se significa reconocer la razón y la voluntad, la conciencia y la libertad, orientadas a lo que nuestras facultades rectamente utilizadas nos llevan a alcanzar. La razón y la conciencia, la voluntad y la libertad, encauzadas debidamente, nos muestran que Dios es nuestro Creador, que no podemos blasfemar de ÉL, que hemos de darle culto, que la familia es de institución divina, que la vida humana y los bienes legítimamente queridos, así como la fama del prójimo, merecen nuestro respeto. Pero en el orden sobrenatural, además de estas exigencias, y por encima de los mismos alcances de la naturaleza, la gracia nos da una intimidad y una presencia de Dios íntima y más trascendente. El hombre, por la vida sobrenatural, tiene el Espíritu Santo y una participación en la vida divina, que le hace superar todas las deficiencias y heridas del pecado original. Y así se armoniza la razón y la fe, lo natural y lo sobrenatural, lo temporal y lo divino y adquiere toda su dimensión el destino humano. Lo más contrario al orden natural y al orden sobrenatural es viviseccionar la vida privada y la vida pública, admitir la existencia de Dios y la divinidad de la Iglesia y negarle su influencia en la sociedad. Con monseñor Pie -autor preferido de Juan XXIII- afirmamos: «Nunca enseñaréis que las virtudes naturales son virtudes falsas, que la luz natural es una luz falsa. ¡No! No emplearéis una argumentación rigurosa contra la razón para probarle, con razones perentorias, que no puede nada sin la fe. Si, por desgracia, se nos ocurriese enseñar tales proposiciones, caeríamos bajo las censuras de la Iglesia depositaria de toda verdad, que no se preocupa menos en mantener los atributos innegables de la naturaleza y de la razón, que en vindicar los derechos de la fe y de la gracia … Enseñaréis, pues, que la razón humana tiene su poder propio y sus atribuciones esenciales; enseñaréis que la virtud filosófica posee una bondad moral e intrínseca que Dios no desdeña en remunerar, a los individuos y a los pueblos, con ciertos premios naturales y temporales, y aun con más altos favores a veces. Pero enseñaréis, también, y probaréis con argumentos inseparables de la esencia misma del cristianismo, que las virtudes naturales, que las luces naturales, no pueden conducir al hombre a su fin postrero, que es la gloria celestial. Enseñaréis que el dogma es indispensable, que el orden sobrenatural en el cual el mismo autor de nuestra naturaleza nos constituyó, por un acto formal de su voluntad y de su amor, es obligatorio e inevitable; ENSEÑARÉIS QUE JESUCRISTO NO ES FACULTATIVO Y QUE FUERA DE SU LEY REVELADA NO EXISTE, NO EXISTIRA JAMAS NINGUN TERMINO FILOSOFICO Y SERENO en donde quienquiera que sea, alma selecta o alma vulgar, pueda encontrar el reposo de su conciencia, y la regla de su vida. Enseñaréis que no importa sólo que el hombre obre bien, sino que importa que lo haga en nombre de la fe, por un movimiento sobrenatural, sin lo cual sus actos no alcanzarán el fin último que Dios le señaló, es decir, la eterna felicidad de los cielos.» (<<Oeuvres»,t. II, págs. 380-381).

 

11 -¿Tiene algo que ver esto con lo que se llama la tesis y la hipótesis?

Es así. La tesis es el ámbito de la verdad absoluta, del ideal que debe mover a todo cristiano. La hipótesis, lo que en una situación concreta se puede hacer. El católico debe siempre propugnar la tesis, y sólo en caso de imposibilidad, acomodarse a la hipótesis. Lo que no se puede hacer es renunciar a la tesis, con pretextos de que actualmente su aplicación no tiene camino. Lo normal es la defensa a ultranza de la tesis. Y simultáneamente hacer todo el bien posible en aspectos parciales, pero no ceder por aspectos parciales la obtención de la meta total. No basta que los católicos hagan campañas aisladas en contra del divorcio, del aborto, del marxismo, en favor de la enseñanza católica, y descuiden y callen sistemáticamente sobre la obligación del Estado en profesar la verdadera religión, en donde es conocida y aceptada. Con el cardenal Pie repetimos: «Decir que Jesucristo es el Dios de los individuos y de las familias, pero no es el Dios de los pueblos y de las sociedades, es decir que ÉL no es Dios. Decir que el cristianismo es la ley del hombre individual y no es la ley del hombre colectivo, es decir que el cristianismo no es divino. Decir que la Iglesia es juez de la moral privada y que nada tiene que ver con la moral pública, es decir que la Iglesia no es divina» (<<Oeuvres»,t. VI, pág. 434).

