En su tercer viaje a su patria, Alemania, su Santidad Benedicto XVI, recordando las palabras de Cristo: Haced discípulos de todos los pueblos (Mt 28, 19) y Proclamad el Evangelio a toda la creación (Mc 16,15), el Papa dijo: Sin embargo, a causa de las pretensiones y de los condicionamientos del mundo, el testimonio viene siendo repetidamente ofuscado, alienadas las relaciones y relativizado el mensaje. Si pues la Iglesia, como dice el Papa Pablo VI, trata de adaptarse a aquel modelo que Cristo le propone, es necesario que ella se diferencie profundamente del ambiente humano en el cual vive y al cual se aproxima (Carta encíclica Ecclesiam suam, 24). Para cumplir su misión, ella tomará continuamente también distancias de su entorno, debe, en cierta medida, ser desmundanizada.
La Iglesia es una sociedad universal de fe, nace de la fe y carece de todo sentido si no parte de la fe. Hoy no se ve con claridad la frontera entre la sociedad de creyentes en Cristo y la sociedad puramente civil; entre la vida sobrenatural y la vida natural. Muchos católicos ven sus movimientos apostólicos o parroquias como una agrupación más o menos cultural o sentimental. No ven su sentido trascendental de su incorporación al Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Viven en una realidad puramente natural cuando no mundana y pagana. El Papa dice: Para corresponder a su verdadera tarea, la Iglesia debe una y otra vez hacer el esfuerzo por separarse de lo mundano del mundo. Con esto sigue las palabras de Jesús: No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo (Jn 17,16). Si la Iglesia no aparece ante el mundo como respuesta única a lo que puedan decir las distintas formas culturales, no cumple con la misión que le encargo nuestro Señor Jesucristo. El Vaticano II enseña que hay que evangelizar el mundo instaurando la ley divina en las realidades humanas. La vida natural tiene que divinizarse con la gracia santificante. Vivimos en el mundo pero somos ciudadanos del Cielo. Sigue su Santidad Benedicto XVI: La Iglesia no posee nada de autónomo ante Aquel que la ha fundado. Encuentra su sentido en el compromiso de ser instrumento de redención, de impregnar el mundo con la palabra de Dios y de transformarlo al introducirlo en la unión de amor con Dios.
Vayamos por todo el mundo predicando la palabra de Dios con el testimonio cristiano.
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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