Contracorriente

~ Blog del P. Manuel Martínez Cano, mCR

Contracorriente

Archivos diarios: 26 diciembre, 2012

Un Obispo Humilde y Valiente

26 miércoles Dic 2012

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ppreigpla1004121La organización cultural Hazte oír, ha concedido uno de sus premios anuales al obispo de Alcalá, con motivo de una homilía de Monseñor Reig Pla sobre la sexualidad humana, el aborto y la eutanasia; cayó sobre el obispo un aluvión de insultos, amenazas y calumnias. Por lo visto sólo se puede predicar lo políticamente correcto impuesto por los politicuchos  de esta España enfermiza y democrática.

Un periodista le preguntó: Don Juan Antonio ¿Qué le diría a quien le han manipulado y tergiversado sus palabras, y a quienes le han amenazado de muerte, le han llamado imbécil o piden que sea encarcelado o expulsado del país?

La respuesta del señor obispo fue esta: Simplemente le diría que le quiero y les perdono. Los insultos y amenazas me ayudan a ser humilde. Como dijo un gran obispo torturado en la cárcel, los hombres para mí se dividen en dos grupos:  Los que son mis hermanos y los que todavía no saben que lo son.

Y es que Cristo nos dice: Habéis oído que se os dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tus enemigos.  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos y pecadores, el ojo por ojo y el diente por diente, no es cristiano. No es lícito mantener en el corazón un solo instante de odio o rencor al enemigo. Bien sabemos, que una cosa es sentir, y otra consentir.

El amor a los enemigos ha de ser sobrenatural, que no exige amarlos con afecto sensible, como amamos a nuestros familiares y amigos. Pero sí exige rezar por ellos, enseñarles la verdad, ayudarles espiritualmente y psicológicamente, y también materialmente si se encuentra en grave necesidad, de la que no puede salir sin nuestra ayuda caritativa. Tampoco se le puede negar signos comunes de la vida social.
El nuevo mandamiento del amor de Cristo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado, obliga a intentar la reconciliación con el enemigo lo más pronto posible. La iniciativa de la reconciliación ha de partir siempre del ofensor, y el ofendido está obligado a perdonar al ofensor que le pide perdón en forma directa o indirecta valiéndose de un intermediario. No podemos olvidar nunca las palabras del Padrenuestro: Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Sublime lección de nuestro Obispo José Antonio Reig Pla.

P. Manuel Martínez Cano, mCR

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Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (II)

26 miércoles Dic 2012

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Orientaciones Episcopales

Carta Colectiva del Episcopado Español 1-7-1937 (II)             Ave María- Febrero 2007

cardenal_Gom_con_espada_ofrendada_al_Santo_Cristo_por_Franco_iglesia_Santa_B_rbara_Madrid_20_5_1939

3.- NUESTRA POSICIÓN ANTE LA GUERRA.

Conste antes que todo, ya que la guerra pudo preverse desde que se atacó dura e inconsiderablemente al espíritu nacional, que el Episcopado español ha dado, desde el año 1931, altísimos ejemplos de prudencia apostólica y ciudadana. Ajustándose a la tradición de la Iglesia y siguiendo las normas de la Santa Sede, se puso resueltamente al lado de los poderes constituidos, con quienes se esforzó en colaborar para el bien común. Y a pesar de los repetidos agravios a personas, cosas y derechos de la Iglesia, no rompió su propósito de no alterar el régimen de concordia de tiempo atrás establecido. Etiam dyscolis: a los bejámenes respondimos siempre con el ejemplo de la sumisión leal en lo que podíamos; con la protesta grave, razonada y apostólica cuando debíamos; con la exhortación sincera que hicimos reiteradamente a nuestro pueblo católico a la sumisión legítima, a la oración, a la paciencia y a la paz. Y el pueblo católico nos secundó, siendo nuestra intervención valioso factor de concordia nacional en momentos de honda conmoción social y política.

Al estallar la guerra hemos lamentado el doloroso hecho, más que nadie, porque ella es siempre un mal gravísimo, que muchas veces no compensan bienes problemáticos, y porque nuestra misión es de reconciliación y de paz: Et in terra pax. Desde sus comienzos hemos tenido las manos levantadas al cielo para que cese. Y en estos momentos repetimos la palabra de Pío XI, cuando el recelo mutuo de las grandes potencias iba a desencadenar otra guerra sobre Europa: Nos invocamos la paz, bendecimos la paz, rogamos por la paz. Dios nos es testigo de los esfuerzos que hemos hecho para aminorar los estragos que siempre son su cortejo.