 

El Pecado de Adán y Eva

02 jueves May 2013

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El segundo: hacer otro tanto, es a saber, traer las tres potencias sobre el pecado de Adán y Eva; trayendo a la memoria pecado de adan y evacómo por el tal pecado hicieron tanto tiempo penitencia, y quánta corrupción vino en el género humano, andando tantas gentes para el infierno. Digo traer a la memoria el 2º pecado, de nuestros padres, cómo después que Adán fue criado en el campo damaceno, y puesto en el paraíso terrenal, y Eva ser criada de su costilla, siendo vedados que no comiesen del árbol de la sciencia, y ellos comiendo, y asimismo pecando, y después vestidos de túnicas pellíceas, y lanzados del paraíso, vivieron sin la justicia original, que habían perdido, toda su vida en muchos trabajos y mucha penitencia; y consequenter discurrir con el entendimiento más particularmente, usando de la voluntad como está dicho.

Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer: “¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles del paraíso”?. Y respondió la mujer a la serpiente “Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir”. Y dijo la serpiente a la mujer “No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio de él también a su marido, que también con ella comió. Abriéronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron una hojas de higuera y se hicieron unos cinturones.  Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Yavé Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín.

El Papa Benedicto XVI dijo que en nuestro tiempo se habla muy poco del pecado. Los santos sí predicaban y escribían mucho sobre el pecado. San Juan de Ávila: “¿Por qué ofendes a Dios y le haces combate con las piedras suyas? Diote sentidos, ojos, oídos, gusto, manos, pies, con que le sirvieses y le honrases y con todo ello le ofendes”. “¡Oh pecado! ¿Quién no se espantará de ti, de que puedas tornar a Dios de manso en airado, de amoroso en  aborrecedor, y que envíe al infierno y para siempre castigo a quien creó a su imagen y semejanza, y a quién había tomado por hijo y prometido la herencia del Cielo? ¿Quién habrá que no te aborrezca?”

Adán y Eva fueron creados por Dios en estado de santidad y justicia, perfectos. Les concedió los dones preternaturales que perfeccionan la naturaleza, sin elevarla al orden sobrenatural, pero si sobre lo que de suyo exige la naturaleza humana: ciencia infusa, inmoralidad corporal, inmunidad de concupiscencia (dominio de las pasiones), inmunidad de dolores y achaques corporales. Y, sobre todo, les concedió la gracia santificante, que es un don absolutamente sobrenatural, que les hizo participes de la naturaleza divina.

Por el pecado original, Adán y Eva perdieron los dones preternaturales; perdieron la santidad y justicia en que habían sido creados. Perdieron el don de integridad: “viendo que estaban desnudos” (Gen. 3, 7); el don de inmortalidad:”Hasta que vuelvas a la Tierra, pues de ella has sido tomada, ya que polvo eres y al polvo volverás” (Gen. 3,9); el don de impasibilidad: “Multiplicaré los trabajos de tus preñeces, parirás con dolor tus hijos” (Gen 3,16); “comerás el pan con el sudor de tu frente” (Gen. 3,19) “Y le arrojó Dios, Yavé, del jardín de Edén…Expulsó a Adán…” (Gen 3,23-24).

Adán y Eva perdieron la gracia santificante, que solo se pierde por el pecado mortal. Todos los descendientes de nuestros primeros padres nacemos con el pecado original, privados de la gracia santificante y demás dones sobrenaturales. Los Santos Padres nos dicen que el pecado de Adán fue el más grande de todos los pecados porque es el de más graves consecuencias, tanto para Adán y Eva, como para sus descendientes, ya que con el pecado original, también perdimos nosotros la justicia y la santidad.

