Un intelectual adolescente, me dijo: Los mandamientos de la ley de Dios ya están superados. Lo que importa ahora es luchar en defensa de los derechos del hombre, la ecología, la libertad…. Hoy, como ayer, le dije, los primeros derechos que debemos cumplir son los derechos de Dios, los Mandamientos de la Ley de Dios. Es lo mejor para el hombre y para la sociedad. Él responde que el primer derecho del hombre es el derecho al aborto. Estoy seguro que no se ha parado ni un solo minuto a pensarlo. La moral católica enseña que el primer derecho que Dios da al hombre es el derecho a la vida, y el aborto es asesinar niños y niñas inocentes e indefensos.

Si no se reconocen los derechos de Dios se cae necesariamente en lo infrahumano y en la práctica sistemática de la violencia privada y política (Cornelio Fabro). Lo estamos viendo, si se dejan de lado los derechos de Dios, se sustituyen por los llamados derechos democráticos, que han salido del infierno. El principio y fundamento de las ideologías modernas es la rebelión contra Dios. Es la misma actitud que tuvo Luzbel en el Cielo: Non serviam.

Esto que llaman el estado del bienestar en el que se asesinan cada año a millones de niños, ancianos y enfermos es diabólico. Sólo entienden de prosperidad material. Pero sólo para los superdotados, que saben de todo lo que les conviene. Los bienes espirituales y religiosos van desapareciendo. Muchos han sustituido el amor a Dios por el amor al dinero, a los bienes materiales. La virtud de la esperanza teologal, la esperanza de vivir para siempre en la eterna felicidad del Cielo, se ha convertido en organizar el futuro. Los partidos políticos se han puesto por encima de la verdad y del bien; ellos son los que deciden.

¡Libertad, libertad, libertad! ¡Vivan las libertades democráticas! Leamos con atención al Papa León XIII: son ya muchos los que, imitando a Lucifer, del cual es aquella criminal expresión: No serviré, entienden por libertad lo que es una pura y absurda licencia. Tales son los partidarios de ese sistema tan extendido y poderoso, y que, tomando el nombre de la misma libertad, se llaman a sí mismos liberales. Hoy laicistas y demócratas.

P. Manuel Martínez Cano, mCR 

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