Con nuestros votos de paz juntamos nuestro perdón generoso para nuestros perseguidores y nuestros sentimientos de caridad para todos. Y decimos sobre los campos de batalla y a nuestros hijos de uno y otro bando la palabra del Apóstol: El Señor sabe cuánto os amamos a todos en las entrañas de Jesucristo.

Pero la paz es la tranquilidad del orden, divino, nacional, social e individual, que asegura a cada cual su lugar y le da lo que es debido, colocando la gloria de Dios en la cumbre de todos los deberes y haciendo derivar de su amor el servicio fraternal de todos. Y es tal la condición humana y tal el orden de la Providencia -sin que hasta ahora haya sido posible hallarle sustitutivo- que siendo la guerra uno de los azotes más tremendos de la Humanidad, es a veces el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverlas al reinado de la paz. Por esto la Iglesia, aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas de la guerra, ha fundado las Órdenes Militares y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la fe.

No es este nuestro caso. La Iglesia no ha querido esta guerra ni la buscó, y no creemos necesario vindicarla de la nota de beligerante con que en periódicos extranjeros se ha censurado a la Iglesia en España. Cierto que miles de hijos suyos, obedeciendo a los dictados de su conciencia y de su patriotismo, y bajo su responsabilidad personal, se alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia cristianas que secularmente habían informado la vida de la nación; pero quien la acuse de haber provocado esta guerra o de haber conspirado para ella, y aun de no haber hecho cuanto en su mano estuvo para evitarla, desconoce o falsea la realidad.

Esta es la posición del Episcopado español, de la Iglesia española, frente al hecho de la guerra actual. Se la vejó y persiguió antes de que estallara; ha sido víctima principal de la furia de una de las partes contendientes; y no ha cesado de trabajar, con su plegaria, con sus exhortaciones, con su influencia, para aminorar sus daños y abreviar los días de prueba.

Y si hoy, colectivamente, formulamos nuestro veredicto en la cuestión complejísima de la guerra de España, es, primero, porque, aun cuando la guerra fuese de carácter político o social, ha sido tan grave su repercusión de orden religioso, y ha aparecido tan claro, desde sus comienzos, que una de las partes beligerantes iba a la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, Obispos católicos, no podíamos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir el tremendo apelativo de canes muti, con que el Profeta censura u quienes, debiendo hablar, callan ante la injusticia; y luego, porque la posición de la Iglesia española ante la lucha, es decir, del Episcopado español, ha sido torcidamente interpretada en el extranjero: mientras un político muy destacado en una revista católica extranjera la achaca poco menos que a la ofuscación mental de los Arzobispos españoles, a los que califica de ancianos que deben cuanto son al régimen monárquico y que han arrastrado por razones de disciplina y obediencia a los demás Obispos en un sentido favorable al movimiento nacional, otros nos acusan de temerarios al exponer a las contingencias de un régimen absorbente y tiránico el orden espiritual de la Iglesia, cuya libertad tenemos obligación de defender.

No; esta libertad la reclamamos, ante todo, para el ejercicio de nuestro ministerio; de ella arrancan todas las libertades que vindicamos para la Iglesia. Y en virtud de ella, no nos hemos atado con nadie -personas, poderes, o instituciones-, aun cuando agradezcamos el amparo de quienes han podido librarnos del enemigo que quiso perdernos, y estemos dispuestos a colaborar, como Obispos y españoles, con quienes se esfuercen en reinstaurar en España un régimen de paz y de justicia. Ningún poder político podrá decir que nos hayamos apartado de esta línea en ningún tiempo.

 

 

Persecuciones antiguas y modernas

26 miércoles Dic 2012

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cristianos en el circo romanoDe niños veíamos embobados las películas de las persecuciones romanas contra los cristianos. Los católicos eran torturados de mil maneras, arrojados a las fieras, quemados vivos… todos morían heroicamente, entregando sus vidas por Cristo. Sangre de mártires semilla de cristianos.

En la infancia, nada nos decían de las persecuciones incruentas, promovidas por los mismos emperadores y filósofos mediocres que escribían libelos repletos de mentiras y calumnias contra los cristianos y la Iglesia Católica. Los enemigos de Cristo y de la Iglesia siguen practicando las mismas persecuciones contras los católicos de nuestros días. Persecuciones sangrientas, que están dando miles de mártires a la Iglesia y persecuciones culturales con leyes, modas, espectáculos y costumbres anticatólicas y antihumanas que están provocando la apostasía silenciosa de las antiguas naciones cristianas. Al frente y dirigiendo estas persecuciones está el diablo y sus secuaces, enemigos implacables de la Iglesia de Cristo.