Satanás que odia a Dios y a los hombres y mujeres hechos a su imagen y semejanza, anda en torno nuestro mirando a quién devorar. Eva se dejo llevar por la curiosidad: el fruto prohibido “era muy hermoso a los ojos” (Gr 3,8). La vanidad de Eva, alagada con el “seréis como dioses”, le hizo alargar la mano; su sensualidad, excitada por el suave gusto de lo prohibido, le hizo caer. Y Adán, por complacer a su esposa, también desobedeció a Dios ¡Cuántas almas caen por los mismos pasos! Debemos refrenar nuestra curiosidad, fundarnos en humildad, mortificar nuestra sensualidad y jamás estar ociosos, aprovechando siempre el tiempo en la oración, el apostolado, los trabajos…

“La tentación nunca nos coge tan flacos como cuando estamos ociosos… No dejéis que se entretenga vuestro espíritu en pensamientos varios e inútiles; si se acostumbra a estos, luego pasará más allá, deteniéndose en los malos y nocivos” (San Francisco de Sales). Y nuestro doctor de la iglesia, san Juan de Ávila, nos advierte: “Combates tendréis y no pequeños, porque nuestros enemigos son muchos y muy crueles, por tanto no os descuidéis; si no, luego sois perdidos. Si los que velan aún tienen trabajo en guardarse, qué pensáis será de los descuidados, sino ser vencidos”. “Un santo nos dice que el hombre que se cree a sí mismo no ha menester demonio que lo tiente, que él es demonio para sí”.

Beata María Pilar Izquierdo: “Las tentaciones son como el abono que hace producir las flores más hermosas de las virtudes. Cada vez que se resiste una tentación se hace un acto de virtud consolidándose más el alma. ¡Oh!, que hermosos ramilletes de mil variadas flores podría ofrecer cada noche a Jesús después de un día de lucha y fidelidad”. “Las tribulaciones, las tentaciones, todo hay que bendecirlo, porque de esos males se sacan grandes bienes”. Nuestra doctora de la Iglesia, santa Teresa de Jesús, dice: “Son tantas veces las que esos malditos demonios me atormentan, y tan poco el miedo que yo los he, con ver que no pueden menear si el Señor no les da licencia… Sepan que cada vez se nos da poco de ellos quedan con menos fuerza y el alma muy mas señora… Porque son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes que aquí muestran ellos su poder”.

La tentación sólo puede incitar a pecar, pero nunca nos puede obligar a pecar, porque la voluntad permanece siempre dueña de su libertad. La tentación es pecado, no cuando la sentimos, sino cuando voluntariamente la consentimos. Las tentaciones se vencen con la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia; con la oración y la mortificación de los sentidos; con la agregación del entendimiento y de la voluntad; con la huida de las ocasiones de pecar y, sobre todo, con la devoción a la Santísima Virgen. Estamos en buenas manos, estamos en el Corazón divino de nuestro Salvador, Jesucristo: “Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla” (1 Cor 10,15).

“¡Cuanta corrupción vino al género humano andando tantas almas al infierno!” (san Ignacio). Y en mi alma ¿qué ha ocurrido? En el bautismo fuimos adornados por la gracia de Dios, las virtudes infusas, los dones del Espíritu Santo, hechos hijos de Dios, herederos del Cielo y templos vivos de la Santísima Trinidad. Y si pecamos, lo perdemos todo. Nuestros primeros padres pecaron una sola vez, yo tantas veces ¿qué penas no he merecido yo? ¿Cómo es la fealdad de mi alma con tantos pecados manchada? Yo soy mayor culpable que Adán y Eva, merezco mayor castigo. Y, sin embargo, la Misericordia divina ha purificado mi alma y vive en ella. Misterio insondable del amor de Dios a sus criaturas.

El Pecado de los Ángeles II

24 miércoles Abr 2013

Posted by manuelmartinezcano in P. Manuel Martínez Cano, Uncategorized

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«El primer punto será traer la memoria sobre el primer pecado, que fue de los ángeles, y luego sobre el mismo entendimiento discurriendo, luego la voluntad, queriendo todo esto, memorar y entender, por más avergonzarme y confundir; trayendo en comparación de un pecado de los ángeles tantos pecados míos, y donde ellos por un pecado fueron al infierno, cuántas veces yo lo he merescido por tantos. Digo traer en memoria el pecado de los ángeles; cómo siendo ellos criados en gracia, no se queriendo ayudar con su libertad para hacer reverencia y obediencia a su Criador y Señor, veniendo en superbia, fueron convertidos de gracia en malicia, y lanzados del cielo al infierno; y así, consequenter, discurrir más en particular con el entendimiento, y consequenter moviendo más los afectos con la voluntad».

