Si ser catalanista es amar a Cataluña con todo el corazón, yo soy catalanista hasta la médula, catalanista de la Cataluña de la Moreneta; como soy murcianista, ¡faltaría más! Yo nací en un pueblo de esa preciosa región española, tierra de la Fuensantica, nuestra Patrona. También soy andalucista, la tierra de María Santísima, de la Reina de las marismas; y soy galleguista, tierra de nuestro Santo Patrón, el Apóstol Santiago y protegida por la Virgen de los Ojos Grandes. Y soy… de todo corazón, amante de todos los rincones de nuestra Patria, España: la nación de eterna Cruzada, relicario de santidad, sublime escuela de Tradiciones. En efecto, alguna vez me había preguntado: los jóvenes españoles, ¿serán capaces de mirar con valentía y constancia hacia el bien? ¿Ofrecerán un ejemplo de madurez en el uso de la libertad o se replegarán sobre sí mismos? La juventud de un país rico de fe, de inteligencia, de heroísmo, de arte, de valores humanos, de grandes empresas humanas y religiosas, ¿querrá vivir el presente abierto a la esperanza cristiana y con responsable visión de futuro? (Beato Juan Pablo II). Jamás he oído en mi vida un ¡síííííí! tan rotundo de jóvenes presentes dentro y fuera del estadio del Bernabéu.
A mis alumnos, les he dicho muchas veces que no sólo tienen que hablar bien el catalán, sino que también tienen que escribirlo correctamente. Los profesores de catalán me decían que cometen errores ortográficos y de sintaxis garrafales.
En el colegio en el que di muchos años la clase de religión, cuya dirección está en manos de un catalán de siempre, fui yo -murciano- quien introduje la santa costumbre de cantar todos los días el Virolai a Nuestra Señora de Montserrat, Patrona de Cataluña. Y hace cuarenta y dos años que nuestra Asociación de seglares de San Antonio María Claret, peregrinamos a pie desde Barcelona a la Basílica de la Virgen de Montserrat. Se me olvidaba, en las fiestas de los Patronos de Cataluña, Sant Jordi y la Moreneta, en la hora del recreo, se ponían por los altavoces sardanas, que bailaban unidos profesores y alumnos. El que mejor las baila, el director del colegio. Un día, le dije a un alumno catalán: ¿por qué no bailas la sardana? Respuesta contundente: La sardana es una mierda. Se me cayó el alma al suelo.
En nuestras actividades veraniegas de colonias y campamentos (este año en Estercuel, Teruel) y peregrinaciones, cantamos el Virolai, junto con jóvenes de Mallorca, tinerfeños, valencianos, madrileños, aragoneses… y, sobre todo, catalanes. Y todos tan contentos. También fue idea mía.
A mis 17 años, decidí hablar catalán. Los tontorrones de siempre, que también los hay en Cataluña, se burlaban de mí porque pronunciaba como los charnegos. Años más tarde, ante mi torpeza en el aprendizaje de la música y el canto, me dijeron que tenía orejas, pero no oído, bendito sea Dios. Sin embargo, aprendí a rezar el Vía Crucis y el Rosario en catalán, antes que en español, en la Obra de Ejercicios Espirituales Parroquiales, cuyo director era el catalán P. Jaime Piulachs Oliva S.J. También cantaba Amunt germans, Volem a Déu a nostra casa y el Virolai. Durante varios años, he participado en la peregrinación del Pare Pelegrí de Tossa de Mar a Santa Coloma de Farnés (Girona), los días 20 y 21 de enero. Por aquellos santos y fríos caminos –soy muy friolero- era yo uno de los que rezaban, a viva voz, el Santo Rosario en catalán. La estampa recordatorio de mi primera misa en 1980 en este encantador pueblo de la Costa Brava está escrita en catalán.
Podría contar más cosas. Si yo no amo a Cataluña, ¿quién la ama?
Déu Vos guard
P. Manuel Martínez Cano, mCR
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