Ciertamente, el diablo anda suelto. Es él el culpable del mal que hay en el mundo, como ha dicho el Beato Juan Pablo II. El genocidio permanente del aborto no se puede explicar sin la acción directa del demonio en la mente y los corazones de los hombres y las mujeres. Las leyes democráticas han cosificado a las personas humanas, nos han degradado a simplemente materia, manipulada según el capricho de los gobiernos y los jefes de Estado de turno. La estatolatría destroza y arranca de la sociedad el derecho natural y el derecho divino. Leyes como las del aborto, la eutanasia, el divorcio, la experimentación con embriones etc…  han salido del infierno.

No podemos quedarnos con los brazos caídos y la boca amordazada. Oportuna e inoportunamente, debemos proclamar siempre la verdad, aunque nos corten el cuello, nos metan en la cárcel o nos traten de locos. Acabo de leer el siguiente diálogo que se le atribuye al poeta italiano Petrarca:

El loco, al ver soldados en marcha, pregunta al poeta:

-¿Adónde van?

-A la guerra, le responde Petrarca

El loco observa:

-¿No es cierto que esta guerra terminará un buen día mediante la paz?200px-Francesco_Petrarca

–Cierto, replica el poeta

Entonces añadió el loco:

-¿Por qué no hacen inmediatamente la paz antes de comenzar la guerra?

Petrarca concluye melancólicamente:

– ¡Yo pienso igual que este loco!

¿No tenéis la sensación de que este mundo es un gran manicomio gobernado por locos irracionales? No es una sensación, es una convicción incuestionable. La democracia moderna es el gobierno del demonio.

P.Manuel Martínez Cano, mCR 

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La auténtica Constitución Española

26 miércoles Dic 2012

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Frente al proyecto constitucional gaditano (de las Cortes de Cádiz) el filósofo Rancio sostiene categóricamente  -en línea de Jovellanos- que España ya tenía una constitución propia cuyo puerto de arranque se localiza en las Partidas del Rey Sabio (…) un orden fundado sobre principios de la naturaleza, regulada mediante leyes conforme a razón y perfeccionado por la inspiración de la Doctrina Católica.

Una sociedad en la que han convivido en armónica relación, el Estado y la Iglesia (…) ateniendo ambos al inestimable bien de la salvación de las almas.

El P. Alvarado (el filósofo Rancio) cuestiona frontalmente la licitud del dogma de la voluntad general, porque profana la dimensión sagrada de la sociedad.

El P. Alvarado se pronuncia de forma desinhibida a favor del principio de intolerancia: la entera convicción de que no es posible conservar el orden religioso y moral en la sociedad sin un principio activo de tutela y compulsión, Andrés Gascón.

El Fuero del trabajo promulgado el 9 de marzo de 1938, dice:

Renovando la tradición católica de justicia social y alto sentido humano que informó la legislación de nuestro glorioso pasado, el Estado asume la tarea de garantizar a los españoles la Patria, el Pan y la Justicia.

Para conseguirlo  –atendiendo  por otra parte y a robustecer la unidad, libertad y grandeza de España- acude al plano de lo social con la voluntad de poner la riqueza al servicio del pueblo español, subordinando la economía a la dignidad de la persona humana, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y exigencias de la vida intelectual, moral, espiritual y religiosa.

El Estado mantendrá el descanso dominical como condición sagrada en la prestación del trabajo.

gobierno-1957

La ley de Principios del Movimiento Nacional promulgada el 17 de mayo de 1958 empieza en estos términos: Yo Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España, consciente de mi responsabilidad ante Dios y ante la Historia, en presencia de las Cortes del Reino, promulgo como Principios del Movimiento Nacional, entendido como comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a la Cruzada, los siguientes:

España es una unidad, de destino en lo universal. El servicio a la unidad, grandeza y libertad de la Patria es deber sagrado y tarea colectiva de todos los españoles.

La Nación Española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará una legislación.

Gonzalo Fernández de La Mora, uno de los mejores politólogos del siglo XX escribió en 1969: La Ley Orgánica del Estado es la única Constitución original de nuestra edad contemporánea. La única pensada para las estructuras económicas sociales de España y la única libre de mimetismos y utopismos.

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"Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. (Salmo 127, 1)"

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Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios; van al infierno los que mueren en pecado mortal

"Id al mundo entro y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado" Marcos 16, 15-16.

"Es necesario que los católicos españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre hermano." San Juan Pablo II.

"No seguirás en el mal a la mayoría." Éxodo 23, 2.

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