El beato Juan Pablo II dijo: “que el hombre contemporáneo experimenta la amenaza de una imposibilidad espiritual y de la muerte de la conciencia y esta muerte es algo más profundo que el pecado: es la eliminación del sentido del pecado”. San Ignacio quiere que el ejercitante alcance un conocimiento vital y profundo del pecado con la meditación del pecado de los ángeles, de Adán y Eva y el pecado particular. Nuestro nuevo doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila, pregunta: “¿Pecaste y no temes? No has conocido a Dios; ¿Ofendiste a Dios y no tienes el corazón partido de dolor? No lo has conocido”. San Ignacio de Loyola decía: «Daría por muy bien empleada mi vida por evitar un solo pecado mortal”.

Es dogma de fe que existen los ángeles, sustancias intelectuales, inferiores a Dios, superiores al hombre, puramente espirituales: “Por su bondad y virtud omnipotente… desde el principio del tiempo, creó (Dios) de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, esto es, la angélica y la humana” (Concilio IV de Letrán; 428). El mismo concilio dice que: “El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; más ellos por sí mismos se hicieron malos” (428). Un espíritu puro no puede cometer otro pecado que el de la soberbia, apetecer desordenadamente su propia excelencia. Según santo Tomás de Aquino, el diablo habría apetecido para si la unión hipostática, o negado su obediencia al Verbo encarnado. “Viniendo en  superbia” los ángeles pecaron, dice san Ignacio.

“Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas” (2 Pd, 2-4). En un instante cayó sobre ellos el rayo de la Justicia Divina: “fueron convertidos de gracia en malicia, y lanzados del cielo al infierno” (San Ignacio). ¡Horrible transformación! Belleza- fealdad, bondad-malicia, sabiduría-ignorancia…” y así consecuenter discurrir más en particular con el entendimiento, queriendo todo esto memorar y entender” (san Ignacio).

Los ángeles fueron creados para alabar, hacer reverencia y servir a Dios en el Cielo. Dios les concedió la libertad para que usándola ordenadamente, pudieran merecer la vida eternamente feliz. “¡Non serviam!” fue su respuesta, ¡no quiero obedecer, no quiero servir a Dios! Si en el primer pecado mortal que cometí, Dios me hubiera privado de la vida, hubiera caído en el infierno eternamente. ¡Y he pecado tantas veces! Mi alma ha estado podrida, corrompida ¿Dios mío, quién soy yo para Ti? A los ángeles aplicó su justicia; a mí, su misericordia infinita ¿Cómo voy a presentarme en  su presencia? : «Avergonzado y confundido, en haberle mucho ofendido, de quien primero recibí muchos dones y mercedes” (san Ignacio).

¿Qué será el pecado que tiene un castigo eterno? ¿Qué efectos han producido en mi memoria, entendimiento y voluntad mis muchos pecados? ¡Dios mío, perdóname! Dame tu gracia para jamás volver a ofenderte. ¡Jesús en ti confío! ¡Virgen Santísima bajo tu amparo nos acogemos! “El diablo, a quien os sujetáis cuando pecáis, ¿Quién os parece que es? Es la más malaventurada criatura del mundo, enemigo de Dios, condenado, maldito, espantable enemigo de todo bien, contrario a Dios. El diablo es un gran pecador; los que pecan son sus hijos” (San Juan de Ávila).

Santa Teresa de Jesús: “Pareceros a, hermanas, que a estas almas a quienes el Señor se comunica tan particularmente, que estarán ya tan seguras de que han de gozar para siempre, que no tendrán que temer ni que llorar mis pecados, y será muy grande engaño, porque el dolor de los pecados crece más mientras más recibimos de nuestro Señor”.

El gran teólogo Romano Guardini en su obra el Señor, dice: “Comprenderemos a Cristo en la medida en que comprendamos el pecado”, que es lo mismo que decir: quien no reconoce su pecado, no conocerá a Cristo de verdad, ni lo amará de verdad.

P.Manuel Martínez Cano, mCR

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P. José María Alba Cereceda, S.I.

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Ejercicios Espirituales predicados por el P. Cano

Meditaciones y Pláticas del P. José María Alba Cereceda, S.I.

Varios volumenes de apóx. 370 páginas. Precio volumen: 10 €. Pedidos: hnopablolibros@gmail.com

Twitter Papa Francisco

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Twitter P. Cano

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“Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”. Padre Santo Francisco.

"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

Nuestro ideal: Salvar almas

Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

"Odiad el mal los que amáis al Señor." Salmo 97, 10.

"Jamás cerraré mi boca ante una sociedad que rechaza el terrorismo y reclama el derecho de matar niños." Monseñor José Guerra Campos.

¡Por Cristo, por María y por España: más, más y más!

www.holyart.es

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